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domingo, 23 de diciembre de 2012

La Hechicería Antigua y Moderna Explicada




La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin


Principios generales
Para ejecutar los juegos con toda la perfección de que estos sean susceptibles,
es necesario en primer lugar penetrarse bien de los consejos que voy a exponer.
Importa poco que estos consejos precedan a la descripción de los juegos,
porque supongo que éstos serán según la necesidad.
Cuando se quiera dar una función y se hayan ya elegido los juegos que deban
componerla, colocad éstos en un orden tal, que el uno dé valor al otro; que el
que precede no ponga ningún obstáculo al que le sigue, y que el fin del uno no
ponga ninguna traba al principio del otro, terminando cada sección con un
juego brillante.
Disponed cuidadosamente todo lo que necesitéis en vuestra sesión, no
descuidando los menores detalles en las preparaciones, porque si os veis
obligados a buscar algún objeto y demostráis turbación, produce siempre muy
mal efecto.
Desechad los juegos cuyos medios no estén bastante disimulados; es necesario
constantemente tomar precauciones contra las suposiciones y no dejarlos
adivinar. Decíos a vos mismo lo que me decía un día un célebre prestidigitador:
No son juegos lo que voy a hacer, son milagros.
Es necesario encerrar a los espectadores en un círculo de sorpresa tal, que no
puedan hallar salida y poner su razón en la imposibilidad de poderse dar cuenta
de las causas que producen los efectos que le admiran. Con inteligencia y tacto
se consigue fácilmente esto. Ya daré algunas instrucciones con este objeto.
En la ejecución de los juegos no descuidéis nunca los pases falsos, porque son
el alma de los mismos; pero es necesario hacerlos a su tiempo y sobre todo
muy naturales. Sin embargo, no deben multiplicarse mucho, porque los
espectadores podrían notarlo y concebir sospechas. En la explicación de los
juegos daré algunos ejemplos relativamente a estos pases falsos.
Cuando estudiéis los juegos, no perdáis nunca de vista el que todos vuestros
movimientos sean verdaderos y naturales, tanto en el escamoteo como en los
pases falsos. Si, por ejemplo, queréis escamotear una moneda, una bolita, etc.,
fingiendo poner un objeto de estos en la mano, que vuestros dedos hagan el
mismo movimiento como si realmente se colocase; y así sucesivamente para lo
demás. Más adelante se verá que sirve para el caso en que es necesario fingir
que se finge, y esto ya lo explicaré.
No es suficiente el saber y poder ejecutar los juegos; el gran arte consiste en
acoger con inteligencia todas las circunstancias que ayuden a hacerlos aparecer
maravillosos e incomprensibles: una palabra o un gesto dicho o hecho a un
tiempo, son poderosos auxiliares. Pero tened también presente, que una palabra
o un gesto, dicho o hecho fuera de tiempo, pueden destruir completamente el
efecto del juego. Tampoco habéis de descuidar el consejo siguiente:
No os arriesguéis nunca a hacer un juego sin haberlo antes practicado mucho.
Haced como esos actores de talento que tienen amor y sensación por su arte;
cuando tienen que estudiar un nuevo papel, lo saben muy bien de memoria a
los cuatro o cinco días; pero esto no es suficiente para ellos: es necesario que se
penetren del fondo del carácter del personaje que han de representar, que cada
palabra tenga un matiz, una inflexión de voz particular. Ponen su mira en imitar
la verdad y naturalidad; pero para llegar a esto les son precisos muchos meses
de estudio.
En vuestras sesiones procurad ser sobrios en palabras no digáis más que lo que
convenga para dar realce al juego o para distraer a la reunión, pero ocupaos de
esto diestramente. Que las burlas que gastéis sean siempre de buen género.
Evitad con cuidado en los discursos toda palabra que sea trivial. Haced (si os
halláis con fuerzas) un buen gasto de ingenio y alegría; porque como ya lo he
dicho anteriormente, es necesario entretener el buen humor del espectador.
Acabo de recomendar el no hablar mucho y este aviso es contrario al parecer
de gran número de personas que creen que en este género de distracciones es
necesario charlar mucho en interés de los juegos. En esto se abusa; un
prestidigitador no debe confiar más que en su ligereza. Buscar distraer la
atención de los espectadores para que no vean los medios que se emplean, es de
muy mal efecto. Los juegos deben ejecutarse con bastante inteligencia para
evitar las miradas más observadoras.
Tened el mayor cuidado posible en reservar un medio para remediar todos los
accidentes que puedan ocurrir en la ejecución de los juegos, bien sea que
maliciosamente busquen el contrariaros, o que circunstancias imprevistas os lo
hagan salir mal. Encuéntrase e menudo este medio cambiando diestramente la
naturaleza del juego, o empleando un equívoco Ya daré también con este
objeto algunas instrucciones en la explicación de los juegos, cuando se presente
la ocasión
Cuando hagáis algún juego que ya se ha visto algunas veces, procurad añadirle
alguna particularidad que le de alguna apariencia de novedad, y veréis como
todavía causa algún placer.
He dicho que en los salones el físico se basta a sí mismo, porque debe rechazar
el fraudulento medio de la asistencia de un compadre. Comprendo por
compadres, las personas oficiosas que están de inteligencia con el
prestidigitador para engañar la buena fe de los espectadores. En este caso no
son juegos de física o de ligereza lo que se hace, son mistificaciones.
Sin embargo, para no aparecer más tarde en contradicción de lo que acabo de
decir, debo dar aquí una explicación al lector.
Yo no repruebo sin reserva el empleo de los compadres cuando sirvan para
poner en acción cierto móvil que el físico no puede manejar por sí mismo y que
es indispensable en la ejecución de algún juego, como por ejemplo: tirar de un
hilo cuando haya necesidad, dar vuelta a una manivela, colocar secretamente
un objeto en las manos del prestidigitador etc. etcétera. El compadre en este
caso debe considerarse como que hace las veces de un resorte mecánico y
muchas veces sucede que él mismo agnora el efecto que ayuda a producir.
Sin embargo, toleraré todavía el uso de un compadre de los que acabo de
vituperar, cuando en el corriente de una sesión se quiera hacer un juego de esta
naturaleza, con intención de divertir a los espectadores. En este caso el buen
humor de los concurrentes perdonará vuestra superchería, si acaso fuese
conocida. Cuando la concurrencia ríe, es una prueba de indulgencia, pero no
debe abusarse de ella.
***
Primera Parte: Juegos de cartas
Capítulo Primero
Principios y medios indispensables para la ejecución de
una gran parte de juegos de cartas

1. Hacer el salto de baraja con ambas manos
2. Hacer el salto de barajo con una sola mano
3. Cambiar sutilmente una carta sirviéndose de las dos manos
4. Cambiar la carta con una sola mano
5. Escamotear la carta
6. Colocar la carta
7. Hacer tomar una carta forzada
8. Conocer la carta
9. Correr la carta
10. Las mezclas falsas
11. Cubrir la carta
12. Volver la baraja
13. Mirar la carta

***
SECCIÓN I
DIFERENTES MANERAS DE HACER EL SALTO DE
BARAJA
Salto de baraja con ambas manos
Saltar la baraja, es, después de haberla separado en dos partes, con el dedo
pequeño, hacer pasar el paquete inferior por arriba, de modo que el paquete
superior venga a ocupar el sitio del paquete inferior.
Este principio sirve ordinariamente para no perder de vista y tener siempre a su
disposición una o más cartas que se hayan hecho tomar y colocar en la baraja;
porque después de hecho el salto, estas cartas que el espectador cree están en el
centro, se hallan entonces sobre la baraja.
Voy a procurar explicar todo lo que conviene hacer para ejecutar esta
manipulación.
Teniendo la baraja, supongo en la mano izquierda ayudaos de la mano derecha
para esparcirla en forma de abanico a fin de hacer tomar una carta. Tomada que
sea, se corta por el mismo punto que se acaba lo tomar la carta, quedándose con
el paquete superior en la mano derecha. Hágase colocar este carta sobre el
paquete de la mano izquierda, colocad sobre este paquete de la mano izquierdo
el que tenéis en la mano derecha, metiendo el dedo anular de la mano izquierda
entre estos dos paquetes. La abertura formada por el grueso del dedo como está
al lado opuesto de los espectadores no puede verse; la parte exterior del juego,
que es la que estos ven, aparece cerrada y nadie piensa en la separación.
Con el pulgar de la mano derecha y los dos dedos del medio se cogen los dos
extremos del paquete inferior. En cuanto al paquete superior está sostenido con
el dedo pequeño y anular de la mano derecha. Los otros dos dedos de esta
mano no tienen nada que hacer.
En esta disposición he aquí el movimiento que es necesario ejecutar:
La mano derecha coge el paquete inferior con la curva formada por el
nacimiento del pulgar e índice de la mano izquierda. Este punto de apoyo debe
quedar fijo sin moverse de su sitio.
Al mismo tiempo que la mano derecha apoya este lado del paquete en el punto
antedicho, hace levantar el otro lado el mismo paquete, lo que produce un
movimiento de charnela y al propio tiempo el dedo pequeño y el anular que
sostienen el paquete superior lo lleven hacia atrás, lo cual se consigue haciendo
un movimiento como si se quisiera abrir la mano.
Entonces la impulsión dada a este paquete le hace describir un movimiento
parecido al que forma la porte izquierda de un libro cuando se abre. Cuando el
lado del paquete dirigido por la mano derecha está bastante levantado para
encontrarnos al nivel del paquete de la otra mano, se verá si se examina, que
forman entre los dos un ángulo recto. En este momento se cierra la mano
izquierda, el paquete que había en ella cae de plano en esta mismo mano, la
mano derecha dejo el suyo sobre el otro y los dedos de la mano izquierda se
colocan sobre la baraja que se encuentra entonces en su posición ordinaria. Se
comprende que los dos paquetes han cambiado de sitio, es decir, que el que
estaba debajo ha pasado arriba y este es el objeto que se buscaba.
Me parece que no hay necesidad de decir que todos estos detalles deben
ejecutarse en un abrir y cerrar de ojos, pero cuando se haya aprendido esta
manipulación se vera cuan fácil es el hacerla, aun con muy poca práctica.
Observaciones
Procúrese no hacer nunca el salto de baraja al momento de haber colocado la
carta que han tomado porque en este momento las miradas de los concurrentes
están fijas en vuestras manos y por mucha ligereza que se tengo en hacer el
salto, no se puede evitar un pequeño movimiento, el cual, si fuese apercibido,
haría suponer que se había quitado la carta de su sitio. Aprovéchese para hacer
el salto, del momento en que se juzgue que la atención cesa de perseguimos y
tan pronto como se haya hecho el salto, se hace, sin afectación una mezcla falsa
(véase sección séptima) para hacer creer a los espectadores que la carta en
cuestión esta confundida entre las otras y que no se ha sustraído.
Cuando hayáis hecho el salto de baraja y por prevención queráis evitar algunas
miradas obstinadas, colocaos de modo que el dorso de la mano en la cual se
halla la baraja esté del lado de los espectadores. En esta posición el
movimiento de las manos es menos aparente que en la posición opuesta, es
decir cuando se enseña el dorso de la otra mano a los espectadores. Esta nota es
muy importante.
Cuando se quiera que la carta tomado se halle debajo en vez de encima,
después de haber hecho el salto, será suficiente poner el dedo pequeño debajo
de esta, en vez de colocarlo encima.
***
SECCIÓN II
Hacer el salto de baraja con una sola mano
Ante todo debo prevenir que este modo de hacer el salto de baraja es raras
veces útil, porque es imposible, por hábilmente que se haga, evitar un
movimiento muy aparente. Se sirve únicamente de este medio para dar una
prueba de ligereza, pero debe desecharse cuando quieran hacerse juegos de
cartas.
Yo sé que con frecuencia se persuade a las personas que no están iniciadas en
los juegos, que se puede hacer el salto de baraja con una sola mano
invisiblemente. Hay muchos medios de simular este salto: uno de ellos es
tomar dos cartas, las cuales, se colocan juntas la una sobre la otra y cogiéndolas
en dos dedos por los extremos, se enseña a los espectadores como si no hubiese
mas que una. Se colocan sobre la baraja, la cual se hace crujir un poco con el
pulgar extendiendo el brazo y en seguida se enseña la carta de arriba que no es
la que se ha enseñado. El espectador que nota la superchería, cree de buena fe
que se ha hecho el salto de baraja con una sola mano y se acredita el error.
Decremps dice que es necesario ejercitarse en hacer el salto de baraja con una
sola mano hasta que se consiga hacerlo veinte veces por minuto.
Yo digo que aun cuando se pudiese hacer cien veces, este medio debe
desecharse porque siempre tendrá el defecto que acabo de citar.
Sin embargo convengo en que en algunas circunstancias puede ser de alguna
utilidad, no dejaré pasar la ocasión de hablar de ellas.
Podría dar seis o siete modos de hacer el salto de baraja con una sola mano,
pero estas descripciones se harían pesadas porque no serían de ninguna utilidad
en los juegos. Voy solamente a describir dos o tres que me han parecido los
mejores.
Empezaré por el más conocido.
Cójase la baraja con la mano que mejor parezca y colóquese de manera que el
pulgar pase de su anchura. Con la yema del pulgar se abre la baraja apoyando
la parte que se separa sobre el interior de la mano y al mismo tiempo se hace
pasar debajo de la baraja (que es necesario tener siempre abierta con el pulgar)
el dedo pequeño y el índice. Los dos dedos del medio no deben moverse de su
sitio. Con este índice y dedo pequeño cójase la parte interior, que debe
levantarse al abrirse la mano sin cambiar los dedos de posición. En este estado
la yema del pulgar sostiene siempre la parte superior de la baraja que había
abierto. La otra parte de la baraja esta sostenida por el índice y el dedo pequeño
en el lado de las figuras y de la otra, o sea por el dorso del paquete, por los dos
dedos del medio. En esta situación, déjase caer en la mano el paquete que
sostiene el pulgar al mismo tiempo que el paquete sostenido por los otros dedos
se deja caer sobre el que acaba de abandonar el pulgar. Sepárese vivamente el
índice y dedo pequeño para colocarlo sobre la baraja donde se hallan ya los
otros dos dedos.
Debo advertiros que aun cuando tengáis las manos tan largas como las que
tenía Polifemo, siempre os parecerán cortas al empezar el estudio de este
principio. La dificultad consiste en colocar convenientemente la baraja en la
mano y esto nadie mejor que la practica os lo enseñará.
***
SECCIÓN III
Segundo modo de hacer el salto de baraja
con una mano
Tómese la baraja con el índice y pulgar por los dos lados del extremo superior
teniéndola verticalmente, las figuras hacia adelante: los otros tres dedos quedan
detrás del juego. Después con el dedo pequeño sepárese el juego por el extremo
inferior en dos partes, la porte de detrás se halla entonces sostenido por el dedo
pequeño y los dos del medio. En esta situación se hace pasar el dedo del medio
que estaba detrás con el otro en la separación del juego formada por el dedo
pequeño.
Este dedo se encuentro entonces con el pequeño y solo el anular queda detrás.
En seguida separad un poco el paquete de delante para que el índice no se halle
obstruido por los cantos del paquete de detrás. Acordaos de que el paquete de
delante está siempre sostenido por el pulgar o índice. Después procurad hacer
pasar el paquete de delante detrás del otro. Para obtener este resultado es
necesario extender los dedos que tienen el paquete de detrás, en fin júntense los
dos paquetes separando los dedos que los tenían cogidos.
Se concebirá, haciendo el estudio de este principio que habiendo operado ya la
extensión de los dedos que tenían el paquete de detrás, no hay más que separar
estos dedos para que dicho paquete se encuentre delante.
Esta manera de hacer el salto de baraja con una sola mano es un poco más
difícil que el anterior, pero es menos conocida. Presento bastantes ventajas
porque como se puede ejecutar al colocar la baraja sobre la mesa, el
movimiento que el brazo y la mano hacen para dejarla disimula mucho el que
se opera al hacer el salto, cosa que sería menos practicable en el primer medio.
***
SECCIÓN IV
Tercer medio de hacer el salto de baraja
con una mano
Esta manera de hacer el salto de baraja con una sola mano es sin disputa el
mejor y más útil de todos, por cuya razón es el que he adoptado con
preferencia.
Es el más útil porque ejecutándolo se ve siempre la carta de debajo que se
presento a la vista en su evolución, lo cual es una gran ventaja como se verá.
Es también el mejor porque el movimiento que se hace al operarle es tal, que
aunque sea muy aparente los espectadores lo toman por una manera de mezclar
las cartas con una sola mano y quita todos las suposiciones. Tiene también la
ventaja de ser generalmente desconocido.
Estando colocada la baraja como en el primer método, en lugar del dedo
pequeño para separarla colóquese el anular. Estando sostenido el paquete
superior por este dedo, que está debajo y los otros tres dedos que están encima,
extiéndase la mano.
En esta posición el paquete se presento a la vista con las figuras hacia abajo, el
anular oculto por el lado y los otros tres dedos por debajo; más he aquí ahora el
movimiento más difícil que es necesario efectuar.
Al mismo tiempo que vais a doblar el paquete superior con el dedo pulgar y el
pequeño, para acercarle al paquete que queda en la mano, es necesario doblar el
pulgar hacia atrás para bajar lo más posible la esquina de este paquete inferior
que se encuentra cogido entre el nacimiento del pulgar y el lado del metacarpo
que pertenece al índice.
Este movimiento de presión impreso al canto del paquete hace levantar el lado
que estáa diagonalmente opuesto al que hace bajar el pulgar y da la facilidad de
correr el paquete conducido y colocado por el pulgar y dedo pequeño sobre el
paquete dirigido por el pulgar. El anular no hace más que prestarse a la acción
del pulgar y el dedo pequeño. El índice se halla constantemente extendido sin
participar del trabajo de los otros dedos. Para finalizar la entera reunión de los
dos paquetes no falta más que separar el pulgar y dedo pequeño que se hallan
entre los paquetes y el anular que esta sobre el juego. Estos tres dedos vuelven
a colocarse sobre la baraja en la posición natural que deban tener para cogerla.
***
SECCIÓN V
Cambiar la carta -- Primer método
Recomiendo muy particularmente el fijar mucho la atención en este principio.
Por medio de él pueden producirse los efectos más sorprendentes y mágicos.
Voy a explicar dos modos de cambiar la carta porque cada uno de ellos tiene su
propiedad particular.
Teniendo la baraja en la mano que supongo ser la izquierdo y la carta que se
quiere cambiar en la mano derecha, entre el índice y el dedo pulgar; empújese
con el pulgar de la mano izquierda la primera carta que hay encima de la baraja
a fin de separarla de las otras cartas cerca de la mitad de su largo.
Manténgase el juego con el pulgar y el índice, apartando los otros dedos
bastante lejos del último para dejar suficiente espacio. En esta disposición
aproxímense las dos manos; Icarta que se quiere cambiar viene a colocarse
naturalmente en el espacio que queda entre el índice que sostiene el juego y los
otros dedos y la carta que esta sobre la baraja se encuentra al mismo tiempo
entre el índice y la mano derecho, que la coge; ya no queda más que separar un
poco los manos y colocar el índice de la mano derecha sobre el juego donde se
ha colocado la carta que se acaba de cambiar.
Para servirse de este principio es necesario ejecutarlo con la prontitud de un
resorte que se escapa y esto sin hacer ningún movimiento brusco, con un poco
de ejercicio se adquiere fácilmente.
Observaciones
Cuando se haya adquirido toda la ligereza posible para la ejecución de este
principio y quiera ponerse en práctica en una reunión hay que tomar medidas
para servirse de él con éxito. Si por ejemplo la carta que se quiere cambiar se
debe colocar sobre la mesa que sirve para vuestras experiencias es necesario
colocarse de cara a la reunión y de espaldas a la mesa; y aprovechándose de
una brusca media vuelta que es necesario hacer para colocar la carta sobre la
mesa, se cambia en aquel momento. En este caso, la mano en la cual se tiene la
carta es la que debe hacer el movimiento, la que tiene la baraja no debe
moverse.
Si la naturaleza del juego no exige que se coloque la carta sobre la mesa, es
necesario aproximar mucho las manos, pero naturalmente, sin afectación;
frente a los espectadores se cambia resueltamente la carta, haciendo con la
mano que se tiene la baraja un movimiento indicativo y diciendo por ejemplo:
"Es usted señorita la que ha tomado una carta" o "caballero, acuérdese Vd. de
su carta." Este movimiento de brazo impide que se aperciban de lo que se hace
para operar el cambio. En este caso la mano que tiene la carta no debe moverse.
Esta nota es muy importante porque si la mano que no debe moverse hiciese el
movimiento, por ágil que se estuviese en cambiar la carta la acción se
apercibiría.
***
SECCIÓN VI
Cambiar la carta -- Segundo Método
En el primer método se coloca sobre la baraja la carta que se quiere cambiar
tomando la de arriba; en el segundo método se toma también la de encima pero
se deja en su lugar la carta que se quiere cambiar.
Para ejecutar este medio de cambiar la carta es necesario, como en el primer
método, empujar la de encima del juego para separarla un poco a fin de que el
pulgar y el índice de la otra mano puedan cogerla en el momento en que se deje
en su lugar la que se quiere cambiar. Al mismo tiempo que se coloca esta
último sobre el juego se atrae un poco la que sigue con el índice para tener la
facilidad de quitarla deslizándola con ligereza y vivacidad.
Este movimiento no es difícil de ejecutar porque la aproximación de las dos
manos no es intempestiva y que como es rápido como el relámpago, pasa
desapercibido, tanto más, cuanto que perece natural a causa de la agitación
obligada del brazo, para ir a colocar la carta sobre la mesa.
Si no hubiese necesidad de colocar esta carta sobre la Mesa se fingiría el tocar
la rodilla con la carta como si este golpe fuese indispensable para
metamorfosearla, porque no es necesario hacer bruscamente el movimiento de
la mano después de haber cambiado la carta.
En este método de cambiar la carta las dos manos se alejan la una de la otra al
hacer el movimiento para cambiarlo.
***
SECCIÓN VII
Cambiar la carta con una mano
Téngase la baraja con la mano extendida, empújese con la punta del dedo
pulgar la primera carta, hasta que el lado exterior de esta se halle casi al nivel
de la punto de los dedos que deben sostenerla. La segunda carta se encuentra
entonces descubierta y el pulgar en este momento la echa hacia atrás. Cuando
esta último carta esta totalmente separada de La primera y sus lados no se
tocan, el pulgar se hace un poco hacia atrás para hacer levantar el lado exterior
de la carta que acaba de llevar hacia atrás.
El lado interior de la primera carta sostenida por la punto de los dedos se
encuentra entonces cerca de la abertura que le presenta la segundo carta, por
medio de la presión del pulgar, no falta pues más que empujar con la punta de
los dedos esta primera carta para hacerle entrar en la abertura. Así, esta carta
que se cree siempre encima, se encuentra la segunda sobre la baraja.
Disimúlase fácilmente el ligero movimiento que se hace para cambiar la carta
con una sola mano porque no se ejecuta sino al extender el brazo para invitar a
tomar la carta que se halla sobre la baraja. Es necesario tener cuidado de
humedecer la punta de los dedos y sobre todo la porte del pulgar que forma
curva con la raíz del índice.
***
SECCIÓN VIII
Mezclas falsas -- Primer método
La mezcla falsa es el principio más a menudo puesto en uso, se sirve de él
para hacer creer a los espectadores que no se tiene ninguna carta a la vista. De
las muchas maneras de hacer la mezcla falsa he aquí la preferible.
Puede verse si se fija la atención que los buenos jugadores, los que tienen la
costumbre de manejar las cartas las mezclan formando de la baraja dos
paquetes para entrelazar el uno con el otro lo que se ejecuta muchas veces
seguidas y se efectúa removiendo los dedos para intercalar las cartas de un
paquete en el otro. En seguida colocando los dedos al extremo superior del
juego y el pulgar al inferior, se ponen todas las cartas a nivel. De este modo se
hallan mezclados a conciencia. Pasemos a la mezcla falsa.
Practíquese desde luego como acabo de explicar. Divídase la baraja en dos
partes teniendo una en cada mano. Supongamos que el paquete que se quiere
mezclar con el otro se halle en la mano derecha. Espárzanse las cartas que se
hallan en la mano izquierda corriéndolos con el pulgar; esta disposición es
necesario para que las cartas de la mano derecha puedan mezclarse fácilmente
entre todas las que se hallan en la mano izquierda; aproxímense los dos
paquetes, pónganse en movimiento todos los dedos que están sobre el paquete
de la mano derecha para coger todas las cartas a f in de hacerlos entrar y
esparcir en el paquete de la mano izquierda, pero hágase de modo que todos
estas cartas que se han entremezclado en el paquete de la mano izquierdo
sobresalgan por arriba a todas las del paquete de la izquierda cerca de una
tercera porte y obsérvese además que todos estas mismos cartas que exceden a
las otras, deben estar un poco inclinados hacia el dorso de La mano. En seguida
cójanse estas cartas salientes con todos los dedos y el pulgar de la mano
derecho, vuélvase la muñeca para volver al extremo inferior de este paquete
que se tiene entre los dedos, lo que le da una posición horizontal y forma un
ángulo recto con el paquete de la mano izquierda. Hecho esta operación las
cartas que acaban de someterse a ella se encuentran separados de las otras y se
colocan rápidamente sobre el paquete de la mano izquierda.
Las cartas, pues, no se han mezclado y se hallan en el mismo orden que tenían
al principio. Se concibe que no es necesario gastar tanto tiempo en ejecutar
estos procedimientos como en describirlos.
Si se quiere, pues, completar esta mezcla falsa cuando se haya terminado como
acabo de demostrarlo, se podrá todavía dividir el juego en dos paquetes,
colocar el de la mano derecha sobre el otro y mover los dedos para agitar las
cartas como se hace para mezclarlas en el principio descrito más arriba, pero
esta vez no es necesario desarreglaras. Cuando el paquete se halle de todo
sobre el otro, se tomo al mismo tiempo con el índice y el pulgar el que se halla
en este momento debajo, colóquese sobre el otro moviéndolo con los dedos
como se ha hecho anteriormente. Para volver a tomar este paquete como acabo
de decir, es necesario colocar el índice arriba y el pulgar debajo.
Es indispensable hacer dos veces seguidas esta manipulación sin lo cual las
cartas no se hallarían en el mismo orden; porque si se hiciese solo una vez, las
cartas de encima se hallarían en el centro cosa que no se tiene intención de
hacer. Es pues la segunda manipulación la que las dejo en su primitivo estado.
Yo he visto hábiles prestidigitadores que se contentaban con este último
procedimiento sin emplear el primero. Para los espectadores que se hallan un
poco lejos el efecto es el mismo pues este movimiento que se da a las cartas
hace creer que se mezclan.
***
SECCIÓN IX
Segundo método de hacer la mezcla falsa
Este segundo método es muy fácil de ejecutar y sirve para no perder de vista
una carta al mismo tiempo que se hace creer a los espectadores que se mezcla
realmente con las otras. La primera mezcla falsa es útil, cuando para ciertos
juegos la baraja se halla arreglado en un orden necesario y se sirve de él para
evitar, las suposiciones que los espectadores puedan concebir sobre este
arreglo; se sirve también de él en otras varias ocasiones.
Para hacer esta segunda mezcla se toma la primera carta de la baraja, que
supongo ser la que el público ha elegido, colócase entre las demás y se hace
pasar arriba por medio del salto.
Teniendo esta carta en la mano derecha y el resto del juego en la izquierda,
colóquense sobre ésta y en pequeños montones todas las cartas que se hallan en
la mano izquierda. Acabada esta operación la carta en cuestión se hallará
debajo de la baraja que se encuentra entonces totalmente en la mano derecha.
Vuélvase a tomar la baraja en la mano izquierda. Tómense con la dmano
derecha cinco o seis cartas de las que se hallan sobre la baraja y encima y
debajo de estas cartas, alternativamente, colóquense todas las otras en
pequeños montones pero teniendo cuidado al finalizar de colocar diestramente
la última carta sobre la baraja, pues con esta es con la cual se hace el juego.
He aquí, respecto a las mezclas falsas, todo lo que es necesario saber hacer.
***
SECCIÓN X
Escamotear la carta -- Primer método
Este principio es también uno de los más útiles y usados en los juegos de
cartas. En este primer método que es el más generalmente adoptado por los
prestidigitadores, la carta que tiene que escamotearse debe hallarse sobre la
baraja.
Tómese el juego en la mano izquierda y colóquese encima la mano derecha.
Hallándose el juego así encerrado entre las do smanos córrase la carta de arriba
con el pulgar de la mano izquierda, con objeto de hacerla sobresalir de las
otras. Por este medio el centro de la cartga viene a parar sobre la punta de los
dedos de la mano que tiene la baraja y con estos dedos se empuja la carta un
poco hacia la mano derecha, la cual la coje cerrándola un poco como en el
estado natural de una mano en la inacción; y para prevenir toda suposición
tómese en seguida la baraja con la misma mano que se halla la carta y
preséntesele a alguno invitándole a mezclarla. En este caso la posición de la
mano es natural; y como los espectadoes no ven más que el dorso de la mano
es imposible que vean la carta. Este movimiento es atrevido y prudente al
mismo tiempo. Por este método lo mismo se puede quitar una carta que varias.
Es necesario muy bien el guardarse de seguir el consejo de Mr. Decremps que
recomienda el cojer la carta con la mano extendida sosteniéndola entre el dedo
pequeño y el pulgar que queda apretado entre los otros dos dedos.
Esta mala actitud de la mano debe hacer nacer precisamente suposiciones.
***
SECCIÓN XI
Segundo método de escamotear la carta
Este método sirve para cuando se quiere escamotear la Carta que está debajo.
Es necesario colocar el dedo pequeño entre la carta de debajo y el resto del
juego, como cuando se quiere hacer el salto de baraja. Después tomando la
baraja en la otra mano con el pulgar y el índice que se introduce en la abertura
formada por el dedo pequeño se quita presentándola a una persona para
mezclar, pero al mismo tiempo que se entrega el juego, la mano en la cual se
queda la carta se aleja de la otra dejando caer el brazo en toda su longitud.
El dorso de la mano está naturalmente vuelto hacia los espectadores y la parte
interior contra el muslo, así es que es imposible vean la carta. Por otra parte
este movimiento es tan rápido que no es posible que el público pueda suponer
nada; cuando se estará familiarizado con este principio se podrá convencer de
lo anteriormente dicho.
***
SECCIÓN XII
Colocar la carta
Se sirve de este principio solamente cuando se ha escamoteado la carta por el
primer método, porque en el segundo la carta se halla en la mano izquierda la
cual es la menos ligera.
Este principio de colocar la carta es sencillo y fácil. Teniendo la carta, supongo
en la mano derecha, si queréis colocar sobre la baraja que está en la mano
izquierda, dejadla sin afectación haciendo crujir el juego que se coge entre los
dedos del medio, de un extremo, y con la palma de la mano del otro. Se
comprende que cogiendo la baraja como se acaba de decir y levantando la
mano para obligar a las cartas el separarse, este movimiento produce un ruido
bastante sensible, el cual se hace varias veces como por distracción y como si
se buscase alguna cosa en el pensamiento.
Pero el medio mas cómodo de colocar la carta es el ponerla sobre la baraja que
se toma haciéndola correr hasta el borde de la mesa sobre la cual se habrá
colocado.
***
SECCIÓN XIII
Hacer tomar la carta o la carta forzada
He aquí todavía un principio al cual se recurre mucho. La carta que se quiere
hacer tomar debe estar sobre la baraja o debajo.
Se practica el salto de baraja para colocarla en el centro, colocando los dos
montones diagonalmente el uno al otro. Quiero decir que el paquete de arriba
debe colocarse sobre el de abajo de modo que su lado interior debe estar en la
dirección de la diagonal que se echaría de los dos lados opuestos del montón de
debajo, lo cual da a estos dos paquetes la apariencia de un abanico medio
abierto.
Supongo que se haya tornado la baraja en la mano derecha; abriéndola como
acabo de decir, el montón de encima está en la mano izquierda. Espárzanse las
cartas de este montón con los dedos de la mano izquierda y el pulgar de la
derecha; pero sin perder nunca de vista la carta que se quiere hacer tomar, que
se halla la primera del paquete de la mano derecha si estaba sobre la baraja, o la
última del de la mano izquierda si se hallaba debajo antes de practicar el salto.
Presentad todas estas cartas, abiertas en forma de abanico, a la persona que
deba tomar la carta invitándola a que tome la que quiera; pero guardándoos
mucho de no presentar al momento a su vista la carta que deseáis hacerle tomar
forzadamente. Cuando la persona tiene su mano bastante cerca del juego para
tomar una carta, vuélvase un poco la mano derecha dándole un pequeño
impulso a la carta para hacerla hallar en frente de los dedos que parece que van
a buscarla. La persona a la cual os dirigís la toma, creyendo que coge una a la
suerte entre todas las que hay esparcidas ante su vista.
Se puede también forzar la carta teniendo la baraja en una sola mano. Se
presenta la baraja abierta en forma de abanico, pero teniendo cuidado de hacer
salir un poco la carta que se quiere hacer tomar, a fin de que sea mas fácil de
coger que las otras. Será bueno también apoyar un poco el pulgar sobre la
baraja, para apretar todas las cartas excepto aquella que se quiere hacer tomar.
Es necesario también, pero sin afectación, dirigir la mano de modo que la carta
se presente naturalmente a los dedos de la persona que deba sacarla
***
SECCIÓN XIV
Conocer la carta
Este principio es de un gran recurso en muchas circunstancias; por medio de
él puede conocerse al momento una carta tomada al azar y colocada luego en el
juego que se puede dar al instante a mezclar
Después de haber hecho tomar una carta, se hace colocar en la baraja y al
cubrirla, se pone el dedo pequeño debajo de la carta como si se quisiera hacer
el salto. Entonces presentando la baraja a la persona que ha sacado la carta,
para hacerla mezclar, se abre y cierra vivamente la baraja, lo cual se ejecuta
levantando el montón superior con el dedo pequeño y los otros dedos que
mantienen el paquete. Este movimiento rápido como el relámpago, es
suficiente para dejaros ver la carta y como el dorso de la baraja está del lado de
los espectadores esta brusca y ligera separación del juego es imposible que la
vean.
***
SECCIÓN XV
Correr la carta
Tómese la baraja por los dos extremos, el dorso de las cartas dentro de la
mano. Consecuentemente las figuras están delante. Enséñase a los espectadores
la carta que esta debajo de la baraja y al bajar la mano para poder las cartas en
una posición horizontal, se hace correr hacia atrás, con los dedos que están
debajo del juego, la que se acaba de enseñar. Entonces la segunda carta de
debajo se encuentra la primera y con los dedos del medio, de la mano que está
libre se saca esta carta que los espectadores creen ser la que se les acaba de
enseñar.
Si se juzga a propósito pueden humedecerse un poco los dedos.
Este principio sirve para muchos juegos de cartas.
***
SECCIÓN XVI
Dar vuelta a la baraja
En este principio, no se trata mas que volver la mitad de la baraja. Entiéndese
por esto dividir la baraja en dos partes y reunirlas de modo que las figuras se
hallen vueltas la una hacia la otra. Por medio de esta disposición, las cartas
presentan el dorso por ambas partes del juego. Cuando se tenga necesidad de
emplear este medio y quiera prepararse en un abrir y cerrar de ojos y sin que se
aperciban, se pondrá el dedo pequeño entre la baraja para hacer el salto, pero
con la diferencia de que en lugar de colocar el paquete inferior sobre el
superior, se aplican las figuras de este paquete sobre las figuras del otro. Se
comprenderá fácilmente esta operación cuando se sepa hacer el salto de baraja
y se ensaye este principio.
Para ponerlo en práctica, es necesario colocar la baraja sobre la punta de los
dedos y cerrar la mano haciendo con el brazo un vivo movimiento indicativo
como para invitar a una persona el nombrar su carta. El movimiento de la mano
se confunde con el del brazo, lo cual impide que los espectadores se aperciban
de que acaba de volverse la baraja naturalmente al cerrar la mano.
***
SECCIÓN XVII
Cubrir la carta
Este principio sirve para cambiar una carta en otra, o cualquier otra cosa que
se halle pintada sobre la carta, tal como una flor, un ave. etc., y esto sin tocar la
carta y sin quitarla nunca de la vista.
Hágase sacar una carta, y conservando, supongo, el juego en la mano izquierda,
divídase en dos partes cogiendo por los dos extremos el paquete que se tiene en
la mano derecha. Hágase colocar la carta que se ha sacado sobre aquella de la
cual se ve la figura y que es la última del paquete que se halla en la mano
derecha. Esta carta sacada no debe cubrir la otra totalmente; es necesario
atraerla hacia la parte de abajo lo suficiente para dejar ver cerca de la mitad de
la figura de la que pertenece al paquete. La carta pues que se acaba de hacer
descender sobresale por la parte de abajo. Colocad esta parte sobresaliente a lo
largo del paquete que se tiene en la mano izquierda. En esta posición los dos
paquetes forman un ángulo recto. Nótese que los cuatro dedos de la mano
izquierda tocan el dorso del paquete que está en la mano derecha. Ahora
reténgase, con estos dedos un poco humedecidos la carta sobre la cual están
colocados y levántese la mano derecha para quitar el resto del paquete que está
interpuesto entre esta carta de detrás, que los dedos de la mano izquierda
retiene, y la de delante que está apoyada contra el lado del paquete que está en
la mano izquierda. Al mismo tiempo que levantáis el paquete, los dedos de la
mano izquierda se cierran para hacer caer sobre el paquete de la izquierda la
carta que retenían, con la de delante que es la carta sacada. Así esta última se
halla cubierta por la que estaba detrás y se encuentra la segunda cuando la
creen la primera sobre el paquete.
Como la última carta del paquete de la derecha sobre la cual se habrá colocado
la carta sacada, ha estado siempre a la vista, haréis observar que habiendo
estado constantemente en su sitio la que le sigue está necesariamente sobre el
montón de la izquierda; lo que no hay dificultad en creer, puesto que no se
dude que la carta que acabáis de hacer correr encima, la precede.
***
SECCIÓN XVIII
Mirar la carta
Los prestidigitadores que ignoran estos principios se hallan turbados cuando
les es necesario conocer la carta que está sobre la baraja por que, sabiendo que
los observan de cerca, se ven obligados a espiar el momento en que podrán
echar sobre ella una mirada furtiva. He aquí el medio que se emplea para poder
ver sin dificultad la carta que está sobre la baraja.
Teniendo la baraja con una mano por un extremo, con la otra se hace encorvar
el lado opuesto apoyando encima y dejando escapar las cartas una después de
la otra que vuelven a su ser natural por efecto de su elasticidad. Por este
movimiento, se hace creer simplemente que quiere uno divertirse con la baraja,
sin ninguna intención, pero encorvándola hacia uno mismo; puede verse la
carta que se presenta naturalmente a la vista, y como el dorso de las cartas esta
siempre del lado de los espectadores, y en el caso de que se levantare un poco
demasiado, las figuras estarían expuestas a su vista, y no fijan la atención en
que se haya podido ver la carta de debajo.
Es necesario persuadirse que cuando menos os ocultéis, menos suposiciones
habrá entre el público, Yo he visto a un prestidigitador muy hábil que disponía
sus barajas o cualquier otra cosa que debía estar preparada secretamente, a la
vista mismo de los espectadores, hablando con ellos familiarmente y sin que
tuviesen la menor sospecha. Este desembarazo inspira siempre a los
espectadores una gran confianza y desde este momento están muy lejos de
suponer semejante audacia.
Aquí termino la descripción de los principios relativos a los juegos de cartas. Si
el lector ha encontrado algunas incorrecciones en las frases de las cuales me he
servido para expresar lo que quería hacerle comprender, espero tenga en
consideración las dificultades que son inevitables cuando se quieren enseñar
por escrito movimientos de manos y de dedos que varían hasta lo infinito. En
las explicaciones de esta clase, todos los medios son buenos cuando pueden
ayudar a hacerse comprensibles; y cuando yo crea llegar a alcanzar este fin, por
la prolijidad y repeticiones, no haría ningún escrúpulo en usarlo en perjuicio
del estilo correcto, del cual no me precio; y que no es de rigor en una obra del
género de la de esta.
***
Capítulo II
Explicación de los juegos
Para conformarme a la máxima que dice que es necesario pasar de lo simple a
1o compuesto, voy a empezar la descripción de los juegos de cartas por los
menos importantes. Algunos de ellos tienen por base las matemáticas. Existen
muchas recreaciones de este género y de las cuales se encuentran en todos los
libros. En general divierten pero no admiran. Sin embargo creo poder asegurar
que los juegos que voy a presentar pueden reunir estas dos ventajas porque
solamente he escogido aquellos cuyos efectos tienen algo de sorprendente y
que sobre todo, no se han publicado hasta el presente, según creo, en ningún
libro. Si alguna vez me ocupo de algunos juegos ya conocidos, será solo con el
objeto de ofrecerlos con algunas modificaciones que podrán darle el mérito de
la novedad y hacerlos, en este sentido, mas agradables a los aficionados.
Distinguiré dos clases de juegos de cartas: una que llamaré juegos de mesa o de
sociedad, porque no son bastante brillantes para ejecutarse ante una numerosa
reunión y solo conviene hacerlos entre amigos, con objeto de pasar un rato de
sobremesa. Ordinariamente después de una comida de confianza, a los postres
por ejemplo, toda especie de pasatiempo se acoge con placer.
En la segunda clase describiré todos los juegos que pueden hacerse ante una
numerosa concurrencia y que tienen por base la prestidigitación. La mayor
parte de estos últimos juegos pueden también ejecutarse en el teatro.
***
ARTICULO I
De los juegos de sociedad
SECCIÓN I
Entregar la baraja a una persona para que piense una carta y entregarle esta
carta sin hacerle ninguna pregunta -- Varios modos de ejecutar este juego.
Ruego al lector que me siga hasta el fin porque para dar una idea del modo de
ejecutar el juego, voy a describirlo poniéndolo en acción.
"Señorita, quiere Vd. hacerme el obsequio de pensar una carta de la baraja que
tengo el honor de entregarle."
"Coloque Vd. las figuras ante su vista. Ahora haga usted correr las cartas la una
después de la otra y cuéntelas mentalmente empezando desde la primera; le
suplico a Vd. que no desarregle la baraja y que se acuerde del número al cual se
halla la carta que Vd. ha pensado. Luego que Vd. haya pensado la carta tenga
la bondad de devolverme la baraja. Señorita, al momento mismo en que he
cogido la baraja entre mis manos he conocido la carta que Vd. ha pensado.
Pero voy a hacer más y es que sin verla voy a colocarla en el sitio que el
caballero designe. Hágame Vd. el favor de decirme, caballero, a qué número
quiere que se encuentre la carta que la señorita ha pensado. Ruego a Vd. tenga
presente que hasta de ahora no he hecho a la señorita ninguna pregunta que
pueda darme entender nada."
Entonces se colocan las manos debajo de la mesa teniendo la baraja con las
figuras hacia arriba.
Supongamos que el espectador al cual se ha dirigido la pregunta haya pedido la
carta al número 18. Cuéntanse secretamente 17 cartas, tomándolas del lado de
las figuras y haciéndolas correr una después de la otra pero sin desarreglarlas.
Colócanse estas 17 cartas sobre el dorso de la baraja que en este momento se
encuentra debajo porque las figuras están arriba. Terminada esta operación
retíranse las manos de debajo la mesa, pero entonces se tiene el dorso de la
baraja hacia arriba y se dice a la señorita que ha pensado la carta. Señorita, el
caballero ha pedido que su carta se encuentre al número 18. Ahora que está ya
arreglada la baraja y que no la tocaré puede usted decirme el número al cual se
hallaba su carta, porque voy a empezar desde este número para llegar más
pronto al número 18 que es la cifra pedida."
Si la señorita contesta por ejemplo que su carta era la sexta se principia pues
diciendo 7, 8, 9, etcétera, tomando las cartas sobre la baraja. Cuando se ha
llegado al número 18, se hace nombrar la carta y se enseña.
Es muy importante procurar que la persona que piensa la carta no desarregle el
orden de las otras hojeándolas para contarlas y escoger una, porque si las
colocase la una sobre la otra ya no se lograría el objeto. Es necesario no
olvidarse que se debe siempre colocar sobre la baraja una carta menos que el
número pedido. Hecho de este modo, este juego, que no es mas que una
combinación matemática, no deja de ser sorprendente. Muchas circunstancias
concurren a hacer tal; en primer lugar, porque tan pronto como se ha pensado la
carta, se afirma conocerla al tomar la baraja; luego porque se anuncia que va a
colocarse en el punto que se desee, fingiendo solo servirse del tacto; y en fin,
porque no se hace ninguna pregunta, a no ser una sola, que parece sin
consecuencia, porque se hace cuando la carta está ya colocada es su sitio.
Me he extendido un poco en esta primera recreación, para dar a conocer que los
juegos no deben ejecutarse rápidamente, pues es necesario siempre
acompañarlos de algunas observaciones, aunque sean subterfugios, que los
hagan más apreciables, brillantes y maravillosos.
Otro modo de hacer el mismo juego.
Haced pensar una carta, entregando la baraja como en el primer método, con
las figuras hacia arriba. Recomendad el contar mentalmente partiendo de la
primera carta para que la persona a quien os dirigís sepa a qué número se
encuentra la carta que ha pensado. Ruéguesele se acuerde tanto del número
como de la carta. No olvidéis de suplicarla no desarregle las cartas al hojear la
baraja para pensar la carta.
Habiendo ya devuelto la baraja colóquese sobre la mesa con las figuras hacia
arriba. Adviértase que se va a escribir un número y que la carta pensada se
hallará al número escrito. Supongamos que se haya escrito el número 28.
Calcúlase que partiendo de 28 para llegar a 40 que es el número de las cartas de
la baraja faltan 12. A esta cifra se añade 1. Tómense 13 cartas sobre la baraja,
las cuales se colocarán la una después de la otra en un paquete sobre la mesa
pera sin dar a conocer que se cuentan. Tómese enseguida el resto de la baraja y
colóquese sobre las trece cartas. Entonces se anuncia que la carta pensada va a
encontrarse al número 28 como se ha escrito partiendo del número de la carta
pensada.
Es necesario siempre hacer nombrar la carta antes de descubrirla.
NOTA. Si se desea se puede también encargar a otra persona que designe, el
número al cual quiere que se encuentre la carta.
Todavía el mismo juego ejecutado de otro
modo.
Si doy muchos modos de hacer un mismo juego es para prevenir el desagrado
que causaría si se viese ejecutar de un modo desconocido.
La diferencia de este nuevo medio con los anteriores es grande porque aquí se
da la carta pensada al número pedido tomando las cartas de debajo de la baraja
y sin partir del número donde se hallaba la carta.
Si se ha visto ejecutar de este último modo, será sin duda porque yo lo he
enseñado a muchas personas que lo habrán comunicado a otras.
Para demostrar este juego, es necesario que recuerde aquí el de los tres
paquetes.
Se previene a la persona encargada de hacer los montones que todas las figuras
de la baraja valen por 10 puntos, el as por 11 y las otras cartas por el número de
puntos que tienen. Este valor es por otra parte adoptado en todos los juegos.
Se le recomienda en seguida colocar una carta sobre la mesa mirando el punto
que representa, y a partir de este punto, contar hasta 13 tomando de la baraja
las cartas que falten para llegar a este número y las cuales se colocan sobre la
primera. Supongamos que la primera carta colocada sobre la mesa valga 10
puntos, tómese una carta colocándola sobre estas diciendo 11; colócase una
segunda diciendo 12, y así sucesivamente hasta 13. Llegado a este número 13
se hace lo mismo con el segundo paquete y en fin con el tercero. Acabada esta
operación se avisa al prestidigitador.
Entonces se apodera de las cartas que sobran y añade mentalmente el número
16 al número de las cartas sobrantes. Ejemplo: supongamos que quedan doce
cartas; después de haberlas contado se añaden 16 a estas doce lo que hará 28.
Entonces se anuncia que hay 28 puntos. Se vuelven los tres paquetes, cuéntase
los puntos de las tres cartas, los cuales unidos dan efectivamente 28.
Siguiendo el mismo método en vez de tres paquetes háganse cuatro; entonces
el juego se hace maravilloso. He aquí la razón: en este caso no quedan sobre la
mesa mas que muy pocas cartas. Cuando se os llame después de haber hecho
los cuatro paquetes, llegáis dando una mirada furtiva pero sin afectación y veis
fácilmente cuantas cartas quedan. Al total añadís el número 32. Si por ejemplo
hay tres cartas decís al momento: "Cuente Vd. los puntos de las primeras cartas
de los cuatro paquetes y encontrará Vd. 35." Si sucediese que las cartas
sobrantes estuviesen arregladas en un paquete por cuya razón no se pudiese ver
el número de ellas se da un capirotazo a este montón diciendo: ¿Que es este
paquete? Habiendo separado por este medio las cartas se cuentan y se termina
el juego.
Hágase de modo que no crean que tenéis necesidad de ver este paquete; y no
olvidéis que en esto consiste toda la magia del juego. No deis más que una
mirada imperceptible sobre las cartas, si os equivocaseis volved a empezar y
notad bien que no es muy difícil hacer creer a la persona que ha hecho los
montones que ella es la que ha cometido el error.
***
SECCIÓN II
Enseñar un juego a varias personas, las que al momento logran hacerlo muy
bien, enseguida impedirles que lo efectúen o dejarlo hacer a voluntad,
aunque esté uno alejado de ellas.
Este juego, cuando está bien hecho, produce un efecto prodigioso; pero es
necesario mucho tacto para aprovechar a tiempo las circunstancias que lo hacen
sorprendente. Antes de proponer el juego retírense secretamente cuatro cartas
de la baraja: una de cada especie, es decir, un oro, una copa, un basto y una
espada.
Tómense estas cartas de las menos aparentes, a fin de que no se note la falta;
por ejemplo, un siete, ocho, nueve, etc. Ofrézcase hacer un juego de cálculo y
enseñarlo a todos los concurrentes.
Tómense cuatro cartas las primeras que salgan, pero una de cada clase.
arréglense de frente; no hay que seguir ningún orden en la colocación de estas
cuatro cartas; colócanse como se presenten, sea el oro, el basto, etc., es
indiferente. Colocadas estas cartas mírese la última que está a la derecha. Si es
por ejemplo un oro tómese un oro de la baraja, y colóquese sobre la primera
que está a la izquierda. Al colocar esta carta mírese la que está debajo. Si es
una copa se dice: "Cubro una copa y pongo una copa sobre la segunda carta."
Si esta segunda es un basto: "Cubro este basto y pongo un basto sobre la
tercera carta. Si en fin, esta tercera carta es una espada: "Cubro la espada y
pongo espada sobre la cuarta." Acabando este segundo arreglo por una espada,
es necesario empezar el tercero también por una espada, diciendo: "Acaba por
espadas y coloco una espada." Continúese así hasta el fin, no olvidándose que
al finalizar una serie debe colocarse una carta del mismo género que la que ha
concluido la serie anterior. No olvidéis colocar siempre sobre la carta siguiente
una carta de la misma clase de la que acabáis de cubrir.
Cuando se hayan colocado todas las cartas como acaba de explicarse, recójanse
todas empezando por la columna de la derecha, tómense por arriba haciéndolas
correr la una sobre la otra. Póngase el primer paquete sobre la última carta de la
columna que sigue. Recójanse de nuevo y así hasta el fin. Procúrese que las
cartas no se desarreglen al tiempo de tomarlas.
Estando así todas las cartas reunidas hágase cortar la baraja tantas veces como
se quiera. En seguida hágase una hilera de cuatro cartas, tomándolas sobre la
baraja, la una después de la otra y colóquense, siempre en el mismo orden,
sobre estas cuatro cartas todas las otras hasta el fin. Para evitar cualquier
equivocación voy a aclarar mi explicación.
Al tomar estas cuatro cartas sobre la baraja una después de la otra se colocan
sobre la mesa contando 1, 2, 3, 4 y volviendo a tomar otras cuatro se sigue el
mismo orden: es decir colocase la primera sobre la primera de la hilera
anterior, la segunda sobre la segunda y siempre lo mismo hasta el fin. Es
necesario colocar las cartas con las figuras hacia arriba. Cuando todas las cartas
estén así divididas en cuatro montones hágase observar que todas las copas
están juntas, así como los oros, las espadas, y los bastos.
Como estas operaciones son tan sencillas todos los concurrentes las
comprenden perfectamente y se hallan en estado de poder ejecutar este
pequeño juego. Se invita a varias personas que lo ensayen lo cual logran con
facilidad. Será bueno el procurar que lo hagan muchas veces. Hasta de ahora no
hay nada sin duda de maravilloso pero he aquí que ha llegado el momento serio
del juego. Todas las personas presentes, viéndose poseedoras de un juego
bastante divertido, os dan las gracias. Entonces les decís. "Escuchen Vds.
señores, yo he querido dejarles ejecutar este juego por ahora, pero les prevengo
que para efectuarlo de aquí en adelante será necesario que me pidan permiso."
No dejará de haber alguno que diga que no hay nadie que pueda impedírselo.
Expliquemos ahora el enigma.
Mientras que están ensayando el lograr hacer el juego, se ha tenido tiempo
suficiente de preparar en la mano las cuatro cartas que se habían sustraído del
juego antes de empezar. Y estas cuatro cartas deben reunirse diestramente a la
baraja después de haber dejado hacer el juego a los espectadores que se
ocupaban de ello.
Cuando la baraja esta completa no pueden lograr hacerlo, y como está completa
cuando se anuncia que no se podrá hacer sin vuestro permiso, y como los
espectadores ignoren esta circunstancia, es muy natural que os desafíen a
impedirles que lo logren. Decís pues: "Señores, mi voluntad se opone al éxito
del cual os lisonjeáis y no lo obtendréis hasta que yo lo desee. Voy a alejarme
de Vds. a fin de que no teman el que pueda usar de algún medio para hacer que
les salga mal. Además les suplico coleccionen la baraja, para asegurarse de que
está completa y que no he escamoteado ninguna carta."
Esta osada defensa irrita a vuestros adversarios; toman sus medidas y vuelven a
su ocupación; pero bien pronto ven con despecho y sorpresa que no pueden
hacer el juego.
Después de haberles dejado ensayar inútilmente por dos o tres veces volvéis al
lado de los que quieren insultaros y diestramente, se quitan de nuevo cuatro
cartas. Y como sucede casi siempre que después de haber probado inútilmente
varias veces el ejecutarlo os piden permiso para poderlo efectuar, entonces
alejándoos decís tomando el aire de protector: "Señores, quiero tener esa
complacencia; empezad y lo arreglareis, yo os lo permito."
Con ligereza y presencia de ánimo se puede hacer durar largo tiempo esta
recreación colocando o retirando las cuatro cartas.
El mérito de este juego consiste en que no se puede ejecutar cuando la baraja
está completa, porque tantas veces como se piensa en hacerlo sale mal. No hay
mas remedio cuando se llega a este caso asegurarse si no se han quitado o
añadido algunas cartas.
***
SECCIÓN III
Adivinar al momento cuantas cartas hay en un paquete tomado al azar de la
baraja.
Téngase cuidado de anunciar a los espectadores que se hace este juego por
medio del tacto, y no encuentran razón para pensar lo contrario.
Arréglense de antemano las cartas de una baraja colocándolas en este orden; as,
rey, caballo, sota, nueve, ocho, siete y seis.
Clasificad también en vuestra memoria el orden en que se coloquen los cuatro
palos, como por ejemplo: oros, bastos, copas y espadas. Supongamos que las
figuras estén por abajo.
Sobre los oros se colocan los bastos, sobre éstos las copas y en fin las espadas
por arriba. Las espadas están pues sobre la baraja, en seguida las copas etc.
Preparada así la baraja córtese muchas veces en la mano con la mayor
velocidad posible, para hacer creer que se mezclan las cartas. Mírese la carta
que está debajo sirviéndose del principio de mirar la carta. Supongamos que
sea la sota de copas. Póngase la baraja sobre la mesa y tómese de encima una
cierta cantidad de cartas que se tocan con los dedos como para conocer el
número. Pero levántese este paquete de modo que se pueda ver también la carta
que esta debajo.
Supongamos que esta última carta sea el rey de oros. He aquí el cálculo que
debe hacerse.
Como se sabe la carta que está sobro el juego, es decir la sota de copas, decís:
"Según el orden de las cartas quedan tres copas en el paquete que tengo.
Después de las copas viene la serie de espadas: son ocho cartas las que se
tienen que añadir a las tres copas; 8 y 3 son 11. Después de las espadas vienen
los oros: son todavía 8 cartas las que se tienen que añadir a 11 lo que hace 19.
Los bastos siguen a los oros y como es el rey el que está debajo de mi paquete
no tengo pues mas que dos oros; 2 y 19 son 21."
Entonces anunciáis que hay veinte y una carta en el paquete que tenéis en la
mano. Al cabo de un cuarto de horade ejercicio, haréis este cálculo en un
momento. Se comprende que debe estar hecho en un abrir y cerrar los ojos; en
el tiempo que fingís tocar las cartas con los dedos para conocer el número.
Habrá muchísimas personas que creerán de buena fe que no os guiáis más que
por el tacto y admirarán vuestra delicadeza en este sentido.
***
SECCIÓN IV
Invitar a cuantas personas se presenten a pensar varias cartas de una baraja
que le contará sobre la mesa desde la primera hasta la última y después de
haber cortado y mezclado la baraja, dar a cada una la carta que habrá
pensado.
Anuncias que vais a contar en voz alta y a descubierto todas las cartas de la
baraja desde la primera a la última y que invitáis a los espectadores a que
piensen una cada uno al verlas pasar pero acordándose del número al cual se
encuentra. Al contarlas tened cuidado de mirar y retener en la memoria la
primera.
Cuando se han acabado de contar las cartas, se hace una mezcla falsa. Dese a
corlar una o muchas veces y después preguntáis a cada persona a qué número
se encontraba su carta.
Tan pronto como os hayan contestado colocareis sobre la mesa, una después de
otra, todas las cartas, volviéndolas para que se vean las figuras. Así que haya
llegado la carta que habéis retenido en la memoria, empezareis a contar desde
esta mentalmente dando a cada uno la suya empezando por el número más bajo
y continuando siempre hasta el número más alto.
Si sucediese que no tuvieseis más cartas en la mano para llegar al número que
deseáis, tomareis todas las cartas que hay sobre la mesa y continuareis
contando hasta que se haya dado la última carta que han pensado. No olvidéis
hacer nombrar la carta antes de volverla.
Tened también cuidado de colocar las cartas una sobre otra al tiempo de
dejarlas sobre la mesa a fin de que no se desarreglen, para el caso de que os
veáis obligados de volverlas a tomar para continuar contando.
Es necesario encargar a las personas que pensaron las cartas, que no digan nada
si ven pasar sus cartas sin adivinarlas desde luego.
***
SECCIÓN V
Después de mezclar la baraja y dividirla en dos paquetes retirar de cada uno
de ellos un cierto número de cartas, y adivinar el que se encuentra sobre uno
de los paquetes.
Este juego es tanto mas incomprensible cuanto que se da por una
combinación matemática y se toma por tal, mientras que no es realmente más
que un juego de destreza.
Hágase mezclar la baraja y luego la mezcla uno mismo para tener ocasión de
colocar diestramente cuatro cartas sobre el dedo pequeño. Entonces os servís
del principio de mirar la carta para conocer la cuarta carta que está sobre la
baraja. Divídase la baraja en dos partes y como es necesario quitar tres cartas
del paquete que contiene la que vos conocéis, para llegar a ella, he aquí el
pretexto que tomáis.
Anunciáis que vais a retirar de cada paquete la cantidad necesaria de cartas
para aproximaros al número 60, reuniendo los puntos que representan; bien
entendido que las figuras valdrán 10 puntos, el as 11, etc. Afirmando que por
un calculo que os es familiar podéis conocer todas las cartas de la baraja.
Tomáis una diciendo el número de puntos que tiene y la separáis del paquete de
donde sale colocándola sobre la mesa. Después tomáis una carta sobre el otro
paquete y se añaden estos puntos a los de la otra carta; se coloca esta carta
encima o al lado de su paquete. Se continúa tomando cartas de cada paquete
siempre contando hasta que se hayan sacado tres de cada paquete. Enseguida
fingiendo calcular un momento decís con aire triunfante como el que halla la
solución de un problema: "Aquí debe de hallarse tal carta." Tomáis la carta que
acabáis de nombrar sobre el paquete donde sabéis que está, y la enseñáis.
Recomiendo el colocar delante del paquete las cartas que se retiran de él a fin
de estar seguro que se han sacado tres del montón donde esta la que se va a
nombrar; porque si se mezclasen las cartas del uno o el otro paquete peligraría
el no acordarse si se han quitado las tres del paquete sobre el cual debe hallarse
la carta en cuestión. Este juego desorienta completamente a los espectadores
que han mezclado la baraja.
Como he dicho anteriormente es necesario fingir que se calcula antes de
nombrar la carta. Supongo que las seis cartas que se han quitado de los
paquetes formen el número 56 y decís a media voz como hablando con vos
mismo: "Tengo 56. Para llegar a 60, faltan cuatro; entonces debe ser tal carta la
que está sobre este paquete."
Todavía podéis añadir este pequeño monólogo. Que la carta que se ha de
adivinar sea por ejemplo la sota de copas y decís nombrando la última carta
quitada del montón: "Es un caballo el último que acaba de salir, debe ser un rey
el de este paquete y como esta es la sota de copas esta otra es indudablemente
la sota de oros." Descubrís la carta y la enseñáis.
Este cálculo simulado que no es en el hecho mas que un absurdo, pero que se
finge hacerla con seriedad pone a los espectadores en el colmo de la
admiración.
***
SECCIÓN VI
Habiendo hecho mezclar las cartas y dividir el juego en tres paquetes;
simulando un cálculo y haciendo ciertas transposiciones de cartas en los
paquetes adivinar las que están encima de cada montón.
Este juego es del mismo género que el anterior, pero mas extraordinario
todavía, porque se adivinan tres cartas en vez de una y no es posible que
sospechen los espectadores el medio que empleáis, porque mezclan ellos
mismos y vos fingís un cálculo que no sirve mas que para desorientarlos.
Habiendo pues mezclado las cartas, anunciáis que vais a hacer tres paquetes
mirando el número de puntos que tendrá la primera carta de cada uno y que
partiendo de este número, colocareis sobre estas primeras cartas tantas cuantas
sean necesarias para llegar al número 18; de modo que si la primera carta que
se coloca sobre la mesa vale 10 puntos, colocáis encima ocho cartas,
contándolas una después de la otra. Obsérvese que las figuras representan 10
puntos y los ases 11 y las otras por el valor que cada una marca. Cuéntase
poniendo las figuras descubiertas.
He aquí la estratagema que se emplea para conocer las tres cartas que estarán
sobre los paquetes.
Se trata simplemente de retener en la memoria las tres primeras cartas que se
colocan al formar el primer paquete, fingiendo contarlas.
Cuando están hechos los tres paquetes tómense los dos últimos para colocarlos
sobre el primero a fin que las tres cartas retenidas estén sobre el juego del cual
se hacen tres montones con las figuras hacia abajo.
Ahora es preciso hallar un pretexto para distribuir sobre cada paquete las tres
cartas que están sobre el primero y que se deben retener por su orden en la
memoria.
Supongamos que el paquete sobre el cual están estas tres cartas sea el de la
izquierda, y que estas cartas son el rey de espadas, la sota de oros y el siete de
bastos. Tómese la primera carta que es el rey de espadas y colóquese sobre el
tercer montón y retirando una carta del interior de este mismo montón, decid:
"Tomo una carta de aquí y la coloco en el paquete del medio. Tomo esta (sobre
el primer paquete y la coloco sobre este montón, (el centro), vuelvo a tomar
una carta del paquete del centro y la coloco (donde se quiere.) Cuando hacéis
esta última transposición, las tres cartas están ya colocadas sobre los tres
paquetes; pero sirve para completar esta manipulación; que los espectadores
creen necesaria en vuestro supuesto cálculo, y que no hace más que continuar
embrollándolos y hacer apartar de su mente toda conjetura.
No falta pues mas que nombrar las cartas por el orden en que se conocen
separándolas cada una de su paquete.
Creo se habrá comprendido que de las tres cartas que estaban sobre el primer
paquete no se han tenido que retirar mas que dos para colocarlas sobre los otros
dos paquetes, la tercera carta queda sobre el primero.
***
SECCIÓN VII
Distinguir al tacto todas las figuras de la baraja.
Permítame el lector que le hable de un juego conocido de todo el mundo y que
se hace todavía alguna vez para divertirse entre amigos.
He aquí de lo que se trata. Se propone a la reunión el distinguir al tacto todas
las figuras de una baraja y separarlas de las otras solamente tocándolas con la
punta de los dedos.
Se hace mezclar la baraja y también vendar los ojos. En seguida se colocan los
brazos sobre la cabeza cogiendo las cartas se tocan con la mano una después de
otra y se separan las figuras de las otras cartas, designándolas al dejarlas sobre
la mesa.
Para ejecutar este juego se está de inteligencia con el compañero que está frente
a frente el cual os pisa vuestro pié con el suyo para advertiros que es una
figura.
Pero estoy bien seguro de que si hay veinte personas en la reunión, quince por
lo menos conocen esta engañosa recreación. Entonces se burlan del
prestidigitador y de su compadre.
Si hablo de esta chocarrería, es porque tengo intención de hacerla interesante
indicando un medio muy conocido y que hace este juego verdaderamente
incomprensible.
Hágase desde luego como acaba de decirse dando la contraseña al compadre.
Pero es bien cierto que al empezar oiréis algunos murmullos y veréis reír a
algunos de los concurrentes. Haced como que no lo habéis apercibido y
escoged este momento mismo para alabar vuestro juego y afirmar que lo dais
como una novedad Ofendido el público de vuestra jactancia, os provoca, os
insulta y puede ser que acaben por deciros que vuestra novedad data del tiempo
de Carlo Magno. Sostendréis con los interruptores que se engañan y desafiareis
a las personas que pretenden conocer el juego a descubrirlo. No faltará alguno
que os tome la palabra v explique el servicio que os ha prestado el compadre.
Fingiréis turbaros a esta explicación, lo que visto por los indiscretos se creerán
triunfantes.
Pero este triunfo no dura mucho tiempo porque cambiando al momento de
actitud y dando a vuestros labios ese movimiento equivoco que representa tan
propiamente el desdén como la burla, decís con la gravedad de Augusto cuando
dirige sus reproches a Cinna.
"Señores, estoy muy lejos de pensar que podáis creerme capaz de emplear
medios tan vulgares y mezquinos. ¡Qué opinión habéis concebido de mi poder
¿No os he dado ya bastantes pruebas de su extensión? ¿Ignoráis acaso que soy
yo solo quien deja correr los ríos y riachuelos, y que permito a las montañas el
no moverse de su sitio?.... Podría entreteneros durante seis meses con todos los
talentos que he recibido de la naturaleza y del estudio de las ciencias
trascendentales, pero mi modestia me ordena no pasar mas adelante. Solo me
resta probaros que me habéis juzgado muy mal haciéndoos conocer vuestro
error."
"Señores; hagan Vds. el favor, de tomar esta baraja, examinarla y mezclar bien
sus cartas. Ahora voy a subir sobre esta silla en medio de la sala y háganme
Vds. el obsequio de no hacer ningún ruido que puedan suponer que sea un
aviso."
Entonces se hace el juego con gran admiración de los concurrentes y sobre todo
del compadre, que no puede comprender cómo os lo habéis arreglado para
pasaros sin él. He aquí el medio.
Se toman todas las figuras de la baraja y sobre cada una de ellas se pasa por los
cantos, el lado cortante de un cuchillo. De aquí resulta una ligera rebaba que
siente muy bien con la yema de los dedos. Al tomar las cartas se fingen tocarlas
por el centro; pero al mismo tiempo que se tocan se siente perfectamente la
rebaba. Aun con el mas escrupuloso examen no se podrá apercibir esta ligera
preparación, a menos que no se haga con una baraja usada, porque entonces las
cartas frotadas aparecerían más blancas que las otras, si se mirasen por el canto.
Mientras que se le hace juego se interrumpe muchas veces para hacer mezclar
la baraja.
***
SECCIÓN VIII
Habiendo mezclado la baraja adivinar al tacto las cartas.
Este juego es de la especie del anterior y hago mención de él porque tengo
también que explicar un medio más sutil que el de que se sirve ordinariamente
para ejecutarlo.
Cuando queráis hacerlo, servios desde luego del procedimiento ordinario y que
todo el mundo conoce: sin embargo voy a citarlo para las personas aquellas que
por casualidad lo ignorasen.
Dase la baraja a mezclar y al volverla a tomar se mire la carta de debajo por
medio del principio de mirar la carta. Entonces colocando las manos detrás de
uno mismo se vuelve la carta de arriba que se aplica sobre el juego. Nómbrase
al mismo tiempo la que está debajo, que se conoce y en la cual los espectadores
no han fijado la atención.
Supongamos que esta carta sea el as de oros Se dice mientras que se tiene el
juego detrás. "Voy a enseñarles el as de oros." Y volviendo las manos delante;
se enseña esta carta, teniendo toda la baraja cogida por los dos extremos; y
mientras se enseña esta carta, se mire la que se ha vuelto y que está a vuestra
vista. Después colocando las manos detrás se coloca debajo de la baraja la carta
que se acaba de ver volviendo siempre la de arriba. Lo mismo que se ha hecho
para el as de oros, se nombra la carta que se acaba de colocar debajo de la
baraja, y se enseña viendo la que está detrás vuelta. Si se quiere llegar hasta el
fin siempre es la misma maniobra.
Pero no os dejarán ir muy lejos y bien pronto oiréis que algunos iniciados en el
misterio os interrumpen.
Si os interrumpen en el momento que la carta esta vuelta sobre la baraja, haced
como que no habéis comprendido lo que decían. Colóquense las manos detrás
como para continuar y colocad rápidamente la carta vuelta debajo de la baraja
sin desarreglar esta vez la de arriba. Se nombra y se enseña. Al momento que
enseñáis esta carta no dejará de haber alguno de los interruptores que os haga
volver la baraja a fin de ver la carta de arriba esperando tener el placer de
descubriros vuestra trampa. Hacéis lo que piden colocando el dorso de las
cartas ante su vista; pero no viendo ninguna carta vuelta los promovedores se
encuentran ofuscados. Pídeseles entonces la explicación de las contrariedades
que os hacen experimentar, tomando ese aire ingenuo de una coqueta que jura a
su marido serle fiel basta la muerte.
Sin duda alguna contestaran que no podéis ejecutar este juego sino volviendo
cada vez la carta que está sobre la baraja a fin de verla en el momento que se
enseña la anterior y que si entonces no estaba vuelta era porque habíais previsto
lo que os iba a suceder. Entonces, como Hipólito, no contestáis a esta
acusación mas que con una expresión de candor indignado y el silencio de una
conciencia pura que desdeña el justificarse. Pero bien pronto saliendo de
vuestro estupor decís con el tono de una dignidad herida: "Señores, yo no
contestaré a esta injusta imputación más que probandoos su falsedad."
"Pretendéis que tengo necesidad de ver las cartas antes de nombrarlas y
enseñarlas: voy a desengañaros. Vais a mezclar la baraja la cual tendré yo
constantemente detrás de mi y no enseñaré mas que una carta a la vez después
de haberla nombrado de antemano."
Esta proposición atrevida, inesperada, hace en seguida volver humildes a los
censuradores.
He aquí el medio que es necesario emplear:
Es preciso como en el primer procedimiento conocer la carta que está debajo de
la baraja Si se supone que ha podido ser vista por los espectadores, vuélvase a
mezclar la baraja y al colocarla detrás hágase de modo que pueda verse la carta
de una rápida ojeada
Teniendo las cartas detrás colóquese la de arriba en la mano teniéndola como
cuando se escamotea la carta. Tómese con la misma mano y por uno de los
cantos la carta de debajo que ya se conoce. Se nombra y se enseña teniendo
siempre la baraja detrás.
Pero enseñando esta carta se ve la que está en la mano. Déjase sobre la mesa la
que se acaba de nombrar. Vuélvase a colocar detrás la mano que tiene la carta
que conocéis entonces y para desembarazaros de ella la colocáis por un
momento entre los dedos de la mano que tiene la baraja. Colóquese de nuevo la
carta de arriba en la mano como anteriormente y vuélvase a tomar la carta que
se acaba de dejar, en la otra mano. Después de haberla nombrado, se enseña y
se deja sobre la mesa. Continúese siempre lo mismo. Pero cuando se hayan
enseñado cuatro o cinco cartas no se tomará ninguna en la mano para volver a
hacer mezclar la baraja. Interrumpiéndose así se da mucho mas realce al juego
y se evitan todas las sospechas que los espectadores puedan concebir sobre la
carta que quitáis y ocultáis cada vez en la mano; sospecha que, con todo eso, no
es probable, porque cuando se enseña la carta después de nombrarla, la
posición de la mano no tiene nada de violento, el dorso está vuelto hacia los
espectadores y el interior donde se halla oculta la carta se encuentra
naturalmente a vuestro lado.
***
SECCIÓN IX
Después de hacer tomar una carta y mezclarla en la baraja; colocar doce
sobre la mesa y luego de haber hecho designar estas cartas separadamente
retirar once y hacer que la duodécima que queda, sea precisamente la que
tomaron.
Es necesario haber visto ejecutar este juego para formarse una idea del efecto
que produce; sin embargo todo está basado en un equivoco.
Habiendo hecho tomar una carta, y mezclada en la baraja aparentemente,
porque se sirve de una mezcla falsa por medio de la cual se coloca la carta
sacada la segunda o tercera sobre la baraja, se colocan doce cartas sobre la
mesa que se ponen en hileras de cuatro, las unas sobre las otras con la
precaución de poner en la primera hilera la que tomaron y que no debe perderse
de vista. Es necesario obrar con mucha vivacidad en la ejecución de este juego.
Ruéguese a una persona que toque cuatro cartas a su voluntad en estas doce; si
por casualidad la que tomaron se hallare entre estas cuatro primeras que se
tocaron se dice retirando las otras ocho: "Ya que usted no quiere estas las
quito." Cuando no quedan mas que cuatro cartas no se hacen tocar mas que
dos, diciendo: "Toque Vd. dos cartas de estas cuatro que quedan." Si la carta en
cuestión se encuentra en las dos que tocaron retírense las otras dos diciendo:
"Entonces quito estas."
Ya no quedan mas que dos cartas; hágase tocar una. Si se ha escogido la carta
sacada, quítese la otra diciendo: "La última carta que queda debe ser la que el
caballero tomó." Se la descubre.
Si se toca la otra carta dígase lo mismo retirando la que han tocado: "La última
carta que queda es la del caballero."
En todos los casos es lo mismo. Por ejemplo, si en primer lugar, se tocan cuatro
cartas entre las cuales no está la que han tomado se dice cogiendo las cartas
elegidas "Retiro estas puesto que Vd. no las quiere." Si la segunda vez que se
hacen tocar cuatro cartas se encuentra entre ellas la que han tomado se dice lo
mismo retirando las otras. "Entonces retiro estas." Y se sigue lo mismo para las
cuatro últimas como acaba de decirse.
Cuando las circunstancias os fuercen a variar la retirada de las cartas se procure
que los espectadores no lo noten; pero cuando se reflexiona que este juego se
hace rápidamente y que tan pronto se hacen tocar cuatro como dos, como una,
no es admirable el que la atención de los concurrentes esté distraída.
***
SECCIÓN X
Hacer cambiar de sitio una carta.
He aquí todavía un juego que se puede hacer entre amigos. Todo el misterio
consiste en la manera de tener la carta.
Se coloca debajo de la baraja un siete y un ocho del mismo palo. Se enseña el
ocho que está el primero debajo cogiendo la baraja como es preciso tenerla
para colocar la carta. (Véanse los principios.) Bájese la mano para tomar este
ocho y dejarlo sobre la mesa.
Pero en lugar del ocho tómese el siete que está detrás haciendo correr la de
delante.
Para probar que es el ocho el que acabáis de colocar cójase el siete colocando
el dedo pequeño en el punto donde debía estar el octavo punto; y lo enseñáis,
diciendo: "Ya ven Vds. que no he escamoteado la carta." Vuélvese a dejar.
Colóquense todavía otras dos cartas que se toman de la baraja y entre las cuales
debe hallarse el ocho. Cámbiense de sitio estas tres cartas; diciendo: "No
perder de vista el ocho de........" Entonces se pregunta dónde esta. Todos los
concurrentes habiendo tomado el siete por el ocho, han seguido con la vista
esta primera carta y la indican como si fuera el ocho. Quítese al momento esta
carta y métase en la baraja sin enseñarla, diciendo: "Vds. se engañan, porque
mírenlo aquí." y se descubre. En seguida entréguese la baraja para que puedan
cerciorarse de que no hay dos ochos de........ No se enseña el siete para no hacer
suponer que se han podido engañar por la poca diferencia que hay entre estas
dos cartas. Entonces se quedan admirados de ver la carta al lado donde no se
creía. Se está tanto mas persuadido del cambio, cuanto que se ha enseñado dos
veces la carta al colocarla, y que desde entonces no se duda casi nada del
medio que empleáis de cambiar una carta por otra.
***
SECCIÓN XI
Hacer tomar una carta, mezclarla en la baraja y entregarla al número que se
pida.
Este juego es muy sencillo. Al colocar la carta que han tomado en la baraja, se
coloca el dedo pequeño no precisamente sobre la carta sino debajo de la que le
sigue de modo que habiendo hecho el salto de baraja se encuentre la segunda
por debajo.
Mézclense realmente todas la cartas de arriba pero con la precaución de no
desarreglar las dos últimas cartas que están debajo de la baraja.
Pregúntese entonces a qué número quieren que se encuentre la carta que se
acaba de mezclar. Una vez designado sáquese desde luego la carta primera que
esta debajo contando una. En el momento hágase correr la carta siguiente que
es la que han tomado y se continúa contando sacando las cartas que le siguen,
reservando esta última para darla cuando se llega el número pedido.
***
SECCIÓN XII
Habiendo hecho tomar una carta, después de mezclada en la baraja, arrojar
ésta sobre un punto indicado a voluntad, y hacer que la carta se halle
clavada sobre este punto y esto sin preparación alguna.
Se hace escoger una carta a voluntad; pero al colocarla en la baraja se le pone
el dedo pequeño encima a fin de que al hacer el salto de baraja se halle la
primera.
Por medio de una mezcla falsa se hace creer que se mezclan todas las cartas
teniendo cuidado de conservar siempre sobre la baraja la que tomaron.
Ruéguese a una persona que hace un círculo con lápiz en el sitio que quiera de
la habitación. Mientras que se hace el círculo hay tiempo suficiente para tomar
un clavo que se tendrá preparado con este objeto, y pasarlo a través de la carta.
Téngase la baraja de modo que no se pueda apercibir el clavo.
Este clavo debe tener unos dos centímetros de largo y estar colocado de modo,
bien entendido, que la punta esté fuera del lado del dorso de la carta.
Cuando se baya trazado el círculo, tómese la baraja con el pulgar sobre el
dorso, del lado de la punta del clavo y los otros dedos debajo. Lanzadla bien de
lleno sobre el círculo. Todas las cartas caen, excepto la de arriba que se
encuentra clavada con el clavo que la atraviesa. Sucede a veces que los
espectadores piensan desde luego que la carta no está adherida sino con una
materia glutinosa, pero es grande su admiración cuando aperciben que la carta
está clavada y a veces tan fuerte que es necesario tenazas para desclavarla: no
se fija la atención en que la presión de la baraja sobre el clavo es bastante
poderosa para hundirlo hasta este extremo.
***
SECCIÓN XIII
Adivinar todas las cartas de una baraja nueva, después de haberla dado a los
espectadores para que le quiten la cubierta de papel y la mezclen.
He aquí el juego de que se trata. Se sabe que todas las cartas están por el
dorso muy variadas de colores y dibujos. Para nuestro juego, es necesario
escoger barajas cuyas cartas sean de dorso taladrado, como creo que llaman los
mercaderes. Las pequeñas marcas que constituyen este dorso están colocadas
de esta manera:
con pequeños puntos abajo, arriba y en el centro. Como se ve esta disposición
forma por todas partes losanges.
Márquense los cuatro primeros losanges que están a la parte de arriba de la
carta tomándolo por el primero de los cuatro que están a la izquierda. Adóptese
un orden de puntos que sea invariable en la memoria como oros, copas, espadas
y bastos. Los oros pertenecerán al primer losange, las copas al segundo yendo
hacia la derecha y así sucesivamente: Voy a tratar de aclarar esto por la figura
siguiente:
Como se ve es necesario indicar todas las cartas. Un pequeño punto colocado
donde está la palabra a, denota el as. Si el punto está colocado donde se halla la
letra r, indica el rey. El punto donde esta la c, anuncia el caballo. En la s, la
sota, y los números designan las cartas que tienen el mismo valor. Así los oros
se indicarán cada uno por un punto que se colocará sobre el primer losange en
el sitio necesario para conocer la carta. Si el punto está en el segundo losange,
se sabrá que la carta es de copas. Si al tercero, serán espadas, etc., y como
acaba de verse el lugar del punto sobre el losange indica el nombre de la carta.
No es necesario pues más que un pequeño punto sobre cada carta para
conocerlas todas.
En cuanto a los pequeños puntos que acompañan los losanges sobre estas
barajas que he citado, como están colocados con regularidad sirven para
conocer mejor los puntos que ha marcado uno mismo, porque estos se
encuentran fuera de línea con los que le son propios a la carta. Y estos últimos
puntos sirven todavía para hacer el punto indicador casi imposible de descubrir,
aun con el mas escrupuloso examen, para aquellos que conocen el secreto,
porque este punto se confunde con los que están diseminados por la carta
Se puede, con rigor, tomar otras cartas diferentes de las que he designado, con
tal que las que se recojan en su lugar puedan representar losanges en la
disposición de los dibujos que tengan al dorso.
Deben de marcarse las cartas por los dos extremos, a fin de no encontrarse
turbados en el caso de que las cartas estuviesen vueltas.
Este juego es muy poco conocido, y lo que ayuda a hacerle incomprensible, es
que se presenta la baraja con su cubierta, bien cerrada, porque se retira de
antemano con precaución, humedeciendo las partes engomadas de la cubierta
en la cual se vuelve a colocar, engomar y restablecer en fin como estaba antes,
lo que le da la apariencia de un baraja acabada de comprar.
El poco número de prestidigitadores que conocen este juego y del cual hacen
mucho caso, se contentan con hacer mezclar la baraja y nombrar la carta que
está encima. Este modo de obrar deja un vacío y no tiene nada de sobresaliente.
Se puede sacar de este juego mucho mas partido: por ejemplo; fingiendo
hacerlo por medio del cálculo. He aquí como yo lo entiendo: después de haber
dado a mezclar la baraja, se hacen formar tres paquetes, y se pregunta sobre
cuál desean que se nombre la carta. Habiendo ya designado el paquete, se quita
una carta sobre cada uno de los otros dos, y mirando estas dos cartas y
aparentando contar se dice con un tono de seguridad enseñando el paquete que
se ha elegido: "Esta carta es tal." Y se vuelve para hacer ver que es la misma.
Se comprende cuanto se equivocarían los espectadores si quisieran darse
cuenta de los medios que empleáis para llegar a conocer esta carta, y si buscan
estos medios en el cálculo, al pensar que han mezclado las cartas se
desorientan. Por lo restante, la inteligencia puede sugerir muchos medios
ingeniosos de presentar este juego.
Se verá por la experiencia que es mucho más fácil de lo que pueda pensarse, el
distinguir el punto que sirve para hacer conocer la carta.
***
SECCIÓN XIV
Los cuatro sietes inseparables.
Antes de proponer el juego, dispóngase la baraja del modo siguiente:
Tómense los cuatro sietes y colóquense encima. Distíngase el primero.
Si se ha visto que el primer siete es el de oros, colóquese el ocho de oros sobre
los otros. Estos cuatro sietes estando colocados sobre la baraja el ocho de oros
se hallará el cuarto por debajo.
Recomiendo este arreglo para evitar que al hacer el juego no se encuentren un
siete y un ocho de la misma serie.
Tómense los cuatro sietes sobre la baraja y enséñense esparciéndolos sobre la
mesa bajo pretexto de que los examinen mejor, pero en el hecho, para tener
ocasión de colocar el dedo pequeño sobre tres de los ochos que están debajo,
para estar a punto de hacer el salto.
Cójense los sietes y se colocan sobre la baraja, diciendo a los espectadores:
"Señores, muchas personas, queriendo imitar este juego, hacen saltar la baraja
para colocar cinco o seis cartas sobre los cuatro sietes; entonces mezclan estas
falsas cartas haciendo creer que son los sietes los que dispersan así." Diciendo
estas palabras, hágase el salto, como si se quisiera añadir la acción a la palabra
para hacerla mas afirmativa. Pero al hacer el salto, es necesario hacer un grande
movimiento de arriba abajo para que no se aperciban de que hacéis el salto
realmente y continuáis diciendo: "Yo, señores, no les engaño, y para probarlo
tomo estos cuatro sietes de la baraja y los enseño para que no supongan que los
escamoteo. Los pongo sobre la mesa para distribuirlos en la baraja uno después
de otro."
Como al hacer el salto de baraja se han colocado tres ochos sobre los sietes, no
hay efectivamente mas que un siete en las cuatro cartas que se enseñan, y este
siete se encuentra el primero al enseñarlas; como de las cuatro cartas es solo
esta la que se ve enteramente, y las demás se tienen en forma de abanico,
muchos puntos de los ochos están cubiertos por las puntas de las otras cartas,
de modo que son muy bien en la apariencia cuatro sietes, tanto mas cuanto que
se ve uno en su totalidad. Desde entonces los espectadores están ya
suficientemente persuadidos, porque os han visto colocar estos sietes sobre la
baraja cuando los habéis enseñado ostensiblemente la primera vez y deben
dudar que habéis hecho realmente el salto de baraja a causa de las precauciones
que habéis tomado para evitar toda sospecha.
En fin, para terminar el juego, ábrase la baraja que está sobre la mesa como si
cortaseis; tómese una de las cuatro cartas que creen son los sietes, colóquese
sobre lo que queda de la baraja en la mesa y déjense caer encima algunas cartas
del paquete que tenéis encima de este sobre el que se acaba de colocarla carta.
Tómese un segundo ocho que se coloca lo mismo que el primero y sobre el
cual se dejan caer algunas cartas y así el tercero. Cuando se ha llegado a la
cuarta carta que es el verdadero siete, es necesario hacer de modo para
colocarlo entre los otros tres sietes que han quedado sobre la baraja y que
tenéis en la mano como resto del paquete que se ha dejado caer en varias veces
sobre los pretendidos sietes. Estando unido este siete a los otros tres que se
dejan caer encima se hace cortar la baraja y se enseña que los cuatro sietes se
han reunido en el centro de la misma.
***
SECCIÓN XV
Después de haber colocado separadamente los cuatro ases sobre la mesa, y
haberlos cubierto cada uno con otras tres cartas, dar a una persona tres de
estos cuatro paquetes a su elección y hacer que los tres ases que ella tiene en
su poder aparezcan en el paquete que queda en lugar de las cartas que se
habían colocado sobre el as.
Habiendo retirado los ases, sepárese la baraja en dos partes con el dedo
pequeño como para hacer el salto y háganse volver estas dos partes (véase la
sección XVI del capítulo 1º). Colóquense los ases sobre uno de los dorsos de la
baraja. Tómese uno y colóquese sobre la mesa con la figura hacia abajo. Al
colocarle vuélvase la baraja bajando un poco la mano sobre la mesa para que
no se vea el movimiento. Tómense entonces tres cartas sobre la parte de la
baraja donde no hay ases y colóquense el uno después del otro, disponiéndolos
de modo que se forme un cuadrado con el as. El espectador debe creer que son
los cuatro ases los que se acaban de dejar sobre la mesa.
Colóquense sobre cada una de estas cartas otras tres cartas tomadas de la
misma parte de la cual acabáis de dejar las otras. Cuando se haya llegado a la
última que es el as vuélvase la baraja como se ha hecho la primera vez,
explicando cualquier cosa a los concurrentes, diciéndoles por ejemplo: "Noten
ustedes que las cartas que coloco sobre estos ases son cartas falsas; quiero decir
que están tomadas indiferentemente de la baraja." En los movimientos que se
hacen al tiempo de hablar se encuentra fácilmente el momento de volver las
cartas sin ser visto. Cuando están vueltas colóquense los tres ases que están
encima sobre el que está en la mesa. En este estado de cosas se cree
naturalmente que hay un as sobre cada paquete.
Ruéguese a una persona que indique dos paquetes. Si el paquete donde se
hallan los ases no hubiese sido indicado retírense los otros diciendo: "Ya que
Vd. desea estos paquetes, caballero, los separo." Colóquense estos dos paquetes
juntos. Continúese diciendo: "Caballero toque Vd. un paquete." Si no se toca el
de los ases, se dice colocando el paquete tocado con los otros: "Puesto que Vd.
lo desea así, lo coloco con estos dos primeros."
Si las indicaciones fuesen diferentes sería lo mismo: porque si en los dos
paquetes primeros que se indicaron se encuentra el de los ases, decís tomando
los otros dos: "Retiro pues estos." Y en los dos paquetes restantes, si designan
los ases, se retira igualmente el otro montón. Pero en esta última circunstancia
si no cogieran los ases sería mas favorable al caso. Cuando se ve que la persona
avanza la mano para indicar el paquete, aprovechad este momento para decir:
"Caballero, es para rogaros que lo toméis y unáis a los otros, porque yo no
debo disponer sino del que usted no quiera." Se salva este juego por medio de
un equívoco parecido al que se emplea en el juego de las doce cartas y que pasa
desapercibido para los espectadores.
La persona que os ayuda a hacer el juego, teniendo los paquetes en las manos
cree, como todos los espectadores, que tiene tres ases en su poder. Aproximad
hacia el suyo el que vos tenéis; y le hacéis tocar, diciendo que este contacto es
suficiente para hacer salir los ases que tiene en su mano y hacerlos pasar a la
vuestra. Enséñanse entonces los cuatro ases rogando el que se asegure de que
no los tiene.
***
ARTICULO II
Juegos de cartas que se pueden ejecutar en el salón o en el
teatro y que pertenecen a la prestidigitación.
SECCIÓN I
Tomar una carta, mezclarla en la baraja y echarla al aire cogiendo la carta
que han tomado entre todas las que caen.
Hágase tomar una carta la cual se volverá a colocar en la baraja tan luego
como la persona que la tome la haya visto, Hágase una mezcla falsa
conservando siempre la carta arriba. Escamotéese, al dar a mezclar la baraja a
uno de los espectadores, al cual se le encarga echarla al aire y cuando caen las
cartas, se da una palmada a través de esta lluvia, como si se quisiera coger una.
Enséñese la que se ha escamoteado, la cual se tendrá cuidado de correrla hacia
las puntas de los dedos en el movimiento que se hace al fingir cogerla.
He aquí un juego muy pequeño y sin embargo es necesario emplear muchos
principios. Es preciso hacer el salto de baraja, escamotear la carta y hacer una
mezcla falsa.
***
SECCIÓN II
Hacer pasar dentro de un sombrero una carta que se ha hecho tomar y
mezclar en la baraja.
Este juego es muy parecido al anterior. Opérese lo mismo hasta el escamoteo
de la carta inclusivamente. Pero en lugar de hacer echar la baraja en el aire para
coger la carta, se pide un sombrero. Para no aparecer torpe tómese el sombrero
con la mano que queda libre y tómese en seguida con la otra mano
introduciendo la carta que se tiene escamoteada. Cámbiese todavía de mano
invitando a La persona que tiene la baraja a que la coloque debajo del
sombrero. Dese un capirotazo sobre la baraja diciendo que este capirotazo tiene
la virtud de hacer salir la carta de la baraja y hacerla entrar en el sombrero;
enseñando que así ha sucedido.
NOTA. No se crea que los diferentes cambios de mano que he recomendado
para tomar el sombrero sean inútiles; al ejecutarlo se verá al contrario que son
indispensables para no aparecer torpe en los movimientos. Se verá por la
práctica que los movimientos falsos se emplean mucho en el arte de hacer los
juegos
***
SECCIÓN III
Hacer tomar muchas cartas a diferentes personas y luego de haberlas
colocado en la baraja hallarlas al número que deseen una después de otra.
Hágase tomar una carta a tantas personas como se quiera. Después de tomada
la última háganse volver las cartas pero de modo que una de las partes de la
baraja tenga mas cartas que la otra; es decir que haya mas cartas vueltas de un
lado que de otro Háganse colocar todas las cartas tomadas en la parte que haya
menos cartas. A cada carta que se coloque se hará crujir la baraja teniéndola
por los dos extremos con el pulgar por debajo y los dos dedos del medio por
arriba y apretando un poco fuerte se levanta vivamente la mano. Las cartas se
escapan con fuerza y estando sostenidas en el centro por el pulgar de la mano
que tiene la baraja sobre el cual se apoya, estas cartas forman una especie de
recorte y causan un ruido bastante perceptible al oído.
A cada estallido se le dice a la persona que acaba de colocar su carta:
"Caballero, ya no está encima voy a probároslo al momento."
Cuando están colocadas todas las cartas las unas sobre las otras, se vuelve la
baraja, teniendo encima el lado que contiene más cartas. Pregúntese a la última
persona que le ha colocado a qué número quiere que se encuentre. Cuéntese
tomando las cartas que se echan en la mesa. Cuando se ha llegado al número
pedido se hace nombrar y se entrega una carta tomada del mismo lado que las
anteriores. Pero la persona os dice que esta no es su carta. Entonces se le dice:
"Perdone Vd. caballero; me había olvidado de suplicarle que diese Vd. un
soplo sobre la baraja: sin esto la carta no saldrá." Extiéndase bruscamente el
brazo volviendo la baraja; se hace soplar y se entrega la carta.
Este movimiento de brazo debe de hacerse cada vez que esté uno obligado a
volver la baraja, porque impide ver el de la mano. Por lo restante es motivado
por la pregunta que se dirige a las personas, o sea diciendo: "¿A qué número
quiere Vd. su carta?" o "Nombre Vd. su carta; sople Vd. caballero, etc."
Haciendo lo mismo hasta la última.
***
SECCIÓN IV
Los cuatro ases inseparables.
Colóquense los cuatro ases sobre la mesa rogando a una persona que los
tome. Al tiempo que los tome se quitan secretamente tres cartas de la baraja y
se deposita esta sobre la mesa. Háganse colocar los ases sobre la baraja la cual
se recoge en seguida añadiendo las tres cartas que se tienen en la mano. Pero en
el momento y como reflexionando, se toman cuatro cartas sobre la baraja y
déjese ver sin afectación la de debajo que es el solo as que hay entre las cuatro.
Entonces se dice: "Como yo es necesario que mezcle estos cuatro ases en la
baraja y se podría creer que no lo verifico con conciencia, he aquí como voy a
dispersarlos." Colócanse las cuatro cartas sobre la mesa, así como la baraja que
se corta quitando la mayor parte de las cartas. Tómese una de las cuatro cartas
que siempre se cree ser los ases. Colóquese esta carta sobre el montón que ha
quedado en la mesa y se dejan caer encima algunas cartas de las que se tienen
en la mano. Colóquese una segunda, sobre la cual se dejan caer todavía algunas
cartas, y lo mismo para las otras dos, teniendo cuidado de colocar la cuarta, que
es el as, entre los otros tres ases que están sobre la baraja y que se tienen en la
mano.
De este modo, nadie duda de la separación de estos ases.
Hágase cortar, y después de haber colocado los dos paquetes el uno sobre el
otro, practíquese el salto para que los ases se hallen arriba. Al colocar la baraja
sobre la mesa decís que podéis reunir estos cuatro ases a vuestra voluntad en el
sitio de la baraja que designen a saber: en el centro, arriba o abajo, según
deseen.
Si dicen arriba como sucede a menudo, como están en aquel sitio se entregan.
Si dicen abajo he aquí como es necesario proceder: Para colocar estos ases
debajo, es necesario hacer el salto de baraja y para colocar el dedo pequeño en
su sitio es preciso buscar un motivo plausible. Entonces tómese la baraja y
fingiendo haber entendido arriba, se dice: "Ya que Vd. los desea arriba,
señorita, voy a entregárselos." Diciendo estas palabras sepáranse los ases como
si se quisieran tomar y se coloca el dedo pequeño debajo. Al punto se oye que
reclaman y dicen que es debajo donde se quieren. Pero como se ha hecho ya el
salto de baraja se dice: "Debajo? me es igual." Enséñanse sacando uno después
de otro. Si se piden en el centro, se toma la baraja y se abre un poco diciendo:
"Yo no digo que se encuentren precisamente en el centro." Este movimiento
que parece no ser mas que indicativo, os ha servido para colocar el dedo
pequeño en este sitio, hacer el salto de baraja y enseñar los ases donde se han
pedido.
Cuando se esté ya familiarizado con todos los principios aplicables a las cartas,
se puede hacer este juego mucho mas maravilloso por la variedad que puede
darse a la colocación de los ases que se propone hacer encontrar en el lugar del
juego que se desee.
Me ha sucedido que me han pedido, uno, la tercera carta por debajo; otro, la
quinta por arriba; un tercero, en el centro, y el último la primera carta sobre la
baraja.
En semejante caso, es necesario fingir no haber entendido bien y en el tiempo
en que repiten la misma demanda, se hacen trabajar los dedos por
consecuencia, haciendo como que juega uno con la baraja sin fijar la atención
en ello.
***
SECCIÓN V
La multiplicación de cartas en la manos de una persona.
Efecto del juego:Se invita a una persona a tomar de la baraja un paquete de
cartas al azar y por la apreciación del peso de las cartas que quedan en la mano,
se adivina cuantas se han tomado. Se hacen contar las cartas tomadas para
verificar la exactitud de la cantidad. En seguida se hacen recoger estas cartas;
las cuales se hacen tener entre las dos manos y se le hace aumentar el número
de cartas según el deseo de la persona que las tiene en su poder.
Explicación: Cuéntanse secretamente sobre la baraja un cierto número de
cartas, supongamos once. Colóquese el dedo pequeño debajo. Presentando la
baraja a una persona se la ruega que tome tantas cartas como quiera. Cójense
un poco con el pulgar las once cartas que están encima lo que las coloca en
posición de que las tomen naturalmente. Fínjase pesar el resto de las cartas que
se tienen en la mano y anúnciase que se han tomado once. Mientras que las
cuentan se ocultan en la mano cuatro cartas, las cuales se toman del paquete
que se tiene en la mano. Cuando se haya acabado de contar, se dice, colocando
las cuatro cartas que se tienen ocultas sobre las once que están esparcidas sobre
la mesa y como para recogerlas. "Señora, recoja Vd. todas estas cartas y
enciérrelas Vd. en sus manos. Pregúntesele cuantas cartas quiere que se le
aumenten, pero advirtiéndole que es preciso pedir una corta cantidad. como
tres, cuatro, por ejemplo. La persona a la cual se dirige esta pregunta, oyendo
pronunciar estos dos números, escoge ordinariamente el mayor, que es cuatro.
Entonces haciendo crujir la baraja apoyando sobre uno de los cantos el dedo
pulgar; se dice: "Señora, ya las he mandado; cuente Vd. y hallará quince,"
Supongamos, que no hubiese pedido mas que tres cartas, entonces se dice:
"Señora haga Vd. el obsequio de darme una carta a fin de que enseñe el camino
a las otras tres con las cuales voy a mandarla."
Cuando se ha contado y hallado las quince cartas cójanse todavía otras cuatro
del mismo modo diciendo: "Señora, cójalas Vd. otra vez; he aquí todavía
cuatro cartas (tómense de la baraja) mas que voy a enviaros por la misma vía."
Vuélvense a colocar estas cuatro cartas en la baraja, que se hace crujir como la
primera vez diciendo: "Cuente Vd. señora y hallará diez y nueve."
Este juego bien ejecutado produce mucho efecto. Si sucede lo que es muy raro
que se pidan solo dos cartas se dice: "¿Dos cartas? es muy poco." Y
dirigiéndoos a una segunda persona añadís: "Caballero, quiere Vd. dos
también? Esto no cuesta nada," Contéstase naturalmente: "Sí." Lo cual
completa las cuatro cartas que se encuentran de más.
Para todos los juegos es necesario buscar los medios de prevenir todas las
circunstancias contrarias; se hallan con un poco de imaginación; pero cuando
se presentan fortuitamente, es necesario mucha presencia de animo.
***
SECCIÓN VI
Juego de ases escamoteados sobre la mano de una persona seguido de la
multiplicación.
Este juego de cartas es uno de los mas brillantes que se pueden ejecutar sea en
el teatro o en reunión. Era el triunfo de Conus padre; el partido que sacaba de él
era prodigioso. Voy a explicarlo a mi modo y puedo asegurar que no omitiré
ninguna circunstancia.
Invítese a uno de los espectadores para que esté a vuestro lado en la mesa.
Colóquese a la derecha o a la izquierda, esto depende de la mano en la cual os
halléis mas diestro. Si os es mas cómodo tener la baraja en la mano derecha,
suplicad a vuestro hombre se coloque a la izquierda. Si al contrario tenéis la
baraja en la mano izquierda se colocará a vuestra derecha.
Tómense los cuatro ases y colóquense sobre la mesa enseñándoselos. Pero,
hablando, vuélvanse a colocar estos ases sobre la baraja la cual hacéis jugar un
poco con los dedos a fin de inspirar algunas sospechas a vuestro compañero.
Vuélvanse colocar los ases sobre la mesa, las figuras hacia abajo, invitando a
vuestro compañero les ponga la mano encima. Dícesele: "Caballero, yo
pretendo escamotear estos ases en vuestra mano; estáis bien seguro de
tenerlos?" El hombre que desconfía por vuestra ligereza, y que no ha visto los
ases cuando, al volverlos a tomar de la baraja los colocáis segunda vez sobre la
mesa, responde que francamente no está seguro. Entonces le reprocháis la
desconfianza que tiene en vos, asegurándole que sois incapaz de engañarle; y
esparciendo los ases, añadís, enseñándolos: "Tomad, ya veis que los tenéis."
Vuélvense a colocar todavía estos ases sobre la baraja hablando continuamente
y diciendo por ejemplo: "No está bien caballero, que me supongáis de tan mala
fe." Aquí se hace todavía un movimiento con las cartas, y colócanse
nuevamente los ases sobre la mesa, invitándole de nuevo a poner la mano
encima diciéndole: "Esta vez estaréis cierto que los ases están debajo de
vuestra mano." Si no se atreviese a decir que dudaba y contestase que él así lo
creía; le decís: "Gracias a Dios! sin embargo, estáis tan persuadido, que
apostaríais que los teníais?" El hombre que teme no le propongáis una apuesta
se apresura a contestar que el no apostaría nada. Contéstasele: "Pero que, no
estáis todavía persuadido? Qué es necesario hacer para convenceros?"
Hablando de esta manera, se coloca el dedo pequeño sobre la primera carta de
la baraja. Vuélvense a tomar los ases y se le enseñan diciéndole: "Ya veis
caballero que no os engaño."
Vuélvense a colocar los ases sobre la baraja pero esta vez al tomarlos, se toma
también la carta debajo de la cual se ha puesto el dedo pequeño; y al mismo
tiempo que se toman estas cinco cartas, se dice: "Ya veis bien, caballero, que
tomo estos ases de la baraja y que no hago ningún movimiento que pueda
haceros sospechar que los escamoteo." Hablando de este modo, se acciona
bastante con el objeto de que vea la carta de debajo. Colóquense aun estas
cartas sobre la baraja y al tomarla, sin parar nunca de hablar se dice: "Ya veis
que coloco estos ases sobre la mesa uno después del otro, que yo no be podido
cambiarlos y que están aquí." Como vuestro hombre acaba de apercibir por
debajo una carta diferente, presume naturalmente que se han cambiado todos y
que no hay ninguno sobre la mesa. Y cuando le preguntáis si esta vez está
seguro de tenerlos, es muy cierto que contestará que al contrario duda mas que
nunca. Muéstrense los ases y enséñensele quejándoos de su obstinación.
Déjense sobre la mesa, siempre con las figuras hacia abajo, y mientras que le
reprocháis su incredulidad tómanse diestramente cinco cartas de la baraja y se
colocan en la mano.
Colóquese la baraja al lado de los ases y al recoger estos se colocan encima las
cinco cartas que se tienen en la mano. Iguálense bien estas y colocándolas
sobre la baraja preguntáis a vuestro hombre donde cree que están los ases. Esta
vez contestará que están sobre la baraja porque vos no la habéis tocado; a mas,
os los ha visto tornar y colocar simplemente sobre la misma, y creerá
sinceramente que están allí. Entonces tómense cuatro cartas, que se colocan
una después de otra sobre la mesa, y le hacéis colocar la mano encima. No
olvidéis de enseñarle la quinta carta, para observarle que no hay más ases; y
para convencerle mejor, tómese la baraja y enséñensele todas las cartas, pero
con la precaución de no dejarle ver los ases que están encima. Para esto es
suficiente tomar formando un paquete las seis o siete primeras cartas y de no
separarlas al enseñar las otras.
Téngase presente, que como se habían colocado cinco cartas sobre los ases,
debe quedar una sobre la baraja.
Tómese esta carta por un lado, con el índice y el pulgar y por medio de un
movimiento calculado, la dejáis apercibir por los espectadores y la persona que
está a vuestro lado. Dirigiéndoos a esta persona y tocando su mano con la carta
que tenéis, le decís: "Caballero, voy a escamotear los ases en vuestra mano y
no tomándolos de la baraja." Pronunciando estas últimas palabras, colócase la
carta sobre la baraja, como para afirmar mejor, y se hace correr la carta según
el segundo método, volviendo la mano a su primitivo estado para continuar el
juego. Tóquese y descúbranse los ases.
Aquí se hace una mezcla falsa para tener ocasión de pasar debajo la carta falsa
que ha quedado encima. Digo carta falsa porque no es un as. Dense todavía dos
ases que no se tienen mas que tomar simplemente de la baraja. Pero al cuarto
colóquese una carta falsa encima. Tómese esta carta la cual se deja ver sin
afectación, diciendo: "He aquí tres ases, nos falta todavía uno. Veamos el que
falta." Diciendo estas cuatro últimas palabras, colocáis sobre la baraja la carta
que se tiene en la mano, como para hallarse más libre de esparcir con la punta
de los dedos los tres ases que están sobre la mesa a fin de conocer el que
todavía falta. Al volver a tomar la carta, la corréis, es decir, que se tome la
segunda en vez de la primera y se termina el juego.
Se sirve del fingimiento de la carta falsa en esta última operación para
persuadir a los espectadores que todas las cartas que se han tomado no eran
ases.
El modo de cambiar la carta, del cual se hace uso en este juego, es tan ligero
que la persona que está a vuestro lado no puede apercibirse aunque tenga los
ojos fijos en vuestras manos. Pero no es necesario usar de mucha precipitación:
un movimiento lento, engaña mucho más que un movimiento brusco; no
olvidéis esto.
Es necesario haber visto ejecutar este juego para formarse una idea de él. Por lo
restante es lo mismo en todos. La descripción da el modo de ejecutarlos, pero
no es posible nunca que pueda presentar el efecto que producen.
***
LA MULTIPLICACION DE LOS ASES
Continuación del juego anterior.
Este juego se añade siempre al que acabo de describir.
Una mesa de la cual voy a indicar la posición y de la que tendremos siempre
necesidad de ella en la última parte, donde trato de los juegos diversos, nos es
aquí muy necesaria.
Esta mesa, muy sencilla, debe tener de elevación hasta el estomago.
En lugar de cajón se coloca en toda su longitud, una tabla que entre a muesca,
en sus extremos, por traviesas fijadas a ranura sobre la mesa. Colóquese
encima una almohadilla en toda su extensión, para neutralizar el ruido que
harían al caer los cuerpos pesados y sonoros.
Cuando se improvisa una reunión, se puede tomar la mesa que haya; se le quita
el cajón, y con dos puntas se clava por los extremos una tabla delgada sobre las
traviesas que lo sostienen. Se eleva la mesa metiendo sobre los cuatro pies,
calas de un espesor conveniente.
Esta mesa, como se verá más adelante, ofrece inmensas ventajas. La mesa de la
cual acabo de hablar sirve para colocar los objetos que se necesitan y que
deban estar ocultos a la vista de los espectadores como ya lo he dicho. Los
prestidigitadores le den el nombre de servante.
Veo aquí el momento de dar un consejo importante y aprovecho la
oportunidad. Hay muchos juegos para los cuales se necesitan cartas preparadas
de un modo particular y sobre las cuales se esta obligado de fijar varios puntos.
Esto es sobre todo muy necesario para el juego del cual vamos a ocuparnos en
este momento.
En este juego se necesitan una gran cantidad de ases y por dos razones debe de
hacérselos uno mismo. La primera porque seria difícil o costoso de procurarse
una gran cantidad; la segunda porque las cartas ordinarias no serian tan
cómodas a causa de su espesor, pues es necesario tener la mayor cantidad
posible en la mano. He aquí lo que es necesario hacer.
Se hacen grabar, sobre una hoja de cobre muy delgada, los cuatro puntos de las
cartas.
De una parte se deshace bermellón con agua engomada, que se extenderá sobre
un pedazo de cristal o de loza, y se dejará secar.
De otro lado se hace lo mismo con humo de imprenta o negro de marfil bien
molido con agua de goma, y se colocará también sobre un cristal o loza.
Para servirse de él se tomará un pincel gordo de cerda, que sea fuerte y llano.
Fabrícanse de esta clase para viñetas, letras y cifras.
Después de haber humedecido ligeramente este pincel con agua, se frotará
sobre el color y de allí sobre el patrón que se habrá aplicado sobre el papel o
cartón
Si no se pueden adquirir grabados sobre cobre, se puede suplir calcando los
puntos sobre papel barnizado, que se recorta muy bien.
Tómase una hoja de papel de dibujo que es más delgado que la carta, pero
bastante espeso; trácese sobre él con un lápiz tantas dimensiones de cartas
como se pueda, señalando con un punto el centro de cada una. Sobre una hoja
de papel de dibujo he hecho yo más de cuarenta cartas. La hoja era de la forma
llamada marca mayor. Cuando los puntos están bien secos se extiende la hoja
sobre una mesa de mármol muy lisa. Pásese sobre esta hoja un pedazo de jabón
blanco y se pule frotando fuertemente con una piedra de sílex que los carteros
llaman pulidor. A falta de esto se puede servir de una botella o de algún otro
cuerpo duro y pulido. En seguida se recortan.
Aquí se presenta un obstáculo: y es la dificultad de procurarse ases de bastos,
los cuales no se pueden pasar (Compréndase que se trata de cartas francesas,
cuyo dibujo es muy diferente a las españolas). Para obtener estos ases no hay
otro medio que hacerlos grabar de relieve. ¿Porque cómo imitar de otro modo
su corona? El grabado a hueco no podría representarlo sino imperfectamente y
no pasaría por tal sino en raras circunstancias. Aliento a los celosos aficionados
a hacerse grabar este as, que es indispensable en muchos juegos para los cuales
se ha de preparar las cartas uno mismo.
En el juego que voy a describir no hay absoluta necesidad de este as, porque no
se fija la atención de su ausencia en una tan gran cantidad como hay.
Paso a la descripción: Habiendo ya finalizado el juego anterior, se recogen los
cuatro ases que quedan sobre la mesa, y se colocan sobre la baraja. Hácese una
mezcla falsa y se dice a la persona que está a vuestro lado: "Caballero,
¿cuántos ases quiere Vd. que le dé?"
Haciéndole esta pregunta se deja caer naturalmente el brazo derecho
(suponiendo que se tiene la baraja en la izquierda), y la mano se halla
justamente sobre un paquete de ases que se había dispuesto sobre la mesa de la
cual acabamos de hablar y que se ha colocado sobre uno de sus lados,
apoyándolo contra un objeto cualquiera. Colocado de este modo el paquete
puede tomarse mejor. Cuando la mano se ha apoderado de él júntasele a la
baraja como si se quisieran igualar las cartas. Téngase cuidado de encerrar este
montón con toda la mano a fin de que no se aperciban de su espesor.
El caballero a quien dirigís la pregunta os contestara, supongamos: "Quiero
seis." Entonces se le dice: "Pero como Vd. sabe muy bien no hay mas que
cuatro ases en la baraja." Si después de esta observación piden dos o tres,
continuad diciéndole: "Pero no. Usted ha pedido seis y voy a dárselos. Yo
puedo todavía daros más si queréis." Y tomando los ases de la baraja se van
echando sobre la mesa uno después de otro y siempre diciendo: "Tomad,
caballero, tomad ya que os gustan tanto los ases." Y se continúa de este modo
hasta que se hayan sacado quince o veinte. Entonces por una destreza de manos
colócase todo el resto del paquete de ases en la mano derecha arrojando el
sobrante sobre la mesa. Métase ligeramente este paquete en el bolsillo de la
persona, ayudándoos de la otra mano para abrir el bolsillo. El movimiento que
se hace para colocar estas cartas debe ser parecido al que haríais para pellizcar
la ropa.
Al mismo tiempo que se colocan los ases retirase una parte de ellos
separándolos con los dedos y dejándolos caer. Métase la mano en el bolsillo y
en diferentes veces para tomar una parle de los ases que habéis dejado,
continuando esta maniobra hasta que se hayan sacado todos,
Durante esta operación se dice: "Ya veis, caballero, que cuando no tengo ases
se donde he de hallarlos."
Esta escena es de un efecto muy agradable cuando está bien ejecutada.
***
SECCIÓN VII
Colocar los cuatro ases debajo de un sombrero y los cuatro reyes sobre la
baraja que se tiene en la mano, hacer venir los cuatro ases sobre la baraja en
lugar de los reyes y hallar estos últimos debajo del sombrero donde estaban
los ases: en seguida hacer aparecer los ases debajo del sombrero y los reyes
sobre la baraja como estaban antes.
Este juego es tan fácil de hacer como bonito. Es necesario tener cuatro reyes
detrás de los cuales se haya impreso un punto parecido al que lleva el rey de
modo que estas cuatro cartas parezcan reyes de un lado y ases del otro.
He aquí el caso de servirse de los patrones de los cuales he hablado
anteriormente.
Si no se tuviese timbre para el as de bastos he aquí como se podrá suplir.
Despéguese un rey y un as de este punto. Para salir bien en esta operación, es
necesario primeramente humedecer un poco estas cartas colocándolas durante
una hora en un sitio húmedo, sobre tierra. Cuando estén despegadas, se pegan
por el dorso y se ponen en prensa.
Esto lo decimos de paso, y por una sola vez y cuando en las preparaciones de
cartas se tenga necesidad de pegar alguna, la goma que mas conviene en estos
casos debe estar compuesta de harina de trigo y almidón, por partes iguales.
Cuando deba de hacerse este juego he aquí como se ha de arreglar antes la
baraja.
Colóquense encima los cuatro verdaderos ases y dispérsense por el interior las
cartas preparadas de modo que el lado de los ases este a la vista. Abrase la
baraja para buscar los ases falsos y al mismo tiempo los verdaderos reyes.
Colóquense estas ocho cartas sobre la mesa.
Aprovéchese la ocasión para volver las cartas por la mitad. No olvidéis que
entonces los verdaderos ases que habéis colocado de antemano sobre la baraja
están sobre la parte de debajo. Hecho esto, colóquense, en presencia de los
espectadores, los cuatro reyes sobre la parte de arriba, y se coloca la baraja
sobre la mesa.
Pídese un sombrero, y teniéndolo con una mano, tómense con la otra los cuatro
ases falsos que están sobre la mesa. Cúbrense con el sombrero volviéndolos.
Entonces se dice: "Señores los ases que acabo de colocar debajo de este
sombrero van a venir a la baraja donde ven que están los reyes (enseñándolos)
y estos van a ocupar su sitio debajo del sombrero" Póngase la mano sobre la
mesa, volviendo la baraja y con la otra mano se da un capirotazo sobre el
sombrero como si esto fuera necesario para operar la inversión. Háganse ver
los ases sobre la baraja y levantando el sombrero enséñense los reyes.
Vuélvense a tomar diciendo: "Noten Vds. señores que vuelvo a colocar estos
reyes debajo del sombrero (vuélvanse al cubrirlos.) Como mágico, mi poder es
superior al de los reyes, y en virtud de este poder ordeno a estos que vuelvan a
la baraja y a los ases debajo del sombrero.
Háganse los mismos movimientos que en el primer cambio para tener ocasión
de volver la baraja en vuestra mano y dejarla sobre la mesa.
Habiendo acabado el juego, háganse saltar algunas cartas de arriba abajo, para
tener un lado del juego que enseñe las figuras y recógense los ases los cuales se
añaden a la baraja con las figuras hacia arriba. Si descuidaseis esta precaución
se hallaría muy extraño veros colocar estos ases al revés sobre el dorso de la
baraja. Seria una falta que podría inspirar sospechas.
***
SECCIÓN VIII
Hacer pensar una carta y después de colocadas sobre la mesa tres cartas
diferentes hacer que la que elijan de las tres se cambie en la carta pensada.
Este juego es uno de los más brillantes y admirables que se puede ejecutar
con cartas. Yo he notado casi siempre que los juegos de cartas pensadas, que
son del resorte de la prestidigitación, son los que mas llaman la atención. Pero
esto depende también mucho del modo de hacerla pensar. El que da Decremps
es realmente muy sencillo. Aconseja esparcir la baraja a la vista de una persona
colocando en el centro y bien en evidencia una carta muy conocida como un
rey o un as. Entonces es necesario dirigirse a personas muy sencillas para que
no adivinen la intención del prestidigitador.
He aquí el método que yo empleo. Colócase debajo de la baraja la carta que se
quiera hacer pensar, hácese el salto de baraja dejando el dedo pequeño sobre la
carta que está en el centro. Si está la baraja en la mano izquierda colóquese el
dedo del medio de la mano derecha entre las dos partes hacia arriba, y con el
índice de la misma mano, se saca un poco el extremo superior de la baraja.
Empezando por su parte exterior déjense escapar las cartas una después de otra,
parando un poco a la carta que se quiere hacer pensar, que está siempre
mantenida por el dedo del medio de la mano derecha; y este dedo acaba de
dejar escapar las cartas de la parte superior.
De este modo, las cartas pasan vivamente a la vista de la persona, no pudiendo
ser apercibidas mas que confusamente, excepto aquella sobre la cual os paráis
un ligero instante y que es solo la que hiere su vista. En fin para resumir lo que
acabo de explicar figuraos que se tiene la baraja como para hacer el salto y que
teniendo la parte superior con el pulgar por el extremo de abajo y los otros
dedos por los extremos de arriba; sacáis un poco hacia vos la parte superior que
mantenéis con los dedos. Si presentáis así la baraja a una persona podrá muy
bien ver la parte superior de la carta que esta debajo del paquete superior,
porque la baraja está abierta por esta parte: toda la diferencia consiste, en que
no habréis hecho correr las cartas, cosa indispensable para que no se piense que
se tiene la intención de enseñar solo una carta lo que será de muy mal efecto.
Ahora ocupémonos del juego.
Habiendo dispuesto una carta como acabo de decir, para hacerla pensar, os
aproximáis a una persona, diciéndole: "Señorita, quiere Vd. hacer el favor si
gusta, de tomar una carta o pensarla, es lo mismo." Diciendo esto, pásense las
cartas ante su vista, y ha debido pensar la que le habéis dejado entrever.
Supongamos que sea la sota de oros. Al volver a la mesa, se hace el salto de
baraja y sobre la carta pensada, que esta entonces debajo se colocan tres cartas
indiferentes. La carta pensada entonces se encuentra pues la cuarta por debajo.
Enséñese la primera de estas cartas diciendo: "¿Esta no es la carta que Vd. ha
pensado, señorita?" Contéstase que no y se coloca sobre la mesa. Enséñase la
segunda y se coloca también sobre la mesa. Enséñase en fin la tercera, y la
persona que ha pensado la carta dice siempre qué no es la suya. En este
momento se hace correr un poco la carta para tomar la que le sigue que es la
carta pensada. Colocase en medio de las otras dos, y dirigiéndoos a la misma
persona le decís: "Señorita, la carta que Vd. había pensado no está entre estas
tres que hay sobre la mesa? Habiendo contestado esta persona que no, lo
preguntáis cual de las tres cartas quiere que se convierta en la suya; y como
ordinariamente está algo lejos de la mesa, indica casi siempre la del centro
porque es mas fácil de designar. En este caso como es la carta pensada la que
ocupa este sitio, se dice: "¿Vd. no quiere que sea ni la de este lado, ni esta?"
(vuélvense las cartas) "Haga usted el favor de nombrar su carta." y al decir: "La
sota de oros." Se descubre y enseña.
Si por casualidad indicasen una carta de las esquinas se coloca encima de esta
la carta del medio que fue la pensada y sobre esta la otra. Tómanse estas tres
cartas juntas y se les da un pequeño capirotazo encima porque es necesario
hacer algo. Colócanse otra vez las cartas sobre la mesa en el mismo orden que
estaban al tiempo de tomarlas; pero haciendo correr la carta para colocar la que
pensaron en el sitio designado y la cual pasa por ser la misma que había antes.
En este caso se termina el juego como en el primer caso.
Es muy natural que el lector me haga aquí una objeción, y es; "¿Y si no
hubiesen pensado la sota de oros?"
Acojo esta ocasión para dar una idea del modo de sacar partido dado caso de
que se viese uno contrariado en la ejecución de algún juego. En el que acabo de
describir puede muy bien ocurrir una circunstancia bastante embarazosa para
aquellos que no sepan remediarla.
Supongamos que la persona a la que os habéis dirigido haya pensado otra carta
que no sea la sota de oros; aun más, que habiendo pensado esta carta, se le
ocurra de pronto cambiar de idea, y que cuando le hacéis nombrar la carta que
estáis plenamente convencido de que es la sota de oros, diga por ejemplo, el
ocho de bastos. Es necesario no turbarse en este caso pues aun con esta
conjetura se puede hacer el juego todavía mas admirable que en el primer caso.
Cuando la persona haya nombrado el ocho de bastos, después de haber
indicado el lugar donde quiere se encuentre, y que como anteriormente, se
hayan vuelto las otras dos cartas haciendo la misma pregunta: "¿Vd. no quiere
que sea ni esta, ni esta?" dícese con el aplomo de aquel que esta seguro de lo
que ha hecho: "Señorita, el ocho de bastos que Vd. ha pensado está aquí como
lo deseáis. Ya ve Vd. que no esta en la baraja." Diciendo estas últimas palabras
y al ir hacia la persona se hojean las cartas de la baraja como para hacerle ver
que no está la carta pensada; pero con una rápida mirada es fácil ver la que se
acaba de nombrar. Colócase sutilmente debajo lo cual hace que se encuentre
encima al volver la baraja.
Esta operación debe hacerse en un momento y cuando se ha llegado a la
persona que ha pensado la carta se continúa hojeando para que pase revista a
todas las cartas con la sola precaución de no enseñarle la última que es el ocho
de bastos No viendo la señora esta carta empieza a creer así como el resto de
los espectadores que su carta está sobre la mesa. Tómese la carta que está sobre
la mesa y enseñándola se dice: "Ya ve Vd. bien señora que es la carta que Vd.
pensó; yo no me engaño nunca haciendo este juego." Hablando de este modo y
al ir hacia la mesa se hace el cambio de carta por cuyo medio el ocho de bastos
está sobre la mesa y la sola de oros sobre la baraja. Al momento oiréis que la
persona os dice: "Pero, caballero; la carta que Vd. me ha enseñado no es la
mía." A lo cual contestáis. "¡Cómo! ¿No es la carta de Vd. Señorita? ¿Cuál es
pues la carta que Vd. ha visto?" A lo que contestará: "La sota de oros."
Entonces se le dice. "Siento infinito señorita tener que decir a usted que está en
un completo error. ¿Porque cómo es posible que haya Vd. podido ver la sota de
oros, cuando este caballero la tiene en su bolsillo desde el principio de la
reunión?"
Durante esta conversación se tiene el tiempo mas que suficiente para
escamotear la sota de oros sacarla del bolsillo y enseñarla a los espectadores.
Cójese el ocho de bastos el cual se enseña igualmente diciendo: "Ya ve Vd.
caballero que la carta que la señorita ha pensado está en el sitio que deseaba."
Generalmente se cree que se ha hecho todo esto a propósito para hacer el juego
más sorprendente y se termina así a satisfacción de los concurrentes.
***
SECCIÓN IX
Habiendo hecho pensar una carta, después de formar tres paquetes de la
baraja hallar esta carta en el paquete que designen.
Ruéguese a una persona que piense una carta. Háganse tres paquetes de la
baraja y déjense sobre la mesa. Pregúntese en cual de los tres paquetes desean
que se encuentre la carta pensada. Una vez indicado ya el paquete se dice:
"Caballero haga Vd. el favor de nombrar la carta, puesto que ya han designado
el paquete en el cual desean que se encuentre." Habiendo ya designado la carta
tómense los otros dos paquetes, reúnanse en uno solo y déjese el otro sobre la
mesa diciendo: "Señores, voy a hacerles ver a ustedes que la carta pensada no
está en ninguno de los dos paquetes que acabo de tomar. Al ir hacia la persona
que ha pensado la carta se hojean las de los dos paquetes que se tiene en la
mano.
Si al mirarlas todas (lo que es negocio de dos segundos) se ve que no está entre
todas estas cartas la carta pensada, se le hace notar esta circunstancia a la
persona que la ha pensado y entonces se tome el otro paquete dejando sobre la
mesa el que se tiene en las manos y se hace ver que la carta pensada se
encuentra en el paquete que deseaban.
En este primer caso se vuelve a empezar de nuevo el juego diciendo: "Señores,
cualquiera de Vds. puede creer que todo esto ha sido una mera casualidad, y
para probar a los que tal crean que están en un error, voy a hacer nuevamente el
juego asegurándoles que el éxito será tan lisonjero como la vez anterior."-
Señorita, piense Vd. una carta." Habiéndose dividido la baraja en tres paquetes
invítese a que designen aquel en el cual quieren que se encuentre la carta
pensada. Luego que se haya designado, hágase como la primera vez: tómense
los dos paquetes no designados, hojéense para hacer ver que no está en ellos la
carta; si esta vez se hallase la carta entre las que tenéis en la mano, colóquese
diestramente sobre el dorso de la baraja y continúense enseñando todas las
cartas a la persona que la pensó pero con la precaución de no dejarle ver la de
debajo.
Al ir a buscar el paquete donde debe de estar la carta pensada, se escamotea
esta, que debe estar sobre el paquete que se tiene en la mano y el cual se deja
sobre la mesa. Al tomar el otro paquete, colócase la carta que se ha
escamoteado, diciendo: "Señores, no solamente se encuentra la carta en este
paquete sino que se hallará en el sitio que Vds. deseen, a saber: en el centro,
abajo o arriba, a elección de ustedes." Si piden abajo o en el centro no hay mas
que hacer el salto de baraja. Si desean arriba no hay mas que entregarla.
Si esta segunda vez que se hace el juego se hallase también la carta pensada en
el paquete designado, como la primera vez, se terminaría el juego lo mismo que
el anterior y esta repetición tendría siempre la ventaja de poder probar a los
espectadores que se estaba muy seguro de hacer lo que se anunciaba, porque
repitiéndolo dos veces era bastante para convencerles de que se tenía el poder
suficiente para hacer hallar siempre la carta pensada en el paquete que
designasen.
***
SECCIÓN X
Colocar sobre la mesa y a la vista de los espectadores cuatro cartas diferentes
y hacerlas cambiar todas en cartas del mismo punto que la que se tome al
azar en otra baraja y esto sin tocar las cartas.
Este es uno de los juegos mas bonitos y menos conocidos. Antes de
ejecutarlo, he aquí cómo es necesario preparar la baraja. Tómense,
supongamos, los cuatro caballos; colóquese uno sobre la baraja, es decir por el
lado de las figuras. Sobre este caballo, colóquese otra carta cualquiera. Sobre
esta colóquese otro caballo, y sobre este, otra carta indiferente. Luego se coloca
otro caballo el cual se cubre igualmente con otra carta. En fin, colócase el
cuarto caballo, sobre el que se coloca también una carta cualquiera.
Estando así preparada la baraja tómese por los dos extremos y enseñando la
primera carta que se encuentra por debajo se dice: "Voy a colocar sobre la
mesa las cuatro primeras cartas que salgan. Tomo pues esta y la coloco sobre la
mesa." Pero en lugar de tomar la que se enseña, se corre un poco esta carta, y
se tome la que le sigue que es un caballo. Y como es necesario deshacerse de
esta carta inútil y molesta que está debajo se dice ejecutando al mismo tiempo
que se habla: "Tomo una carta de arriba, y la coloco en medio. Tomo también
una carta de abajo y la coloco igualmente en el centro."
Hecho esto, enséñese la carta que está debajo y la cual cubre el caballo
siguiente.
Hágase otra vez lo mismo con esta carta para tomar el caballo. Continúese
colocando una carta de arriba y oirá de abajo en el centro. Operando siempre
del mismo modo hasta que se hayan colocado los cuatro caballos sobre la
mesa.
Los espectadores creen evidentemente, que las cuatro cartas que se le han
enseñado están sobre la mesa. Tómese otra baraja y se hace sacar forzadamente
un caballo diciendo: "Señores, se va a sacar una carta al azar, de esta baraja que
está completa, y haré cambiar las cuatro cartas que acabo de colocar sobre la
mesa en cartas del mismo género que la que se tome; la suerte es pues la que
decidirá la metamorfosis. Es decir que si se saca un as, todas estas cartas se
cambiarán en ases, si es un rey, todas se trasformarán en reyes, etc. etc.
"¿Veamos, caballero la carta que Vd. ha tomado....? ¡Es un caballo!" Entonces
se vuelven las cartas que están sobre la mesa y los espectadores ven cuatro
caballos.
Para tener mas facilidad en hacer tomar la carta se pueden colocar los cuatro
caballos juntos en la segunda baraja de la cual se hace sacar una carta. Se
colocan en el centro por medio del salto de baraja, en el momento de dar a
elegir una carta. Es mucho mas fácil hacer tomar una carta forzada entre cuatro
semejantes, que no habiendo mas que una sola.
***
SECCIÓN XI
Hacer que una carta sacada a la casualidad y mezclada, se encuentre en uno
de los paquetes elegidos entre siete u ocho que se formarán de toda la baraja
y hacer al propio tiempo que se encuentre en el sitio que se desee del paquete
elegido.
Habiendo hecho tomar una carta y mezclada en apariencia, porque se hace
uso de la mezcla falsa por medio de la cual se conserva siempre la carta tomada
sobre la baraja, se hacen cinco, seis o mas paquetes si se quiere sobre la mesa,
no perdiendo nunca de vista aquel sobre el cual se encuentra la carta.
Se ruega a una persona que indique en cuál de todos los paquetes desea que se
encuentre la carta tomada. Una vez indicado se deja este sobre la mesa y
recójense los restantes; pero colocando encima el paquete sobre el cual se
encuentra la carta que forma el objeto del juego.
Consérvense todas estas cartas en la mano. Vuélvese al paquete que está en la
mesa y se divide en dos. Pregúntase todavía en cual de estos dos paquetes
quieren que se encuentre la carta. Tómase el que no han designado y colocase
sobre las cartas que se tienen en la mano. Entonces se examine el pequeño
montón que queda, para ver si se puede todavía dividirlo en dos partes; es
necesario procurar evitar hacer montones de tres cartas, pero sí hacerlo de
modo que el ultimo paquete que se quiera dividir sea número par, porque es
preciso que el último paquete que se indica y queda en la mesa se componga
solo de dos cartas.
Supongamos que hay seis cartas en el último paquete y que se quiere todavía
dividir.
Tómense solamente dos cartas de arriba y se hace un montón. Si indican el que
contiene cuatro cartas, se coloca el paquete de las dos cartas sobre las que se
tienen en la mano y se hacen todavía dos paquetes del que queda sobre la mesa,
cuyos paquetes se compondrán de dos cartas cada uno. Se hace designar uno y
al mismo tiempo que se indica se escamotea la carta que está encima de las que
se han guardado en la mano. Al recoger las dos cartas designadas se coloca la
que se ha escamoteado. Aquí se deshace uno del paquete que se ha tenido en la
mano durante el juego, echándolo sobre la mesa. Colócase la carta añadida en
el centro de las otras dos y se esparcen en la mano en forma de abanico,
preguntando cuál de las tres cartas quieren que sea la carta que tomaron y se
mezcló en la baraja. Si escogen la del centro, descúbrense las de las esquinas
diciendo: "¿Vd. no quiere que sea esta? ¿ni esta?" Y se descubre la del centro
la cual es reconocida por la persona que la ha sacado. Si eligiesen una de los
extremos, se tome esta carta y se colocan encima las otras dos. La carta que
tomaron debe de hallarse en el centro. Y dirigiéndose siempre a la misma
persona, se le dice: "¿Sabe Vd. señorita que la carta que Vd. ha designado se
halla debajo?" Haga Vd. el favor de soplar un poco estas cartas; cosa
indispensable para que salga bien el juego. Y teniendo entonces cogidas estas
tres cartas por los cantos, se hace correr la carta tomando con la otra mano la
que le sigue, se la hace nombrar y se enseña.
NOTA. Los espectadores, que están casi siempre un poco alejados de la mesa,
no pueden juzgar la cantidad de cartas que hay en el paquete, tanto más cuanto
se tiene mucho cuidado en igualarlas; así es que cuando no hay mas que dos
cartas en un paquete pueden muy bien creer que había tres o cuatro
***
SECCIÓN XII
Cuatro o cinco personas, toman cada una dos cartas, se mezclan todas en la
baraja, y después se hacen salir por arriba y por debajo una después de otra.
Este juego es uno de los que producen mas efecto tanto en el teatro como en
el salón, y es en el hecho uno de los más brillantes de la prestidigitación.
Háganse tomar a cuatro o cinco personas, dos cartas a cada una, rogándoles que
se acuerden de las cartas que han tomado. En seguida, suplíqueseles, una
después de otra que las coloquen en el centro de la baraja, fingiendo cortar la
misma cada vez por diferentes puntos, pero en realidad haciendo colocar todas
las cartas juntas una después de otra. De tiempo en tiempo, es necesario
ejecutar una mezcla falsa, para hacer creer que se mezclan las cartas para
perderlas absolutamente de vista; y como se hacen colocar todas juntas, deben
hallarse al finalizar estas mezclas sobre la baraja.
Nótese bien en qué orden se colocan, pues las dos primeras que se deben hacer
aparecer no pueden ser más que las de la última persona que las colocó, así
como las dos últimas cartas deben ser las de la primera que empezó a
colocarlas.
Continúese el juego diciendo: "Señores, todas estas cartas que se acaban de
colocar en la baraja se hallan separadas las unas de las otras, sin embargo por el
efecto de mi poder mágico, van todas a venir arriba y abajo de la baraja, una
después de otra." Hablando de este modo, enséñase la baraja por la parte de las
figuras, y nadie ve ninguna de las cartas que han tomado. Y nótese que como se
acaba de decir que todas las cartas tomadas están dispersadas por la baraja,
ninguno de los espectadores puede dudar, porque ha creído verlas mezclar
después de haberlas hecho colocar en diferentes puntos de la baraja.
Hágase saltar una carta de arriba por debajo. Entonces se toma la baraja por un
extremo y por los lados con dos o tres dedos y se le imprime una ligera
sacudida, y habiendo hecho nombrar sus cartas a la última persona que las ha
colocado, se le hacen ver, enseñándole desde luego la de abajo para no estar tan
molesto, porque la mano se halla en una posición a propósito para enseñarle
enseguida esta carta. Al enseñarle después la de arriba se coge un poco con el
pulgar la carta que le sigue, a fin de poder colocar debajo de esta carta. El dedo
pequeño, con objeto de hacerla saltar con la primera que so acaba de enseñar.
Por medio de esta operación la carta que está entonces arriba y la que está
debajo pertenecen a la segunda persona a la cual tenéis que dar estas cartas.
Continúese siempre del mismo modo, haciendo el salto de baraja cada vez para
quitar dos cartas de encima de la baraja las cuales deben pasar debajo. Téngase
presente que solo la primera vez es la única que se hace saltar solo una carta.
Para terminar el juego de una manera mas admirable fínjase el olvidar la última
persona a la cual se deben también enseñar sus dos cartas y mirar el juego
como finalizado. Esta persona no hay duda que os recordará que también ha
tomado dos cartas. Escusaos lo mejor posible dándole a entender que no os
acordáis y rogadle que os diga qué cartas fueron las que tomó. Durante este
tiempo, humedézcase un poco el índice y el pulgar, cójase con estos dos dedos
la baraja y arrójese sobre la mesa. Todas las cartas caerán, excepto las de arriba
y debajo que se quedarán adheridas a la punta de los dedos. Siendo estas cartas
las de la última persona, se le enseñan y se depositan sobre la mesa con las
otras.
***
SECCIÓN XIII
Hacer cambiar súbitamente cuatro cartas, dos veces seguidas de situación en
la baraja.
Este juego de manos, propiamente hablando, no es más que un juego
compuesto. Simplemente, no es mas que el efecto del salto de baraja; pero para
las personas que no conocen este principio, y que son la mayor parte de ellas,
este efecto es inconcebible.
Algunos amigos me han hablado varias veces del medio que llaman en
prestidigitación hacer saltar la baraja, confesando que no tenían ninguna idea
de ello. Y he aquí lo que yo hacia para hacerles comprender de cuantos
recursos podía ser en los juegos de cartas.
Habiendo retirado los cuatro ases de la baraja, hacia colocar uno arriba y otro
debajo, y cortando lentamente, hacia colocar, uno sobre la parte de baraja que
tenía levantada y el otro sobre el montón que quedaba en la mano. Juntaba
estos dos paquetes dejando entre ellos el dedo pequeño, para estar a punto de
hacer el salto de baraja. Rogaba a los espectadores que notasen que al reunir los
dos paquetes los ases quedaban en el centro de la baraja. Enseñaba los dos ases
que estaban debajo y arriba, hacía ligeramente el salto de baraja y enseñaba que
los ases que estaban arriba y abajo ocupaban el centro y los que había en el
centro se hallaban entonces arriba y abajo Como para hacer ver este cambio de
situación, estaba obligado de hojear la baraja con las figuras hacia arriba,
cuando llegaba a los ases que estaban en el centro, colocaba el dedo pequeño
entre ellos y sin volver la baraja, hacía nuevamente el salto y todos estos ases
se hallaban en la misma situación que estaban antes. Estas transposiciones
imperceptibles admiraban singularmente a los que las presenciaban.
Mas he aquí lo que aumentaba mucho su admiración: volvía a tomar los cuatro
ases y sin fijarme en los que eran hacia colocar uno debajo y otro arriba, y
colocando el dedo pequeño en el centro de la baraja, hacía el salto; pero en vez
de reunir las dos partes levantaba vivamente la parte inferior como si cortase la
baraja simplemente, lo cual produce el mismo efecto a los ojos de los
espectadores, si está bien ejecutado, lo que no es difícil.
Creyendo pues que yo no había mas que cortado la baraja, colocaban los otros
dos ases en medio y juntaba la baraja. Los cuatro ases se hallaban pues juntos
cuando los concurrentes creían de buena fe que había siempre uno arriba y otro
debajo. Entonces entregaba la baraja a una persona diciéndole que yo podía
operar un gran cambio sin tener las cartas. Daba un ligero golpe encima y
ordenaba a los ases que estaban arriba y debajo que se uniesen inmediatamente
con los del centro. Reconocíase y se hallaba que los ases habían obedecido a mi
mandato.
***
SECCIÓN XIV
Hacer al momento el retrato de una joven, sobre una carta sacada a la
casualidad.
Yo no pienso como esos espíritus tristes, que dicen, que si se ha comparado
siempre la mujer a la rosa es porque tiene espinas. ¿Por qué se han de tomar
siempre las cosas del lado malo cuando nada nos obliga a ello? Yo creo que
esta identidad esta establecida por la igualdad de su belleza, su frescura y por el
mismo destino el cual las amenaza con sus grandes alas y su larga guadaña.
Queridísimo lector, si es esta también vuestra opinión, haced pintar sobre una
carta blanca, una rosa en todo su esplendor. Sobre otra carta igualmente blanca,
píntese un capullo a medio abrir.
Cuando se quiere hacer este juego, se coloca una de estas cartas pintadas, sobre
la baraja. Si vuestra intención es dirigiros a una joven llegada ya a la edad en
que están desarrolladas ya todas las cualidades graciosas tomareis la primera
rosa. Si queréis dirigiros a una señorita de catorce o quince años, se tomara el
capullo.
Hágase tomar una carta a esta persona y servíos del principio de cambiar la
carta (Véase la Sección XVII de la primera parte) para cambiar la carta que
habéis hecho tomar.
Olvidaba decir que antes de operar éste cambio debéis de entretener a la
reunión con el talento que os es peculiar de hacer en un momento retratos
sumamente parecidos.
Habiendo pues cambiado la carta como he dicho, y habiendo prometido hacer
el retrato de la persona que ha sacado la carta y sobre esta misma carta, os
aproximáis a un caballero y le invitáis a tomarla sobre la parte de la baraja
donde debe de estar y juzgar por si mismo del acierto. El joven, al ver la rosa,
dice que efectivamente el retrato está perfectamente parecido.
Todo el mundo quiere verlo y sobre todo la joven que al mirarlo, toma algo el
color de la rosa, lo que hace que su semejanza sea todavía mayor. Todo el
mundo aplaude el talento del artista, sin embargo no dejará de haber algunas
personas del sexo femenino que criticarán sin duda interiormente algunos
toques del retrato.
Para completar este juego y acabarlo de un modo chistoso, téngase otra carta
sobre la cual se haya pintado una cabeza de caballo. Colóquese esta carta
debajo de la de la rosa. Entonces se continúa diciendo: "Puesto que hemos
hecho con éxito feliz el retrato de la señorita, es necesario que ensaye el hacer
el do este caballero si es que lo permite." Entonces os dirigís a un caballero, el
cual toma también una carta que se cambia por el medio conocido; y se enseña
causando un rato de buen humor en la reunión.
Es menester mucha delicadeza, para evitar todo chiste descortés aunque sea
con amigos muy íntimos, así es que será necesario procurar no pintar la figura
de ningún animal innoble, tal como el buey, cerdo, asno, etc. Puede tenerse una
colección de animales cuya comparación no pueda de ningún modo herir el
amor propio, tales como un gallo, un zorro, un león, etc. Entonces podría
escogerse uno de los animales cuyo carácter pudiera apropiarse al del joven del
cual se hace el retrato.
NOTA. Si se quisieran usar cartas cuyo dorso fuese de colores, seria necesario
despegar estas cartas y colocar sobre la superficie blanca de la carta las figuras
de las cuales he hablado y que deberán estar pintadas en papel ordinario.
En la Sección VII de este artículo se halla el modo de despegar las cartas.
***
SECCIÓN XV
Proponer una partida de triunfo a una persona y ganársela bien sea dando
vos o ella.
En un momento se pueden disponer las cartas para hacer este juego. Teniendo
la baraja en la mano se hojea como para ver alguna cosa. Se toman cuatro
cartas del mismo palo, supongamos cuatro copas. Tómense estas cuatro cartas
con otras tres y colóquense sobre la baraja. Os fijareis que en estas tres cartas
que ponéis con las copas no haya ninguna de este palo. Buscáis todavía dos
copas y las hacéis pasar sobre la baraja; sobre estas últimas copas colócanse
dos cartas siempre de otro palo.
Terminado este arreglo, hágase una mezcla falsa para que no piensen que
hacéis alguna preparación. Por otra parte, como ya lo he dicho, esta disposición
se hace tan rápidamente que nadie se apercibe. Después de la mezcla falsa, se
hace cortar. Recogéis las cartas y hacéis el salto. Distribuís las cartas y volvéis
una copa.
Dejáis la baraja sobre la mesa con las figuras hacia abajo. Vuestro contrario
que se prepara; encartar os invita a tomar vuestras cartas a lo que le contestáis
que es inútil, que vais a alzar la suya y que enseguida le pediréis el resto.
Pone su carta y cortáis. Volviendo las vuestras una después de otra le decís:
"¡Triunfo, triunfo y triunfo!"
Viendo estos triunfos, los espectadores lo atribuyen naturalmente a la ligereza
de que habéis ya dado pruebas en la baraja; pero la sorpresa llega a su colmo
cuando anunciáis que vuestro contrario va a perder aunque le toque mezclar y
dar. Además, declaráis que no queréis tocar la baraja y que dejáis al cuidado
del mismo el mezclar y cortar.
He aquí lo que es necesario hacer para esto.
Habiendo terminado la primera partida, recogéis las cartas buscando
rápidamente los cuatro reyes que colocareis sobre la baraja; los quitáis y los
conserváis en vuestra mano.
Cuando vuestro adversario os habrá dejado las cartas sobre la mesa, las
recogeréis colocando encima los cuatro reyes que tenéis en la mano Igualáis
estas cartas no separando más que tres o cuatro para ver si tenéis triunfos. Si
tenéis, los pasáis sobre los reyes y veis cuales son los peores. Si las halláis
malas dais la preferencia a los reyes. Quitáis en fin las cuatro cartas inútiles y
las guardáis en vuestra mano.
Las cartas que tenéis ocultas no pueden verse, porque los espectadores y
vuestro contrario solo ven el dorso de la mano.
Es necesario que vuestro adversario tenga un gran juego para que os pueda
ganar. Por otra parle, seria una gran casualidad que en las cinco cartas que
recibís no hubiese una buena. Así no sucede nunca que se pierda. En cuanto a
las cartas que tenéis en la mano es muy fácil deshacerse de ellas. Se colocan
sobre las que están en la mesa al recogerlas para reunirlas, como se hace
después de terminada una partida.
Si por casualidad os propusiesen empezar de nuevo otra partida, con objeto de
sorprender los medios que empleáis para ganar, seria preciso no condescender
porque como estaban ya prevenidos os observarían severamente; pero
mostrando no retroceder ante esto; al contrario diríais con aplomo y seguridad:
"Señores esto es una bagatela, jugaría con Vds. cien partidas y no ganarían ni
una sola. Quiero hacer algo mas; si ustedes quieren jugar conmigo una partida
de cientos les prometo que haré pique y os acorralaré. Consiento también en
que me venden los ojos, y os prometo que veré mas claro que vos puesto que os
ganaré." Dicho esto haréis el juego siguiente.
***
SECCIÓN XVI
Juego de "piquet" en el cual se hace pique y acorrala al contrario, sin baraja
preparada, con la primera que se entregue, la cual se hará mezclar después
de haberse hecho vendar los ojos. Además dejar al adversario la facultad de
designar las catorce que se deben tomar y perder o ganar a su elección.
Hay muchos modos de hacer este juego; el mas usado es escamotear una
baraja preparada de antemano. Se hace también sin este procedimiento, más o
menos diestramente; pero aseguro que el método que doy aquí es el más
sorprendente y el más bien compuesto de todos; puedo añadir todavía que tiene
además el mérito de ser desconocido hasta de ahora. Muchas circunstancias
contribuyen a hacer este juego maravilloso. Hacer mezclar las cartas diferentes
veces, hacerse vendar los ojos, disponiendo la baraja a la vista de los
espectadores sin que lo sospechen, etcétera, todo esto hace el juego
verdaderamente mágico.
Tengo este procedimiento de un prestidigitador que gozaba de una gran
celebridad y que era el único que lo practicaba. No exageraré mucho si digo
que este juego hizo la mayor parle de su celebridad. Quiso comunicármelo, en
reconocimiento de algunos servicios que le había hecho, y me lo confió en
secreto; pero habiendo muerto hace ya algún tiempo, estoy dispensado de toda
discreción.
Una baraja nueva es mucho mejor que una que haya ya servido. Dais a mezclar
y al volver a tomar las cartas como para mezclarlas vos también, las hacéis
besar. Siguiendo mezclando estas cartas se encuentran embrolladas con el
dorso arriba y abajo. Este desarreglo pasa por un efecto casual y fingiendo
arreglar la baraja marcáis en uno de los cantos el diez y ocho que habéis
adoptado, mas un rey y el catorce que habéis hecho pedir.
He aquí lo que yo entiendo por marcar las cartas por el canto.
Hojeándolas como para volver las que se han desarreglado, el índice de la
mano en la cual las hacéis correr está en sitio para marcar las que necesitáis y
el movimiento de este dedo no puede apercibirse porque está constantemente
cubierto por las cartas que se dejan caer encima.
Es necesario que estas señales sean ligeras; serán bastante visibles para el que
sabe que existen. Es suficiente, para hacerlos, apretar un poco la uña sobre una
de las esquinas al ver pasar las cartas.
Estando así marcadas las doce cartas, entregáis la baraja a vuestro contrario
para que mezcle. Se la entregáis tal como está en vuestra mano, es decir sin
volverla a fin de que las marcas estén de vuestro lado. En esta disposición la
persona que tiene la baraja, no puede ver estas marcas suponiendo que se hayan
hecho demasiado aparentes.
Mientras que mezclan os hacéis vendar los ojos. Aunque estéis así, siempre se
ve un poco por debajo. Volvéis a tomar la baraja, pero fingiendo mezclar de
nuevo reunís sobre la baraja el color y el catorce pedido más un rey. Como ya
lo he dicho reconocéis estas doce cartas por las marcas que le habéis hecho;
para esto se ve bastante.
Estando reunidas las doce cartas y siempre fingiendo mezclar tomáis tres cartas
de debajo que colocáis sobre la baraja. Teniendo esta baraja en la mano
izquierda tomáis con la derecha las tres cartas que acabáis de colocar arriba y
sobre estas tres cartas colocáis cinco de debajo de la baraja, después tres de
arriba, tres de abajo y así alternativamente de tres en tres hasta el fin. Dais a
cortar. Recogéis las cartas y hacéis el salto para que estén en la misma
disposición que antes. Podéis preguntar a vuestro adversario si quiere perder o
ganar. Si contesta que quiere ganar hacéis pasar tres cartas de arriba abajo. Dais
tres cartas.
Habiendo descubierto vuestro juego, separáis las tres cartas malas para tomar
las buenas que hay abajo en el caso en que debieseis de ganar.
NOTA. Hay que notar que para acorralar es necesario que tengáis el catorce de
as porque de otro modo, era probable que vuestro adversario tuviese algunas
cartas de mas valor que las vuestras.
***
SECCIÓN XVII
Hacer pensar una carta por una persona que esté bastante alejada de vos y
hacer que una carta tomada de la baraja por otra persona sea precisamente
la misma que se pensó libremente.
Este juego aunque muy sencillo en su ejecución, es realmente inconcebible en
su efecto. Decir a una persona: "Piense Vd. una carta, cambie Vd. de idea si
quiere tres o cuatro veces," y tomar la primera carta que se presente de la baraja
que será la carta pensada, he aquí el efecto del juego del cual voy a dar la
explicación.
Ruéguese a una persona que piense una carta y sacando otra de la baraja, se
echa sobre la mesa diciendo: "Señorita, esta carta, es la que Vd. ha pensado;
ahora puede Vd. nombrarla. Voy a probar a Vd. que no me he engañado."
Habiendo ya nombrado la carta la persona interpelada, se esparce la baraja
diciendo: "Señorita, primero puede Vd. asegurarse de que no está aquí." Al
esparcir las cartas es muy fácil ver al momento la que acaban de nombrar, la
cual se coloca debajo, sobre la baraja; y se continúa enseñando las cartas
excepto las dos o tres últimas. Acábase haciendo observar que es evidente que
no la hayan visto en la baraja puesto que está sobre la mesa.
Entonces al ir como a tomarla, se escamotea la carta que está sobre la baraja y
recogiendo la que está sobre la mesa se deja caer en el servante, del cual hemos
hablado, y al mismo tiempo se enseña la carta que se tiene en la mano.
Este escamoteo es muy fácil de ejecutar y la ilusión es tal, que muchas veces
haciendo este juego han creído que estoy de inteligencia con la persona que
piensa la carta.
Si no se quiere tomar la carta que se coloca en la mesa, se puede hacer tomar
también por otra persona encargándole que no la mire.
***
SECCIÓN XVIII
Hacer sacar libremente una carta, entregar la baraja para que mezclen esta
carta, hacer colocar la baraja en el bolsillo y sacar la carta tomada y
mezclada.
Dícese a menudo: La verdad puede algunas veces no ser verosímil. He aquí el
caso de aplicar este adagio. Proponed este juego como se anuncia en el título de
esta sección y veréis como nadie cree en vuestra aserción. Es lo que me ha
sucedido muchas veces. Y todavía mas: porque habiendo hecho este juego
delante de algunos incrédulos con objeto de convencerlos, estaban tan
persuadidos de la imposibilidad del hecho, que lo veían y no lo creían. Si las
personas de las cuales acabo de hablar leyesen algún día este libro, quedarían
muy sorprendidas al ver que miraban como imposibles efectos producidos por
medios tan sencillos.
Pero los más obstinados en no creerlo, son los aficionados a la prestidigitación,
que no conocen, para hacer el juego de que se trata, mas que el procedimiento
vulgar que voy a explicar en pocas palabras. Helo aquí.
Una persona toma una carta, y se le suplica que la coloque en la baraja, la cual
se tiene en la mano. Se hace el salto de baraja. La carta entonces se halla
encima, y por medio de una mezcla falsa se hace creer que está confundida con
las otras. Ruégase a una persona coloque la baraja en su bolsillo. Búscase y se
saca la carta; lo que no es difícil porque no se ha de hacer más que tomar la
primera de la baraja. He aquí como se hace este juego ordinariamente:
Para darle un poco más de realce se podría colocar la carta la segunda por
arriba o por abajo: entonces se mezclaría efectivamente, con la precaución
solamente de no cambiarlas de sitio, y se enseñaría la de arriba y abajo, para
persuadir mejor de que la carta, objeto del juego, estaba confundida con las
demás
Expliquemos ahora nuestro método.
Es necesario valerse para él de cartas cortadas a bisel. Entiéndese por esto,
cartas que son un poco mas anchas de un extremo que del otro, lo cual es muy
fácil de hacer. Tómese una baraja nueva y con tijeras se corlan todas las cartas
por ambos lados, cerca de un milímetro, lo cual hace que la carta sea mas
estrecha de un extremo que del otro, dos milímetros.
Es necesario tener cuidado, al cortarlas, de ir en disminución hacia el extremo
opuesto de donde se empieza a cortar, y sobre todo no cortar nada
absolutamente de este extremo.
Se concibe fácilmente que si se toma una carta y se coloca en sentido opuesto a
las otras, esta carta será una línea mas ancha que todas las del resto de la baraja
porque el extremo más ancho de esta carta estará con el extremo más estrecho
de las otras. Así pues, para el juego de que nos ocupamos hágase tomar una
carta de la baraja, procurando que estén todas ellas en el mismo sentido.
Obsérvese si vuelven la carta al mirarla. Si no la vuelven, lo cual es lo mas
ordinario al entregar la baraja, se da vuelta a esta para cambiar los extremos.
Entonces, se hace colocar la carta, que estará en sentido opuesto a todas las
demás.
Dese a mezclar y hágase meter la baraja en el bolsillo. Como la carta sobresale
bastante de las otras es muy fácil hallarla al tacto y sacarla haciéndola antes
nombrar.
¿Cómo han de comprender los que no conozcan este medio, que una carta
tomada libremente, mezclada por la misma persona que la toma y que coloca la
baraja en su bolsillo, cómo han de comprender, repito, que se pueda encontrar
esta carta?
Si por casualidad, la persona volviese la carta que tiene en su poder entonces
no se da vuelta a la baraja.
Cuando las cartas de una baraja cortadas a bisel están colocadas en diferentes
sentidos, para igualarlas, es necesario tomar la baraja por los dos extremos y
separando las manos, como las cartas están cogidas por los extremos mas
anchos se separan fácilmente y se da vuelta a uno de los paquetes el cual se
junta al otro.
Con una baraja así preparada se pueden hacer una porción de juegos
sorprendentes. Con un poco de ingenio se pueden improvisar fácilmente, por
ejemplo, colóquense todas las figuras de una baraja en sentido opuesto a las
demás cartas, y háganse mezclar por uno de los espectadores. Cuando os
devuelven la baraja, colóquense encima las figuras, separándolas como be
dicho anteriormente, y sobre las cuales se tiene la precaución de colocar el
dedo pequeño diciendo: "¿Caballero, quiere Vd. ayudarme a hacer un juego
con la baraja que Vd. acaba de mezclar?" lo cual es muy probable que
consienta. Entonces quitando las figuras que se tienen sobre el dedo pequeño,
se le entrega el resto de la baraja, diciéndole en el mismo momento. "Pero
caballero, se conoce que Vd. quiere que no me salga bien el juego, puesto que
acaba de escamotearme todas las figuras." Diciendo esto se sacan todas ellas de
su bolsillo del modo que he explicado en la multiplicación de los ases.
Se pueden todavía tomar los cuatro reyes, dispersarlos por la baraja en
presencia de los concurrentes y habiéndola dado a mezclar, hacerlos encontrar
debajo de un sombrero, como ya lo he indicado en la Sección II de este
segundo artículo. Puede ser que mas adelante tengamos ocasión de hablar
todavía de estas cartas corladas a bisel.
NOTA. A primer golpe de vista, se creerá, que es fácil poder apercibir la
preparación de estas cartas: esto sería un error; yo creo que nunca ha sucedido
esto. Yo he visto a menudo jugar con estas cartas hasta que han estado muy
usadas sin que las personas que se servían de ellas fijasen la atención en esta
ligera diferencia en sus extremos.
***
SECCIÓN XIX
Anunciar de antemano que una carta que se va pensar se encuentra sobre la
baraja y entregarla haciéndola nombrar.
He aquí el juego mas audaz que jamás he visto ejecutar. Podría hacerlo, pero
francamente no me atrevo a efectuarlo delante de alguno, y en esto me parezco
a esas personas que cantan regularmente bien cuando están solas en su casa y
que nunca tienen voz para cantar cuando están en compañía. El prestidigitador
que hacía este juego era Conus padre; pero conociendo su ligereza e
inteligencia no me admira nada. Lector, por si acaso queréis imitarle he aquí lo
que es necesario hacer.
Arréglense las cartas, dándose a los cuatro palos de la baraja un orden tal que
pueda clasificarse en la memoria. Ya he hablado anteriormente de este método
y si lo recuerdo aquí es porque es necesario servirse de él. Ya he dicho que el
orden que yo había adoptado era oros, copas, espadas y bastos. Si se juzga a
propósito, puede cambiarse este arreglo, lo importante es acordarse de él.
Estando así dispuestas las cartas os presentáis haciendo una mezcla falsa,
cortando muchas veces, como por distracción, pero mas bien con la intención
de prevenir al público de este arreglo.
Para saber en qué disposición se encuentran las cartas es suficiente mirar la que
está debajo. Si por ejemplo se ha visto el caballo de copas, ya se sabe que la
sota de copas está encima pues esta carta es la que sigue al caballo del mismo
punto.
Digo que sigue porque si se colocase encima este caballo la carta que vendría
después seria la sota.
Pasemos ahora a la ejecución. Dirigíos a una persona de la reunión diciéndole:
"Señorita, piense Vd. una carta, la que Vd. va a pensar está sobre la baraja.
Nómbrela Vd."
Supongamos que nombre el rey de oros, y que se, tiene la sota de copas sobre
la baraja. He aquí el Cálculo que es necesario hacer en un abrir y cerrar de ojos
(prontitud que enseña la costumbre): estando el caballo de copas debajo, hay
todavía ocho copas sobre la baraja. Para llegar al rey de oros hay una carta mas
que hay que añadir a las ocho copas; lo que hace un total de nueve cartas que es
necesario hacer pasar de arriba abajo por medio del salto para que el rey de
oros esté sobre la baraja. Entonces empleando el tercer método de hacer el salto
de baraja con una sola mano, divídase la baraja con la punta de los dedos por el
sitio en que el tacto os indique para separar estas nueve cartas del resto de la
baraja. Introdúzcase el anular en la separación y hágase el salto. Como
haciendo el salto de este modo, se ve la carta que va debajo, se sabe si se han
pasado bien las cartas; porque si se ve que el as de copas va debajo de la baraja,
se está ya seguro que el rey está arriba. Si se viese otra carta seria necesario
volver a hacer el salto hasta tanto que el rey se hallase en el punto que se ha
indicado.
Nótese bien que este modo de hacer el salto no tiene nada de sospechoso. Tiene
sencillamente el aire de mezclar las cartas, como si se quisiera dar una muestra
de ligereza y este se concibe fácilmente, porque los espectadores viendo
agitarse las cartas y no viendo mas que el dorso, no dudan que no podéis ver las
figuras. Ya lo he dicho y lo repito.
Es necesario practicar bastante esto, para adquirir esta seguridad en el tacto,
por otra parte esto no es tan difícil como se puede pensar a primera vista. Sin
haberme ejercitado mucho en este juego las veces que lo he practicado si me he
equivocado ha sido solo de una carta. Pero cuando el caso se hace un poco
dificultoso es cuando la carta pensada está debajo porque es muy difícil hacer
pasar una carta arriba. En este caso vale mas renovar muchas veces el corte.
Cuando la carta pensada se encuentra la segunda sobre la baraja lo que sucede
algunas veces, entonces es una circunstancia feliz porque se enseña la primera
carta y naturalmente dicen que no es aquella la que han pensado. Colócase la
carta otra vez sobre la baraja, y mostrando algo de disgusto se dice: "¡Cómo;
usted no había pensado el rey de oros?" A lo cual contestan que efectivamente
es el rey de oros el que han pensado pero que la que habéis enseñado es el as de
copas. Volviendo a tomar la carta de la baraja se loma la segunda, diciendo:
"Pero Vd. se engaña, puesto que es efectivamente el rey de oros." Entonces al
ver esta carta todo el público piensa que está hecho todo esto a propósito pare
hacer el juego mas admirable.
Recomiendo eficazmente el ejercitarse a menudo en hacer el salto con una sola
mano según el tercer método. Es el mejor y el mas útil, como ya lo he dicho al
describirlo. Era el solo que empleaba Conus padre en sus juegos. Recomiendo
todavía ponerse en guardia contra esa prevención que he notado en varias
personas que se creen son ineptas pare esta clase de pasatiempos. Imagínanse
sin duda que es necesario hallarse dotados de una ligereza extraordinaria pare
hacer los juegos: pero se engañan; pues con un poco mas o menos de práctica,
le es dado a todo el mundo ser maestro en este arte; suponiendo que no está
paralítico ni manco.
Hay cosas que a primera vista parecen imposibles; sin embargo ensáyense con
cuidado, y no se tardará mucho tiempo en cambiar de idea. Esto me recuerda
un hecho del cual fui testigo no hace mucho tiempo. He visto a un joven
prestidigitador que hablando familiarmente con cinco o seis personas, decía:
una de ellas: "Piense Vd. una carta y voy a nombrarla al momento. Pero para
estar seguro de la verdad y que nadie pueda creer que estamos de acuerdo,
dígale Vd. á cualquiera al oído la carta que Vd. ha pensado." Hizo lo que dijo,
y de ocho o diez veces que repitió la experiencia solo se equivocó una.
No nos hizo un misterio de su secreto. Nos hizo notar que los diferentes
movimientos de los labios al pronunciar pueden interpretarse fácilmente en
todos los nombres de las cartas y que con un poco de costumbre, prestando
mucha atención era difícil equivocarse; pero que era preciso colocarse de modo
que se pudiese apercibir bien la boca de la persona que nombraba la carta, sin
ser tampoco de una necesidad absoluta verla en su totalidad
Apenas podía dar crédito a tal perspicacia; esto me parecía prodigioso: pero no
tardé mucho en convencerme cuando vi a algunas de las personas presentes
ensayar esta experiencia y lograrla hacer casi todas. La mayor parte adivinaban
por cada seis veces cinco.
***
SECCIÓN XX
Enseñar una carta, colocarla sobre la mesa y cambiarla sin tocarla no
teniendo otras cartas en la mano.
Para este juego es necesario tener preparada una carta de la manera siguiente:
Despéguese por ejemplo un nueve de copas y un as de oros de una baraja
francesa. Péguense estas dos cartas de modo que el dorso del oro esté sobre el
mismo punto de la copa y sobre el dorso esta copa se coloca una de las hojas
blancas. Esta carta no es entonces mas que un as de oros.
Puede uno mismo hacer estos puntos sobre un papel fuerte y se pegan como
acabo de decir. Cuando estas cartas están secas se alisan como queda explicado
en la Sección VI.
Si esta carta que no representa más que un as de oros se mirase a través de la
luz se vería perfectamente el nueve de copas. El punto del oro que debe
adaptarse exactamente a la copa del centro estaría cubierto por aquel y en la
transparencia no se vería.
Compréndese que esta carta puede servir para muchos juegos. Los que se
sorprenden mucho más de estos efectos son los prestidigitadores que ignoran
este medio y solo conocen el de cambiar la carta.
Como por lo regular estas clase de reuniones se dan siempre por la noche, la
dificultad en hacer uso de esta carta preparada es cuando se interpone ésta entre
los espectadores y las bujías para hacerles ver el nueve de copas. Hacerlo sin
ninguna afectación. Este es el momento en que se dice: "Señores, este nueve de
copas lo coloco sobre la mesa" y se coloca efectivamente muy cerca de las
luces; pero sin pararse, pues para ver la carta es suficiente un abrir y cerrar de
ojos. Habiéndola visto colocar de este modo en la mesa, los concurrentes están
bien persuadidos de que es el nueve de copas
El as de oros no pueden verlo, como se podría creer, aunque está a la vista de
los espectadores, pero es preciso bajar la carta al pasarla por cerca de las luces.
El mismo efecto puede producir de noche que de día; pero en este último caso,
es necesario que los espectadores estén de cara a los balcones o ventanas y vos
cerca de ellas.
Puédese producir un efecto maravilloso, sirviéndose de esta carta para terminar
el juego del escamoteo de los cuatro ases, de la Sección VI. Cuando se llega a
la última tómese esta carta que estará dispuesta sobre la baraja. Colócase la
baraja sobre la mesa y se dice: "No me queda que tomar más que un as."
Diciendo estas palabras pásase la carta cerca de las luces haciendo el
movimiento que es natural para tocar la mano de la persona que tiene los ases.
Por otra parte este modo de enseñar la carta es interpretarlo por los
espectadores como si quisieras decirles: "He aquí en lo que va a cambiarse mi
cuarto as." Bájese rápidamente y deposítese en la mesa. Puede muy fácilmente
comprenderse la admiración de los espectadores, que acaban de ver un nueve
de copas y en el mismo momento ven un as de oros y todo esto sin haber
perdido de vista la carta; admiración tanto mayor cuanto que no se tiene en la
mano más que solamente esta carta que acaba de cambiarse súbitamente de un
modo tan extraordinario.
Lo repito, pueden hacerse, por medio de esta carta transparente, muchos juegos
sorprendentes que la imaginación puede sugerir. Voy solamente a explicar uno
solo, el cual podrá muy fácilmente inspirar otros.
Mándese construir por un ebanista una caja muy sencilla, de la forma de una
carta, pero un poco mayor, bien entendido. Esta cajita debe tener cerca de tres
centímetros de espesor, comprendidas las dos partes, las cuales se juntan por
medio de dos charnelas. Píntese un oro al dorso de un nueve de copas.
Consecuentemente esta carta será as de oros por un lado y nueve de copas por
el otro.
Colóquese cuando se quiera hacer el juego, la carta transparente sobre la baraja
y el verdadero nueve de copas debajo.
Entréguese la caja a una persona. Abrase la baraja como si quisiera tomarse
una carta cualquiera; pero se toma la carta doble enseñándola por la parte del as
(esta carta debe de estar puesta de antemano en la baraja.) Métase en la caja, tal
cual se vuelve a tomar de manos de la persona, bajo pretexto de enseñarla a los
espectadores. Al cerrar la caja por la parte que se encuentra la carta, vuélvese
esta naturalmente y aparece al volver a abrir la caja, por el lado del nueve de
copas. Vuélvese a entregar la caja a la persona que la tenía. Ahora se hace una
mezcla falsa y se dice: "Voy a tomar una carta, no importa cual, y dejarla sobre
la mesa." Hablando de este modo tómese de la baraja el verdadero nueve de
copas; y se continúa diciendo: "La cuestión es hacer pasar invisiblemente este
nueve de copas dentro de la caja que laseñora tiene en su poder cerrada y el as
de orors que en la actualidad está en la caja hacer que pase a ocupar el sitio del
nueve de copas. No crean ustedes señores que voy a tomar otro de otra baraja.
Para prevenir toda suposición voy a dejar la baraja sobre la mesa y coloca aquí
el nueve de copas." Al decir: "No crean ustedes señores que voy a tomar otra
de otra baraja," se coloca en la baraja la verdadera carta, como acción
indicativa, y fingiendo volverla a tomar se toma la segunda, según el segundo
método de la carta cambiada; y como diciendo: "Yo coloco aquí ete nueve de
copas" se pasa cerca de la luz, los espectadores al verle no pueden creer que se
haya cambiado y es grnde su sorpresa cuando se descubre y enseña el as de
oros y se abre la caja y se hace ver que el nueve de copas ha ocupado su lugar.
Es necesario volver a tomar la baraja en el momento en que se invita a la
persona que tiene la carta a que la abra, porque, cuando enseña el nueve de
copas, se toma esta carta y se coloca enseguida en la baraja, rogando a los
espectadores que reconozcan la caja para asegurarse que no tiene ningún doble
fondo. Pero la carta debe colocarse de modo que se pueda hacer el salto, para
escamotearla y dejarla caer sobre la tablilla al tiempo de dejar la baraja sobre la
mesa.
En cuanto a la carta transparente se toma como una cualquiera otra carta y se
coloca en la baraja. Sin embargo sería bueno colocarla sobre la otra a fin de
excamotearla juntamente con aquella y ponerla al abrigo de toda investigación;
porque es necesario siempre preveer y prevenir todas las eventualidades
enojosas, porque podría muy bien suceder que dejando éstas en la baraja se le
ocurriese a alguno el examinarla y hallasen estas cartas.
La invención de la carta transparente se debe a Mr. Teodoro Massy, aficionado
ingeniosísimo para encontrar medios relativos a la física recreativa.
***
SECCIÓN XXI
Una carta tomada y mezclada en una baraja que se coloca circularmente
sobre una mesa, en el centro de la cual se colocará un pequeño pedestal
conteniendo una saeta de reloj, hacer que dando vueltas la saeta se pare
precisamente en la carta que se tomó y mezcló.
Este juego es también invención de un aficionado según me ha dicho el hábil
prestidigitador que me ha confiado el secreto, confesándome que sin embargo
de ser tan sencillo había dado origen a muchos comentarios.
Colocase verticalmente sobre un plato de madera de una circunferencia
bastante para contener las 40 cartas de la baraja, un pequeño pedestal. Sobre
este se coloca una saeta parecida a la que los vendedores de barquillos colocan
sobre sus cajas para confiar al azar la suerte de sus mercancías. Si no se tiene
plato de madera, se puede hacer uso de una mesa ordinaria, sobre la cual se
trazará un círculo capaz de contener las 40 cartas. Este último preparativo me
parece todavía mejor.
Tomadas estas disposiciones se coloca en el centro del círculo el pedestal
provisto de su saeta.
Después de haber ejecutado un cierto número de juegos de cartas, se hace sacar
una y se da la baraja para que mezclen la carta que tomaron libremente.
Enseguida se colocan todas las cartas alrededor del círculo, con las figuras
hacia abajo. Dase vuelta a la saeta y la punta se para precisamente sobre la
carta que tomaron. Se la hace nombrar y se descubre para probar que la saeta
no se ha engañado.
Explicación: En lugar de tomar una baraja completa, se toma una compuesta
toda ella de cartas iguales, pero teniendo cuidado de colocar debajo de la baraja
una carta de otro palo diferente de las otras, y la cual se deja ver sin afectación.
Esta carta se coloca para que no pueda verse debajo de la baraja una carta igual
a la que sacaron. No debe tenerse ningún cuidado respecto a esta carta pues
sería una gran casualidad el que la saeta se parase en ella. Pero si diese esta
casualidad se volvería a empezar el juego, atribuyendo esta desgracia a la
humedad del tiempo o a la influencia de la luna, la cual ha podido muy bien
desarreglar las cartas. Y si algunas personas diesen a entender que dudaban de
la excelencia de vuestras razones, he aquí lo que podría decírselas para
convencerlas:
"Señores lo que acabo de decirles es muy cierto, porque Vds. habrán podido
notar muchas veces, que en tiempo de luna llena y muy a menudo antes, con tal
que el cielo esté bien puro, porque si hubiese la menor nube no se vería nada.
Dícese que es necesario tomar tantas precauciones que muchas personas han
renunciado. Sin embargo he conocido a algunos que me han asegurado que
ordinariamente no falta nunca esto pero que es necesario estar con mucha
atención. En cuanto a esto lo creo porque he encontrado mas de veinte
naturalistas que me han dicho que nunca lo habían logrado. Sin embargo, si es
verdad, como los físicos nos lo aseguran, debe pensarse que hay en la
naturaleza efectos cuyas causas no estarán probablemente ocultas; porque si el
fenómeno del cual acabo de hablar ha sido observado por tantas personas,
¿cómo se explica el que ninguna haya podido darnos cuenta de un resultado tan
extraordinario? Apelo a la sagacidad de Vds. en cuanto confieso que no
entiendo nada de esto, pero estoy plenamente convencido que está es la causa
de que el juego no me saliese bien."
Después de razonamiento tan sublime no creo yo que pueda haber nadie que se
muestre rebelde a la evidencia de vuestros argumentos. Por otra parte lo que no
se comprende es siempre mas persuasivo, y os aconsejo que cuando os suceda
algún contratiempo uséis de este medio, porque aun los mas rebeldes
procurarán no haceros mas objeciones. Volvamos a nuestro juego.
Si se critica al inventor la frivolidad de su procedimiento diré que todos los
medios son buenos cuando se logra el objeto que se desea. Si el juego se acoge
tal como se presenta no hay nada que decir. Habiéndoos visto hacer los
espectadores muchos juegos, antes de presentar estos, y siempre con barajas
completas están muy lejos de sospechar tal superchería y la carta que se coloca
debajo de esta falsa baraja es suficiente para evitarlo.
***
SECCIÓN XXII
Adivinar enseguida las cartas que se tomen libremente de una baraja.
Es necesario tener una baraja arreglada en un orden que parezca que las cartas
se hallan totalmente mezcladas. He aquí uno muy sencillo. Reténgase en la
memoria estos nombres los cuales forman una frase inteligible,
pronunciándolos en el orden que siguen: Cinco caballos de dos y tres reyes, son
diez y siete ases de cuatro seises.
Reténganse también los cuatro órdenes de los palos de las cartas del cual
hemos hablado ya anteriormente, que son: oros, copas, bastos y espadas. He
aquí como es necesario colocar las cartas. El primer palo es oros y la primera
carta de la frase es un cinco; colóquese pues el cinco de oros sobre la mesa. El
segundo es copas y la segunda palabra, es caballo; colóquese sobre el cinco de
oros el caballo de copas. La. tercera palabra de la frase, es dos, y la tercera del
palo, bastos; colóquese pues sobre las dos cartas el dos de bastos, y así
sucesivamente. He aquí como estaría compuesta la primera serie, hallándose
colocadas las cartas unas sobre otras: cinco de oros, caballo de copas, dos de
bastos, tres de espadas, rey de oros, sota de copas, siete de bastos, as de
espadas, cuatro, de oros y seis de copas.
Nótese que al acabar todas las palabras de la frase se ha de empezar por una
carta del mismo palo que la que concluye la serie, es decir que al seis de oros
debe seguir el cinco de oros, etc.
Estando así preparada la baraja, si se hace tomar una carta es necesario cortar
por el punto que tomaron la carta y colocar el paquete que estaba arriba debajo
mirando rápidamente la carta de debajo. Si por ejemplo se ve el caballo de
oros, recitando mentalmente la frase se sabe que es un dos el que sigue al
caballo; y conociendo el orden de los palos se sabe también que este dos es el
de copas, que es la carta que tomaron.
Si se quiere tomar el lector la molestia de practicarlo durante media hora verá
que esto tiempo es suficiente para aprenderlo perfectamente.
Por medio de esta baraja en la cual todas las cartas parecen perfectamente
mezcladas se pueden fácilmente conocer todas las cartas que se tomen
libremente. Será bueno cortar muchas veces seguidas delante de los
espectadores antes de hacer tomar la carta para evitar toda suposición porque
de este modo se cree generalmente que si estuviesen arregladas al hacer esto se
desarreglarían.
Se comprenderá fácilmente que por este medio, se pueden hacer una porción de
juegos sorprendentes. Voy a describir uno para dar una idea del partido que se
puede sacar le este arreglo.
***
SECCIÓN XXIII
Espárzase una baraja sobre la mesa con las figuras hacia abajo; ruéguese el
separar una carta y hacer que una carta tomada de otra baraja sea
precisamente la que se indicó libremente.
Prepárese y téngase colocada de antemano sobre la mesa, una segunda baraja.
El arreglo de esta baraja puede, ser cualquiera con tal que se encuentre una
carta fácilmente.
Después de haber hecho una mezcla falsa con la baraja arreglada según lo he
explicado en la Sección XX, y enseñado que las cartas están bien mezcladas se
esparcen sobre la mesa, con las figuras hacia abajo, formando una larga hilera,
pero cuidando que no estén separadas. Ruéguese a una persona que escoja una
y que la separe de las demás. Recójense las cartas empezando de lado mismo
que se tomó la carta y al tiempo de cogerlas todas como para igualarlas se echa
una rápida mirada sobre la carta de debajo. Conociendo esta carta se sabe
naturalmente la que le sigue. Déjese esta carta sobre la mesa, un poco separada
de la carta que apartaron. Tómese la otra baraja v búsquese rápidamente la
carta igual a la que separaron; hágase tomar forzadamente y en seguida se le
dice a la persona que ha separado la carta que diga qué carta es la que separó.
Como no la ha visto contestará que no sabe cuál es. Entonces se dice;
"Caballero, nadie conoce la carta que ha tocado Vd. libremente. Ni Vd. ni yo la
hemos visto. Pero para saber la carta que es sin volverla, será suficiente que
miremos la que la señora acaba de sacar a su elección de esta baraja; porque
estoy viendo que esta carta es la misma que hay sobre la mesa y que Vd. separó
de las demás." Enséñanse las dos cartas y se reconoce su identidad.
Puede fácilmente concebirse el efecto que este juego producirá en el ánimo de
los espectadores, si se reflexiona que nadie sospecha que las cartas están
arregladas, y que todos los concurrentes estén persuadidos que la carta que
sacaron de la segunda baraja lo fue libremente.
Doy fin a la descripción de los juegos de cartas, de los cuales ninguno, según
mi convicción, se ha publicado todavía. Habiendo hojeado las obras de
Ozanam, Guyot y Decremps, no he hallado en estos doce volúmenes mas que
tres o cuatro juegos que estén bien compuestos y que sean dignos de la época
actual. Yo no ignoro estos juegos, pero como me había propuesto no admitir en
mi libro, más que aquellos que no hubiesen sido publicados hasta el día, quería
pasarlos en silencio. Sin embargo pensando que los aficionados que no
poseyesen las obras que acabo de citar se verían privados de estos lindos
juegos, tuve sentimiento y caí en la tentación. En fin he triunfado de mis
escrúpulos y los doy a continuación de los que acabo de describir, en interés de
las personas que no los conozcan.
Sin embargo después de haber explicado estos tres o cuatro juegos tal y como
están escritos en los libros de los cuales los he tomado me permitiré hacer
algunas observaciones para perfeccionarlos rogando al lector que no atribuya a
una manía de censurador las enmiendas que pueda hacer.
Hacer desaparecer de una baraja una carta pensada para
hallarla en cualquier otro sitio.
Doy principio a este pequeño suplemento por un juego que es de muy poca
importancia porque no se ha sacado partido de él. Este juego es de pura
combinación aritmética; y si hablo de él es porque con el auxilio de la
prestidigitación, he podido añadirle una circunstancia que lo hace realmente
admirable, de nada que era. Esto probará también que mezclando la ligereza a
los juegos de cálculo, se les pueden dar mayor brillantez.
Este juego lo he hallado en una obra titulada Dictionnaire des jeux familliers.
Ruégase a una persona que piense una carta. Hácense tres paquetes sobre la
mesa, colocando alternativamente una carta sobre cada montón hasta finalizar
con toda la baraja. Pregúntase a la persona que ha pensado la carta en qué
paquete se encuentra. Tómese el paquete indicado y colóquense los otros dos
debajo. Repítase esta operación tres veces seguidas, colocando siempre el
montón designado sobre los otros. A la tercera vez la carta se halla encima.
Quiero decir que es la primera del paquete indicado. Recójense los paquetes
como queda dicho y la carta, se encuentra entonces la primera de la baraja.
Quitando vivamente las cartas los espectadores no se fijan en la carta pensada,
y por otra parte, están muy lejos de creer que ya la conocéis. Entonces, en lugar
de nombrar la carta, como lo aconseja la obra arriba citada y de dar por
terminado el juego, escamotéese la carta y dese a mezclar la baraja. Durante el
tiempo que mezclan la baraja métese en el bolsillo la carta que se tiene en la
mano. Enseguida, se recomienda a la persona que tiene la baraja que la cierre
entre sus manos, diciendo: "Señores no solamente conozco la carta y puedo
nombrarla, sino que voy a escamotearla." Dánse unos golpecitos sobre la
baraja, ordenando a la carta que pase a vuestro bolsillo. Sácase y se enseña
luego, de haberla nombrado.
Todavía se puede hacer otra cosa mejor. Mientras que mezclan las cartas se
toma una de las cajas mecánicas de las cuales daré la descripción en la tercera
parte de esta obra, y colóquese en esta caja la carta escamoteada. Esta carta no
está visible hasta que uno no lo desea. Enséñase que no contiene nada la caja y
se da a guardar a cualquiera. Dense unos golpecitos a la baraja como ya lo he
dicho anteriormente, ordenando a la carta que pase a la caja. Abrese esta para
enseñar la carta, y se recomienda el mirar la baraja para hacer ver que la carta
ya no está allí.
Hacer tomar diferentes cartas y después de mezcladas en
la baraja hacer que una de ellas se cambie sucesivamente
en todas las que tomaron.
Este juego ha sido muy bien descrito por Decremps; es todavía uno de los más
bonitos que se pueden hacer. Sin embargo, me permitiré no conformarme del
todo en su método porque hay que añadirle algunas particularidades y quitar
algunas otras cosas.
Por ejemplo, el párrafo 8°. Quita dos cartas y da la baraja a mezclar. Dar la
baraja a mezclar no es aquí mas que un pretexto inútil para tener ocasión de
mirar la carta que él no conoce de las dos que ha quitado. Siempre es peligroso
quitar cartas cuando se deben de tener cierto tiempo en la mano, como el que se
emplea para mezclar. No debe hacerse uso de este medio mas que cuando es
inevitable. Aquí es inútil. Si hay necesidad de ver en la baraja una carta que os
es desconocida se debe recurrir al principio de mirar la carta; en el tiempo de
Decremps no se conocía esto.
Voy, pues, a describir este juego según mi método de ejecutarlo. Hago tomar
una carta, afectando dejarla escoger libremente. La hago colocar en la baraja y
por el método de mirar la carta, la conozco al momento. Hago tomar
forzadamente esta misma carta a cuatro o cinco personas, alejadas unas de otras
a fin de que no puedan ver que han sacado todas la misma; cada vez que tornan
una carta se hace una mezcla falsa. En cuanto a la última que hago tomar la
dejo en poder de la misma persona. Hago sacar una segunda que reconozco
también por el medio de mirar la carta. Corto por el punto que la colocan; hago
colocar encima la que quedó en poder de la última persona. Cubro estas cartas
con el otro paquete, hago el salto y las dos cartas se encuentran sobre la baraja.
Aquí nombro estas dos cartas con otras que no se tomaron, como para probar
que conozco todas las que han sacado; pero en realidad para alejar las
sospechas que pudieran concebir contra la diversidad de cartas; porque cada
uno al oír nombrar la suya, cree que las demás son las que sacaron las otras
personas.
Cuido de no perder de vista la primera carta que es la que sacaron diferentes
veces. Hago tomar libremente una tercera carta y la pido a la persona que la
tomó para enseñarla a los espectadores. Cambio la carta, diciendo a esta última
persona "Señorita, ya no es la carta de Vd. que es la del caballero."
Nótese que habiendo cambiado la carta, la que se tiene en la mano es la que
sacaron diferentes veces. La enseño a todas las personas que la tomaron,
diciendo siempre, bajando la carta: "Ya no es la de Vd. que es la de la
señorita." Pero para dar mas acción a este juego, cada vez que finjo cambiarla
hago dar un estallido a la carta.
Como este movimiento se emplea en ciertos juegos voy a explicar el modo de
ejecutarlo.
Para producir este ruido, se tiene la carta con el índice y el pulgar y sobre el
índice colócanse los dedos restantes uno sobre otro. Se juntan con fuerza para
darles elasticidad, y soltándolos uno después de otro, cada uno de ellos viene a
dar sobre la carta con bastante fuerza para ocasionar un ruido bastante
perceptible. Este movimiento es necesario en el juego de que nos ocupamos,
porque es preciso poner en evidencia algo que opere la metamorfosis.
Volvamos al juego.
Cuando se ha enseñado esta misma carta a todas las personas que la tomaron,
falta todavía enseñar la que está debajo, y que actualmente se halla sobre la
baraja. Pero finjo olvidaría diciendo: "Creo que ya he enseñado todas las cartas
que tomaron." Pronunciando estas palabras cambio la carta. La persona que
espera la suya, me recuerda que no le he enseñado la suya: le ruego la nombre
y se la enseño.
Cambio por última vez la carta para tomar una cualquiera; y como si temiese
haber olvidado todavía alguno, pregunto si falta otra persona a enseñarle su
carta; nadie contesta. Entonces dando un estallido a la cara que tengo en la
mano la enseño diciendo: "Esta no es la carta de nadie."
La diferencia que hay entre el método de Decremps y el mío, es que yo dejo
tomar libremente la primera carta, que es la que deben tomar varios; que no
quito las dos cartas que hay sobre la baraja, operación que da mas dificultad;
que no tomo la carta que sacaron diferentes personas, pero hago sacar otra que
enseño y cambio para tener la que debe ser objeto de la metamorfosis; en fin,
que después de haber enseñado todas las cartas que tomaron, termino el juego
cambiando la carta para enseñar una que no pertenece a nadie: lo que confirma
todavía más en que las cartas tomadas fueron distintas.
Entre algunos juegos de cartas descritos por Guyot he hallado dos muy bonitos,
de los cuales no he hablado anteriormente sabiendo que estaban publicados;
voy a escribirlos literalmente, conformándome al texto del mismo.
Las cartas cambiantes
Es necesario que la baraja tenga una carta doble (por ejemplo, un rey de bastos)
el cual se colocará debajo de la baraja; debajo de este rey se coloca una carta
cualquiera, supongamos un siete de oros y encima de la baraja el segundo rey
de bastos; Mézclase la baraja sin desarreglar estas tres cartas y enseñando la
carta de debajo, el siete de oros, a una persona, se retira con el dedo, que se ha
tenido cuidado de humedecer un poco, y fingiendo entonces quitar este siete, se
saca el rey y colocándolo sobre la mesa se le suplica a esta misma persona que
cubra con su mano este pretendido siete; barájase por segunda vez sin
desordenar la primera y última carta y habiendo hecho pasar debajo de la baraja
el segundo rey se enseña a otra persona preguntándole cuál es esta carta,
retírese con el dedo, quítese el siete y hágasele cubrir con la mano; mándese al
siete de oros, que se cree estar en poder de la primera persona que, pase a la de
la segunda, y recíprocamente al rey de bastos que parece haberse colocado
debajo de a mano de la segunda persona el pasar a la primera, háganse levantar
las manos y notar quo se ha verificado el cambio.
Nota. Las dos cartas iguales y la atención que se tiene de hacer distinguir a la
segunda persona el rey de bastos, hace aparecer esta recreación bastante
extraordinaria.
Voy también a permitirme algunas observaciones sobre este juego tomado de la
obra de Guyot. Desde luego es preciso no dar a los espectadores tiempo para
reflexionar. Se pasa en seguida a otro juego. Me ha sucedido algunas veces que
personas que estaban muy atentas al juego decían en voz alta: "Yo creo que
para hacer ese juego se necesitan dos cartas iguales." Para evitar esta reflexión,
tengo sumo cuidado en escamotear una de las dos cartas tan pronto como el
juego está hecho.
En lugar de hacer colocar las manos sobre las cartas, ruego a las dos personas
que las aproximen la una a la otra y las toquen, entonces tomo la varita mágica
y encargo toquen ambas cartas por los extremos, diciendo que tiene la virtud de
operar este prodigioso cambio en el momento que entra en comunicación con
la carta. Estas mentiras son a menudo necesarias para dar al juego un aire mas
misterioso.
Cuando Guyot dice que fingiendo quitar el siete de oros se quita el rey de
bastos concíbese que quiere decir que es necesario correr la carta; porque el
que no conozca este principio, se vería muy apurado si quisiera tomar la
segunda carta de la baraja sin hacer correr la primera hacia atrás.
He aquí el segundo y último juego que tomo de Guyot. Está también muy bien
compuesto. Es un juego de carta pensada pero que pertenece del todo a la
prestidigitación. Lo copiaré literalmente como el anterior, con tanta mas razón
que está muy bien explicado y en pocas palabras, cosa muy difícil para los
juegos. Sin embargo me reservo el hacer algunas observaciones que creo
necesarias.
De cuatro cartas que se hacen tomar libremente de la
baraja dejar pensar una y adivinarla.
Es necesario dejar tomar libremente de la baraja cuatro cartas y decir a la
persona que la ha elegido que piense una a su elección. Vuélvense a tomar
estas cuatro cartas y se colocan diestramente dos arriba de la baraja y dos
debajo; y sobre estas dos últimas, se colocan cuatro cartas cualquiera; ábrese la
baraja en forma de abanico enseñando solamente ocho o diez cartas, y se
preguntará a la persona que ha pensado la carta si ve la que pensó. Si responde
que no, entonces se está seguro que se encuentra en las dos cartas que se han
puesto arriba; entonces se hacen pasar debajo; y enseñándole la carta última de
la baraja se le dice: "¿No es esta su carta?" Si dice todavía que no, con el tercer
dedo, que se habrá humedecido ligeramente, se retira esta misma carta y se le
dice que retire ella misma su carta de debajo de la baraja.
Puede igualmente retirarla uno mismo y enseñarla.
Si la persona dijese que la carta que ha pensado se halla entre las primeras que
se le han enseñado será necesario desde luego retirar sutilmente las cuatro
cartas que se colocaron, a fin de que las dos cartas entre las cuales se halla la
carta pensada, estén debajo de la baraja y se le enseña o hace sacar su carta
como va he explicado mas arriba.
Observaciones. Creo que es bueno que explique al lector como se colocan
diestramente dos cartas arriba y dos debajo, como Guyot recomienda, pero
olvidando de dar el medio; voy a llenar este vacío.
Teniendo la baraja en la mano, se abre con el pulgar, lo cual es muy fácil; y
teniendo en la otra mano las cuatro cartas, se colocan en el centro que se les ha
preparado con el pulgar, pero con la atención de colocar el dedo pequeño entre
estas dos cartas. Se hace el salto de baraja; entonces hay dos cartas debajo y
dos arriba de estas cuatro que se han colocado en el centro.
En el caso en que es necesario retirar las cuatro cartas indiferentes que se han
colocado debajo, Guyot dice que es necesario retirarlas sutilmente: será bueno
también enseñar como se hace para quitarlas sutilmente, lo que no es tan fácil
como se puede creer. Esto se efectúa cuando, habiendo esparcido la baraja para
preguntar si está la que pensaron, contestan que si; entonces recogiendo las
cartas se coloca el dedo pequeño sobre las cuatro últimas y se hace el salto para
hacerlas pasar arriba. La cara de las cartas está arriba pero esto no importa
nada.
Todavía una observación importante: Guyot dice también que es necesario
colocar cuatro cartas cualquiera sobre las dos de debajo; mas esto que no
parece nada es lo más difícil del juego. Si no se trata mas que de tomar cuatro
cartas del centro de la baraja y colocarlas simplemente debajo no hay cosa mas
fácil. Pero no es necesario olvidar que la mirada del espectador está fija en
nuestras manos y si os ven colocar algunas cartas debajo de la baraja, no
dejarán de pensar que es con algún objeto: nacen las conjeturas, vienen las
dudas y por esto algunas veces se llegan a adivinar los medios. Todo esto es
necesario evitarlo. Para todo hay principios. Así pues en el caso de que se trata
en este momento, para colocar estas cuatro cartas debajo de la baraja sin hacer
nacer suposiciones, he aquí el medio el cual es tanto más útil de conocer cuanto
se emplea muy a menudo en los juegos, lo que obliga mas a recurrir a este
procedimiento, es que es necesario contar, las cartas y no colocar ni mas ni
menos que las que son necesarias.
Supongamos que se tiene la costumbre de tener la baraja en la mano derecha.
Tómese con la izquierda un paquete sobre la baraja, y con el pulgar de la mano
derecha, córranse una después de otra, cuatro cartas sobre el paquete que se
tiene en la mano izquierda; vuélvense a juntar estos paquetes, colocando el
paquete de la izquierda sobre el de la derecha. Estas cuatro cartas se hallan
sobre la baraja. Córranse una segunda vez a la mano izquierda con el pulgar de
la drecha; llévense de nuevo sobre la baraja, pero esta vez, colócase el dedo
pequeño de l amano derecha debajo, y se hace el salto para hacerlas pasar
debajo.
En la descripción de esta manipulación parecerá que ha de ser muy larga de
operar: todo esto puede hacerse en el tiempo en que se dice: "¿Señora, quiere
usted sí gusta, tomar una carta?" Y todavía en mucho menos si es un tartamudo
el que hace la pregunta.
Los espectadores al ver esto se creen que no hacéis más que mezclar las cartas
y esta manipulación no es sospechosa para ellos.
Una última observación. Es muy fácil ver en el modo como Guyot presenta
esta recreación, que no tenía costumbre de hacer juegos. Ya lo he dicho: la
menor circunstancia omitida por irreflexión u observada a tiempo es suficiente
para echar a perder un juego, o hacerle sorprendente. Guyot hace tomar la carta
por debajo, a la misma persona que la ha pensado, diciendo: "¿Es esta su
carta?" Este modo de acabar el juego es de todo insignificante. He aquí como
debe terminarse. Es necesario conocer la carta de debajo, que es una de las dos
en que se encuentra la carta pensada. Luego que se hayan recogido las cartas;
luego que la persona os ha dicho, hablando de la suya; "La veo," o: "No la
veo," anunciadle afirmativamente que su carta está debajo de la baraja. Si
nombra la carta que está la primera debajo y que conocéis, se la enseñáis. Si
nombra otra carta no puede ser más que la segunda por debajo. Se hace correr
la primera, para dar la segunda, que ha sido la pensada.
No quiero hablar de algunos juegos muy conocidos porque se encuentran en las
compilaciones que ya he citado las cuales están tomadas de Ozanam; Guyot, y
sobre todo de Decremps. Estos libros copiados unos de otros, son sin cesar
vendidos al público sin ofrecer nada de nuevo. Así es que en todos ellos se
encuentra la carta tomada y hallada con la punta de un cuchillo con los ojos
vendados; la carta mezclada que queda sola en la punta de los dedos, cayendo
las otras al suelo; la carta quemada y compuesta; y en fin otras muchas que
nadie las ignora desde hace mucho tiempo.
Voy a terminar esta primera parte, haciendo conocer algunos medios
secundarios que es bueno saber para estar anticipadamente prevenidos contra
toda sorpresa, en el caso que se viesen sus efectos.
No he dicho nada de las llaves, porque es un medio ya muy antiguo, el cual ya
no se gasta porque hay otros medios que reemplazan ventajosamente a este.
Llámase llave, una carta que es más larga o más ancha que las demás. Se
distingue fácilmente al tacto. Ordinariamente se colocaban dos en la baraja, una
larga y otra ancha, Ozanam y Guyot las han usado en algunos de los juegos que
han descrito: no es necesario admirarse porque hace ya un siglo que vieron la
luz pública sus obras. Estas llaves daban mucha facilidad en la ejecución de
varios juegos; pero en la actualidad serían superfluas, porque con las barajas
cortadas a bisel pueden ser todas llaves, y que, como ya lo he dicho, hay otros
medios que permiten rechazar estas antiguas llaves, como podrán convencerse,
examinando los principios descritos al empezar la primera parte de este libro.
Los prestidigitadores se sirven de un medio para forzar a una persona el cortar
la baraja por el sitio que les es necesario. Este medio lo emplean también
ciertos estafadores que su oficio es solo engañar en el juego. Consiste en
separar la baraja en dos partes con el dedo pequeño y en doblarlo en sentido
inverso. Se encorban las cartas aproximando los dos extremos interiormente, de
modo que las dos partes estando así plegadas, doblando los dos extremos con
los dedos, se forma entre ellas un vacío en forma de óvalo, cuyo eje corta las
cartas al través. Aflojando los extremos para dejar las cartas en su primitivo
estado conservan esta curvatura que les ha obligado a tomar la flexión y como
las dos partes que se han doblado en sentido contrario, tienen su parte cóncava
cara a cara, resulta un vacío que obliga a cortar por esta parte.
A esto se llama hacer el puente. Este movimiento se hace en un abrir y cerrar
de ojos; y no puede apercibirlo nadie, porque la mano que lo efectúa cubre
totalmente la baraja.
Para dar una idea del uso del puente supongamos que vamos a jugar una
partida de cartas, que me toque a mí el dar y que quiera darme tres ases. Al
recoger la baraja que se halla esparcida sobre la mesa, coloco diestramente tres
ases debajo. Mezclo conservando los tres ases en su lugar. Para terminar la
mezcla, tomo con la mano que no tengo la baraja, un paquete de debajo, que
coloco encima para que los ases estén en el centro. Hago el puente y doy a
alzar: alzan y mis ases están en el montón que es para mi. Nótese que no hago
el salto para colocar los ases al centro; esto sería una falta, porque en el juego,
el menor movimiento que no sea motivado hace concebir sospechas. Tomando
como he dicho un paquete de cartas de debajo que coloco encima meneando las
cartas parece que quiera acabar la mezcla con naturalidad.
No quiero dar más ejemplos de esta superchería, porque mi designio no es el de
formar rateros. La sociedad no carece sin embargo de estos respetables artistas;
creo que hay todavía más de los que se necesitan. Yo solamente quiero
prevenir a los hombres honrados de los medios que pueden emplearse para
engañarles. Hay muchos de estos medios; y esto me hace pensar en dar algunos
consejos para evitarles estos lazos.
Hablaré, desde luego de ciertas personas que se encuentran muy a menudo, que
gozan la reputación de hombres honrados y lo merecen, pero que no tienen
ningún escrúpulo de engañar en el juego: pretenden únicamente corregir la
fortuna con un poco de habilidad y creen de buena fe que las infidelidades de
esta naturaleza no deben pesar sobre su conciencia. Es necesario observar: esta
clase de jugadores, sin conocer los juegos de cartas hacen diestramente, pero a
su modo, el salto de baraja y las mezclas falsas.
Después de haber reunido las cartas que les convienen y haberlas colocado
arriba o abajo de la baraja, según donde las necesitan, mezclan las cartas,
excepto las que tienen preparadas y que toman formando un paquete en la
mano, no mezclando más que las otras restantes y dejando el paquete en su
sitio, operación que no es difícil y que parece muy natural. Hela aquí.
Supongo que se quieran dejar las cartas escogidas sobre la baraja que se tiene
en la mano izquierda: tómanse con la derecha sobre la baraja casi la totalidad
de las cartas, y sobre las que quedan en la mano izquierda, colócanse arriba y
debajo, y por pequeñas porciones, todas las cartas de la mano derecha,
haciendo de modo que en último lugar, el paquete arreglado esté sobre la baraja
sin afectación.
Si es debajo de la baraja donde quieren conservarse las cartas que se han
reunido secretamente, se toman con la mano derecha tres o cuatro cartas
solamente; y siguiendo lo mismo en pequeñas porciones; colócanse arriba y
debajo de estas tres o cuatro cartas todas las que se tienen en la mano izquierda,
reservando todavía, un paquete de debajo formado de las cartas preparadas
sobre el cual se vuelven a colocar todas las cartas que están reunidas en la
mano derecha. Esto es en cuanto a la mezcla falsa.
Ahora, veamos como hacen el salto de baraja estos malignos jugadores que no
lo han aprendido por principios.
Cuando el contrario corta la baraja, toman el paquete que debe colocarse sobre
el otro; al tomarlo colocan encima el índice, que sirve para mantener este
paquete con los otros dedos y dejar el pulgar libre. Con estos dos dedos el
pulgar é índice levantan sin afectación el otro paquete. El primer paquete que
tienen entre el índice y el dedo del medio, se encuentra naturalmente sobre este
último, que recogen. De esta manera la baraja parece que haya sido cortada,
pero no cambia de situación y queda como estaba antes de alzar.
He visto ejecutar esta astucia tan ligeramente, que aun estando prevenido era
imposible verlo. De donde he deducido que no siempre es necesario recibir
lecciones para escamotear bien.
Aconsejo pues que se ponga mucha atención en el modo que vuestro contrario
da y corta la baraja. Pero no solo son estas las precauciones que deben tomarse
cuando teme uno ser engañado. Si por casualidad se tuviese ocasión de jugar
con personas que vos no conocieseis, cuya fisonomía no os pareciese muy
cristiana, sin tener el aire de ello, examinad atentamente las cartas. Mirad si no
están recortadas de un lado o de otro, si no hay algunas ligeras marcas, si los
cantos de algunas no están embotados y si su superficie está bien llana.
Mirad los cantos de la baraja cuando se hayan igualado bien las cartas, para ver
si algunas de ellas son más gordas que las otras. Si esto os parece así, tomad
una de estas cartas, tocad sus bordes con la punta de los dedos, para ver si no
ofrecen un chaflán muy sensible al tacto. Observad la marcha de vuestro
contrario, notad si la manera de manejar las cartas es natural, si las mezcla con
sinceridad, y si, de tiempo en tiempo, no oculta sus manos debajo de la mesa.
Pero tened sumo cuidado sobre todo contra las personas que estén detrás de
vos, y que están allí bajo pretexto de ver jugar. Sabed, si acaso lo ignoráis, que
por medio de algunos gestos poco aparentes o por algunas frases comunes,
pueden dar a conocer vuestro juego a vuestro contrario, y aún nombrárselo en
todas sus letras, sin que nadie pueda concebir la más ligera sospecha.
Ya daré conocimiento de esto en algunas palabras que diré sobre este juego que
tan dado en llamar segunda vista.
En fin, si apercibís algunas de las cosas que os acabo de señalar, y descuidáis el
tomar las precauciones necesarias para libraros de sus efectos, os prevengo de
antemano que para vos habrá sonado el cuarto de hora de Rabelais.
Hay todavía una manera de conocer las cartas; es el de doblarlas en su latitud,
quiero decir, paralelamente a sus lados. Por ejemplo, para separar las figuras de
las otras cartas, dóblense en sentido contrario; que el dorso de las figuras,
supongo, esté convexo, y el de las otras, cóncavo. háganse mezclar todo lo que
se quiera, y os será fácil reconocerlas. Si no se tiene necesidad de conocer más
que algunas cartas, por ejemplo los ases, dóblense, no importa en que sentido,
es decir que el dorso esté cóncavo o convexo, háganse mezclar, y siempre se
reconocerán fácilmente.
Todavía tengo que señalar otra especie de superchería que se practica algunas
veces en reunión. Extenderme sobre este género de mistificaciones sería poco
interesante para el lector.
Voy solamente a describir una, para hacer conocer su naturaleza, y dar una idea
de todos los medios que se emplean para engañar a las personas demasiado
crédulas y de buena fe.
Es muy raro que no se sepan hacer algunos pequeños juegos para divertirse
entre amigos, después de haber hecho algunos de estos se puede proponer el
que se trata.
Tómanse dos ases, que supongo sean el de oros y el de copas. Divídese la
baraja en dos partes, y a la vista de todos los concurrentes, colócase el as de
copas sobre uno de los paquetes. Es preciso hacer observar que estos ases no
están preparados, y para probarlo, se da a examinar el as de oros que se tiene en
la mano.
Mientras que se hace hacer este examen, un gracioso de la reunión se levanta
furtivamente y toma un paquete de cartas de paquete opuesto a aquel donde
está el as de copas, y le coloca sobre el paquete donde está este as. El que hace
el juego vuelve a la mesa, y hace notar que coloca el as de oros sobre el as de
copas; y tomando el otro paquete, cubre los dos ases; de modo que toda la
baraja se halla reunida.
Estando las cosas en este estado, los dos ases que están próximamente en el
centro de la baraja se hallan separados por las cartas que el mal intencionado ha
colocado sobre el as de copas, lo cual saben todos los concurrentes, que han
sido testigos de este fraude.
El prestidigitador debe creer que los dos ases se hallan el uno sobre el otro.
Entonces tomando la baraja al través como cuando se quiere hacer correr la
carta, se dice: "Voy a sacar las cartas por debajo de la baraja una después de
otra, y echarlas sobre la mesa, hasta que los dos ases, que están juntos, salgan,
porque es necesario que los separe de los otros y los coloque a la vista para el
juego que voy a hacer."
Los espectadores que saben que los dos ases no están juntos, ríen a más no
poder, y algunos de entre ellos manifiestan en voz alta su duda respecto a la
reunión de estos ases. El escamoteador recuerda a los concurrentes que les ha
hecho notar que colocaba los ases el uno sobre el otro y dice que no comprende
como puedan suponer que no están juntos.
Insístese diciendo que creen que los ha escamoteado. El culpado acaba por
decir a los tramposos: "Merecían Uds. que les apostase algo para que se
arrepintiesen de su obstinación." Acéptase la apuesta. Entonces el
prestidigitador saca una a una las cartas de debajo de la baraja y los dos ases
salen juntos, con gran sorpresa de los que aceptaron la apuesta que pierden su
dinero sin que puedan comprender como.
Sin duda que el que ha colocado las cartas sobre el as de copas, como
queriendo dar un chasco al escamoteador, es un compadre al cual el otro le da
tiempo de ejecutar su travesura, alejándose, bajo pretexto de hacer ver que los
ases no están preparados, enseñando el de oros. Colocando el as de oros sobre
las cartas que cubren el as de copas, estos dos ases están pues separados, pero,
para hacerlos venir juntos, he aquí el medio.
Es necesario conocer la primera carta del paquete sobre el cual se coloca el as
de oros. Cuando sale esta carta, se sabe que la que le sigue es el as de oros;
pero en lugar de sacarla, se hace con el dedo hacia atrás con objeto de tomar las
cartas que les siguen. En fin, cuando sale el as de copas, se descubre en seguida
el de oros que se ha tenido reservado, según el principio de correr la carta.
Si entre los espectadores no hay nadie que acepte la apuesta, es negocio del
compadre el excitar diestramente a los concurrentes que la acepten.
Hay todavía otro género de sorpresa que está basado en un equívoco. Para
evitar el no caer en este lazo, es necesario reflexionar sobre la manera en que
está propuesta la cuestión y ver si encierra un doble sentido.
He aquí un ejemplo de esta decepción tomado entre veinte.
Os proponen el jugar al as de oros una cantidad cualquiera. Conviénese que
cada uno tomará la mitad de las cartas después de mezcladas; que una después
de otra se descubrirán sobre la mesa y que el que vuelva el as de oros perderá el
juego.
Toma cada uno veinte cartas, que se tienen con el dorso hacia arriba.
El que juegue con vos, que vais de buena fe, pocas veces puede perder, porque
no estáis preparado contra la trampa que os prepara. Si el as de oros no está
entre sus cartas él ha ganado de derecho. Si lo tiene, al echarlo sobre la mesa
no lo descubre como por inadvertencia. Y vos que no veis esta carta, la volvéis
ingenuamente para ver la que es; pero bien pronto juráis, pero un poco tarde,
que no la cogeréis ya más; porque como vos habéis vuelto el as de oros, vos
habéis perdido según las condiciones del juego.
Me he extendido sobre los juegos de cartas, porque sé que esta parte de la
prestidigitación gusta mucho a los aficionados, en razón de que no necesita
ninguna preparación y que al momento mismo se puede gozar de este
pasatiempo, puesto que, en todas partes hay barajas.
***
SEGUNDA PARTE
De los juegos que se hacen con monedas y el juego de los
cubiletes.
ARTÍCULO PRIMERO
De los juegos que se hacen con monedas.
Los juegos de cartas, los de monedas y el de los cubiletes son las tres
principales ramas de la prestidigitación. Cuando se esta familiarizado con estas
tres partes tan distintas la una de la otra, puede fácilmente ejecutarse todo lo
que pertenece a los juegos de ligereza, a la física oculta o magia blanca.
Según el plan de esta obra, no debo ocuparme de algunos antiguos juegos que
se encuentran en Ozanam y Decremps, y repetidos, en las varias compilaciones
de las cuales ya he hablado. Por mi parte puedo asegurar que los que voy a
ofrecer nunca se han publicado, y la mayor parte de ellos son enteramente
nuevos.
Hay juegos con monedas que se ejecutan con la ayuda de copas y cajas
mecánicas; estos los reservo para la tercera parte, consagrada a la descripción
de los juegos diversos o magia blanca. En esta parte solo trataré de los juegos
de destreza que se hacen con monedas, sin el concurso de ningún instrumento.
***
PRINCIPIOS PRELIMINARES.
Modo de escamotear la moneda.
Antes de entrar en la explicación de estos juegos, es indispensable demostrar
el escamoteo de la moneda. Es la llave maestra de esta parte de la
prestidigitación. El método es muy sencillo, pero la ejecución muy difícil. Es
necesario ejercitarse mucho, tanto más, cuanto que este ejercicio es una
preparación para el juego de los cubiletes como se vera más adelante
Escamotear una moneda, es colocarla en la palma de la mano derecha
fingiendo depositarla en la izquierda. Para mantenerla se encoge un poco la raíz
del pulgar y esta parte saliente del pulgar descansa sobre el borde de la pieza,
que está cogida por el otro lado con el dedo pequeño.
Tomando pues la moneda con la punta de los dedos, en el movimiento que se
hace para fingir dejarla en la mano izquierda, se aplica al sitio que acabo de
designar. Es necesario procurar todo lo posible que la mano derecha aparezca
tan libre en sus movimientos, como si no contuviese nada. Es necesario, como
ya lo he dicho, practicarlo mucho para lograr ejecutar bien este juego de
manos, que puede que sea el más difícil de toda la prestidigitación; pero el
tacto es un excelente maestro, que no dejara de poneros al corriente.
***
Otro modo de escamotear la moneda.
Los que no pueden escamotear la moneda del modo que acabo de explicar, se
contentan con colocarla en el arrejaque formado por las raíces del pulgar e
índice Este método, el cual no permite separarse al pulgar de los otros dedos,
está muy lejos de valer lo que el anterior; la mano puede aparecer más torpe;
sin embargo, hay prestidigitadores que, a falta del primer medio, se sirven de
este, que es más fácil
Una pieza de bastante diámetro, como por ejemplo, una moneda de veinte
reales, es más fácil de escamotear que una pequeña; tal como una moneda de
dos céntimos, pero hay un método para salvar esta dificultad; helo aquí.
***
Método de Escamotear los objetos de un
pequeño diámetro.
Si al ejecutar los juegos, os vieseis obligado a escamotear una de estas
pequeñas piezas, la colocarías en la mano, justamente en el sitio donde debía de
retenerse. Apóyase encima el dedo índice de la mano izquierda, como para
enseñarla, pero en realidad para colocarla bien en el hueco de la mano.
Vuélvese la mano derecha contra la izquierda como para dejar caer la moneda,
y esta mano izquierda se cierra como si acabase de recibir la moneda que ha
quedado en el hueco de la mano derecha. Este movimiento es muy natural y
fácil de ejecutar. Sírvese de este medio cuando se tienen que escamotear
sortijas, anillos o alianzas.
***
SECCIÓN I
Multiplicación de monedas en manos de
una persona.
Efecto. Déjanse sobre la mesa una cantidad cualquiera de monedas. Ruégase
a una persona que tome de ellas el número que desee. Supongamos que haya
cogido catorce. Espárcense estas catorce monedas sobre la mesa, y como para
asegurarse que está exacto el número de ellas cuéntalas uno mismo por partes,
colocándolas en la mano de la persona que se ha encargado de tenerlas.
Tómanse cuatro por ejemplo y se le entregan. Vuélvense a tomar otras cuatro, y
se juntan a las demás, diciendo: "Cuatro y cuatro son ocho." En fin tómanse las
seis restantes y colócanse en las manos de la persona juntamente con las ocho
primeras, diciendo: "Seis y ocho hacen catorce." Suplícase que cierren bien la
mano. En seguida se recogen las monedas que quedan sobre la mesa, y
abriendo la mano se suplica a una segunda persona que tome el número de
monedas que desee. Deposítanse las sobrantes sobre la mesa, y al volver cerca
de la persona que ha tomado estas monedas, se anuncia que se van a hacer
pasar invisiblemente todas estas monedas tomadas al azar, a la mano de la
persona que tiene las catorce. Tómanse una después de otra y se mandan.
Hácense contar y se ve, que si se han mandado cuatro por ejemplo, tiene diez y
ocho en vez de catorce.
Explicación. Al colocar todas las monedas sobre la mesa retiénense
secretamente cuatro en el hueco de la mano derecha, y con esta misma mano es
con la que se toman y cuentan las que se entregan a la persona que ha querido
recibirlas.
Después de haber entregado las ocho en dos veces diferentes, tómanse las seis
últimas y diciendo: "Ocho y seis hacen catorce," colócanse estas seis monedas
con las ocho, pero dejando caer con ellas las cuatro que se tenían en la mano.
La persona que tiene las monedas no puede apercibirse de este aumento, y tiene
en su poder diez y ocho, cuando no cree tener más que catorce.
En cuanto a las cuatro monedas que se escamotean, fingiendo mandarlas con
las otras catorce, se hacen tomar forzadamente. Teniendo en la mano una
cantidad de monedas, colócanse cuatro, un poco separadas de la otras, hacia
adelante, de modo que sean fáciles de tomar, pero sin que puedan apercibir que
están preparadas. Apriétanse con el dedo pulgar las monedas que no se quieren
hacer tomar. La persona a la cual se presentan, viendo algunas a mano, las coge
naturalmente y cree que la casualidad sola decide de la cantidad.
Para escamotear estas cuatro monedas si no se tiene costumbre para tenerlas
todas en el hueco de la mano; pidénsele a la persona que las ha tomado, y se
depositan sobre la mesa a vista de todos los concurrentes. Tómanse una
después de otra para escamotearlas en la mano derecha, fingiendo colocarlas en
la mano izquierda y mandarlas invisiblemente; y al tiempo que se abre esta
mano extendiendo los dedos uno después de otro para hacer el movimiento
menos seco y más ligero, colócase la mano derecha sobre el borde de la mesa,
y se deja caer la moneda sobre la tabla guarnecida de la cual he hablado en la
sección VI del artículo II, de la primera parte. Escamotéense así las tres
primeras; pero la cuarta será bueno os alejéis de la mesa y aproximéis a la
persona que tiene las monedas. Escamotéase esta última conservándola en la
mano. Esta circunstancia hace creer que habéis podido mandar las otras del
mismo modo, y que no tenéis necesidad de estar cerca de la mesa.
Si no podéis escamotear cuatro monedas, os quedáis al lado de la persona que
las tiene, se las pedís una después de otra, y las escamoteáis cada vez haciendo
ademán de mandarlas a la primera persona que tiene las otras
***
SECCIÓN II
Otra multiplicación de monedas en manos
de la persona.
Con monedas de veinte reales, puede también hacerse un juego del mismo
género que el que acabo de describir. Tómense, supongamos, nueve monedas
que se cuentan sobre la mesa, de estas nueve monedas se dan dos a una
persona. Tómanse las siete restantes, y se colocan en la mano de una segunda
persona; pero al colocárselas, se añaden dos que se tienen de antemano ocultas
en el hueco de la mano.
A primera vista parecerá que dos monedas de veinte reales demás en la mano
debe conocerse; pero no es así, la persona que las recibe no distingue esta
diferencia, puede asegurarse de ello haciendo la prueba uno mismo.
Vuélvese a la persona que conserve las dos monedas, se le piden, y se colocan
sobre la mesa, diciendo que se pretende hacerlas pasar con las siete que tiene la
otra persona en sus manos. Tómanse una después de otra y se escamotean
como se ha hecho con las monedas del juego anterior, es decir, dejándolas caer
sobre la tabla, después de haber fingido colocarlas en la mano izquierda para
mandarlas con las otras siete. Téngase cuidado de prevenir al o a la que va
recibir las monedas, que va a sentir una conmoción un poco fuerte al momento
de pasar a sus manos, pero que el dolor no durara casi más de ocho días.
***
SECCIÓN III
Hacer pasar el dedo de una persona a
través de una moneda de veinte reales.
Efecto. Pídese una moneda de veinte reales. Pasase de una mano a otra por
escamoteo. En seguida se ruega a una persona que tenga esta moneda en
equilibrio sobre la punta del dedo. No pudiendo tenerse así, se apoya un poco
arriba, y entra en el dedo como un anillo. Hácese pasar de nuevo la moneda de
la mano derecha a la izquierda, extiéndese el brazo y se devuelve a la persona
que la ha prestado.
Explicación. Es necesario para este juego sacrificar dos monedas de veinte
reales, no como valor intrínseco, sino como valor monetario. Estas dos
monedas deben tener el mismo busto. Se las da a un tornero hábil para hacer un
agujero en una de ellas de unos quince milímetros de diámetro. La otra moneda
servirá para tomar la parte circular que se quite a la primera.
Como se tome toda esta moneda se tiene campo para ajustarla cuidadosamente
a la primera. Es necesario hacer esta operación con una exactitud tan perfecta,
que no pueda apercibirse esta transposición ni de un lado ni de otro de la
moneda. Teniendo esta moneda así preparada, cuando se quiera servirse de ella
para hacer el juego, se tendrá secretamente en el hueco de la mano. Pídase una
a la reunión, la cual se cambiará del modo siguiente, bajo pretexto de hacer un
juego de destreza.
Supongo que se tiene la moneda preparada en la mano derecha, y en la
izquierda la que os habrán dejado; y tomándola con el pulgar y el índice de la
mano derecha, la quitáis vivamente dejando caer en su lugar la moneda
preparada que se tiene en la misma mano. Déjese, bien entendido, la mano
izquierda cerrada. Sepárense los dos brazos, y haciendo un movimiento con la
mano derecha, como si se quisiese echar en la izquierda la moneda que se
tiene, escamotease en el hueco de la mano diciendo: "Esta moneda la mando a
la mano izquierda." Abrese la mano y se enseña como si fuese la que os
prestaron. Continúese diciendo: "Voy a hacer caballero con la moneda que Vd.
me ha suscitado un juego más admirable. Levante Vd. un dedo si Vd. gusta
caballero, bien recto; voy a procurar colocar esta moneda sobre la punta."
Probáis por algún momento y acabáis por hundirle diciendo: "De este modo
esta más segura."
Figúrese la sorpresa e hilaridad que debe ocasionar al ver una moneda de veinte
reales pasada por el dedo a manera de sortija. El círculo que se escape de la
moneda cae casi siempre de modo que se puede coger fácilmente en la mano,
métese en el bolsillo aprovechando la sorpresa de los espectadores.
Para acabar el juego quítese con la mano izquierda la moneda que esta pasada
por el dedo y os colocáis detrás de la mesa. Después dirigiéndoos a la persona
que os ha prestado la moneda y enseñándole que esta agujereada le decís:
"Caballero, usted no está sin duda dispuesto a volver a tomar esta moneda en el
estado que se encuentra pero voy a reparar el mal que he causado con este solo
golpe de mi mano." Hágase el cambio del mismo modo que la primera vez. Y
enseñando la mano izquierda en la cual se encuentra esta moneda restablecida,
déjese caer la otra sobre la tabla colocando la mano derecha sobre el borde de
la mesa sin afectación; hágase ver que no se tiene en las manos más que esta
moneda la cual devolvéis a la persona que la ha prestado.
***
SECCIÓN IV
Hacer pasar una moneda de veinte reales a
través de una mesa.
Cuando en una reunión de amigos que desean divertirse os inviten a hacer
algunos juegos, en esta circunstancia es muy conveniente este, porque no
necesita ninguna mesa preparada, cosa indispensable cuando se da una reunión
de juegos.
Pídense dos monedas de veinte reales. Colócase una en una mano y se
escamotea, es decir se retiene en la mano derecha fingiendo colocarla en la
izquierda. Tómase la segunda moneda en la mano derecha, en la cual hay una
que los espectadores creen que esta en la mano izquierda. Tiénese esta segunda
moneda en la punta de los dedos, extiéndense los brazos, y cerrando
bruscamente la mano derecha, se hace sonar la moneda con la que se tiene
escamoteada, y al mismo tiempo se abre la mano izquierda dándole un
movimiento parecido al que se haría si se quisiera echar algo. Es necesario que
estos dos movimientos estén bien unidos. Abrese la mano y se enseñan las dos
monedas juntas.
Llámase a este juego la moneda volante. Hay varios modos de verificarlo, de
los cuales hablaré bien pronto. Continuemos este.
Es bueno, como ya lo he dicho, emplear algunos fingimientos, para hacer los
juegos más brillantes. Cuando se hace este simplemente como acabo de
explicarlo, se dice: "Señores, no crean Vds. que he echado diestramente en la
mano derecha la moneda que tenía en la izquierda. Para probarles que estarían
en un error, voy a hacer nuevamente el juego haciendo pasar la moneda a
través de la mesa. La tomo y la coloco en esta mano (la izquierda.") (Aquí se
hace un movimiento propio para hacer creer que no la colocáis, cuando
realmente la dejáis). Si el fingimiento que se acaba de hacer esta bien simulado,
se creerá que retenéis la moneda en la mano derecha, y estoy seguro que os
harán esta observación.
Entonces enséñense las monedas en ambas manos y los interruptores quedaran
corridos al ver fallidas sus conjeturas.
Asegurando a los asistentes que sois incapaz de engañarles de ese modo,
hágase el juego osadamente como en primer lugar, escamoteando la moneda;
pero esta vez colóquese la mano derecha debajo de la mesa y la izquierda
arriba. Hágase lo mismo que anteriormente, es decir que se abre vivamente la
mano izquierda en el momento que se hacen sonar las dos monedas que se
tienen en la mano derecha.
Terminado esto, volvéis sobre la observación mal fundada que os han hecho,
dudando que colocaseis a moneda, en la mano izquierda, diciéndoles: "Señores,
no es suficiente que les asegure que no los he engañado; yo se que a los
escamoteadores no se les tiene mucha confianza; así pues voy a darles pruebas
de mi buena fe."
"Vds. han pensado que yo no colocaba una moneda en cada mano, que yo no
hacía más que fingirlo. Pues bien, señores, he aquí las dos monedas; ya ven que
no tengo nada en mis manos, y que tomo una moneda en cada una de ellas.
Coloco la mano izquierda debajo de la mesa, teniendo esta sola moneda que
Vds. ven todavía. Nótese también que no tengo más que una moneda en la
mano derecha. Voy a arrojar esta moneda a través de la mesa, para ir a reunirse
con la que tengo en la mano izquierda." (Hágase con la mano derecha la acción
de echar la moneda a través de la mesa, escamoteándola, abriendo la mano
como si no hubiese nada en ella y haciendo sonar al propio tiempo las dos
monedas debajo de la mesa). El choque de las dos monedas que se oye debajo
de la mesa, la mano derecha que ven abierta al mismo tiempo produce en los
espectadores una ilusión completa.
Ya preveo una objeción de parte del lector que me dirá: "¿Cómo se hace que no
habiendo más que dos monedas que se separan colocando una en cada mano,
de las cuales una está sobre la mesa y otra debajo y todo esto a la vista de los
espectadores; como se hace que se oye el sonido de dos monedas en la mano
izquierda, porque la que esta en la mano derecha esta siempre a la vista todo el
tiempo que esta mano está sobre la mesa?"
Tenéis muchísima razón, lector, lo que me decís, convengo en que es
perfectamente justo. Si yo fuese menos verídico, podría contestaros
probablemente que la moneda lanzada por la mano derecha ha encontrado el
medio de abrirse paso a través de los poros de la mesa; pero para esto no
hubiese sido necesario prevenir que la moneda se escamoteaba. Por otra parte,
hay tan poca fe, en el tiempo que vivimos, que me costaría mucho trabajo el
persuadiros. Quiero mejor deciros con toda franqueza que se me había olvidado
encargaros que pegaseis secretamente con un poco de cera, una tercera moneda
de veinte reales debajo de la mesa. La mano izquierda se ampara de esta
moneda para unirla a la que ya tiene; se hacen sonar estas dos monedas en el
momento que se escamotea la de la mano derecha como ya lo he dicho. En
cuanto a esta moneda que queda en la mano derecha, hállase fácilmente el
medio de deshacerse de ella.
***
SECCIÓN V
Otro juego de monedas volantes
Este juego es necesario hacerlo en la mesa preparada, como ya lo he
explicado anteriormente. No se olvide sobre todo la almohadilla que es
necesario colocar sobre la tabla para amortiguar el ruido de los objetos que se
dejan caer sobre ella.
Este juego se hace con cuatro monedas de veinte reales, pero se principia con
dos únicamente. Se ejecuta desde luego simplemente, como lo he descrito en el
primer párrafo del juego que precede, es decir, fingiendo colocar una en la
mano izquierda y escamoteándola en la mano derecha; después tomando
también de la mano derecha la segunda moneda, y haciendo el movimiento,
separando los brazos, de arrojar la moneda que se cree en la mano izquierda, a
la otra mano.
Inmediatamente después de haber hecho esta recreación, decís: "Señores, este
juego no es tan difícil como se pueda creer, y por esta razón tendría un especial
gusto en enseñarlo a Vds. Acabo de servirme del procedimiento de los
escamoteadores; pero no os diré como ellos que hago pasar la moneda de la
mano izquierda a la derecha, echándola así. (Aquí se toma una moneda en cada
mano, y se echa la que está en la mano derecha, sobre la de la izquierda, de lo
menos lejos posible.) Estos señores os engañan, hacen lo que acabo de hacer
yo, pero Vds. no lo aperciben.
Tomase una moneda que se finge colocar en la mano izquierda, pero se retiene
aquí (enséñase la moneda que se tiene entre el pulgar, y el índice, para no
descubrir el secreto del escamoteo en la palma de la mano.) De este modo no se
tiene que trabajar mucho para hacer hallar estas dos monedas juntas, puesto que
ya lo están. He aquí el juego que os quería comunicar. Si Vds. lo ejecutan
delante de algunos, téngase sumo cuidado en bajar un poco la mano, de este
modo, para que no se vea la moneda (bájase la mano como para hacer
comprender mejor la explicación, pero más bien para tener ocasión de dejar
caer la moneda sobre la tabla, sin ser apercibido. Este es un pase falso y
haciendo como que se tiene todavía en la mano la moneda, se continua
hablando.) No es así, señores, como yo lo hago; yo coloco realmente la moneda
en la mano izquierda (fínjese colocar la moneda que no se tiene) y ya ven Vds.
que yo no tengo nada en esta mano (enséñase el interior de la mano derecha,
teniendo la izquierda cerrada como si efectivamente se hubiese colocado la
moneda.) En fin tómase con la mano derecha que ha quedado sobre la mesa.
los espectadores ven claramente que no tenéis más que una. Sepárense los
brazos y fínjase querer ejecutar el juego. Pero, como por reflexión, dejando a
moneda sobre la mesa, decís, enseñando la mano derecha: "No supongan Vds.
que mi mano tenga doble fondo, o que yo tenga un compadre debajo de la mesa
para darme una moneda." (Diciendo estas últimas palabras hágase el ademán
de señalar debajo de la mesa, para tener ocasión de tomar la moneda que se
dejo caer sobre la tabla. Ocúltese esta moneda en el hueco de la mano.)
Vuélvase a tomar la moneda que se había colocado sobre la mesa con la mano
derecha en la cual se acaba de colocar la segunda moneda, y hágase el juego.
Por los pases falsos de que os habéis servido, los espectadores están bien
persuadidos que no tenéis más que una moneda en la mano derecha y otra en la
izquierda.
Habiendo terminado el juego como acaba de explicarse, continuáis diciendo:
"Voy a operar lo mismo con dos monedas." Tómense efectivamente dos juntas,
que se escamotean con una sola reteniéndolas en la mano derecha, fingiendo
colocarlas en la izquierda. Tómense también con esta misma mano derecha las
dos monedas que quedan sobre la mesa y se ejecuta el juego diciendo: "Esto no
es tan fácil como con una sola moneda; solamente es necesario separar las
manos más (se separan.) Para terminar, háganse sonar con fuerza estas cuatro
dando a la mano derecha una sacudida seca, en el momento que la mano
izquierda hace ademán de mandar a la derecha las dos monedas que creen que
contenía.
Hecho el juego, déjanse caer estas cuatro monedas sobre la tabla; lo que
produce mucho efecto entre los espectadores, en razón de la dificultad que
suponen en el escamoteo de cuatro monedas de veinte reales.
Pero este juego sigue todavía y para continuarlo, decís: "Señores, voy todavía a
darles una prueba de que no echo las monedas de una mano a otra, como
parece, más sí que toman otra vía para venir a mi mano. Voy a hacer pasar
todas las cuatro a través de la mesa.
"Yo se que esta experiencia no admirará mucho a los físicos, si hay alguno de
ellos entre ustedes, porque conocen la elasticidad de los cuerpos, y el efecto
que van Vds. a ver no puede explicarse más que por esta propiedad. Sin
embargo, el juego no dejará por eso de ser menos curioso para las personas que
no estén perfectamente iniciadas en los misterios de la naturaleza, y si hay
alguna en la reunión de esta clase, le ruego que no de la explicación, para que
puedan gozar de la ilusión el resto de los espectadores."
Después de este interesante discurso, fínjase colocar las cuatro monedas en la
mano izquierda escamoteándolas en la derecha como si fuese una sola. (Si no
se pueden todavía escamotear cuatro monedas juntas en la palma de la mano,
pueden colocarse entre el pulgar y el índice.) Cójase con el pulgar e índice de
la mano derecha, por el borde, un cubilete escogiendo con preferencia el más
ligero, y depositándolo sobre la mesa, se le da vueltas con los otros dedos, para
que la abertura se halle debajo mismo de las monedas que tienen en la mano.
Estos mismos dedos sirven también para mantener las monedas. Colóquese la
mano izquierda sobre la mesa, cerrada como si contuviese las monedas. Abrase
bruscamente dejando caer en el cubilete las monedas de la mano derecha. Estos
dos movimientos se hacen en un solo tiempo. Cójese el cubilete, y se vacía el
contenido sobre la mesa.
Vuélvense a tomar nuevamente estas cuatro monedas, diciendo: "Señores, este
juego puedo hacerlo cuantas veces quiera." Colóquense realmente en la mano
izquierda, pero afectándolo malamente, para hacer pensar que no las colocáis y
que las retenéis en la mano derecha la cual con este objeto se tiene a medio
cerrar. Tómese el cubilete con esta mano derecha, que se muestra algo torpe, y
se dice enseñando el fondo del cubilete: "Ya ven que en este cubilete no hay
nada." Si vuestro fingimiento lo habéis hecho diestramente, oiréis un murmullo
de desaprobación y reclamaciones de parte de los asistentes. Preguntáis el
motivo y os contestan con un tono burlón que las monedas no están en la mano
izquierda y si en la derecha juntamente con el cubilete. Entonces colócase el
cubilete sobre la mesa y les enseñáis vuestra mano vacía.
Déjense caer al mismo tiempo sobre la mesa las cuatro monedas que se tienen
en la mano izquierda y los espectadores quedan corridos de su error.
Volviendo a tomar las monedas en la mano derecha, decís: "¿Cómo, señores,
me creen Vds. capaz de emplear semejantes supercherías? Vds. piensan pues
que al colocar el cubilete sobre la mesa (diciendo estas últimas palabras se
tiene la mano debajo de la mesa como acción indicativa y se depositan las
monedas sobre el borde de la tabla. Téngase la mano cerrada al recogerlo,) yo
tengo las monedas en mi mano y no tengo más que dejarlas caer en el cubilete,
fingiendo mandarlas a la mano izquierda" Desengáñense Vds.; yo coloco las
monedas en esta mano (la izquierda: esto es un pase falso, puesto que no se
tiene nada en esta mano, la derecha, que enseñáis.)
Entonces tómase el cubilete por el borde, entre los dos dedos del medio, y al
colocarlo debajo de la mesa, cójense con el pulgar y el índice que quedan
libres, las cuatro monedas que se habían depositado sobre la tabla de modo que
se pudieran tomar fácilmente.
Finalizase el juego dejando caer estas monedas en el cubilete, en el momento
que la mano izquierda se abre como para hacer pasar a través de la mesa las
monedas que finge contener.
Me he extendido un poco en este juego, porque es sin contradicción uno de los
más bonitos de la prestidigitación.
***
SECCIÓN VI
Tercer juego de moneda volante.
El juego que precede es uno de los cuatro o cinco que han hecho la reputación
de Conus padre. El que sigue puede que sea el único que ha hecho la del
prestidigitador Olivier, y que en su tiempo le valió el titulo de famoso.
Diré con este objeto, y puedo justificarlo que, sobre la explicación que le
habían hecho de este juego, el emperador Napoleón, pidió a Olivier diese una
función; la cual tuvo lugar en palacio. Puede que se me acuse de exageración;
pero téngase entendido, que es necesario muy poco, en este arte recreativo,
para cobrar fama. ¿El prestidigitador Philippe, hace poco tiempo, no tuvo
admirado durante dos años a todo París con su juego de las peceras de cristal
llenas de agua y de peces? Creo que el lector quedará sumamente sorprendido
de la extremada simplicidad del medio, cuando de la explicación de la tercera
parte de este tratado.
Lo mismo es en cuanto la suspensión, la doble vista, la cartera mágica, la
cocina diabólica, etcétera, como se verá la descripción que haré de ellos en la
física oculta.
El juego de que se trata puede hacerse sobre una mesa ordinaria. Sin embargo
sería más fácil ejecutándolo sobre la mesa con tabla, sobre todo si se tiene la
costumbre de servirse de ella; no obstante, como ya lo he dicho, no es
indispensable.
Este juego es muy sencillo, pero su ejecución exige un golpe de vista muy
seguro y una mano muy ligera.
Pídase una moneda de veinte reales y se hace marcar. Tiénese oculta en la
mano izquierda otra moneda de veinte reales. Cuando devuelven la moneda
que habéis dado a marcar, se hace el cambio. Este cambio es fácil. Fíngese
colocar en la mano izquierda la moneda marcada, pero se guarda en la mano
derecha haciendo aparecer la que se tenía de antemano oculta. Deposítase esta
última sobre la mesa, y los espectadores la toman por la que acaban de marcar.
Pídese otra moneda a la reunión, pero más pequeña que la anterior.
Cuando se pide alguna cosa a los concurrentes, todos registran los bolsillos
para satisfaceros. Pero no prestéis atención en las personas sentadas en primer
término que os ofrezcan algo, eludidlas diestramente. Cuando alguna de las
personas colocadas detrás de éstas os presenta una moneda, estáis obligado de
inclinaros hacia adelante para tomarla. Y como al inclinaros estáis encorvado
sobre la persona que está delante, le colocáis la moneda marcada que tenéis en
la mano derecha, en cualquier sitio de la ropa que habréis ya debido mirar de
antemano con una rápida mirada. Colocádsela sea en un bolsillo del gabán si es
hombre, sea sobre el vestido de una señora, sea en fin en cualquier sitio que os
ofrezca la casualidad. Esta persona sobre la cual os apoyáis un poco, toma esta
presión como una necesidad de la circunstancia y no se fija en el ligero roce
inevitable para la introducción de la moneda en su traje.
En tiempo de Olivier el traje de los hombres era muy cómodo para este juego.
Las mangas eran redondas, es decir que estaban dobladas desde el puño hasta
la tercera parte del antebrazo, y aquí era ordinariamente donde Olivier colocaba
la moneda. Cuando está colocada la moneda como acabo de decir, se vuelve a
la mesa con la pequeña moneda que os acaban de entregar. Entonces hácese el
juego de la moneda volante con ésta y la de veinte reales que está sobre la
mesa. Hácese simplemente como yo lo he explicado anteriormente. Puede
preguntarse a los espectadores en que mano quieren que se haga el juego.
Cualquiera que sea la respuesta siempre será lo mismo; porque si dicen en la
izquierda, como esta es la mano que finge mandar invisiblemente la moneda
con la otra a la mano derecha, pueden suponer que ella es la que hace la acción
principal y por consiguiente el juego. Si dicen con la derecha como ésta recibe
las dos monedas y parece haber operado el escamoteo, hallan muy natural que
consideréis esta mano como encargada de la parte activa del juego; así pues
siempre tendréis razón y nadie notará el equívoco.
Después de haber ejecutado el juego como ya lo he dicho, tómese la moneda de
veinte reales, la cual enseñáis preguntando quien es el que la ha prestado.
Habiendo contestado ya el dueño de ella, transportáis la moneda de la mano
derecha a la izquierda; o más bien dicho, fingís transportarla, porque la retenéis
en la mano derecha, al mismo tiempo que parece que la colocáis en la mano
izquierda, y si este juego lo hacéis en una mesa ordinaria, habéis debido
sentaros a causa de su poca elevación. Entonces, al levantaros, depositáis
diestramente la moneda en la silla, manifestando tenerla siempre en la mano
izquierda. Dense algunos pasos hacia la reunión, y fingiendo pasar la moneda
de una mano a otra, finalizáis diciendo: "Mando esta moneda al bolsillo de ese
caballero. Estando marcada debe de reconocerse fácilmente." Háganse crujir la
punta de los dedos para hacer ver que no tenéis nada en las manos. Hallase la
moneda en el sitio que habéis designado, se examina y se reconoce por las
marcas que se le han hecho. La admiración es tanto mayor cuanto que se cree
que es con esta misma moneda con la que se hace el juego.
Olivier estaba sentado cuando hacía este juego, y como ya lo he dicho,
depositaba la moneda sobre la silla al levantarse; lo más regular, era el hacer
hallar la moneda en una de la mangas de los espectadores y cuando la hacia
pasar al fin del juego, decía con una ingenuidad notable: "Caballero, la moneda
esta en vuestra manga; si está cosida hágala Vd. descoser y la encontrará." Pero
nunca sucede el que las mangas estén cosidas.
Si se hace este juego sobre una mesa preparada, como se está derecho a causa
de su elevación, entonces en lugar de depositar la moneda en la silla, déjase
caer sobre la tabla guarnecida apoyando sobre el borde la mano derecha donde
esta la moneda.
***
SECCIÓN VII
Hacer pasar una moneda de una mano a
otra muchas veces seguidas, teniendo los
brazos extendidos y sin acercarlos.
Este pequeño juego, que desde luego parece fácil, necesita sin embargo, un
poco de costumbre para hacerlo bien. He aquí su efecto.
Enséñase en una mano, una moneda de dos reales. Hácese ver también la otra
mano rogando a los espectadores que noten que no contiene nada. Al extender
los brazos se cierran ambas manos. Ordénase a la moneda que está en una
mano que pase a la otra. Abrense las dos manos y se hace ver que se ha
verificado la transposición. Vuélvense a cerrar, y la moneda vuelve a la
primera mano. Ejecútase este paso de una mano otra tantas veces como se
quiere.
Explicación. No puede hacerse uso más que de monedas de un pequeño
diámetro. Colócase un poco de cera sobre la uña del dedo del medio de cada
mano. Péguese de antemano sobre la uña de una de las dos manos una moneda;
cuando la mano esté abierta no se verá esta moneda. Colócase una moneda
igual en la otra mano. Para que esta moneda esté convenientemente colocada (y
he aquí lo importante), es necesario hacerla correr en la palma de la mano,
cerca de la muñeca y tocando el rodete que forma parte de la raíz del pulgar;
entonces al cerrar la mano, la uña del dedo del medio se coloca sobre la
moneda la cual se adhiere por medio de la cera. Para mayor seguridad se hace
hacer a la raíz de la mano un movimiento de presión que afirma la moneda
sobre la uña, ábrese la mano, y el dedo se lleva la moneda que no se ve más. En
cuanto a la moneda de la otra mano no se trata más que de despegarla para
hacerla aparecer. Nada más sencillo que esto, la menor frotación contra la
palma de la mano es suficiente. Concíbese fácilmente que esta traslación puede
reiterarse muchas veces.
Si la moneda fuese un poco grande y su diámetro no estuviese completamente
cubierto por la uña, sería necesario colocarla de modo para que el anular
ayudase a ocultarla.
Por el mismo medio puede también escamotearse cualquier otro objeto
pequeño y ligero aunque no sea llano, como por ejemplo, una bolita. Con la
práctica es todavía posible escamotear muchas a la vez, valiéndose de los tres
primeros dedos al mismo tiempo.
Cuando se quite la moneda, es necesario abrir la mano vivamente para que los
espectadores no tengan tiempo de apercibirse y tener siempre los dedos bien
extendidos.
***
SECCIÓN VIII
Cambiar una moneda a la vista de los
espectadores sin que se aperciban.
Esto no es precisamente un juego o al menos no puede considerarse como a
tal. Es más bien un medio, un procedimiento cuyo empleo es algunas veces
útil. Es bueno el conocerlo.
Si por ejemplo se pide una moneda de veinte reales y se quiere cambiar en otra
moneda es necesario tener en el hueco de la mano aquella con la cual se quiere
hacer el cambio. Entonces, al tomar la que os dejan, preguntáis si es buena; y
como para aseguraros, la echáis varias veces sobre la mesa para ver si el sonido
es de buena ley y haciendo un movimiento de arriba a abajo, movimiento
indispensable para sonar la moneda, déjese caer sobre la almohadilla de la
tabla, y échese sobre la mesa la moneda que se tiene en el hueco de la mano.
Este tiempo es tan natural, que los espectadores toman esta segunda moneda
por la que os han prestado.
Si habéis proyectado algún juego para el cual os fuese necesario este cambio,
lo ejecutáis como acabo de explicarlo. Si no quisierais más que dar un chasco,
entonces haríais el cambio con una moneda de plomo, y dándola a la persona
que os ha dejado la verdadera moneda, le diríais que no puede serviros porque
es falsa.
***
SECCIÓN IX
Sustracción de monedas de manos de una
persona. Hacer salir invisiblemente la
cantidad que se desee y hallar la cantidad
sustraída en las manos de otra persona.
Efecto. Pídese una cantidad cualquiera de monedas, se cuentan en presencia
de los espectadores, y se entregan a una persona; rogándole de tenerlas
encerradas en sus manos.
Pregúntase a esta misma persona cuantas desea que se hagan salir para hallarlas
en las manos de otra persona que ella misma puede designar.
Habiendo sido elegida esta última, se le suplica que junte ambas manos.
Se invita a la primera a que suene las monedas que tiene en su mano tantas
veces como monedas quiere que salgan. A la última el prestidigitador hace
hallar en manos de la otra persona el número pedido.
Explicación. Para parecer haber dado la elección del número que se ha de
sustraer por magia, es necesario, al pedir las monedas procurarse un número
que no pueda dividirse por 3, ni por 4, como por ejemplo, 1l, 22, etc.
Supongamos que sea de la mano derecha de la que os servís para escamotear la
monedas. Tómense con la mano izquierda las que os dejaron, para contarlas
dejándolas en la mano derecha. Empiécese por las monedas más pequeñas,
porque es necesario retener en el hueco de la mano la mitad del número de las
que se tiene.
Convengamos que se hace el juego con catorce monedas; entonces hay que
retener siete en la mano. Digo que se empiece a contar por las monedas más
pequeñas, por una razón que al momento se comprenderá. Esta operación se
hará delante de la mesa. Estando ya contadas las monedas, deposítense en la
mano izquierda las siete que no retenéis en la mano derecha, pero para los
espectadores es como si las colocaseis todas.
Teniendo la mano izquierda cerrada y un poco elevada. colocáis diestramente
sobre la tabla las siete monedas que se tienen en la mano derecha, y os acercáis
a los espectadores. Entonces se tienen las monedas en las dos manos. Ruéguese
a una persona, el cerrar las manos y guardar estas catorce monedas que le
entregáis, bien cuidadosamente encerradas. Como no tiene más que las
mayores, no cree que puede tener la mitad de ellas.
Volvéis a la mesa y decís: "¿Señorita, de las catorce monedas que Vd. tiene
cuantas quiere Vd. que haga salir de sus manos, para hallarlas en poder de la
persona que Vd. designe? ¿Quiere Vd. que escamotee el tercio, la mitad, el
cuarto?" Ordinariamente dicen la mitad; pero si se pidiese el tercio o cuarto, se
ve enseguida que no es divisible por estos números y se ven obligados a pedir
la mitad. Como se cree que es la casualidad, la que ha determinado el número
catorce, sucede lo propio con el número que habéis dado a elegir.
Haciendo las preguntas de las cuales acabo de hablar, tómanse secretamente las
siete monedas que se han depositado en la tabla y teniéndolas en las dos manos
sin hacerlas sonar, se dice a la persona que tiene las otras que las haga sonar
tantas veces como unidades hay en el número de las que desea que salgan, pero
por intervalos; esta recomendación no se le hace sino después de haberle
rogado designe la persona que debe recibir en sus manos las monedas que vais
a escamotearle. Ruéguese a la otra persona también que tenga sus manos
cerradas una contra otra.
La persona que tiene las monedas las hace pues sonar como le habéis
recomendado, y a cada vez, decís a los espectadores que miren como salen las
monedas y dan vueltas por el aire, para ir a colocarse en las manos de la
persona que las espera. Fingís coger una que se paraba en el cuello de la levita
de uno de los concurrentes otra que se enredaba al pasar en a cabellera de una
joven, etcétera. Estas gesticulaciones se hacen con objeto de distraer la
atención de los espectadores de la mano que contiene las siete monedas. A la
última, es decir cuando se llega al número siete, échanse las monedas que se
tienen en la mano en las de la persona que las tiene siempre abiertas. Hácese
contar de un lado y de otro para verificar la cuenta.
Aclaración. Cuando se vuelven a tomar las monedas que se habían depositado
secretamente sobre la tabla, recomiendo tenerlas entre las dos manos. Esto es
para no aparecer torpe, como indudablemente se estaría, si quisieran
conservarse todas en una sola mano.
Nada hay más natural que el tener vuestras manos cerradas pues es motivado
porque como la persona a quien habéis entregado las monedas las tiene así,
estáis en el deber de imitarla, para enseñarle mejor el movimiento que debe
operar para hacerlas sonar. Por este medio no se supone que vos tengáis
también monedas. Pero de tiempo en tiempo, como lo he aconsejado, pueden
separarse las manos para fingir coger las monedas. En esta acción la otra mano
en la cual están las monedas y que no esta en movimiento puede dejarse caer
sobre el muslo. En este estado de descanso, la mano queda naturalmente a
medio cerrar y sostiene las monedas sin que pueda notarse.
Si se tuviese bastante costumbre para tener escamoteadas las siete monedas sin
aparecer torpe en los movimientos; no será necesario tomar todas las
precauciones de las cuales acabo de hablar; pero esto es muy difícil, y aun
aquellos que pudiesen, apreciarían más el proceder como acabo de describirlo
para tener menos dificultad en la ejecución.
***
SECCIÓN X
Hacer pasar a la manga de una persona
unas monedas metidas en un saquito.
Efecto. Colócanse unas veinte monedas en un saquito pequeño. Habiéndolas
colocado a presencia de los espectadores y haciéndolas sonar dando golpes
debajo se les manda salir. Vuélvese el saco del revés para hacer ver que no
están ya. Enseguida, con una varita, tócase ligeramente sobre el brazo de una
persona para hacer sonar las monedas las cuales se hacen salir todas por la
abertura de la manga.
Explicación. En el pequeño saco que sirve en este juego, se habrá practicado
un bolsillo de poca profundidad que se colocará en el interior, a una tercera
parte próximamente de su profundidad, como en el vestido de Juan de las
Viñas que todo el mundo conoce.
Al presentar este saco, debe contener unas veinte monedas que se vacían sobre
la mesa para contarlas. En seguida se vuelven a tomar para meterse en el saco,
pero en lugar de echarlas en el fondo, se colocan en el bolsillo.
Entonces fingiendo tomarlas exteriormente del saco, se hace el ademán de
echarlas sobre la reunión, diciendo: "Yo las mando que pasen a la manga del
caballero."
La varita de la cual se sirve para tocar sobre el brazo de esta persona está
hueca, y contiene en la longitud del vacío, un hilo de hierro fijo por una de sus
extremidades en uno de los extremos de la varita. Este hilo, que es muy
flexible, toca las paredes interiores de la varita, por poco que se toque algo con
ella, y produce un ruido muy parecido al de algunas monedas encerradas,
golpeadas con un bastón.
Después de haber fingido mandar invisiblemente las monedas dentro de la
manga de la persona designada, vuélvese el saco para hacer ver que no hay
nada dentro; pero al revolverlo, apóyanse los dedos sobre el bolsillo que
contiene las monedas, sin abandonar la mano de debajo; como tenéis el saco
esta mano no parece que tenga otra cosa.
Pero, volviendo el saco a su estado natural, es decir, poniéndolo al derecho
como los calzones del rey Dagoberto, quitareis ligeramente las monedas que
hay en el bolsillo. Guárdanse estas monedas en la mano derecha evitando
hacerla aparecer torpe.
Déjese el saco sobre la mesa y tómese la varita de la cual he hablado hace un
momento.
Dirigíos a la persona que habéis indicado y le dais algunos ligeros golpes sobre
su brazo. Al oído de los espectadores parece que tocáis sobre algunas monedas
que estén en la tela. Cambiando la varita de mano, con la derecha, tomáis la
parte de debajo de la manga en la cual se creen las monedas y sacudiendo esta
manga se dejan caer las monedas poco a poco. Realmente parecen salir de la
manga, cuando salen de la mano derecha en la cual estaban ocultas.
La varita que he descrito anteriormente no es de rigor, puede pasarse sin ella y
reemplazarla por una varita ordinaria, o por cualquier otra cosa como por
ejemplo, un cuchillo. El extremo del objeto con el cual tocáis imprime al otro
extremo, que se tiene en la mano, un contragolpe que hace sonar las monedas,
y este ruido produce próximamente el mismo efecto que el que ocasiona la
varita preparada; pero es necesario emplear alguna destreza, cosa que no es
necesaria cuando se use la varita hueca.
***
SECCIÓN XI
Lindo juego de monedas volantes en
pañuelos.
Este juego se hace de muchas maneras, pero puedo asegurar que este es el
más ingenioso y nuevo. He aquí el efecto.
Pídense dos monedas de veinte reales las cuales se hacen marcar. Colócase una
de ellas en un pañuelo que se pide también haciendo notar que se coloca la
moneda en el centro del mismo. Esta moneda así encerrada se entrega a una
persona.
Pídese un segundo pañuelo, en el cual se coloca otra moneda y se entrega
también a otra persona. Se aproxima a la que se le ha dado la primera moneda,
y se saca esta a través del pañuelo, sin desdoblarlo ni deteriorarlo; y de lejos se
manda esta moneda juntamente, con la que tiene también la segunda persona en
el pañuelo. En el momento de mandarla óyese el choque de las dos monedas al
reunirse.
Explicación. Tiénese desde luego oculta una moneda en la mano derecha.
Habiendo ya pedido y marcado las dos monedas, se dejan sobre la mesa.
Pídese un pañuelo, que se esparce en la mano derecha. Tómase con la izquierda
una de las dos monedas que están sobre la mesa. Mientras que se tome esta
moneda, se coge con el pulgar y el índice de la mano derecha la moneda que
tenéis debajo del pañuelo, y cogiendo con la punta de los dedos de la mano
izquierda la moneda que se acaba de coger de la mesa, se coloca en el pañuelo
en el punto donde deba de estar para poder, colocando esta moneda, introducir
una porción del pañuelo sobre la moneda que se tiene en la mano derecha por
debajo. los dedos de esta mano derecha se amparan de la porción del pañuelo
para envolver la moneda del interior.
Se da la vuelta al pañuelo sobre la moneda que se tiene en la mano izquierda
como para cubrirla, pero se deja caer en esta mano izquierda, que, a su vez se
halla cubierta con el pañuelo. Guárdase esta moneda. Se hace aparecer la otra,
que esta envuelta, y se tiene con dos dedos de la mano derecha. Esta moneda
parece que está realmente envuelta en el pañuelo, aunque esta fuera, oculta por
un pliegue, y es, para los espectadores, la que os han visto colocar con la mano
izquierda en el pañuelo.
Perdón, querido lector, si mi inteligencia no puede describiros este juego de
una manera más explícita. Estoy sin aliento y el sudor corre por mi frente como
el agua de un pozo artesiano. En conciencia, me compadecerías si me vieses en
tal estado. Pero si alguna vez nos encontramos os haría comprender fácilmente,
en dos minutos, lo que me cuesta tanta pena explicaros en tres cuartos de hora.
Como he descansado un poco de esta pequeña digresión voy a proseguir mi
demostración, interrumpida por la fatiga.
Dase esta moneda así envuelta a una persona, la cual la tiene cogida entre dos o
tres dedos por los bordes, dejando colgar el pañuelo.
Pídese todavía otro pañuelo, y se va a tomar la segunda moneda sobre la mesa,
la cual se junta secretamente a la que os había quedado en la mano izquierda.
Tiénense estas dos monedas por los lados, de modo que no formen más que
una. Dícese: "Esta segunda moneda la coloco en este pañuelo." Colócanse con
la mano derecha, sobre el centro, y la izquierda las tome con dos dedos,
dejando colgar el pañuelo en el cual están encerradas.
La mano derecha empuña este pañuelo por debajo y se afloja una de las dos
monedas sostenidas por la mano derecha. Esta moneda no puede caer porque
esta retenida por esta mano. Se da este pañuelo a tener a una segunda persona,
del mismo modo que lo tiene uno mismo, es decir con las dos manos, en una
posición casi horizontal.
Esta persona teniendo la moneda en una mano, y en la otra el pañuelo por el
centro no puedo sentir la moneda que se dejó marchar; la cual se encuentra
libre en el pañuelo y entre las dos manos.
Vuélvese a la primera persona y se le hace tener el pañuelo por el centro.
Tómase la moneda que los espectadores creen siempre encerrada, suéltase del
pliegue en el cual está envuelta, y se finge retirarla a través del pañuelo.
Colócase delante de la mesa y se dice a la persona que tiene el otro pañuelo:
"Señora, voy a mandar esta moneda con la que Vd. tiene encerrada. En el
momento que yo abra la mano, suelte Vd. La moneda, pero solamente la
moneda; no mueva Vd. la otra mano. No se equivoque Vd. sobre todo; de otro
modo resultaría una explosión que haría saltar todas las paredes del cuarto, o al
menos nos echaría juntamente con la casa por la ventana."
Fingiendo colocar la moneda en la mano izquierda, se escamotea en la derecha,
la cual se coloca sobre el borde de la mesa para dejar caer la moneda sobre la
almohadilla de la tabla. Y habiendo siempre tenido la mano izquierda cerrada,
como si estuviese dentro la moneda, se abre extendiendo los dedos vivamente,
uno después de otro, movimiento que da una acción misteriosa. La persona que
tiene el pañuelo, estando bajo la influencia del miedo, por el terrible aviso que
le habéis dado, no olvidará de soltar la moneda a tiempo oportuno para evitar
toda catástrofe, y como la moneda por su propio peso hará colgar el pañuelo
hacia abajo, la que esta entre las dos manos caerá naturalmente sobre la otra, y
producirá un ruido que hará creer que acaba de llegar, poseída de un poder
mágico.
***
SECCIÓN XII
Otro bonito juego de moneda volante en un
pañuelo.
Efecto. Colócase una moneda de veinte reales en un pañuelo, y se hace ver
que está perfectamente encerrado, pero que hay un medio cierto para hacerla
salir sin desdoblar el pañuelo; y dirigiéndose a la persona a la cual pertenece el
pañuelo, se le pregunta si permite se use del medio del cual se acaba de hablar.
Ella contestará: sí, sin duda alguna. Entonces se presenta a cualquiera un par de
tijeras, y se hace cortar un pedazo de pañuelo, el cual se quita juntamente con
la moneda y se coloca sobre la mesa. Se hace cortar muchas veces; en seguida
se toman lo dos los pedazos, se aproximan a una bujía así como el resto del
pañuelo, préndesele fuego y se frotan las dos partes una contra otra, como si se
quisieran soldar. Finalízase el juego tomando la moneda que está sobre la mesa
y la cual se echa sobre el pañuelo, como para mandarla donde estaba antes de
haber hecho cortar, y en el momento la moneda aparece a los ojos de los
espectadores, envuelta en el pañuelo como estaba al principio del juego.
Explicación. Preparase una moneda de veinte reales en un pedazo de tela
cuadrado, la cual se tiene en el hueco de la mano como cuando se escamotea.
Téngase mucho cuidado en no dejar apercibir la tela.
Si en la reunión, se hubiese ya hecho uso de algún pañuelo blanco el cual no se
hubiese todavía devuelto a la persona que lo prestó, podría disponerse de él
para el juego; en el caso contrario pídese uno. Pídese también una moneda de
veinte reales que se hace colocar sobre el pañuelo que se tiene extendido sobre
el brazo izquierdo suponiendo que la moneda envuelta estuviera en la mano
derecha. Dese vuelta al pañuelo sobre la moneda haciendo observar que está
bien cerrada. Cogiendo el pañuelo con la mano derecha por el centro se deja
caer la moneda. Entonces es, cuando dirigiéndose a los espectadores, se dice:
"Podría pensarse que sería difícil y hasta imposible sacar esta moneda sin
desdoblar el pañuelo Sin embargo hay un medio, señores, que quiero
comunicarles, si la señora me permite emplearlo." Esta pregunta se dirige al
propietario del pañuelo. No hay duda que la señora da su consentimiento.
Entréganse a uno de los concurrentes una tijeras, invitándole a cortar el
pañuelo, y mientras que se prepara de todo corazón a esta ejecución se
transporta el pañuelo a la mano izquierda, que lo coge cerca de la moneda que
está dentro y con la mano derecha, se coge esta moneda para colocarla en
seguida en la mano izquierda, al mismo tiempo que se mete el pedazo de tela
conteniendo la moneda que representa la del pañuelo. La mano derecha tiene
entonces, con los dedos la moneda que esta en la citada tela. Esta operación se
hace en un momento y en esta disposición: lo que aparece del trozo de percal o
tela parece formar parte del pañuelo, y la moneda que se tiene en la mano
derecha pasa siempre, a los ojos de los espectadores, por ser la que han visto
colocar en el pañuelo.
Reasumiendo, debe comprenderse que la mano izquierda contiene la moneda
del pañuelo, recabada en el fondo por el percal, cuyo percal está también en la
misma mano; que la derecha ha debido retroceder un poco para venir a tomar la
moneda encerrada en el percal y darle a éste la mayor extensión posible; en fin,
que la posición de las manos simule bien el pañuelo que se da a cortar cerca de
la moneda de veinte reales que contiene.
Recomiendo colocar el mayor trozo de percal posible en la mano izquierda,
para poder disponer de un buen pedazo, porque, para hacer el juego más
admirable, se hace cortar varias veces.
Hácese pues cortar cerca de la moneda, que se deposita sobre la mesa con el
pedazo de tela.
Dícese a la persona a quien pertenece el pañuelo: "Señora, veo que el caballero
tiene mucho gusto en esta operación: ¿me permite le de esta satisfacción.....?
Vamos, caballero, corte Vd. ya que esto le divierte." Y cada vez que se quiere
hacer cortar, pídese permiso a la señora. los pedazos se depositan siempre
sobre la mesa. Se guarda el último, y habiendo vuelto a la mesa, enciéndese
este pedazo, así como el extremo que se tiene en la otra mano con el pañuelo.
Frótanse las dos partes juntas, fingiendo servirse de este método para operar el
remiendo; pero, al mismo tiempo, róllanse estos dos pedazos juntos, se colocan
en el hueco de la mano y se dejan caer sobre la tabla, por el movimiento tantas
veces ya indicado.
Recógense los otros pedazos, fingiendo incorporarlos al pañuelo y rollándolos
lo mismo para hacerlos también caer sobre la tabla.
Durante que se hace esta maniobra se dice: "Como sería abusar de la
amabilidad de la señora, si le devolviese su pañuelo en el estado en que lo ha
puesto el caballero, creo que es un deber mío el reparar las pequeñas brechas
que se le han hecho. Felizmente poseo un medio muy expedito y sencillo, como
Vds. ven."
"Ya no me falta pues más que mandar esta moneda al pañuelo como estaba al
principiar el juego."
Tómase la que está en la mesa desde que se cortó el primer pedazo, pero al
cogerla, se hace correr para dejarla caer en la tabla. Se finge tenerla en la mano,
la cual se tiene cerrada, y arrojarla sobre el pañuelo.
Al mismo tiempo, se deja, por un movimiento de sacudida, escapar la moneda
que estaba retenida en la mano izquierda, que aparece encerrada como antes.
Hay muchos modos de escamotear la moneda que se finge echar en último
lugar sobre el pañuelo. Se puede al hacer el ademán de echarla, retenerla en el
hueco de la mano, o entre la raíz del pulgar e índice; en seguida se deja caer
sobre la tabla. Se puede también, al hacer el movimiento, varias veces, de
lanzar la moneda, dejarla caer sobre la tabla, siempre guarnecida de una
almohadilla. Para servirse de este medio, se coloca al lado de la mesa, de modo
que la tabla este cerca del brazo que trabaja.
Este último modo de escamotear la moneda, había sido adoptado por un hábil
prestidigitador belga, nuestro contemporáneo, llamado Courtois, el cual sea
dicho de paso era tan honrado como hábil.
***
SECCIÓN XIII
Tercera manera de hacer el juego de la
multiplicación de monedas.
Efecto. Preséntase en un plato un número cualquiera de monedas. La persona
a la cual se presentan las toma para contarlas en el plato. Supongamos que
hubiese veinticinco; viértense en las manos de la que las ha contado. Se le
piden cinco, que se hacen envolver en un pedazo de papel.
Tómase este papel, y se finge sacar invisiblemente las cinco monedas una
después de otra, para volverlas a mandar a manos de la persona que las entregó;
lo que tiene lugar en efecto, porque a la última de las cinco que se parece
mandar, el prestidigitador rasga el papel, en el cual no hay nada. La persona
que tiene las monedas las recuenta, y halla veinticinco, no obstante de haber
entregado cinco.
Explicación. Presentando las veinticinco monedas para contarlas, se tienen
otras cinco con los dedos que están debajo del plato sobre el cual se hacen
contar. Cuando se han contado estas veinticinco monedas, se vierten en manos
de la persona a la cual uno se ha dirigido, y al entregarlas se sueltan las que se
tienen entre los dedos y las cuales se mezclan con las otras. Desembarázase del
plato dejándole sobre la mesa. Sobre otra mesa del fondo, se va a buscar un
cuadrado de papel y al mismo tiempo, un pedazo de papel envuelto como si
contuviese algunas monedas. Tiénese secretamente en la mano izquierda este
papel, que debe ser fuerte, para que conserve mejor la forma que se le ha dado.
Se lleva el cuadrado de papel a la persona que tiene las monedas, rogándole
que entregue cinco, y las envuelva o haga envolver. Se toma este papel, que
encierra las cinco monedas, y fingiendo transportarlo a la mano izquierda, se
retiene en la mano derecha, dejando aparecer el falso que estaba oculto en la
mano izquierda. Deposítase ligeramente este falso paquete sobre la mesa
colocándose de modo para poder dejar caer sobre la tabla las monedas
envueltas que se han retenido en la mano derecha.
Vuélvese a tomar el falso paquete que está sobre la mesa, diciendo: "Caballero,
voy a restituirle las cinco monedas que Vd. me ha confiado envueltas en este
papel."
Fíngese tomar una después de otra a través del papel, y mandarlas con las que
tiene en su poder esta persona. Rásgase el papel para hacer ver que no contiene
nada y se echan los pedazos. Hácense contar las monedas y se encuentran
veinticinco, sin embargo de haber sacado cinco.
Es necesario no manejar con mucha viveza el paquete hueco, por temor de que
los espectadores no se aperciban de su ligereza.
Hay todavía algunos otros juegos de monedas, de los cuales no daré la
descripción porque se hallan ya impresos. Hállanse en Ozanam y Decremps, y
en las compilaciones hechas sobre ellos; por ejemplo, la moneda que se mete
en un pañuelo y que se hace caer en un plato, y de allí a un vaso colocado
debajo de la mesa; lo que se ejecuta por medio de un hilo que se adhiere a la
moneda y al extremo opuesto, del cual hay atado un alfiler doblado en forma de
anzuelo para clavarlo al pañuelo.
También se encuentra el juego de moneda volante conocido de todo el mundo,
que se hace con una moneda cosida a una punta del pañuelo; las dos monedas
que cambian de manos, que se hace por medio de dos monedas diferentes que
se sueldan juntas después que se han partido por la mitad de su espesor, por
ejemplo, una moneda de cuatro reales y una de dos cuartos.
Hay todavía dos o tres juegos talmente conocidos que no merece la pena el
hablar de ellos, tanto más cuanto que estoy deseoso de empezar el segundo
artículo de esta segunda parte.
***
ARTÍCULO II
Del juego llamado de los cubiletes

En las tres obras originales que ya he mencionado, se hallan detalles bastantes
extensos sobre el juego de los cubiletes , principalmente en Guyot, que ha
tomado de un alemán, como ya lo he dicho, una serie de pases
ingeniosísimamente combinados; también se han amparado de ellos todos los
compiladores.
Mi objeto no es pues repetir lo que se ha dicho sobre este motivo; si hablo de
ello será con objeto de dar a conocer las mejoras que se han hecho en esta parte
de la prestidigitación.
Este juego, aunque muy antiguo, siempre se ve con gusto. Lo que prueba su
mérito es haber sobrevivido al tiempo, y aunque es muy fácil de ejecutar, se le
considera generalmente como la parte constitutiva de la prestidigitación; así,
comúnmente dicen, hablando de un prestidigitador: Es un jugador de cubiletes.
Para hacer cómodamente el juego de los cubiletes, es indispensable una mesa
tal como la he descrito en la primera parte, artículo II, sección VI. La tabla de
esta mesa sirve de zurrón. Llámase así el saco que los escamoteadores colocan
delante de ellos, y en el cual llevan lodos los objetos que necesitan. A los
prestidigitadores y profesores de física recreativa, les ha parecido prudente
llamar servante a esta tabla de la cual acabo de hablar.
Llámanse pases, los juegos que se hacen con los cubiletes.
No daré la descripción de estos cubiletes; se encuentra en todos los libros y no
hay hojalatero que no sepa hacerlos, sea de hojalata, sea de cobre.
Las pequeñas bolas con las cuales se hace el juego son de corcho; los franceses
les han dado el nombre de moscadas, porque antiguamente estas pequeñas
bolas se ennegrecían a la llama de una vela, para hacerlas más ligeras, de modo
que su color y su forma las hacían muy semejantes a esta nuez odoriferante de
las cuales llevan el nombre.
***
SECCIÓN I
Modo de escamotear la bolita.
Hasta de ahora, solo se ha dado conocimiento, de un modo de escamotear la
bolita; yo admito dos, y por medio del segundo es por el que se ejecutan los
pases más sorprendentes, porque se pueden escamotear varias bolitas juntas, en
lugar de una sola. Vamos bien pronto a hablar de él.
Para ponerse en estado de hacer bien el juego de los cubiletes no hay más que
aprender dos cosas, a saber: escamotear la bolita entre los dedos, e introducirla
en el cubilete; lo demás no es más que negocio de memoria.
Para escamotear la bolita de la manera ordinariamente usada, tómese con el
pulgar e índice de la mano derecha. Dóblese el índice, lo cual la hace
retroceder haciendo rodar un poco la bolita, que debe entonces colocarse sobre
la primera falange del dedo del medio. Restablézcase el anular dentro de la
mano para dar más separación entre él y el dedo del medio. Ruédese con el
pulgar, la bolita a esta separación, vuélvase a su sitio el anular, y esta bolita
debe hallarse colocada entre las primeras falanges del dedo del medio y del
anular y contra las raíces de estos dos dedos, en fin, a la parte de abajo y entre
el arrejaque formado por estos dos dedos.
He aquí lo que se llama escamotear la bolita; es necesario hacerlo con toda la
naturalidad posible, sin lentitud ni precipitación. Ejercitaos desde luego con
una bolita más pronto pequeña que grande, para que podáis hacerla sostener
más fácilmente entre los dedos.
Cuando empezaréis a poder ejecutar lo que acabo de explicar, acostumbraos,
escamoteando la bolita, en hacer el ademán de colocarla en la mano izquierda,
la cual debéis cerrar a tiempo retirando la mano derecha.
Para acostumbraros a un movimiento natural, colóquese realmente la bolita en
la mano izquierda, retirando la mano derecha. Examínese efectivamente el
efecto tan sencillo de esta acción, y procúrese imitar bien este efecto
escamoteándola, de modo que no se encuentre diferencia entre el movimiento
que se haría escamoteando la bolita y el que se hiciera colocándola
efectivamente en la mano. Esto es más importante de lo que se cree; es el
medio de engañar los ojos de los mismos escamoteadores.
Obsérvese lo mismo en el caso que se coloque el cubilete sobre la mesa
introduciendo la bolita, o cuando no se coloque nada debajo de ellos, no
afectéis nunca el golpear fuertemente con los cubiletes, como lo hacen la
mayor parte de los que los ejecutan; no es natural colocar un objeto con la
brutalidad de un hombre rabioso.
Veamos ahora como se introduce la bolita.
Es necesario tomar el cubilete lo más abajo posible, a fin de que la bolita que se
halla entre vuestros dedos esté al nivel del borde; así, al tomarlo el índice debe
rozar la superficie de la mesa.
Cuando se levante un cubilete para introducir una bolita, debe hacerse siempre
bajo el pretexto de hacer ver que no hay nada debajo y al volverlo a dejar se
introduce vivamente la bolita con el anular. Estas dos acciones de dejar el
cubilete e introducir la bolita deben hacerse en un solo tiempo.
Ahora ya se sabe cómo se escamotea la bolita y cómo se introduce en el
cubilete. Solo resta decir cómo se toma de entre los dedos para aparecer sacarla
de una varita o de cualquier otro objeto.
Esto es muy sencillo, basta el tomarla con la punta del pulgar para hacerla
rodar hacia el índice, que se dobla a fin de tomarla juntamente con el pulgar.
Todo esto se hace en un solo tiempo y en el mismo momento que se retira la
punta de los dedos del objeto que se ha pellizcado como para tomar la bolita,
que aparece súbitamente entre el pulgar e índice. Este movimiento debe
hacerse con rapidez de un resorte que se deja escapar. Con un poco de práctica,
se llega fácilmente a ejecutar esto.
***
Segunda manera de escamotear la bolita.
La segunda manera de escamotear la bolita es colocarla en la palma de la
mano del mismo modo que la moneda. Tiénese desde luego esta bola a la punta
del índice y del pulgar, como el modo más conveniente y natural de tenerla;
pero para escamotearla, se rueda con el pulgar sobre las puntas y entre los dos
dedos del medio. Estos dos últimos dedos, se doblan, llevando la bolita al
hueco que forma la palma de la mano; el dedo del medio se apoya sobre la
bolita para colocarla bien. Este movimiento de dedos se hace fingiendo colocar
la bolita en la mano izquierda. Para volverla a tomar es el anular el que va a
buscarla y la atrae haciéndola rodar, hasta que el pulgar pueda ampararse de
ella y volverla a dejar sobre la punta del índice. En esta operación el dedo
pequeño ayuda un poco al anular.
Esta manera de volver a tomar la bolita es más difícil que el primer
procedimiento; será necesario ejercitarse un poco más.
Pero para colocar la bolita debajo del cubilete en este segundo método, puede
ser que sea todavía más fácil que en el primero.
Cuando se toma el cubilete, el anular y el dedo pequeño van a buscar la bolita,
y atrayéndola, la colocan naturalmente debajo del cubilete que no hay más que
colocarlo sobre la mesa soltando la bolita.
Pueden colocarse fácilmente dos bolitas en el hueco de la mano, pero una
después de otra; es necesario colocar la que os parezca más pequeña en primer
termino y si se coloca una entre los dedos según el método ordinario, tendréis
tres sin ninguna dificultad. Por este medio pueden hacerse juegos muy
sorprendentes y cuando se haya adquirido la costumbre de manejar varias
bolitas, como acabo de explicar; podrá uno mismo improvisar una infinidad de
pases que desconcertarán a todos los jugadores de cubiletes, que no conozcan
la ventaja que da la facilidad de escamotear muchas bolitas a la vez.
***
SECCIÓN II
Notas sobre los principios descritos por
Ozanam.
Algunas personas han creído, después de Ozanam, que se podían escamotear
muchas bolitas colocándolas entre los dedos, es decir metiendo una entre el
pulgar e índice, una segunda entre el índice y el dedo del medio, y en fin una
tercera entre el dedo del medio y el anular. Así es como lo enseña Ozanam.
Pero como es evidentemente imposible el trabajar los cubiletes colocando las
bolitas de esta manera deduzco de ello que Ozanam no sabía ejecutar este
juego. En efecto ¿cómo tomar un cubilete por la parte de abajo, que es la parte
más ancha, sin riesgo de caer la bolita que esta entre el índice y el pulgar,
porque es necesario que el pulgar coja todo lo ancho del cubilete? Por otra
parte cuando se tienen tres bolitas colocadas entre los dedos, es necesario tener
los dedos juntos. Este estado de la mano no siendo ordinario, daría un aire
torpe que inspiraría sospechas. Es bueno tener esta mano abierta en toda su
extensión, como Ozanam lo recomienda, esto no haría más que hacer más
aparente la torpeza. No es esto solo lo que Ozanam dice de singular en su
instrucción: explica que, para introducir la bolita en el cubilete, es necesario
hacer pasar una después de otra todas las que están en la mano entre el anular y
el dedo pequeño. Lo que prueba la absurdidad de sus principios, es que, hace
más de un siglo que Ozanam los ha publicado, y no ha habido una sola persona
que haya hecho uso de ellos.
Voy a copiar literalmente, de su obra los artículos de que se trata para que el
lector juzgue por sí mismo. He aquí desde luego, lo que dice Ozanam, para el
escamoteo de la bolita.
"Cuando queráis meter la bola que tenéis escamoteada debajo de un cubilete, la
haréis salir de entre vuestros dedos, empujándola con el segundo dedo al
tercero, y doblaréis el tercer dedo para sostenerla; se tomará el cubilete por la
parte de abajo y lo levantaréis en alto, y al bajarlo rápidamente meteréis dentro
la bola."
Ahora veamos lo que dice para el escamoteo de las tres bolitas:
"El octavo pase es colocar tres bolitas en la mano, una entre el pulgar y el
primer dedo, la segunda entre el primero y segundo, y la tercera entre el
segundo y tercero. Frótese una mano con otra y dense palmadas diciendo:
"Señores, ya ven Vds. que no hay nada en mis manos," y hacéis ver que no
contiene nada el primer cubilete, y al levantarlo, se introduce la bola que está
entre el segundo y tercer dedo; pero tendréis mucho cuidado, antes, de hacerla
correr a vuestro tercer dedo, a fin de colocarla fácilmente dentro del cubilete.
Cuando la habréis colocado debajo, haréis correr la bola que esta entre el
primero y segundo dedo, en el tercero, como la primera: levantaréis el segundo
cubilete diciendo que no hay nada, y colocaréis una bola dentro al bajarlo; en
seguida tomareis la bola que tenéis en el pulgar y la colocareis en el mismo
dedo que habéis colocado las otras. Entonces levantaréis el tercer cubilete y
haciendo ver que no hay nada debajo, introduciréis la tercera. En fin levántanse
los tres cubiletes uno después de otro y hágase ver que hay una bola debajo de
cada uno."
El lector podrá convencerse por si mismo que todos estos cambios de bolita en
la mano son impracticables, y por esto se ve sin duda alguna, que Ozanam no
sabía hacer el juego de cubiletes y que ha sido inducido a este error por las
personas con las cuales ha consultado, a menos que sus mismas presunciones
no le hayan engañado.
Puede ser que se me diga que es casi increíble que se haya tratado de un arte
manual, sin haberse familiarizado con él por la práctica. Sin embargo esto no
tendría nada de admirable. Podría citar muchos ejemplos, y de diversa
naturaleza, en apoyo de mi opinión; pero para no separarme mucho de mi
objeto, no haré mención más que de un hecho que me ha sido familiar.
Ya he dicho que había conocido muy particularmente a Decremps. En nuestras
entrevistas, le gustaba mucho hablar de juegos. En esta época, yo hacía ya
algunos con bastante ligereza, sobre todo de cartas.
La primera vez que me invitó a que le hiciese algunos no me atrevía. Le miraba
como un crítico perspicaz y severo, porque yo había leído sus obras y sobre
todo su descripción de los principios sobre las cartas hecha con mucha
inteligencia. Pero quedé muy sorprendido cuando me preguntó, con cierto aire
de admiración, si no ejecutaba los juegos que le hacía por otros medios que los
que él conocía. A lo cual le contesté que yo no empleaba sino los que el había
tan ingeniosamente explicado en su Testament de Jéróme Sharp, y que no
comprendía cómo no se había apercibido de ello. "Entonces, ahora concibo,"
contestó él, "que es que los habéis hecho con tanta ligereza que mis ojos no han
podido seguir vuestros movimientos." Estando en esta conversación, tomó la
baraja y ensayó a hacer el salto: colocaba muy bien los dedos, se veía
palpablemente que conocía los principios; pero después de varias tentativas
infructuosas, dejo caer varias cartas. "Ya veis," me dijo el recogiéndolas, "que
soy muy desmanotado." "Por mí," le contesté yo, "Sr. Decremps, ya veo que no
sois tan diestro de manos como de pluma." Y me confesó que no había podido
hacer nunca ningún juego de destreza, que había tenido siempre curiosidad por
conocer los medios de ejecutarlos, pero que había descuidado absolutamente la
práctica.
Por esta pequeña anécdota, se ve, que Decremps no sabía ejecutar los juegos de
cartas; no obstante ha podido muy bien describir los principios porque se los
enseñaron bien. Pero si le hubiesen comunicado malos medios, no hubiese
podido apreciar su falsedad; hubiera pensado que, en la ejecución, todo lo que
era impracticable para el, podría ser fácil para otros que hubieran adquirido
más practica por los ejercicios. En el mismo caso se encuentra Ozanam con su
juego de cubiletes, que Decremps en los juegos descritos en su Mágie blanche,
para los cuales no ha estado a su alcance recibir explicaciones sinceras de un
profesor de buena fe. Volvamos a nuestras bolitas.
Digo y aseguro que, para escamotear bien, no se pueden tener libremente
muchas bolitas en la mano, más que como ya lo he explicado. La experiencia lo
probará a las personas que quieran ensayarlo.
***
SECCIÓN III
Segunda manera de fingir colocar la bolita
debajo del cubilete.
Todos los que han escrito sobre el juego de los cubiletes no han dado más que
una manera de fingir colocar la bolita debajo del cubilete. Es haciendo el
ademán de colocarla en la mano izquierda, tomar el cubilete en la derecha,
cubrir la supuesta bola y hacer el ademán de colocarla sobre la mesa haciendo
pasar el cubilete por encima la mano; bien entendido que no debe abrirse la
mano izquierda hasta el momento en que esté cubierta por el cubilete.
Esta manera de fingir cubrir la bolita, es la que emplean todos los
prestidigitadores. Puede también emplearse otro medio para romper la
monotonía que resulta del uso constante de la primera; me parece que este
segundo que voy a proponer es más natural; pero aconsejo hacer uso de ambos,
para que haya divergencia en el movimiento uniforme de uno solo.
He aquí esta segunda manera:
Teniendo la bolita en la mano derecha, no se cambia de mano, o más bien
dicho no se finge cambiarla. Levántese el cubilete en la mano izquierda, y
escamoteando la bolita en La mano derecha, se hace el movimiento de
colocarla sobre la n esa, cubriéndola al mismo tiempo con el cubilete que se
tiene en la mano izquierda. Es absolutamente el mismo efecto que si se dejase
realmente la bolita sobre la mesa y se cubriese con el cubilete, suponiendo que,
colocando la bolita entre el pulgar e índice de la mano derecha, se cubre esta
bolita con el cubilete al tiempo de soltarla.
Ahora voy a hablar de algunos pases que no se han descrito en ninguna parte.
Estos pases serán un suplemento a los publicados en las obras que he citado, y,
de todos estos diferentes pases, se podrá, con un poco de inteligencia,
componer un juego que tendrá la apariencia de la novedad, suprimiendo con
gusto aquellos que parezcan inútiles y que tengan alguna conexión.
***
SECCIÓN IV
De algunos pases no publicados hasta el
día.
El juego de los cubiletes que hay en la obra de Guyot es el mejor de los que se
han publicado. Sin embargo hay muchos pases insignificantes, que aconsejo
suprimir porque lo hacen languidecer; tales son, por ejemplo, el segundo, el
tercero, y después el último, que se hace con seis bolitas para hacer el cambio
de color. Estos pases no tienen nada de sobresaliente, hacen el juego más largo,
y le quitan esa vivacidad y animación que es lo que encanta.
Voy a explicar el juego que me he compuesto, sin hablar de los pases que se
pueden improvisar cuando se está dispuesto, y que se ve que gustan
verdaderamente a los espectadores.
Colocar una bolita debajo de cada cubilete, y hallar enseguida en el del centro,
las bolitas que estaban en los de los lados, no habiendo levantado los cubiletes
más que una sola vez para introducir las bolitas.
Coloco tres bolitas sobre la mesa, afirmando que no trabajo más que con estas
tres bolitas (se sabe que la principal virtud del escamoteador es mentir mucho.)
Hago ver que no tengo ocultas en las manos. Tomo una de las tres y fingiendo
colocarla en la mano izquierda y de allí debajo de un cubilete de los extremos,
la escamoteo en el hueco de la mano. Tomo una segunda; esta vez, para mayor
facilidad, la escamoteo entre los dedos fingiendo colocarla debajo del cubilete
del otro extremo. Tomo en fin la tercera; pero esta la coloco efectivamente en
la mano izquierda, con las dos que tenía ocultas en la mano derecha, y todas las
tres las introduzco en el cubilete del centro. Entonces mando a las que están en
los cubiletes de los extremos que pasen invisiblemente al cubilete del medio.
Descubro este cubilete y hago ver que las bolitas han pasado. Levanto los de
las esquinas para hacer ver que no hay nada debajo
Empiezo ordinariamente por este pase, para persuadir que no trabajo más que
con tres bolitas; y continúo por el pase siguiente.
***
SECCIÓN V
Colocar ostensiblemente una bolita debajo
de cada cubilete, y hacer desaparecer a un
mismo tiempo estas tres bolitas.
Tomo estas tres bolitas una después de otra fingiendo colocar una debajo de
cada cubilete; pero las escamoteo en la mano derecha, y como siempre, como
cuando se escamotean tres, colocando dos en el hueco de la mano y una entre
los dedos. Los concurrentes habiendo visto tomar estas bolitas de la mesa,
están bien persuadidos que están debajo de los cubiletes.
Tomo la varita y digo: "Señores, para probarles que esta varita tiene realmente
una propiedad mágica, voy a hacer entrar invisiblemente estas tres bolitas en su
interior."
Pronunciando estas palabras dejo caer sobre la tabla las tres bolitas que tenía en
la mano derecha.
Coloco uno de los extremos de la varita sobre un cubilete, y tocando con los
dedos esta varita, corro la mano de arriba a abajo, como para facilitar la
introducción de las bolitas, activando el poder mágico. Hago la misma
operación sobre cada cubilete, en seguida los descubro, y se ve que no hay
ninguna bolita. Para convencer más se enseña el interior de las manos.
Dejando con la mano izquierda los cubiletes en su sitio; se toma secretamente
con la derecha una bolita de la tabla, y se continúa el juego por el primer pase
descrito por Guyot.
Si se quiere hacer más vivo, se pasará del primer pase al cuarto, del cuarto al
noveno, continuando sin interrupción hasta el onceno inclusive.
Terminado el onceno pase, se seguirá inmediatamente con dos lindos pases
muy fáciles, que voy a explicar, porque no lo han sido nunca. Véanse las dos
secciones siguientes:
***
SECCIÓN VI
Colocar las bolitas una después de otra
sobre un cubilete, cubrirlo, con un
segundo, y hacer que cada vez, la bolita que
estaba arriba pase debajo sin ninguna
causa aparente.
Habiendo ya terminado el onceno pase, retírense las tres bolitas que están
debajo del cubilete, colócanse sobre la mesa, y al dejar en su sitio el cubilete,
se introduce la bolita que se tiene en la mano. Tómese una de las tres que están
sobre la mesa, y se coloca encima del cubilete sobre el cual hay una bolita.
Cúbrese este cubilete con otro y se remueve el dedo índice por encima del
cubilete, como si este movimiento fuese necesario a la operación. En seguida
se derriban los cubiletes con la punta de los dedos; los espectadores ven sobre
la mesa la bolita, la cual toman por la que se ha colocado encima. Al derribar
los cubiletes la abertura debe hallarse del lado de los espectadores. Tómense
estos cubiletes con la mano izquierda por la abertura, trayéndolos hacia vos
teniendo cogido por la mano derecha por la parte de arriba el de abajo. las
cabezas de los cubiletes deben hallarse hacia abajo, por consiguiente la
abertura esta hacia arriba. Separando los dos cubiletes, la bolita que estaba
entre ellos se halla naturalmente al fondo del que se tiene en la mano derecha;
no tenéis pues más que colocar simplemente este cubilete sobre la mesa en el
punto donde hay una bolita, y la que estaba en el cubilete rueda y cae sobre la
otra. Repítese la misma operación hasta que hay tres bolitas, debajo del
cubilete, entonces se deja la cuarta entre los dos cubiletes, y aprovechando esta
circunstancia se hace el pase siguiente:
***
SECCIÓN VII
Hacer pasar las tres bolitas debajo de la
mesa y dentro de un cubilete que se tiene
con la abertura hacia arriba.
Cuando se han derribado por última vez los dos cubiletes para enseñar las tres
bolitas, tómense estos cubiletes con la mano izquierda con la abertura hacia
arriba. Sirviéndoos de la mano derecha para retirar el cubilete de encima, es
decir el que esta dentro del otro. Colócase sobre la mesa, pues no es necesario
hacer otra cosa. Queda pues el que se tiene en la mano izquierda, con la
abertura hacia arriba.
No habréis olvidado que la cuarta bolita, que se ha puesto encima del cubilete
que se acaba de colocar separadamente, está en el fondo del que tenéis en la
mano. Entonces se dice: "Señores, acaban Vds. de ver pasar estas tres bolitas
de arriba a abajo a través del cubilete; ahora voy a hacer algo más maravilloso,
haciéndolas pasar de debajo a arriba, a través de la mesa, al cubilete."
Tómese una de las tres bolitas y colocando la mano derecha debajo de la mesa,
teniendo arriba el cubilete con la mano izquierda, se escamotea la bola entre los
dedos. Echese entonces sobre la mesa la bolita que estaba en el cubilete y que
se cree que es la que tenéis escamoteada. Vuélvase a tomar esta bolita que
acabáis hacer aparecer y métase en el cubilete; pero introdúzcase juntamente
con ella la que se tiene en la mano. Tómese una segunda bolita que se
escamotea lo mismo debajo de la mesa. Enséñense las dos que hay en el
cubilete. Vuélvanse a tomar para dejarlas otra vez dentro del cubilete,
añadiendo siempre la que se tiene escamoteada, en fin hágase lo mismo para la
tercera. En cuanto a la cuarta que se tiene entre los dedos, se guarda para
servirse de ella en los pases siguientes.
Con las tres bolitas que han quedado sobre la mesa y la que se tiene
escamoteada, se continua el juego tomando el duodécimo pase de Guyot;
sígase hasta el décimo cuarto, que es el de la multiplicación de las bolitas,
después del cual se hacen los pases de bolas medianas y gruesas, que terminan
el juego de cubiletes que yo he adoptado.
He notado que terminando aquí, el juego aparecía más animado, y que
continuándolo, comenzaba a languidecer y el espectador entonces ya casi no
fijaba la atención.
***
SECCIÓN VIII
De la multiplicación de las bolitas.
Este último pase que hago con las bolitas, y que se llama la multiplicación,
puede que sea el más sencillo y al mismo tiempo el más brillante del juego de
los cubiletes. Consiste en fingir sacar de debajo de los cubiletes una cantidad
indeterminada de bolitas que parece que se reproducen sin cesar aunque sin
embargo no se saca ninguna. Voy a describirlo en pocas palabras, aunque se
encuentra en las obras que tratan de prestidigitación; pero si hablo ahora de él,
es porque yo termino este pase de un modo diferente de como se ha explicado.
Habiendo una bolita debajo de cada cubilete, y una cuarta entre los dedos, se
toma un sombrero el cual se tiene en la mano izquierda. Entonces se levanta
con la mano derecha un cubilete para descubrir la bolita que está debajo. Al
volver a dejar el cubilete, se introduce la que se tiene escamoteada. Tómase la
que se acaba de descubrir y fingiendo meterla en el sombrero se escamotea.
Tómase el segundo cubilete, que se levanta lo mismo, para descubrir la bolita,
y que se deja, introduciendo la que se tiene oculta entre los dedos. Tomase la
bolita descubierta, y como la primera vez se escamotea fingiendo echarla en el
sombrero. La misma operación se hace con el tercer cubilete. Esta maniobra se
continúa todo el tiempo que se quiere. Los espectadores toman siempre por
nuevas bolitas las que ven reaparecer debajo de los cubiletes, cuando creen que
no había nada.
Este pase se puede acabar de dos maneras, o sea enseñando que no hay ninguna
bolita en el sombrero, o bien sea haciéndolas aparecer.
En el primer caso se ruega a una persona que extienda un pañuelo para recibir
las bolitas; se finge verterlas, y se retira encargando a la persona que no pierda
ninguna.
En el segundo caso, cuando se quieren hacer hallar las bolitas en el sombrero,
hay un medio muy sencillo y más fácil de lo que se puede creer a primera vista.
Yo no aconsejaré servirse del método que indica Guyot: de hacer construir un
vaso de doble fondo, con báscula, en el cual se ocultan las bolitas; este medio
es demasiado ingenuo en el tiempo actual.
He aquí el que yo empleo: Antes de empezar la multiplicación, tomo con la
mano derecha, de la tabla, una porción. de bolitas que tengo dispuestas de
antemano. Adelántome a la reunión para pedir un sombrero; yo tengo mucho
cuidado de presentar un poco el lado izquierdo a fin de ocultar suficientemente
mi brazo derecho que dejo caer a lo largo sobre la cadera. Tomo con la mano
izquierda el sombrero que se me ofrece, y pido al mismo tiempo un pañuelo
que hago meter en el sombrero. Entonces transportando este sombrero de la
mano izquierda a la derecha; dejo caer dentro las bolitas que tengo en la mano,
al momento que cojo el sombrero por los bordes. Este movimiento que debe
hacerse en un abrir y cerrar de ojos, no puede apercibirse porque el sombrero
oculta enteramente la mano derecha a los ojos de los espectadores, en el
momento en que lo cambio de mano y echo las bolitas.
El pañuelo que hago meter en el sombrero sirve para amortiguar el ruido de las
bolitas al caer. Su empleo llama la atención de los espectadores que no pueden
comprender para que pueda necesitarse en esta circunstancia.
***
SECCIÓN IX
Pase de las bolas medianas.
Habiendo vaciado las bolitas sobre la mesa, para finalizar el juego anterior
(retirando antes el pañuelo), hago el juego de las bolas medianas; pero para
unirlo con la multiplicación que acabo de terminar y tener ocasión de tomar
secretamente una bola sobre la tabla donde están preparadas, entretengo a los
espectadores, diciéndoles, respecto al último pase de las bolitas: "Señores, esto
no es más que una muestra de lo que yo podría hacer, porque, con tiempo me
sería fácil multiplicar estas bolitas en tal cantidad, que habría suficientes para
llenar muchas barricas, pero esto sería abusar de la paciencia de ustedes. Lo
que yo me permitiré en este momento será cambiar de tamaño y de color las
que están debajo de los cubiletes."
Hablando así, tomo secretamente una bola de la tabla, la que coloco en el
hueco de la mano derecha y levantando uno de los tres cubiletes para descubrir
la bolita que había debajo, introduzco la bola. Tomo la bolita que ha quedado
sobre la mesa, diciendo que voy a mandarla debajo del cubilete. Dejo esta
bolita sobre la tabla, y tomo una bola que coloco siempre, bien entendido, en el
hueco de mi mano.
Vuelvo al segundo cubilete, que levanto lo mismo, para introducir la bola al
dejarlo, tomo la bolita para dejarla sobre la tabla y fingir hacerla pasar al través
como anteriormente. En fin, hago lo mismo para la tercera bolita; pero, esta
última, la dejo en la tabla sin tomar nada.
Estas tres bolas medianas que deben ser del tamaño de una nuez gorda, estando
debajo de los cubiletes, se ha llegado ya al momento de hacer el pase de las
bolas gordas, cuyo diámetro debe llenar toda la capacidad del cubilete.
***
SECCIÓN X
Pase de las bolas gordas.
Este pase no es el más difícil del juego de los cubiletes, y sin embargo es el
que más llama la atención. He aquí la manera de ejecutarlo.
Téngase presente que la mesa sobre la cual se opera es bastante alta, que la
tabla está a nivel de la mano y se puede tomar de ella todo lo que se quiera, sin
forzar el cuerpo a hacer ningún movimiento, que haga creer que se quiere coger
algo, lo cual destruiría por completo la ilusión necesaria para asombrar a los
espectadores.
Las bolas están preparadas sobre la tabla, al lado izquierdo, y fáciles de tomar.
Entre estas bolas, se colocan dos o tres que sean bien elásticas y blandas; será
necesario separarlas bastante de las otras para poderlas coger fácilmente
cuando se necesiten. Estando así todo dispuesto, tómese una bola con la mano
izquierda, y levantando uno de los cubiletes con la mano derecha, para
descubrir una bola mediana, aproxímese el cubilete hacia uno mismo, un poco
adelante de la mesa, y se introduce ligeramente la bola, que debe sostenerse
ella misma al colocarla; sin embargo para mayor seguridad al colocar el
cubilete sobre la mesa se le da un pequeño empuje con el dedo del medio Esta
introducción de la bola gorda en el cubilete se hace más rápida que un
relámpago, sin dejar ver este movimiento.
Los espectadores lo ven mucho menos, porque vuestra mano izquierda esta
oculta por el borde de la mesa, así como el cubilete que recibe la bola.
Aquí tengo que hacer una importante recomendación, a la cual es necesario
conformarse escrupulosamente, si se quiere hacer una ilusión completa en este
pase de bolas gordas; y es que introduciéndolas en los cubiletes, es necesario
procurar el mover lo menos posible el brazo izquierdo; el puño es el que debe
hacer solo el movimiento.
El método que acabo de dar para la introducción de las bolas gordas en los
cubiletes, es según mi modo de ver, el mejor, porque el cubilete no cambia de
mano. El que se encuentra en Ozanam no debe emplearse más que para las
bolas medianas.
Voy a continuar nuestro pase, que había interrumpido para hacer algunas
reflexiones que venían a caso y eran necesarias.
Métase una bola sobre el segundo cubilete lo mismo que se introdujo en el
primero. Como ya lo he dicho estas bolas deben tenerse ellas solas en el
cubilete. Para la tercera se emplea un pase falso que, engañando a los
espectadores los admira y divierte.
Luego que se ha introducido la bola gorda en el segundo cubilete, se dice,
haciendo notar el medio que acabáis de descubrir: "Ya ven Vds. que las bolas
han cambiado de tamaño y color." Y mientras que se pronuncian estas palabras,
tómese con la mano izquierda una bola gorda de la tabla, como por descuido,
déjese apercibir un poco la bola que se tiene sosteniéndola con el pulgar.
Entonces levantando el tercer cubilete, se aproxima a la mano izquierda,
haciendo ligeramente el ademán de introducir algo en el, en el mismo momento
que se deja caer sobre la tabla la bola. Habiendo pues dejado el cubilete en su
sitio, todos los espectadores creen que habéis introducido en él la bola que os
han visto por un momento, y no falta alguno que murmure y hable de vuestra
poca ligereza.
Tómese un aire de turbación, preguntando el objeto del descontento que os
atestiguan e indudablemente os contestarán que os han visto colocar una bola
debajo del cubilete. Contésteseles diciendo que se engañan, y que, si hubiese
algo, vos seriáis el primero que lo sabríais. Levantareis perpendicularmente los
dos primeros cubiletes. las bolas se mantienen en su interior y no se ven.
Entonces exclamarán: "¡En el otro! ¡En el otro!" alegrándose de antemano de
vuestra presumida turbación. Entonces levantando los cubiletes se dice con
frialdad: "No, señores, nada en este ni en los otros."
Los espectadores, viendo que no hay nada, donde creían que había una bola, se
quedan corridos y turbados.
***
SECCIÓN XI
Continuación del pase anterior.
Después de haber probado a los espectadores que no hay nada debajo de los
cubiletes, se dice: "Pero señores, me creen Vds. tan desmanotado? ¿Piensan
Vds. que si yo quisiera hacer que las bolas estuviesen debajo de los cubiletes,
fuese a meterlas así tan bruscamente?"
Diciendo esto, se toma de la tabla con la mano izquierda una bola elástica y
otra de las llenas y fingiendo sacar una del bolsillo, se meten las dos en el
cubilete, pronunciando las dos últimas palabras que se acaban de decir. Nótese
que los espectadores creen que no se ha introducido más que una porque la
bola elástica, estando oprimida se reduce a muy poco volumen. La bola sólida
siendo la primera que hay en la mano entra también la primera en el cubilete y
se queda allí; la otra cae sobre la mesa tomando su esfericidad. Esta bola la
toman los espectadores por la que ha quedado en el cubilete, y continuando
hablando se dice: Señores, si yo quisiera escamoteando las gordas, no me las
verían Vds. introducir; voy a probarlo. Presten Vds. toda la atención posible
porque voy a hacer pasar debajo de los cubiletes; ya ven Vds. que soy franco
puesto que lo prevengo. Es necesario desde luego hacerles ver que no hay nada
debajo de los cubiletes."
Levántanse los cubiletes y al dejarlos se les da un golpe seco para hacer caer
las bolas que hay dentro.
Continúese operando y diciendo: "Yo tomo tres bolas gordas de mi bolsillo y
las coloco sobre la mesa como Vds. ven. (No se toma ni deja nada sobre la
mesa). Señoras, les advierto que estas bolas están magnetizadas, de modo que
son invisibles para todas aquellas personas que no tengan tranquila la
conciencia; es decir que hayan cometido algún pequeño pecado en el transcurso
del día; pero yo creo muy bien que nadie de los presentes se encuentre en este
caso. ¿Las ve Vd. señorita? ¡Oh! Perdone Vd. La indiscreción. Voy a continuar
el juego. Tomo esta (que se supone esta sobre la mesa, no se toma nada), y la
hago pasar a través de este cubilete. Tomo esta encarnada (no se tome nada), y
la hago pasar igualmente a través de este segundo cubilete; tomo en fin, esta
tercera y la hago pasar también a través de este último cubilete. Ahora señores
les pregunto, ¿han visto Vds. pasar estas bolas a los cubiletes? No...., sin
embargo helas aquí."
Descubriendo los cubiletes uno después de otro, se introduce una nueva bola
del modo que ya he explicado. Estas bolas están dispuestas sobre la tabla.
Después de estas últimas, se introducen todavía otras. Puede reiterarse esto
hasta tanto que la mesa se halle totalmente cubierta de bolas.
Se concibe fácilmente que se puede poner en los cubiletes cualquier otra cosa
que no sean bolas. Se pueden introducir manzanas, albérchigos, naranjas y aún
ramilletes que se ofrecen a las señoras. No sería muy difícil escamotear
pajaritos; con un poco de práctica se logra fácilmente.
Haré observar que a partir de las primeras bolas, no es necesario que las que
siguen se mantengan en el cubilete; se sostienen un poco con el anular, al
colocarlo sobre la mesa. Repito que este pase de bolas gordas, muy divertido
para los espectadores, puede que sea el más fácil para el ejecutante, tanto más
cuanto que, cada vez que se levantan los cubiletes, las miradas se fijan sobre lo
que se descubre, y no ven que en el momento que hacéis salir una cosa
introducís otra en el cubilete.
A menudo se termina esta multiplicación haciendo ver que salen objetos de un
volumen cuatro o cinco veces mayores que la capacidad del cubilete, lo cual se
ejecuta en el momento que se descubre una bola o un fruto. Aplícanse
vivamente estos objetos contra la abertura de los cubiletes y se mantienen por
debajo con los dedos, sacudiéndolos como si no pudieran salir. Los
espectadores teniendo los ojos fijos en lo que acabáis de descubrir se
sorprenden al ver aparecer estos nuevos objetos, los cuales creen que salen de
los cubiletes. y no conciben como pueden estar allí.
No me extenderé ya más sobre el juego de los cubiletes, habiéndome prescrito
una ley de no escribir en clase de juegos compuestos, más que los que no se
han impreso todavía, a menos que no fuese para corregir las imperfecciones de
algunos de los publicados, o para mejorarlos con nuevos procedimientos.
Ahora solo me falta dar una idea de los pases falsos que deben emplearse en
esta parte de la prestidigitación. Es, como ya creo haberlo dicho, por medio de
estos pases falsos, colocados a propósito, como puede desorientarse a los
espectadores en todas las conjeturas que puedan formarse y al mismo tiempo
hacer el juego más brillante y maravilloso.
Compréndase bien que no tengo la intención de volver a empezar la
descripción del juego, para colocar todos los pases falsos de los cuales es
susceptible: yo no tengo necesidad más que de dar uno o dos ejemplos para
hacerme comprender por los aficionados; a él toca imaginárselos según los
juzgue convenientes para dar más valor a sus juegos y hacerlos más
maravillosos.
Voy a tomar cualquier pase, o para probarles que no escojo ninguno tomare el
primero y uno del centro para establecer mis ejemplos
Voy a empezar por el primero.
***
SECCIÓN XII
Pase ejecutado con pases falsos.
Desde luego, estamos convenidos en que el espectador debe creer que se
pueden sacar de la varita mágica o del dedo del medio de la mano izquierda, un
número infinito de bolitas.
El primer pase se ejecuta con una sola bolita, pero se finge sacar tres de la
varita para colocar una debajo de cada cubilete. En seguida se finge sacar estas
bolitas sin levantar los cubiletes y colocar cada vez estas bolitas en el bolsillo.
(Véase Ozanam y Guyot). He aquí como se hace este pase secamente.
¿Pero el espectador cree o no cree que se introduce y sacan así las bolitas? Al
menos puede dudarlo. Lo esencial aquí es persuadirle. He aquí como yo hago
este pase.
Después de haber hablado de la propiedad inagotable de mi varita, me
dispongo a sacar una bolita; pero como por reflexión, enseño el interior de mis
manos para hacer ver que no tengo ninguna, afirmando que las personas que
creen que los jugadores de cubiletes las ocultan entre los dedos, están en un
error. Colócome segunda vez en posición de sacar una bolita; pero me paro
todavía como si reflexionase nuevamente, y digo: "Muchas personas creen
también que se usa la manga para ocultar todos los objetos que se quieren hacer
aparecer, voy a levantarlas, para probar que esta opinión es también un error."
Comienzo por levantar la manga derecha, y al hacer la misma operación con la
izquierda, tomo una bolita que había colocado en ella de antemano la cual
escamoteo entre los dedos.
Saco una segunda y esta la coloco realmente debajo del cubilete del medio.
Finjo querer sacar una tercera, pero me paro, suponiendo haber oído decir que
tengo las bolitas en la mano; y dirigiéndome a la reunión, les digo, como para
contestar a la persona que me acusa: "Señores, ya les he afirmado a Vds. que
no tengo ninguna bolita oculta como acabo de decirles: miren Vds. mis manos
y verán que están tan vacías como el bolsillo de un poeta. No crean Vds. que
finjo colocar las bolitas debajo de los cubiletes (levantase el que se acaba de
introducir la bolita): ya ven Vds. que las coloco realmente."
Pronunciando estas últimas palabras, pónese el cubilete sobre la mesa, al lado
de la bolita. Vuélvase a tomar esta bolita, que se coloca en la mano izquierda,
fingiendo colocarla debajo del cubilete del modo ordinario, se la hace rodar
fuera del cubilete como por descuido; cógese en seguida y se escamotea,
fingiendo volverla a colocar debajo del cubilete con el pulgar índice de la mano
derecha.
Habiendo hecho este último pase falso, saco una tercera vez la bolita de la
varita, y la coloco debajo del tercer cubilete. Hago observar que hay una bolita
debajo de cada uno de ellos. Entonces invito a una persona para que venga a
retirar las bolitas que están debajo de los cubiletes; teniendo cuidado de no
dirigirme más que a las que están colocadas al lado del cubilete donde esta la
bolita. Llega esta persona y levanta naturalmente el primer cubilete que es el
que tiene a mano. Le dejo descubrir la bolita y luego le digo bajando el
cubilete: "Perdone Vd. caballero, había olvidado decirle que es necesario sacar
las bolitas sin levantar el cubilete. No hay nada más común que tomarlas así,
levantando el cubilete.
Aquí, uno la acción a la palabra; levanto el cubilete con la mano izquierda y
tomo la bolita con la derecha. Finjo volver a colocar esta bolita debajo del
cubilete (según el segundo método, véase la sección III de este artículo), pero
la escamoteo entre los dedos, y volviendo al primer cubilete, es decir al que
esta opuesto a aquel donde estaba la bolita, digo: "Voy a enseñarles una manera
más singular de retirarlas." Entonces saco las bolitas por arriba del cubilete y
finjo colocarlas en mi bolsillo, excepto la del tercer cubilete, que coloco
realmente en mi mano izquierda. Hago el movimiento de meterla en el bolsillo
como las otras, pero me detengo como el que reflexiona y digo: "¡Ah! esta la
necesito: voy a servirme de ella dentro de un momento." y la dejo sobre la
mesa.
¡Ya se ve cuantas palabras han sido necesarias escribir para detallar todos los
pases falsos de un solo pase! ¿Dónde iríamos a parar, si se describiesen así
todos los que constituyen el juego de los cubiletes? Yo creo muy bien que
nadie tendría valor para leerlos aunque yo lo tuviese para explicarlos. Sin
embargo se me permitirá que de todavía uno; pero ruego al lector que no se
impaciente, y para animarle, le dirá que voy a escoger el más corto.
Voy a tomar por segundo y último ejemplo el onceno pase del juego descrito
por Guyot.
***
SECCIÓN XIII
Otro pase con pase falso.
Este pase consiste en hacer pasar una después de otra tres bolitas debajo de un
mismo cubilete.
Estando las tres bolitas sobre la mesa, y teniendo una cuarta entre los dedos, se
levantan los cubiletes para hacer ver que no hay nada debajo de ellos.
Introdúcese en uno de los tres la bolita que se tiene escamoteada. Tómase una
de las que están sobre la mesa, y escamoteándola, fingiendo colocarla en la
mano izquierda, dícese que se manda debajo de uno de los cubiletes. Levántese
aquel en que se ha puesto una para enseñarla. Cubriendo esta bolita se
introduce la que se tiene entre los dedos. Se hace lo mismo hasta que hay tres
bolitas debajo del cubilete; levantase para enseñar las tres bolitas; pero al
volverlas a cubrir se mete con éstas las cuarta bolita oculta en la mano, dejando
diestramente una de ellas descubierta, es decir que no esté debajo del cubilete.
No faltará alguno de los espectadores que os advierta que ha quedado una
bolita fuera; fíngese no haberlo apercibido, se toma, y escamoteándola, se dice
que se va a mandar con las otras dos que hay debajo del cubilete; se levanta y
se hace notar que están allí las tres.
Los espectadores están muy persuadidos que esta bolita había quedado
descubierta por descuido, y viéndola pasar debajo del cubilete de este modo,
están convencidos que todas las que han recibido la orden de pasar
invisiblemente en los pases anteriores, han ido por el mismo camino, lo que, en
el fondo, es verdad; solo se engañan en la forma.
He aquí lo suficiente para dar una idea de los pases falsos que se pueden
emplear en el juego de los cubiletes.
Me había prometido no decir nada más sobre estos pases falsos; pero ahora me
acuerdo de uno que voy a describir pero no tiene ninguna analogía con los
anteriores.
***
SECCIÓN XIV
Pase falso en el pase llamado el correo.
Hay un pase que se llama el correo, probablemente por analogía al ruido que
hacen los cubiletes cuando se ejecuta. Este pase consiste en hacer desaparecer
tres bolitas que se colocan sobre un cubilete, el cual se cubre con otros dos. Se
finge retirar estas tres bolitas a través de los cubiletes de encima, sirviéndose de
una cuarta bolita que se tiene entre los dedos y que se escamotea.
Cuando se han retirado ya las bolitas y quiere probarse que ya han partido, se
vuelven los cubiletes tomándolos con las dos manos; se les da una posición casi
horizontal, un poco más inclinada hacia la derecha, donde se halla la parte
superior de los cubiletes, lo que hace que la abertura este más elevada, se
coloca el cubilete de arriba sobre la mesa y tomando el segundo en el fondo del
cual están las bolitas se coloca sobre el primero. Las bolitas no tienen tiempo
de esparcirse y caen naturalmente sobre el primer cubilete; se sabe que la parte
superior de los cubiletes es cóncava. En fin colocase el tercero sobre los otros
dos. Esta maniobra se repite vivamente por tres o cuatro veces. Los
espectadores viendo que se separan y reúnen así los cubiletes, y no
apercibiendo ninguna bolita; piensan por otra parte, que si hubiese entre los
cubiletes algunas, caerían por esta manipulación, creen de todo corazón que
han desaparecido, invisiblemente atraídas por un poder mágico; pero
finalizando por colocar separadamente los cubiletes, poniendo en el centro el
que contiene las bolitas, se anuncia que van a volver a aparecer, mandándoles
que se hallen en el cubilete del centro.
He aquí la explicación de este pase, que se llama el correo, y he aquí el pase
falso que he prometido, pase falso insidioso hasta el extremo.
Ténganse en el hueco de la mano dos bolitas, y maniobrando los cubiletes
como acabo de explicar, déjense caer estas dos bolitas, que deben ir a pasar
cerca de los espectadores. Téngase entendido que se ha de manifestar no
apercibirse de ello.
Entre una numerosa sociedad siempre hay algunos escépticos que no dan
entero crédito a vuestros prestigios. A estos no les importa nada el veros
burlado. Viendo caer las bolitas, se guardaran muy bien de decirlo, por ver
como salís de este mal paso, porque están persuadidos que estas dos bolitas
acaban de caer, sin querer vos, de los cubiletes; y se ríen de antemano de
vuestro juego. Pero, cuando os oirán decir, con un tono afirmativo, que vais a
hacer aparecer nuevamente las tres bolitas en el cubilete del centro, no dejará
de haber alguno que os proponga una apuesta, diciendoos, para engañaros, que
él no puede creer una cosa que le parece imposible. Aceptáis, para punirle de
su malicia, la cual habéis adivinado; levantáis el cubilete y apercibiendo las tres
bolitas, vuestro adversario queda admirado de ver que el engaño recae sobre él.
Si como puede suceder, algunos oficiosos os previniesen la caída de las bolitas,
entonces, terminaríais de otro modo: en este caso se toman las dos bolitas y se
escamotean diciendo que vais a mandarlas invisiblemente debajo del cubilete.
Los espectadores quedan no menos sorprendidos que en la primera
circunstancia; porque creen de buena fe que las bolitas que han caído son las
que debían de estar debajo del cubilete, y encuentran muy extraordinario se
hayan podido mandar a un sitio de un modo tan poco usado.
***
Artículo III
Del juego de los cubiletes con bolas de
cobre en vez de bolitas de corcho.
SECCIÓN I
De las bolas que se usan en este juego y
modo de escamotearlas.
Este método de jugar los cubiletes con bolas de cobre es muy particular y
difiere del método usado. Antes que Conus padre, que fue el inventor, y él solo
el que lo puso en práctica, hubiese sido para los prestidigitadores, lo que la
cuadratura del círculo para los geómetras, la piedra filosofal para los químicos,
y el movimiento continuo para los mecánicos. Conus padre, halló la solución
de este problema, y me lo comunicó. Habiéndole sorprendido la muerte, creo
poder publicar este secreto sin herir su delicadeza.
Las bolas de las cuales se sirve en este juego son cuatro, como en el juego
ordinario de cubiletes. Deben tener próximamente unos dos centímetros y
medio de diámetro. Se escamotean en el hueco de la mano como las monedas,
o como se ve en la descripción del segundo modo de escamotear la bolita.
Cuando se esta acostumbrado a escamotear de esta manera, el peso del objeto
no es un obstáculo; una bola de cobre es casi tan fácil de escamotear en el
hueco de la mano como una de corcho.
Sin embargo, si se encontrasen estas bolas algo pesadas podrían mandarse
hacer huecas. Pero la grande dificultad consiste en introducir estas bolas de
metal sin que hagan ruido. Es necesario que caigan a plomo en la mesa al
mismo tiempo que el cubilete, y de modo que al caer queden casi inmóviles
Esto depende en parte, desde luego, de un ligero movimiento de mano que es
imposible decirlo de palabra; sin embargo, creo que podré dar una idea
sirviéndome de una comparación que tiene alguna semejanza con lo que quiero
decir.
Cuando se arroja de lejos un objeto sobre un punto cualquiera, y se quiere que
este objeto se quede en aquel punto, o al menos que se separe muy poco, se ve
que es necesario arrojar este objeto reteniéndole un poco. Es un instinto de
tacto que da la costumbre y que todo el mundo conoce. Si este movimiento de
retención esta hecho a propósito, el objeto queda, o poco le falta, en el sitio que
se quería; de otro modo, rueda y se aleja de este punto.
Es pues una impulsión manual poco más o menos de esta naturaleza la que
conviene dar a la bola al introducirla, a fin de obtener esta inmovilidad
necesaria para que no choque en el cubilete.
Pero, a pesar de todo, y aunque se haya adquirido todo lo posible este tacto, no
se lograra más que después de muchas dificultades, o puede ser que nunca, a
hacerlo perfectamente y con seguridad si no indicase dos precauciones que no
son nada en la apariencia, y que sin embargo constituyen todo el mismo del
juego.
Cuando se haya logrado dar a la bola el menor movimiento posible
introduciéndola de modo que no se oiga chocar en el cubilete más que raras
veces y muy poco, se habrá ya hecho todo lo que se puede desear; el resto ya
no es nada para ejecutar perfectamente los pases de que se trata. Esto será
colocar sobre el tapete de vuestra mesa un colchoncito bien delgado hecho con
trozos de una tela cualquiera, entre las cuales se pondrá un poco de salvado.
Esta sustancia evita toda elasticidad, y por este medio no saltara la bola. Como
ésta no se introduce en el cubilete sino por escamoteo, el colchón tiene poca
extensión.
En fin, como segunda precaución y para preveerlo todo, al dejar el cubilete,
cójase con fuerza para introducir la bola; esta presión amortiguaría el ruido, si
por casualidad tocase en el cubilete. Pero antes de recurrir a este medio,
ejercitaos sobre una mesa guarnecida con un simple tapete, sin almohadilla
debajo, y así podréis apreciar mejor vuestros progresos.
***
SECCIÓN II
Hacer pasar invisiblemente tres bolas una
después de otra debajo de un cubilete.
Después de haber demostrado que no hay nada de común entre este modo de
hacer el juego de los cubiletes el método ordinario, se colocan tres bolas sobre
la mesa, y se tiene una cuarta colocada de antemano sobre la tabla; esta última
deben ignorarla los espectadores.
Decís que estas bolas pesan de 100 a 120 gramos y que no tenéis más que tres.
Hacéis observar que sería imposible ocultar estas bolas entre los dedos, y que
sería igualmente imposible tenerlas en el hueco de la mano, porque su propio
peso las haría caer.
Y continuando se dice, tomando un bola de la mesa con la mano izquierda: "Yo
no les dirá, como los señores escamoteadores que voy a hacer pasar estas bolas
a través de la mesa a los cubiletes."
Pronunciando estas últimas palabras, se hace el ademán de poner la mano
izquierda debajo de la mesa. y se tome al mismo tiempo con la derecha la bola
que esta sobre la tabla. Y hablando continuamente, se dice, levantando el
cubilete con la mano derecha: "Ya ven Vds. que no podría ser." (Dejando el
cubilete se introduce la bola que se ha tomado secretamente, y se vuelve a
enseñar la que se tiene en la mano izquierda). "Para hacerla pasar, he aquí,
señores, lo que yo hago."
"La tomo en mi mano, la cual cierro y al momento que la cierro, esta bola se va
invisiblemente debajo del cubilete. (Pronunciando las palabras: esta bola, se
deja caer sobre la tabla, para volverla a tomar y escamotearla). Mirad bien....
Hela aquí ya." (Descúbrase el cubilete para enseñar la bola, y al volverla a
cubrir se introduce la que se tiene en el hueco de la mano). Tómase una
segunda bola, mandase lo mismo debajo del cubilete, colocando la mano
derecha sobre el borde de la mesa para dejar caer la que se acaba de
escamotear. Levantase el cubilete para hacer ver que hay dos bolas; pero, esta
vez, no se cubre enseguida, se deja a un lado el cubilete. Tómese la tercera
bola, colóquese realmente en la mano izquierda, fingiendo, con aire
desmanotado, el que se retiene en la mano derecha. Además, tomando el
cubilete para volver a cubrir las dos bolas, se procure al dejarle haga ruido
chocando con las bolas, como si se introdujese alguna que se tiene en la mano;
lo que se cree fácilmente porque el pase falso que se ha hecho, hace creer a los
espectadores, que no se ha colocado la bola en la mano izquierda, y que se ha
retenido en la derecha.
Es necesario simular muy bien este pase falso. En fin, si se hace con
naturalidad los espectadores engañados por las apariencias, no dejaran de decir
que creen que no habéis hecho más que fingir el colocar la bola en la mano
izquierda, y que la habéis retenido en la otra mano para ponerla coa las otras
dos al tiempo de cubrirlas.
Sobre esta interpelación se dice: "Vds. se engañan, Señores, la bola esta en mi
mano, porque todavía la siento. (Abrese la mano). Mírenla Vds." Y levantando
el cubilete se hace observar que solo hay dos bolas.
No se cubrirá enseguida, y se dejará el cubilete al lado como se ha hecho en el
pase anterior.
Hablando continuamente se dice: "¡Ah! ¿Ustedes piensan sin duda, que usando
los mismos medios que los señores escamoteadores de los cuales acabo de
hablar, había introducido por superchería una tercera bola debajo del cubilete y
que enseguida tomando esta, tenía la intención de hacerles creer que la hacia
pasar debajo del cubilete a través de la mesa? Diciendo estas últimas palabras,
se hace el ademán correspondiente a las palabras, colocase la mano derecha
debajo de la mesa y se tome la bola que está sobre la tabla, colócase una bola
en el hueco de la mano, y la otra se tiene como antes a la punta de los dedos;
esta se deja sobre la mesa y sin interrumpiros decís: "Vds. están en un error;
porque, suponiendo que he colocado una debajo del cubilete (aquí, se toma el
cubilete y al dejarlo se introduce la bola que se tiene escamoteada) de donde
provendría esta (se enseña la que esta sobre la mesa) puesto que no tenga más
que tres? Van a ver Vds. que no son estos los medios de los cuales me sirvo.
Yo coloco esta bola en mi mano (se escamotea) y diciéndole nada más: Pasa
(en este momento, se deja caer en la tabla la bola que se tiene en la mano
derecha) se va invisiblemente, como Vds. ven debajo del cubilete."
Descúbrense, tómanse las tres bolas y espárcense sobre la mesa, para cubrirlas
cada una con un cubilete que se tendrá cuidado de colocar cerca del borde de la
mesa al lado de uno.
***
SECCIÓN III
Estando ya cubiertas las tres bolas,
sacarlas sin levantar los cubiletes, para
colocarlas en el bolsillo.
Estando los cubiletes colocados como acabo de recomendar, se toma uno en
cada mano y se coloca al centro de la mesa como si hubiesen estado colocados
tan cerca del borde por inadvertencia; pero al recorrerlos para separarlos, se
inclinan un poco del lado de los espectadores, lo cual produce ante vos una
abertura bastante ancha para dejar pasar las bolas, las cuales se cogen con el
hueco de la mano, la que se habrá humedecido un poco. Tengo que advertir que
la inclinación que se da a los cubiletes para poder sustraer las bolas, estando del
lado de los espectadores, es del todo imperceptible para ellos. Estando
colocados los dos cubiletes en el centro de la mesa, se aproximan las manos al
borde, para dejar caer las bolas en la tabla.
Todos estos movimientos son fáciles; y por poca ligereza con que se hagan, no
pueden apercibirlos los espectadores.
Entonces se dice: "Señores, voy a hacerles ver a ustedes que me es tan fácil
retirar estas bolas de debajo de los cubiletes como introducirlas." Diciendo
estas palabras se descubre la bola que hay en el cubilete que esta cerca del
borde de la mesa; se descubre al momento de decir estas bolas, como para
indicar los objetos de los cuales habláis, pero más bien para hacer creer a los
espectadores, sin afectación, que las bolas están siempre debajo de los
cubiletes. Vuélvese a cubrir en seguida esta bola, y cogiendo el cubilete para
colocarlo al nivel de los otros, quitando la bola como se ha hecho con los
primeros. Guárdase esta bola en el hueco de la mano. En este estado las cosas,
los concurrentes están persuadidos que hay una bola en cada cubilete. Entonces
se hace uso de la que se tiene en la mano derecha para fingir sacarlas por la
parte superior de los cubiletes. Sácase la primera diciendo Tomo esta y la
coloco en mi bolsillo (se finge meterla en la mano izquierda, y de allí al
bolsillo). Tomo esta segunda, y la coloco igualmente en mi bolsillo. Tomo en
fin esta tercera y la coloco también en mi bolsillo."
Esta última se mete realmente en el bolsillo. Levántanse los cubiletes y se hace
ver que no hay nada debajo de ellos.
Este modo de escamotear las bolas puede variarse. Cuando se haya sacado la
primera por arriba del cubilete, se dice: "Señores, no es absolutamente
necesario que yo toque los cubiletes para sacar las bolas; basta con establecer
una comunicación de los cubiletes a mi mano."
Entonces se toma la varita, se coloca un extremo sobre el cubilete, y por el otro
extremo se saca la bola.
Puede también tomarse la última por debajo de la mesa diciendo: "Yo no puedo
hacer pasar una bola al cubilete por debajo de la mesa, pero si puedo hacerla
caer del cubilete a mi mano." Teniendo la mano debajo de la mesa, se da un
ligero golpe con la bola, en seguida se enseña y se mete en el bolsillo como
acabo de decir.
Si aconsejo estos diferentes cambios, es para dar los medios de variarlo todo lo
posible, porque Heudart de Lamothe dijo: El enojo nació un día de la
uniformidad.
***
SECCIÓN IV
Otra manera de acabar este pase haciendo
hallar las bolas en el bolsillo de una
persona.
Se puede todavía, si se quiere, terminar este pase de otra manera. Cuando se
sacan las bolas de los cubiletes, en lugar de meterlas en el bolsillo, se dice
tomando la primera, que se finge colocar en la mano izquierda, como es
necesario hacer siempre: "Esta la mando donde quiera ir." (No creo tenga
necesidad de recomendar que se abra la mano cuando se manda la bola.)
Tómese la segunda, que se escamotea, diciendo: "Esta segunda la mando con la
otra. Tomo esta última y le ordeno que vaya a reunirse con sus compañeras."
Aquí se deja caer sobre la tabla. Levántanse los cubiletes para hacer ver que no
hay nada. Pregúntase entonces a los espectadores si han fijado su atención en el
camino que han tomado: la contestación naturalmente será negativa; replíquese
que vos las habéis seguido con la vista y las habéis visto entrar en el bolsillo de
un espectador, el cual indicáis. El caballero se levanta para exhibir las bolas
que se le reclaman.
Sin duda que los concurrentes no llevan su buena fe hasta el extremo de creer
que estas bolas han venido, por su autoridad privada, a elegir su domicilio en el
bolsillo de aquel caballero; pero esta escena ocasiona un momento de hilaridad,
que es bueno, usar de tiempo en tiempo en el transcurso de una sesión, con
objeto de animarla.
Se sospechará ya, pues, que para finalizar este último pase, os habéis servido
de un compadre, que, estando acusado de la trampa, saldrá de ella como podrá:
es un cómplice que abandonáis.
Pero hay un medio de finalizar el pase con la misma superchería, y que pondrá
a los espectadores en una indecisión tal, que no sabrán que pensar; y si el
compadre tiene un poco de aplomo, y hace su papel de inocente con
naturalidad, los concurrentes se persuadirán, al menos en parte, que no ha
habido fraude en el efecto del juego que se acaba de ejecutar; lo cual voy a
explicar en la sección siguiente:
***
SECCIÓN V
Otra manera más sorprendente de
terminar el pase anterior.
Tomaremos el pase anterior desde el punto donde se escamotean las bolas.
Invítase a una persona que venga a vuestro lado para ver el juego de más cerca.
Uno de los espectadores, se levanta a vuestra invitación. Es el compadre el cual
llega sin afección, dando a su cara el mayor aire de ingenuidad que pueda; en
uno de sus bolsillos lleva tres bolas. Colóquesele a la derecha. Sácanse las
bolas de los cubiletes como lo he explicado anteriormente; pero en lugar de
fingir meterlas en vuestro bolsillo, hágase el ademán de arrojarlas al aire, sin
decir una palabra. Cuando se haya tomado y escamoteado de este modo la
primera bola, pásese el brazo izquierdo por detrás de vuestro compañero,
después de haber hecho un movimiento para hacer suponer, por ejemplo, que
habéis tocado su bolsillo.
Póngase la mano detrás de esta persona, bajo pretexto de colocarla de este o el
otro modo, a fin de que pueda ver mejor el escamoteo de las bolas.
Después de haber escamoteado la última, se deja caer sobre la tabla; no haya
temor de que el que esta a vuestro lado pueda apercibirse. Pregúntesele
entonces dónde piensa que han ido las bolas que habéis echado: a lo cual
contestara que no sabe nada. Dígasele entonces que os admira, puesto que
habiendo caído en su bolsillo, debía haberlo advertido por el peso. El compadre
manifiesta no creer nada, y para convencerle, se le pide permiso para
registrarlo. Consiente. Hacéis notar que no tenéis nada en la mano; invitáis a la
reunión que vea vuestras mangas; en seguida metéis la mano en su bolsillo y
sacáis las bolas. Los cubiletes pueden descubrirse antes o después de la
restitución de las bolas.
El compadre debe hacer como aquel que se sorprende. El movimiento falso que
habéis hecho, el ademán de meter el brazo detrás del compadre bajo un
pretexto fútil, todo esto debe hacer sospechar que habéis colocado diestramente
las bolas en el bolsillo de la persona, que tenéis a vuestro lado, sin duda con
esta intención. Admírase vuestra ligereza, sobre todo, si la fingida admiración
del compadre es natural.
***
SECCIÓN VI
Otro modo más pronto de ejecutar este
último pase.
He aquí otro modo de terminar este último pase. Estando el compadre a
vuestro lado, en el momento en que se han retirado las bolas, cuando todavía
creen que están debajo de los cubiletes, pásese el brazo por detrás del citado
compadre, con objeto de que el público sospeche, como ya lo he dicho hace un
momento; invitándole a aproximarse un poco más. Pregúntesele dónde cree que
están las bolas. A lo cual os contestará sin duda que él piensa que una debajo
de cada cubilete. Entonces se dice levantando los cubiletes: "Tiene Vd. razón
caballero, helas aquí." Fíngese estar sorprendido de no ver allí las bolas; y
dirigiendoos al mismo, le decís: "Caballero, veo que sabe Vd. escamotear
mejor que yo; porque ha quitado Vd. tan sutilmente estas bolas que si no las
oyese sonar en su bolsillo todavía lo dudaría."
Con su permiso, sácanse las tres bolas de su bolsillo y se dejan sobre la mesa,
lo cual deja a los espectadores en cierta perplejidad, no sabiendo si habéis
hecho vos el escamoteo, o si aquel hombre es un compadre.
Los aficionados que se hallen en el caso de dar varias funciones ante las
mismas personas, se servirán si lo juzgan a propósito, alternativamente de todas
las maneras de finalizar este juego de cubiletes, para evitar repeticiones.
Creo no haber olvidado nada en lo que precede y haber entrado en bastantes
detalles para poder poner a los aficionados al corriente de todas las partes de la
prestidigitación propiamente dicha. Pero no se crea que será suficiente recorrer
esta parte de la obra como se lee un periódico para poder ejecutar todo lo que
se ha explicado.
Debe comprenderse que todos los escritos didácticos deben ser leídos, y
releídos con suma atención, y solo con esta condición se hallan claros y
concebibles.
Prevengo todavía, que por diestro e inteligente que se sea, no es necesario
esperar hacer, a primer golpe, los juegos con la ligereza y el misterio que
gastan los que ejercitan continuamente los mismos durante algunos años.
Todos los profesores, en general, tienen cada uno su repertorio, compuesto de
una. docena de juegos próximamente, los cuales hacen toda su vida. Yo no
hablo aquí más que de los juegos que pertenecen a la ligereza de manos.
De tarde en tarde estos artistas suprimen uno o dos en sus sesiones, para
reemplazarlos con otros que no son más que mecánicos; porque si los toman de
los que pertenecen a la prestidigitación, y con los cuales no están
familiarizados, entonces están tan torpes como el aficionado de menos
experiencia.
No terminaré estas dos primeras partes sin recordar a las personas que quieran
hacer los juegos con toda perfección, de que los estudien y practiquen
suficientemente; de procurar encubrir bien los medios y distraer la atención de
los espectadores por medio de pases falsos bien empleados; en fin, acogerse a
rendir estos juegos maravillosos, aprovechando con inteligencia todas las
circunstancias que se ofrecen bastante a menudo a aquellos que saben
***

Ya he dado en el prólogo la razón de la inutilidad de las láminas en la
descripción que he hecho de las piezas mecánicas que sirven en la magia
blanca. He dicho lo bastante para satisfacer la curiosidad de las personas que
deseen conocer la construcción de estas máquinas, que, por otra parte, no
pueden comprenderse bien sino inspeccionándolas. Para los aficionados que
quieren poseer estos instrumentos, a fin de hacer uso de ellos doy el nombre
propio de estas piezas, a fin de que las personas que quieran procurárseles no se
hallen turbadas al hacer el pedido. (He aquí la dirección de uno de los
principales fabricantes de instrumentos de física: Mr. Voisin, fabricant
d'instruments de physique, 83 rue vieille de Temple, París.)
Por mi parte, a lo que yo me he comprometido, es a hacer conocer el uso de
estas máquinas y enseñar el modo de servirse de ellas. A mí pues, solo me
pertenece explicar cómo se ejecutan los juegos a los cuales les son propios
estos instrumentos; lo cual no es obligación de los obreros que los
confeccionan; porque un constructor de objetos de física experimental haría
muy bien una máquina neumática, aunque él no pueda servirse de ella para
demostrar las propiedades del aire.
Veis hacer por un prestidigitador un juego que se agrada, hacéis venir la pieza
mecánica que se usa en este juego, y hallaréis, en esta obra, el modo de operar
esta recreación que tanto os ha gustado.
Para seguir una marcha uniforme en la descripción de los juegos de que me voy
a ocupar, pasaré de los simples a los compuestos, de los medianos a los
brillantes; ya indicaré también los que tengan la prestidigitación por auxiliar.
Llamo juegos diversos, todos los que siguen, porque son independientes uno de
otro, y no tienen relación directa entre ellos, como sucede en las cartas,
cubiletes, etc.
Continuaré llamando, como en las cartas juegos de mesa, aquellos juegos que
no tengan bastante importancia para ejecutarse delante de una regular reunión.
Empezaré por éstos como lo he hecho con las cartas. Estos juegos no
pertenecen a la prestidigitación.
Esta tercera parte estará dividida en tres capítulos: el primero tratará de los
juegos propios a ejecutarse de sobre mesa para pasar el tiempo; la segunda
estará consagrada a los juegos susceptibles de ejecutarse en un salón, en una
sesión dada ante una numerosa reunión; en el tercer capítulo, solo se tratará de
los juegos de teatro.
***
CAPÍTULO PRIMERO
Juegos de mesa o de sociedad.
SECCIÓN I
Juego matemático con dos dados.
Tómense dos dados y échense sobre la mesa; cuéntense los puntos que
marcan estos dados. Tómese uno de los dos, no importa cual, mírese el punto
de debajo y añádase al primer número. Vuélvase a echar sobre la mesa este
mismo dado. Véase el punto que tiene, y añádese todavía al número que ya se
tiene.
Ahora, si se miran los puntos que forman en junto los dos dados que están
sobre la mesa, y añadís mentalmente siete a este número; esta adición os dará
un número igual al que os han dado las tres operaciones.
Modo de hacer el juego. Después de haber enseñado a los concurrentes como
es necesario hacer esta operación, os alejáis, y uno de ellos la hace
secretamente. Cuando esta persona lo ha llevado a cabo y retenido el número
que la casualidad le ha proporcionado, volvéis y echáis una rápida mirada sobre
los dados.
Véase el número que forman los puntos; añádase mentalmente siete y anunciáis
este total como el que la persona ha reunido por sus tres operaciones.
Aunque varíe el número, no tenéis más que añadir siete al número que den los
dos dados que están sobre la mesa al finalizar esta operación.
***
SECCIÓN II
Estando sentado en mesa, escamotear un
cuchillo o cualquier otro objeto, fingiendo
tragarlo.
Sentado en mesa, se extiende sobre las rodillas una servilleta o un pañuelo de
bolsillo, haciendo de modo que nadie lo note. Propóngase el juego por medio
de un coloquio en el cual usurpáis el estilo de los físicos callejeros, por
ejemplo, en este, cuyo buen sentido no es el mérito dominante:
"No hay más que el avestruz que digiera el hierro; yo puedo vanagloriarme de
gozar la misma facultad. Por lo restante, es cosa muy sencilla para cierta
naturaleza de estómagos. Cuando yo tengo apetito, podría tragarme la tienda de
un albeitar sin sentir la menor incomodidad del mundo.
"Hay muchas personas que no pueden comer más que por la boca, yo mismo
creo que son la mayor parte; yo tengo esto de particular, y es que puedo hacer
pasar los alimentos por cualquier otra vía, y si no lo hago ordinariamente, es
por evitar el ridículo, porque el que afecta desdeñar las modas y criticar los
usos establecidos, pasa por un original y se burlan de él. Por lo demás, me
gusta bastante comer por la boca, aunque sea muy vulgar; pero no hallo ni
inconveniente, ni dificultad.
"Como Vds. no están obligados a creerme bajo mi palabra, voy a darles una
muestra de las facultades de las cuales acabo de hablarles: las pruebas son el
todo, las palabras nada. He aquí un cuchillo (téngase entre las dos manos,
cerradas puño con puño); para que este cuchillo vaya a mi estomago, quieren
ustedes que pase por la nariz, los ojos, las orejas, la boca, el vientre."
Levántense los brazos para tocar con los puños el sitio que se nombra.
Vuélvase a bajar en seguida sobre el borde de la mesa; pero todas cuantas
veces se levante el brazo, es necesario entreabrir un poco el puño de debajo,
para dejar ver el cuchillo que se tiene en la mano.
Pronunciando esta última frase: "¿Dónde quieren Vds. que pase?" estando las
manos sobre el borde de la mesa, se deja caer el cuchillo sobre las rodillas, sin
hacer el menor movimiento con los puños.
Habiendo ya indicado el sitio por donde quieren que pase, lleváis las dos
manos cerradas, las abrís bruscamente. Los espectadores, que siempre creen
que tenéis el cuchillo, quedan admirados de esta rápida desaparición.
Habiendo terminado este escamoteo, se dice: "No creo que se ha equivocado de
camino, porque no lo siento en el estomago. Caballero, no ha ido a pasearse a
su bolsillo de Vd.? ¿No? ¿Que, estará en el mío?"
Mientras que se finge buscar en el bolsillo con la mano derecha, la izquierda
coge el cuchillo, y se termina el juego, diciendo "No está en este bolsillo, está
en este otro." Lo sacáis o fingís sacarlo y lo dejáis sobre la mesa.
NOTA. Estos movimientos de brazos que he indicado anteriormente son
indispensables. los espectadores viendo la punta del cuchillo cada vez que
levantáis el brazo, se hallan desorientados en sus sospechas que puedan
concebirlo que lo dejáis caer sobre las rodillas.
***
SECCIÓN III
Hacer salir un licor de la punta de un
cuchillo.
Este juego es de muy poca importancia, sin embargo causa bastante sorpresa
cuando está hecho con bastante inteligencia. La principal razón que me induce
a colocarlo aquí, es porque creo que es muy poco conocido.
Sumérjase un pedazo de esponja en un licor cualquiera, colóquese secretamente
detrás de la oreja, súbanse las mangas y enséñense las manos para hacer ver a
los espectadores que no tenéis nada oculto en ellas. Tómese un cuchillo y
hágase reconocer. Vuélvese a tomar y para tener ocasión de coger la esponja
sin que se aperciban, decís que todas cuantas veces hacéis este juego, que
pertenece a la magia negra, tenéis un miedo terrible de que no le den ganas al
diablo de venir a apretaros el cuello o llevaros y que para tranquilizaros rogáis
a cualquiera que os haga una cruz en el codo.
Los espectadores, que ciertamente, no querrán el verse privados de vuestra
presencia, os harán con sumo gusto este pequeño servicio. Habiéndose
aproximado la persona que se haya encargado de ello, dobláis el antebrazo
sobre el brazo, el cual levantáis un poco, y presentando así vuestro codo, la
mano se halla naturalmente a la oreja, y en sitio para poder tomar la esponja.
Hecha la cruz y tomada la esponja, desdóblese el brazo, ciérrese un poco el
puño para apretar la esponja contra el cuchillo, al punto se ve caer por la punta
el licor del cual estaba impregnada.
Vuélvase a tomar el cuchillo con la mano izquierda para dejarle sobre la mesa
y os deshacéis de la esponja lo más diestramente que os sea posible, como por
ejemplo, metiéndola en el bolsillo, bajo pretexto de tomar el pañuelo para
secaros las manos, las cuales tendréis un poco mojadas.
***
SECCIÓN IV
Pase con cascabeles.
Colóquese de antemano un cascabel en la manga del brazo izquierdo, y
déjense dos sobre la mesa. Tómese uno de estos dos el cual se escamotea, es
decir, que se retiene en la mano derecha fingiendo colocarlo en la izquierda;
téngase esta mano izquierda cerrada como si estuviera el cascabel; y sacúdase
el brazo haciéndole sonar. Los espectadores oyendo sonar el cascabel, se
imaginan que el sonido sale de la mano, y no dudan que este allí efectivamente.
Tómese con la mano izquierda el otro cascabel que ha quedado sobre la mesa,
extiéndase el brazo, y así como en el juego de la moneda volante, hágase un
movimiento con el puño, como si se quisiera echar a la mano derecha el
cascabel que se cree que está en la izquierda.
Como este pequeño juego pertenece a la prestidigitación. para hacerlo bien,
será necesario saber escamotear un poco la bolita en el hueco de la mano,
porque el cascabel se escamotea lo mismo. Sin embargo, si todavía no se
hubiese adquirido esta ligereza y se quisiera hacer este juego, se colocaría el
cascabel entre el pulgar e índice de la mano derecha, al fingir colocarlo en la
izquierda.
***
SECCIÓN V
Atar exactamente un cuerpo, y hacer que
las cuerdas con que está atado se deshagan
como por encanto.
Pídase entre los espectadores una persona de buena voluntad. Cuando se haya
presentado, rogadle que se tenga derecha, y con su permiso, le ponéis un poco
debajo del ombligo, un cuchillo el cual le introducís la hoja seis o siete
centímetros de profundidad, para que el cuchillo pueda sostenerse en una
posición horizontal. Esta disposición es de rigor para hacer la experiencia. Si
por indiferencia o escrúpulo nadie quisiera prestarse a esta interesante
formalidad entonces se tomará un bastón o un palo de una silla, sería
absolutamente lo mismo y puede ser que más cómodo.
Habiendo fijado el cuchillo en el bastón, del mismo modo que lo hubierais
colocado en el abdomen de la persona que hubiese querido, tómese un cordón o
liga, la cual se tiene con ambas manos. Colóquese el centro del cordón debajo
del cuchillo, y dese una vuelta alrededor del bastón, retrayendo las dos ramas
del cordón por delante. Crúcense estas dos ramas por debajo del cuchillo, y
bájense para cruzarlas, esta vez, por encima del cuchillo. Vuélvanse a llevar
todavía los dos extremos por detrás para hacer una segunda vuelta. Estando los
dos extremos por delante, cójanse con una mano y con la otra, retírese el
cuchillo. Al momento el cordón se suelta y se separa del bastón.
Esta pequeña experiencia es admirable porque el bastón se ha atado realmente
varias veces.
Pero importa prevenir que todas cuantas veces se cruce el cordón, es necesario
continuar siempre colocando por debajo la rama del cordón que se ha
comenzado a colocar sobre el otro. Solo os engañaréis una vez, en que el
cordón no se desatara. Esta observación forma todo el secreto del juego.
***
SECCIÓN VI
La escritura en el tabaco.
Supongo que no se sabe todavía hacer tomar una carta forzada. Téngase de
antemano preparada una baraja. Hágase tomar una carta, haciendo notar que
dejáis elegir libremente la que quieran. Córtese por sitio donde han tomado la
carta, y echando una rápida mirada sobre la baraja, por la carta que se ve se
sabe la carta que tomaron.
Búscase una hoja de papel blanco, que se tendrá preparada en un sitio un poco
apartado, y antes de sacar este papel se escribe, con un pedazo de sebo bien
limpio, del cual habréis tenido cuidado de proveeros, el nombre de la carta
tomada. Preséntese a una persona esta hoja de papel, que parece de un blanco
intacto. Ruéguese a esta persona que escriba el nombre de la carta que acaba de
tomar. Contestara naturalmente que no puede porque no tiene pluma ni lápiz;
entonces le decís: "Pero caballero, se puede prescindir de todo eso, cuando se
puede disponer de un polvo de tabaco." Tómese un poco de polvillo, échese
sobre el papel, y el nombre de la carta aparecerá al momento en caracteres muy
visibles.
***
SECCIÓN VII
Hacerse invisible a una numerosa reunión
presentándose ante ella con la cara
descubierta y teniendo un candelero en la
mano.
No es necesario para hacerse invisible, poseer el anillo de Gyges, por medio
del cual este pérfido favorito, quitó en un solo golpe, al pobre rey Candaule, la
vida, el trono y su mujer.
Al proponeros mi secreto, no penséis que quiera hablaros del procedimiento
que emplean ciertos deudores respecto a sus acreedores; este medio es muy
vulgar y no tiene nada de maravilloso. He aquí el medio que yo doy.
Cuando se quiera hacer esta experiencia ante una reunión, se hacen retirar todas
las luces que hayan en el salón donde estén: es necesario que la oscuridad sea
completa.
Téngase un vaso semi-esférico, de no importa que materia, con tal que sea
opaca. Tómese este semi-globo por su base, y de modo que su abertura este en
una posición vertical.
Bajo de esta abertura, un poco hacia la concavidad, fíjese una luz. Entrese en el
salón teniendo el vaso contra uno mismo.
El cuerpo de este vaso os envolverá de una sombra que os hará del todo
invisible. Esta sombra parece mucho más negra, porque la luz hiere la vista de
los espectadores.
***
SECCIÓN VIII
Maravillosa aparición de tres "stigmates"
en la mano.
Es necesario ser circunspecto sobre la fe de los anuncios, he aquí una prueba.
El titulo de esta sección os promete algo curioso y extraordinario, y no se trata
más que de un pequeño juego que doy cabida aquí por la razón de que lo saben
muy pocas personas y por otra parte de que he visto que admira a quien se le
hace sin que pueda adivinar el medio.
Sobre una superficie detrás del cual se pueda colocar la mano, tal como una
mesa, una puerta, etc.; se hacen trazar con greda tres rayas. Enséñase el interior
de la mano, para hacer ver que no hay ninguna marca. Hechas las tres rayas,
supongo en una mesa, se coloca la mano debajo recomendando el pegar en
estas tres rayas y al momento se saca la mano y se hacen ver las tres rayas
impresas en ella.
He aquí el misterio: antes de proponer el juego, se hacen con greda, unas
marcas bien fuertes sobre cada una de los tres dedos del medio, y, al momento
en que cualquiera pega sobre las tres pequeñas barras trazadas sobre la mesa, se
cierra la mano con fuerza, y al abrirla se hacen correr las unas contra la palma,
movimiento que imprime perfectamente las tres rayas de greda en la mano, de
la cual no se ve el manejo, puesto que esta oculto por la mesa.
***
SECCIÓN IX
Singular manera de jugar al dominó.
Nada más placentero, para los iniciados, que ver la sorpresa de los testigos de
este modo de jugar al dominó, porque se juega colocando el dorso hacia
arriba.En efecto, ver dos personas jugar al dominó, colocando los puntos a la
parte de abajo, y oírles decir: Paso, juegue Vd., cierro; y acabada que es la
partida, se vuelven las fichas y todas coinciden perfectamente, tiene algo de
admirable y misterioso.
Si entre los espectadores, hubiese alguno, que sospechase que el dominó estaba
marcado de modo que se conocían todas las fichas puede proponérsele que
traiga uno nuevo y se continuará jugando con él.
El medio de hacer esta partida no es muy hechicero. los dos jugadores están de
inteligencia. El que sale advierte a su contrario el punto, marcándole con el pie,
debajo de la mesa, tantos golpes como unidades tiene. Supongamos que haya
colocado el doble cuatro, da con su pie cuatro golpes rápidos y ligeros sobre el
pie de su compañero; se para un poco y vuelve a dar otros cuatro golpes.
Prevenido el otro por esto de que la ficha aquella es el doble cuatro; coloca un
cuatro. Si es por ejemplo el tres cuatro, da al contrario a su vez tres golpes en el
pie. El otro jugador sabe al momento que hay que colocar un tres. De este
modo se acaba la partida, advirtiéndose recíprocamente, por el mismo medio,
de las fichas que se juegan; enseguida se vuelven todas para ver que no hay
error.
Entiéndase que han de tomar como de costumbre, siete fichas cada uno.
***
SECCIÓN X
Nueva manera de magnetizar que despierta
en vez de hacer dormir.
Dirigíos a una de esas mujeres obsequiosas que pueda proporcionaros una de
esas lindas criaturas, de talle esbelto, ojo fino, pie pulido, más delgado cien
veces que el de la favorita, titulada, señora absoluta del Celeste Imperio,
interesante joven del genio, a la cual debemos la elegante forma de nuestros
vestidos, y que el indocto vulgar llama prosáicamente una aguja.
Cuando tengáis en vuestro poder esta linda joya de acero, pasadle por el ojo
uno de esos conductores que, gracias a la hija de Minos, salvó la libertad y la
vida a Teseo en el laberinto de Creta, y que yo nombrare, en favor de los que
han descuidado el estudio de la mitología, un pedazo largo de hilo; debe ser de
seda negra, y como es necesario que esté doble, se juntarán los dos extremos.
Terminada esta noble e importante operación, escoged una silla de proletario,
porque los sofás, las sillas poltronas, las aristocráticas butacas, etc., no
convienen para nuestra experiencia; es necesario una silla de paja y esta
necesidad pone a los patricios al abrigo de todo peligro.
En el centro del asiento de esta silla en el punto donde se reúnen los cuatro
ángulos formados por la disposición de la paja, plantad vuestra aguja por la
cabeza e introducida hasta que la punta esté nivelada con la superficie en la
cual la introducís; en cuanto al hilo, ocultadlo entre dos cordones de la paja, y
dejáis colgar los extremos.
Si tiráis de este hilo veréis que la aguja se levanta verticalmente con majestad y
dignidad, sin inclinarse a derecha ni izquierda como un solicitante. La fuerza
de este movimiento es tal que se puede pasar una mano de papel .
Supongamos ahora que una persona esta sentada en esta silla, y que habiendo
cogido el hilo entre vuestras manos tiráis poco a poco, con circunspección y
prudencia, para hacer funcionar el gentil instrumento; resultará para la persona
sentada, una sensación medianamente agradable en el sitio que nuestras leyes
civiles (o sobre la civilidad) no permiten nombrar, si no es hablando del fondo
de un cubilete, de la profundidad de un calabozo, o de la parte más delicada de
una alcachofa.
Compruébese bien que la persona así afectada de esta inesperada impresión se
levanta rápidamente, como si hubiese recibido una conmoción eléctrica, y si
tiráis de pronto del hilo para quitar la aguja, en vano buscará la causa inmediata
de tan impertinente familiaridad.
Doble turbación para la deplorable víctima de este pérfido juego; porque si se
le pregunta la causa de un pequeño grito agudo que no le ha sido posible
contener, un cierto respeto humano se opone a toda contestación explícita; la
lengua algo trabada solo pronuncia monosílabos tales como: "Pero.... diablo....
es que...." Sin embargo un ademán significativo de la mano, que nunca falla en
semejantes casos, viene a su socorro, dando la explicación positiva que la
lengua rehusa a dar.
Puede hacerse esta chocarrería poco cristiana en una sociedad de personas
reunidas de sobre mesa. Hablando con los tertulios de derecha e izquierda, se
busca el pretexto para decirles, que por vuestra sola voluntad, como en el
magnetismo, se puede electrizar a una persona alejada del sitio en que vos
estáis. "Eso no es posible," os contestaran. "Háganme Vds. la más ligera seña,
cuando quieran ver el efecto."
No faltará quien os tome la palabra; entonces tiráis furtivamente el hilo que, de
la silla preparada, va a vuestras manos pasando por debajo de la mesa; y la
experiencia tiene lugar con gran admiración de vuestros confidentes.
Para dar una alta idea de vuestro poder mágico, es necesario designar la
víctima con una indiferencia que haga creer que elegís la primera que se os
ocurre.
No olvidéis que es necesario que la prudencia guíe la mano que tiene el hilo.
Dejo estas recreaciones de sobre mesa, para pasar a juegos más interesantes.
***
Capítulo II
Juegos de salón propios para ejecutarse en
una sesión dada ante una numerosa
reunión.
Todos estos juegos pueden ejecutarse en el teatro, y tienen también la ventaja
de que no necesitan la ayuda de nadie; pertenecen generalmente a la
prestidigitación.
SECCIÓN I
Juego de la quilla.
Se le dan a esta quilla de 8 a 10 centímetros de altura, es doble, es decir que se
compone de una quilla maciza y una hueca que cubre la primera y se adapta
perfectamente.
Estas dos quillas, vistas separadamente, deben parecerse de modo, que no se
encuentre ninguna diferencia entre ellas. Se comprende, que para esto, es
necesario que la quilla hueca esté torneada tan delgada como una cáscara de
huevo, y que la madera que sirva para hacerlas sea igual en el color y en los
accidentes de sus venas. Esta identidad de las dos quillas es de rigor; porque
vistas aisladamente una después de otra, deben siempre tomarse por la misma.
Sobre estas dos quillas, que no representan más que una sola, cuando se halla
una dentro de otra, se añade un cucurucho de papel muy fuerte, que las cubre
enteramente. Este cucurucho de papel debe ser redondo por su base, para que
pueda tenerse derecho.
Manera de hacer el juego. Colócase una quilla sobre la mesa y se da a
reconocer el cucurucho; vuélvese a tomar para cubrir la quilla, bajo pretexto de
hacer ver que la envuelve perfectamente; pero al quitar el cucurucho, se aprieta
un poco, se quita juntamente con el la quilla hueca, y se colocan estos dos
objetos juntos sobre la mesa.
Tómase entonces la quilla maciza, la cual se da también a reconocer.
Tómase una pila de monedas de veinte reales, que se coloca sobre la mesa y se
cubre con la falsa quilla y el cucurucho de papel que la oculta.
Sobre la tabla se ha preparado de antemano una pila de monedas igual a la que
esta debajo del cucurucho.
Dícese que las monedas que acabáis de colocar debajo del cucurucho va a pasar
a través de la mesa así como el rayo que atraviesa los cuerpos metálicos sin
dejar señal alguna.
Colóquese una mano debajo de la mesa y cójanse las monedas que hay sobre la
tabla; agítense los dedos de la otra mano encima del cucurucho, en forma de
mandato; al mismo tiempo háganse sonar las monedas que tienen debajo de la
mesa, como si cayesen, y se dejan encima de la mesa cerca del cucurucho.
Tómese la quilla maciza diciendo que por la misma vía, la vais a hacer pasar
debajo del cucurucho, es lugar de las monedas. La lleváis debajo de la mesa y
la dejáis sobre la tabla. Quítese el cucurucho para enseñar la quilla y volverla a
cubrir. Continúese diciendo que vais a dejar las cosas en el mismo estado que
estaban; que este segundo juego es tan difícil como el primero. Mandáis a la
quilla que baje, tomáis la que está sobre la tabla y la dejáis encima de la mesa.
Recogéis las monedas, que volvéis a llevar debajo, y las dejáis sobre la tabla
ordenándolas pasar debajo del cucurucho. Levántese este cucurucho,
juntamente con la quilla hueca y se vuelven a ver las monedas. Aproxímase la
mano hacia el borde de la mesa, para dejar caer en la tabla la falsa quilla, y se
echa el cucurucho sobre la mesa, colocando la abertura frente a los
espectadores.
***
SECCIÓN II
La cajita en el pañuelo.
He aquí uno de los juegos más bonitos que se pueden hacer; no es muy
nuevo, pero creo que no se ha publicado todavía, esto es lo que me anima a
insertarle en este capítulo.
La cajita que sirve para este juego no es casi tan grande como una moneda de
veinte reales. En su cubierta hay practicado un doble fondo, encolado sobre una
ligera moldura, a fin de dejar bastante espacio entre este doble fondo y el fondo
propio de la cubierta, para que pueda contener una moneda pequeña y moverse
libremente. En fin, sobre esta cubierta hay colocado un botoncito el cual no
está fijo, porque es necesario que se introduzca un poco al apoyar sobre él el
pulgar.
Enciérrase en el espacio del cual acabo de hablar una moneda pequeña, que
supongo sea un céntimo; y que esta allí siempre oculto.
El uso de esta cajita es el de hacer oír o no oír la moneda allí encerrada. Si el
botón no obstruye el espacio la moneda suena cuando se sacude la cajita. Si se
aprieta el botón con el dedo pulgar coge la moneda y la impide moverse; lo que
hace que no suene.
Ahora, falta todavía una segunda cajita, igual a la primera, en cuanto a su
exterior solamente; porque, en esta, no hay ni moneda, ni doble fondo; es
sencilla. Estas dos cajitas se cierran como todas las cajas redondas.
En un pañuelo, se hace hacer, en una de las puntas, un bolsillito para meter la
cajita de la moneda. Déjase una abertura para pasar la cajita, la cual debe entrar
un poco forzada, a fin de que no este expuesta a caer al hacer el juego. Téngase
también cuidado de proveerse de un pequeño anteojo, sea como quiera, puesto
que no es más que una farsa en este juego.
He aquí todo nuestro aparato a punto para hacer el juego. Ahora solo se trata de
ocuparnos de su ejecución.
Ofrézcase la caja sencilla a una persona, rogando que encierre secretamente en
ella el objeto que quiera. Estando colocado el objeto en la cajita quo acabáis de
confiar, preséntese el pañuelo, en la punta del cual esta encerrada la cajita de la
moneda. Téngase con la mano derecha, y por la punta donde esta la cajita.
Tomando con la mano izquierda otra punta se extiende el pañuelo diciendo que
vais a envolver con él la cajita en la cual acaban de colocar secretamente un
objeto. Para no hallarse embarazado, se transporta a la mano izquierda la punta
donde está la cajita, para tener la mano derecha libre y poder tornar la otra caja
que os dan. Con esta mano derecha, ya en posesión de la caja sencilla, tómese
la punta donde está la cajita de la moneda, y fingiendo colocar en el pañuelo la
cajita que os acaban de entregar, colocáis la que esta oculta en el pañuelo,
guardando y ocultando la otra en la mano. Dese a tener, a través del pañuelo, la
cajita que contiene, e invítese a sacudir la cajita, a fin de que oigan que el
objeto que colocaron esta allí. En este momento, decís que vais a buscar un
anteojo mágico, por medio del cual podéis ver fácilmente, a través del pañuelo
y de la caja, lo que colocaron.
Esto es un pretexto para tener tiempo y libertad de abrir la cajita, ver y guardar
lo que se ha introducido en ella, y colocarla en el bolsillo. Vuélvese con el
anteojo del cual habéis hablado, y como en ciertos juegos, es necesario charlar
un poco de cuando en cuando en el transcurso de una sesión, pero a largos
intervalos, haréis un cuento bufo, solo estilo que conviene en este genero de
recreaciones, por ejemplo, de esta naturaleza, o más necio todavía si es posible:
"Vds. no se sorprenderían de verme adivinar lo que se ha colocado en la caja, si
conociesen las propiedades admirables de este anteojo. Su potestad en hacer
ver los objetos muy distantes es su menor cualidad, aunque muy maravillosa.
Por ejemplo, si lo dirijo sobre un grupo de personas distantes de mi, cinco
leguas y aun más, me aproxima lo suficiente estos personajes, para que oiga lo
que hablan. Por medio de él, leo en el provenir como si leyese un cartel de
teatro. En fin, me hace ver tan claro en el corazón del hombre y la mujer más
disimulada, como a través del agua más cristalina."
"¡Ah! ¡qué pesadumbre tengo de que el difunto Teseo no hubiese tenido un
anteojo como el mío! Hubiese visto en el corazón de su hijo todo su candor y
su inocencia; y el pobre Hípolito no hubiese sido maltratado por su papá y no
hubiese sido tampoco víctima del miedo que hizo a sus caballos un ratón, el
cual los hizo desbocar."
"Pero, vale más que las cosas hayan así sucedido, porque entonces hubiésemos
perdido dos magníficos versos, si hubiese poseído Teseo mi anteojo, puesto
que Racine no hubiese tenido ocasión de hacerle decir:
Et ne devrait-on pas, a des signes certains.
Reconnaitre le coeur des perfides humains?"
Después de este patético discurso, añadís: "Voy pues a decirles, después de
haber mirado con mi anteojo, lo que han encerrado en la cajita: si es un anillo,
una moneda, un chal, un mantón, etc."
Fínjase mirar con el anteojo, y se nombra el objeto que se tiene en la mano.
Déjase el anteojo, y se dice, al volver: "Ahora, se trata de tomar este (nómbrase
el objeto) que está en la cajita que hay envuelta en el pañuelo, y esto, solamente
tocándola con los dedos."
Después de haber hecho por última vez sonar la cajita, para probar que el
objeto esta todavía allí, tomase la mano de la persona que tiene esta cajita, y se
le hace subir un poco diciendo: "Levante un poco ,más la mano, caballero, si
Vd. gusta."
Esto de tomar la mano a la persona, no es más que un pretexto para tener
ocasión de apoyar el pulgar contra el botón, a fin de que la moneda no suene.
Fínjase sacar el objeto del pañuelo y devuélvase a su dueño.
Téngase cuidado de hacer sacudir el pañuelo, para probar que no hay nada en la
caja.
Continúese diciendo: "Puesto que he escamoteado este (nómbrase el objeto)
bien puedo también escamotear la cajita. Caballero, cuando yo de un golpe con
el pie suelte Vd. el todo si gusta."
En este momento, búscase en el pañuelo un punto donde pueda cogerse con
ambas manos la tela sencilla; porque si se toma doble no saldrá bien este
movimiento.
Cuando se da el golpe con el pie, la persona suelta la cajita y pañuelo que vos
tenéis; separáis rápidamente las dos manos, y la cajita viene naturalmente a una
de las dos.
Suéltase la otra mano, sacúdase el pañuelo, y hágase observar que no hay nada,
diciendo: "Caballero, yo creo que la cajita se ha salvado en mi bolsillo; no se
sorprenda Vd., esta muy acostumbrada a tomar este camino." Entonces se saca
la que se tiene en el bolsillo.
***
SECCIÓN III
Sin razón aparente, atraer varios objetos
que se echan sobre la mesa.
Este juego, cuyo medio es muy sencillo, no deja sin embargo de ser bastante
agradable. Se hace tomar una carta; habiéndola mezclado con las otras, se
esparce la baraja sobre la mesa. Se manda salir a la carta, y llega hasta la mano.
Dese en seguida esta carta a reconocer, para que vean quo no tiene ninguna
preparación.
Pídese una petaca, un reloj o cualquiera otro objeto. Echese sobre la mesa, y al
primer mandato os obedece con la mayor docilidad.
Para operar este milagro, es suficiente, tener una hebra de seda negra, muy fina,
de cerca de un metro de largo. Atese uno de sus extremos a un botón de la
cintura. El otro extremo está provisto de una bolita de cera la cual se tiene entre
los dedos de la mano derecha.
Esta bolita no impide el manejar una baraja y hacer tomar una carta.
Al volver a tomar la carta, se coloca la bolita de cera encima y se mezcla con
las otras. Espárzase la baraja sobre la mesa. Llámese a la carta, bajándose un
poco para tomarla, y al momento, viene a la mano, al borde de la mesa. Tómese
con la mano derecha, y al trasladarla a la mano izquierda para darla a reconocer
se quita la cera que se guarda entre los dedos.
Pídese una petaca, la cual se toma con la mano izquierda, Trasládase a la
derecha, y al dejarla sobre la mesa, se le fija la bolita de cera. Lo mismo es para
cualquier otro objeto.
Tengo que hacer notar que este transporte de los objetos de una mano a otra,
que he debido detallar, aunque conozco lo fastidiosas que son estas
repeticiones, tengo que hacer notar, digo, que este transporte, que es
indispensable es del todo muy natural.
También tengo que advertir que lo que forma toda la ilusión del juego, es el
movimiento que se hace para tomar el objeto; porque, como uno se ve obligado
de inclinarse para cogerlo, y que, en este movimiento, el cuerpo se avanza
hacia la mesa cuando la cintura se hace hacia atrás, atrae el objeto y le hace
avanzar, parece que se va en busca de él al mismo tiempo que en sentido
opuesto él se dirige hacia vos.
***
SECCIÓN IV
Juego del rosario perfeccionado.
Voy a hablar de un juego conocido hace ya casi dos siglos; pero lo ofrezco de
una manera talmente perfeccionada, que se puede considerar como uno de los
más nuevos.
Este juego se nombraba el Rosario de la abuela. Es necesario que dé aquí la
explicación.
Se hacía con tres bolas de madera, que estaban agujereadas por el centro para
hacer pasar un cordón. Tomábanse estos cordones de igual tamaño, se doblaba
cada uno por la mitad, y se juntaban las dos extremidades dobladas las cuales
se adherían débilmente, sea con un hilo muy fácil de romper, sea con un poco
de goma; pero es necesario que la junta se conozca lo menos posible. Estas dos
cintas así preparadas, cogidas por los extremos, parecen libres en su longitud y
eso hace sospechar que no hay ninguna adherencia entre ellas.
Pásanse tres bolas en estos cordones, que se hacen tener por las dos
extremidades. De cada mano de la persona que los tiene, se hace soltar uno de
los dos extremos, no importa cual. Se hace un nudo sencillo, y se vuelven los
extremos las manos de la persona que acaba de abandonarlos.
Al presentarse, si se cogen estas tres bolas y se tiran un poco hacia uno mismo,
se desatarán, y los cordones quedaran en poder de la persona que los tenía, y
aparecerán enteros en toda su extensión.
He aquí el juego del Rosario como se ha ejecutado siempre. Decremps hace
una ligera modificación, sustituyendo las bolas por anillos. He aquí como yo
hago este juego
Yo me sirvo de llaves y de anillos. En cuanto a la disposición de los cordones,
es absolutamente la misma.
Tomo los anillos y los paso por el cordón como se hace con las bolas, y lo
mismo que en el juego anterior, formo un nudo sencillo, haciendo soltar un
extremo de cordón de cada mano a la persona que los tiene y a la cual los hago
volver a tomar. En seguida, paso simplemente las llaves en los cordones, sin
otra formalidad, y vuelvo a la persona el extremo por el cual he hecho pasar
estas llaves.
He aquí pues ahora las llaves y los anillos pasados por los cordones; pero
nótese bien que no se pueden separar más que los anillos, los cuales después de
retirados, solo quedan las llaves, pero no atadas.
Lo que forma el principal mérito del juego y le hace sorprendente, es que se
puede hacer creer a los espectadores que os es posible separar los unos y los
otros, y esto se hace por medio de un equívoco. Así, preguntáis a la persona
que tiene los cordones, que quiere ella, si las llaves o los anillos. Si pide los
anillos, se sacan y sele entregan. Si quiere las llaves, sáquense los anillos,
diciendo: "¡Pues bien! Señora, tomo los anillos y le dejo a usted las llaves" que
efectivamente quedan en su poder. No se puede sospechar del equívoco,
porque, en uno y otro caso, habréis plenamente satisfecho sus deseos.
***
SECCIÓN V
Lindo juego de moneda.
El juego anterior me hace pensar en este, a causa del equivoco, porque el
mismo va a servirnos ahora, aunque el juego sea muy diferente.
Téngase una caja de cobre o de hojalata de unos doce centímetros de altura
sobre cinco de diámetro, lo que le da una forma cilíndrica.
Esta caja se compone de tres piezas que entran la una en la otra. La parte del
centro, la primera que entra en la caja exterior, tiene como ésta, un fondo que
entra con mucha facilidad. Estando cerradas estas dos partes, debe haber entre
los dos fondos bastante espacio para que una moneda de veinte reales, envuelta
en un papel, pueda estar allí. La caja del centro esta sostenida por arriba, por
medio de un reborde plano, rebajado todo por fuera alrededor de su abertura;
pero dejando entre esta y el cuerpo de la caja un pequeño vacío, para que los
bordes de la caja exterior puedan entrar dentro; lo que hace que los bordes
estén ocultos y no puedan creer que la caja es doble. Cerrando las dos partes, es
decir. metiendo la caja del centro en la caja exterior, el reborde tropezando
sobre los bordes de esta última, impide que la caja del centro baje más y llene
el vacío para contener la moneda envuelta en el papel.
La tercera parte entra en la caja del centro un poco más fácilmente; es un poco
más corta que las otras, es decir que no baja del todo sobre el fondo de la
segunda caja.
En esta tercera caja no hay fondo, pero sobre ella es donde se coloca la cubierta
que está fija por una soldadura. Esta cubierta, remata con un botón que se coge
cuando se quiere abrir. Cuando están cerradas las tres cajas, es decir cuando
están unas dentro de las otras, esta cubierta sobresale por el rededor cerca de
dos milímetros.
Modo de ejecutar el juego. Como la segunda parte de la caja entra un poco
fuerte en la pieza exterior, se saca un poco de antemano, a fin de poderla abrir
fácilmente cuando se necesite.
En el fondo de la parte del centro, se coloca también de antemano un papel
doblado que tenga la forma redonda como si contuviese una moneda de veinte
reales. Prepárese todavía una hoja de papel, y con esto quedan hechas todas las
disposiciones.
Al empezar el juego se tiene una moneda oculta en la mano izquierda, y para
disponer a los espectadores en favor del juego y hacer el elogio del mismo se
habla de esta manera: "Señores, he aquí la experiencia que miro como la más
preciosa de mi colección, porque, cuando yo no tengo dinero, por este medio
puedo procurarme, sustrayendo del bolsillo de los otros, tanto como tengan, así
como petacas, relojes y otras joyas, si son de valor. Para esto no tengo más que
tocar el bolsillo con la punta de mis dedos, como voy a tocar el fondo de esta
caja para sacar la moneda que han encerrado en ella.
Pídase una moneda que se hace marcar. Tómese esta moneda con la mano
derecha, y se finge colocarla en la mano izquierda; pero se escamotea en la
derecha, enseñando la que se tiene oculta de antemano en la otra mano. los
espectadores deben creer que esta última moneda es la que acaban de marcar y
entregaros. Entréguese esta moneda a una persona que no haya visto marcar la
otra, para que no se aperciba del cambio.
Preséntese una hoja de papel a esta misma persona que tiene la moneda,
rogándole que la envuelva en él. En este tiempo, se tome la caja, se abre en el
sitio ya dispuesto, y se hace colocar la moneda envuelta en la caja abierta, que
es la caja exterior. Ciérrese, apretando bien la parte que tenéis en la mano
derecha.
Dese la caja a la misma persona. No olvidemos que se conserve en la mano
derecha la moneda marcada.
A la persona que tiene la caja se le pregunta que es lo que quiere de lo que
acaba de colocar en la caja, a saber: la moneda o el papel. Si dice la moneda,
fíngese tomarla por debajo de la caja, y se le entrega haciéndole ver que es la
misma que han marcado. Si pide el papel solamente, sacase igualmente la
moneda diciendo: "Entonces, caballero, tomo la moneda y le dejo el papel,
puesto que así Vd. lo quiere.", la misma persona abre la caja y solamente halla
el papel, el cual se rasga para probar que no contiene nada.
Lo mismo se haría en el caso de haber pedido la moneda, que se le entregaría, y
abriendo la caja, no hallaría más que el papel.
No se olvide que la persona que abre la caja, no puede sacar más que la parte
que entra holgadamente, que es en la que esta el botón, y dentro de la cual esta
el papel solo.
***
SECCIÓN VI
Juego de los grandes anillos que se hacen
ver separadamente, y que se entrelazan a
vista de los espectadores.
Estos anillos de un metal bastante fuerte, perfectamente forjados y soldados,
se enlazan y desenlazan con la misma facilidad que se corta un pedazo de pan.
Convengo que esto debe turbar la seguridad de las gentes honradas, y que
existiendo este medio, sería prudente que las autoridades administrativas
recomendasen la más severa vigilancia a todos los agentes encargados de la
custodia de los malhechores. Ya serán ellos lo que juzgarán más a propósito
hacer después que les haya descubierto el secreto del cual el mismo autor me
ha dado la explicación.
Estos anillos son ordinariamente seis; pueden ser de cobre o de hierro. Su
tamaño varía, pero, por termino medio se hacen de unos veinte centímetros de
diámetro; en cuanto al espesor del hilo metálico del cual están formados, siete a
ocho milímetros serán suficientes.
De estos seis anillos, uno solo hay abierto, dos entrelazados y soldados: los
otros tres están separados y soldados también. La abertura del primero es un
poco mayor que el espesor del hilo de que están formados.
Anúnciase este juego teniendo los anillos. He aquí como deben colocarse en la
mano:
Tómase primeramente el anillo abierto, en seguida los dos anillos entrelazados
y finalmente los otros tres, de modo que estos tres últimos sean los primeros
que se tomen con la otra mano.
Dícese: "He aquí seis anillos que están sólidamente cerrados." Cuéntanse: 1, 2,
3, 4, 5 y 6. Aléjanse poco al contarlos, a fin de que no se aperciban de que hay
dos que están unidos. Tómase uno, y se entrega a una persona, diciendo con
indiferencia, como si este ofrecimiento fuera superfluo: "Reconózcalo Vd."
Dese un segundo anillo a otra persona, después a una tercera, y se les hace ver
que están sólidamente cerrados. Como os ven coger estos primeros
indistintamente, no dudan, que los otros están lo mismo; y dirigiéndoos a una
persona de las que tienen un anillo, la rogáis que tome uno de los otros que
están en poder de la reunión y lo entrelace con el que tiene en sus manos.
Haciendo esta invitación, tómense los dos anillos que hay juntos, y hágase un
movimiento como si entrelazasen, diciendo: "He aquí como debe de hacerse."
Y se dan a reconocer, para que se aseguren que están bien unidos; agitando
estos dos anillos, se hace correr uno sobre el que esta abierto. Tómase un
cuarto anillo, se hace correr uno sobre el que está abierto. Tómase un cuarto
anillo y se entrelaza, y así sucesivamente, siempre haciéndolos pasar por la
abertura del anillo abierto. Se deshacen por el mismo medio que se ha
empleado para hacerlos entrar.
Téngase presente que siempre se tiene el pulgar sobre la abertura del anillo, y
sea para introducirlos, sea para separarlos, los anillos pasan fácilmente por
entre el pulgar sin que sea necesario moverlo sensiblemente.
Téngase presente también, que para que no se aperciban de la introducción de
los anillos, es necesario agitarlos mucho en todos sentidos, como si se buscase
el momento favorable para unirlos o desunirlos.
Nótese que con el juego de seis anillos no se puede hacer una cadena de más de
cuatro; así pues cuando se tienen cinco o seis entrelazados, se enseñan
separándolos de diferentes maneras para variar las figuras que presentan.
En este juego, cada uno tiene su modo de ejecutarlo. Hay algunos que doblan y
aún triplican el número de los anillos, lo cual hace doce o diez y ocho. De este
modo se pueden hacer cadenas más largas y figuras más variadas; pero esto no
sorprende a los espectadores, y según mi opinión, esta multitud de anillos no
sirve más que para confundir y hacer más pesada su ejecución. Yo prefiero este
juego con seis anillos solamente.
Sin embargo, si se quisiera hacer con doce o diez y ocho, observaría que no se
necesita más que uno abierto; pero sería indispensable que hubiese dos
entrelazados por cada seis.
Todavía tengo que hacer una observación relativamente a este juego: y es que
muchos prestidigitadores han creído perfeccionarle haciendo cerrar el anillo
que debe haber abierto, del modo poco más o menos que se cierran los llaveros
o los pendientes. Esta innovación es más embarazosa que útil porque se tiene
que abrir con el pulgar y se está expuesto a pellizcarse el dedo al abrir o cerrar
este anillo, y por otra parte como esta operación no puede hacerse diestramente
llama la atención de los espectadores.
Además, por poco que se sepa hacer este juego, la abertura del anillo no puede
nunca sospecharse por los espectadores; esta razón sería suficiente para probar
la inutilidad de esta precaución de un anillo que se cierre.
***
SECCIÓN VII
El baile de figuras.
Varias veces se ha visto este juego, que es muy recreativo, y como creo que
nunca se ha publicado, le doy cabida en este capítulo.
Las figuritas que se gastan en este juego son simplemente las que se venden en
casa de los mercaderes de juguetes para niños; solamente es necesario añadirles
a ambos lados de la cabeza, dos pequeños cuernos que caigan verticalmente a
la cara. Estos dos cuernos sirven de corchetes para suspender las figuras a un
hilo del cual voy a hablar. Colocados como acabo de decir. estos cuernos no
tienen nada de extraño, porque para hacerlos, se aprovechan bucles de cabello,
flores o cualquier otra cosa de que se adorna la figura. Se recortan con tijeras.
Para poner en acción el talento de la señorita Colombina y del Señor Pulgón, se
tendrá un pedazo muy delgado de seda negra, a uno de los extremos del cual se
atará un pequeño alfiler del mismo color, que se doblara en forma de gancho.
Una bola de cera o de cualquier otra materia se fijara al otro extremo del hilo.
Engánchese de antemano el alfiler sobre el lado exterior de la rodilla izquierda,
y téngase la bola de cera en el bolsillo derecho del chaleco. Esta bola no sirve
más que para coger el hilo fácilmente.
Dense a reconocer las figuritas. Para empezar el baile, el director de orquesta,
quiero decir el que dirige el baile, no sube a una tribuna, como se practica
ordinariamente, pero se sienta sin cumplimiento en el suelo, después de haber
tomado la bolita que debe coger con la mano derecha.
Estando sentado, separa las piernas, sobre las cuales hace pasar el hilo un poco
tirante. En la mano en que esta la bolita, se tendrá también una varita, o
cualquier otro objeto como cuchillo, llave, etc. Este objeto sirve para llevar el
compás en el momento del baile.
Tómase la bailarina por los cabellos, aunque no sea esta la costumbre, y se
coloca entre las piernas; se la invita a tenerse derecha, y se cae; se la levanta,
suplicándola que no tenga miedo. Se la sostiene un momento. Esta vez, se tiene
derecha, pero un poco vacilante sobre sus pies, puede que sea un poco de
vergüenza de lo que acaba de hacer. En fin, ruégase a alguno que cante, o toque
algún instrumento, porque no se baila sin música, y la bailarina, animada por la
música cumple con su obligación con gran satisfacción de la amable sociedad.
Igualmente se hacen bailar los señores Polichinela y Arlequín, y también al
señor Casandre.
Los dos pequeños cuernos que cuelgan a ambos lados de la cabeza de las
figuritas están un poco doblados hacia atrás, lo que hace que se enganchen al
hilo cuando se quiera que se queden derechos.
Cuando se toca la música, el que hace el juego y que tiene en su mano uno de
los extremos del hilo, bajo el pretexto de llevar el compás tocando en el suelo,
imprime al hilo un continuo movimiento que es el que da los diversos
movimientos a las figuritas cuyas piernas y rodillas son móviles, lo que
ocasiona a cada momento actitudes muy cómicas.
En el teatro, este juego produce mucho más efecto, porque las figuras están
completamente aisladas sobre la mesa, y parece que estén totalmente
abandonadas. Ya hablaré de esto en el capítulo tercero donde trataré de los
juegos de teatro.
***
SECCIÓN VIII
Lindo juego muy galante, muy presumido y
lleno de coquetería.
Este juego no es conocido, y creo que nunca lo he visto hacer. Es necesario
tener una caja cuadrada, la misma que he descrito en la segunda parte, artículo
segundo, capítulo II, sección XX, con la diferencia que en la que sirve para este
juego, se añadirá un doble fondo muy delgado y de una madera parecida a los
dos fondos de la caja. Este doble fondo debe entrar fácilmente en la citada caja,
a fin de que pueda caer con libertad sobre el uno o el otro de los dos fondos de
esta caja al cerrarla.
Es necesario también un saquito de raso, en el cual se hará una separación de la
misma tela, lo que formará dos bolsillos en el saco. Este saco esta redondeado
por abajo, para que los pequeños objetos que se metan en el puedan juntarse
más fácilmente y cogerse mucho mejor. En uno de los bolsillos, habrá una
veintena de tarjetas, de las cuales cada una contendrá una pregunta diferente.
En el otro bolsillo, se colocará un número igual de tarjetas, pero que
contendrán todas la misma pregunta, por ejemplo, esta: ¿Dónde se encuentra la
felicidad?
Sobre el dorso de una carta ordinaria, que supongo ser el rey de copas, se
escriben estas palabras: Cerca de vos, Señorita. Colóquese de antemano esta
carta en la caja y cúbrase con el doble fondo. Para esto, es suficiente colocarla
en la parte de la caja que no contiene entonces el doble fondo y hacer caer
encima la otra parte, cerrando la caja, la cual parecerá vacía al volverla a abrir.
Dispuestas así las cosas, he aquí como se hace el juego:
Abrase el bolsillo del saco donde están las diversas preguntas y ruéguese a una
señora que las tome para examinarlas y asegurarse de que todas son diferentes.
Vuélvense a meter en el saco y en el mismo bolsillo en que estaban, y por un
ligero movimiento de dedos, cójase la división del otro lado, y el bolsillo de las
preguntas iguales se abre al mismo tiempo que el otro se cierra. Dícese:
"Señora, tenga Vd. la amabilidad de tomar al azar una de las preguntas que
usted acaba de reconocer." La señora tome una, creyendo tomarla de entre las
que acaba de ver, y la guarda.
Cójese una baraja, y hágase tomar forzadamente per un caballero, el rey de
copas, diciéndole: "Caballero, va Vd. a colocar en esta cajita la carta que acaba
de tomar, y sobre el dorso de esta carta aparecerá la contestación a la pregunta
que la señora ha tomado Ciérrese la caja y ábrase al momento diciendo:
"Caballero, no quiero cerrar la caja, la dejaré abierta, para convencerles que no
hay escamoteo; puede usted mismo si gusta guardar la carta, pero teniendo la
figura hacia arriba, para que no salga fallida la experiencia." Vuelve a tomarla,
no la misma, como él cree, sino la que tiene la contestación, y leyendo la
señora su pregunta: "Dónde se encuentra la felicidad? contesta, volviendo su
carta: Cerca de Vd., señorita. Lo que dirá tan graciosamente como su galantería
natural se lo permita.
Pueden variarse las preguntas y respuestas, si alguna otra vez se quisiera hacer
el mismo juego ante las mismas personas. Por ejemplo, podría colocarse en el
bolsillo de las preguntas iguales esta: ¿Cuál es la persona que Vd. ama más? y
sobre la carta esta respuesta: "Vd., Señorita, puesto que es la que desea
saberlo."
Entonces se hace tomar la pregunta por una señora y la carta a un caballero,
que puede sin escrúpulo, hacer esta declaración, puesto que esta obligado a
rendir de viva voz la respuesta inscrita en la carta.
Este juego ocasiona preguntas muy placenteras, y ciertamente, que si no lo
encontráis muy galante, es que sois muy difícil de contentar.
***
SECCIÓN IX.
La bola mágica.
Este juego se hacía antiguamente con un vaso compuesto de una cubeta y de
su tapadera. (Llámase cubeta un vaso cualquiera, cuando se le quiere distinguir
de su cubierta.—Expresión técnica) Era bastante grande para contener una bola
del tamaño de las de billar, que entraba hasta la mitad en la cubeta.
En la cubierta que era del mismo volumen que la cubeta, y como ella de una
forma semi-esférica, había una media bola de madera torneada muy delgada, a
fin de poder cubrirla y representarla. Esta media bola, que así lo representaba
perfectamente la apariencia en su exterior, estando en la cubierta parecía ser el
fondo de la misma.
Alrededor de este vaso habían formados círculos semi-redondos que se llaman
anillos en términos de tornería.
Estos anillos que parecían hechos para adornar el vaso, no se hacían más que
para disimular el cierre de la media bola. Para hacer el juego, descubrían la
verdadera bola, la cual echaban sobre la mesa; cerraban el vaso, tomaban la
bola que se escamoteaba haciéndola caer en la tabla, diciendo que la mandaba a
su caja.
Levantaban la cubierta, dejando la media bola hueca, que parecía ser la
verdadera bola.
Se cerraba el vaso, y colocando la mano debajo de la mesa como para tomar la
bola a través de ella, tomaban la que estaba sobre la tabla, la enseñaban, y
abrían el vaso al sitio que era preciso para que apareciese vacío.
Este juego, es desde hace mucho tiempo, conocido de todo el mundo, y como
el antiguo juego de la Copa del huevo, sería ridículo ahora presentarlo, aun en
un pueblo; más helo aquí muy reformado.
Es una copa de la forma poco más o menos de la primera. En esta no hay media
bola hueca, no hay más que simplemente una bola en una copa de madera sin
preparación. Pero la cubierta de esta copa es bastante profunda para contener
en su interior toda la bola. Este interior esta hueco de modo que pueda contener
esta bola, por poco que se fuerce.
Todo el secreto del juego consiste en que la bola estando en la cubeta de la
copa por una ligera y brusca sacudida, se la hace subir en la cubierta. Esta
sacudida no es sensible a los ojos de los espectadores, porque se confunde con
un movimiento indicativo que se busca la ocasión de hacer hablando, como
diciendo: "Caballero, quiere Vd. sostener esta copa?" "Coloco esta copa sobre
la mesa," etc.
Cuando la bola esta en la cubierta, para hacerla caer en la cubeta, no hay más
que cerrar dando un ligero golpe; por otra parte, al cerrarla, el choque de las
dos partes de la copa es suficiente para hacer bajar la bola.
Para este juego, se necesitan dos bolas iguales. La una está colocada sobre la
tabla, la otra en su copa. No aparece siempre más que una. Colocaos delante de
la mesa, después de haber hecho reconocer la caja y bola. Colóquese esta
última en la copa, a la vista de los espectadores y la hacéis subir en la cubierta,
colocando la copa sobre la mesa.
Tómese secretamente la segunda bola, ocúltese en la mano, y cogiendo el
botón que hay sobre la caja, enséñese esta bola en la punta de los dedos, como
si se acabase de sacar la que esta encerrada. Levántese la cubierta para hacer
ver que la copa esta vacía.
Vuélvase a cerrar, y como cerrándola, la bola de la cubierta vuelve a caer en la
cubeta, vuélvese a tomar la que esta sobre la mesa, y se escamotea como las
bolas de cobre dejándola volver a caer sobre la tabla. Abrase la copa para
enseñar la bola y la cual toman los espectadores por la que acabáis de
escamotear.
Vuélvese a cubrir volviendo a tomar diestramente la bola que está sobre la
tabla; preséntese la copa a una persona, rogándole que tome la bola, bajo
pretexto de hacerle ver que es natural. Se la hacéis colocar en la copa y que la
cubra ella misma. Se le da la copa, haciendo subir la bola, que fingís sacar por
debajo de la copa, enseñando la que tenéis oculta en la mano derecha.
Levantáis vos mismo la cubierta para hacer ver que la copa no contiene nada,
cúbrese y se toma la copa de manos de la persona que la tenía. Vais a vuestra
mesa sobre la cual colocáis la copa, y escamoteando de nuevo, sobre la tabla, la
bola que tenéis en la mano, le decís que vuelva a entrar en la copa; descubrís y
enseñáis la bola.
Se puede variar este juego y prolongarlo mucho, sobre todo si se sirven de dos
cajas. como lo hacen algunos prestidigitadores. Se hace pasar la bola de una
caja a otra, reiterándolo muchas veces, lo cual produce un gran efecto.
Este juego era el triunfo de Courtois prestidigitador muy afamado.
Los aficionados que quieran adquirir estas copas las hallaran en casa de los
constructores de física recreativa. Llaman a este juego las bolas holandesas.
***
SECCIÓN X
Metamorfosis
Este juego es muy bonito, muy poco conocido y muy fácil de ejecutar. Se
puede hacer lo mismo en teatro que en salón, y creo que no se encuentra en
ningún repertorio de prestidigitador.
Estas metamorfosis no tienen nada de común con las de Ovidio, ni con las de
las antiguas hadas, que con su varita mágica cambiaban las calabazas en
calesas, los abejorros en caballos y los ratones en señoritas; y que además, tan
poderosas como Júpiter han favorecido a Perrault con un pequeño lugar entre
los mortales inmortales.
Confesaré todavía que no tengo la pretensión de comparar mis metamorfosis
con las que Apuleyo ha hecho en su asno de oro: estoy muy lejos de dar las
mías por tan maravillosas; pero en fin tienen su mérito.
Efecto del juego. Se da a reconocer un mortero de madera y su mano de
almirez. Se da también a reconocer un huevo. Se hace meter este huevo en el
mortero y se da encima un golpe con la mano de almirez.
Entonces se ve una ave de las más feas que parece surtir del huevo roto.
Para hacer presentable este sucio animal, se mete en un vasito lleno de mijo,
que se cubre con una campana que se hace también reconocer. Un momento
después, se quita la campana, y sale del vaso un lindo canario, y el mijo, que ha
desaparecido, ha sido reemplazado por flores que se arrojan a las señoritas de
la reunión.
Explicación. La maza de la mano de almirez es hueca y de una capacidad
bastante para contener un gorrión.
Esta maza está cerrada a un extremo por una rodela llana que entra a encaje. El
mango está agujereado en toda su longitud, a fin de darle aire al ave que está
encerrada en la maza. Tiénese también una segunda mano de almirez, pero
maciza que es la que se da a reconocer, y que se cambia al ir a buscar el huevo.
El mortero tiene la forma que se da ordinariamente a los de metal. Cuando está
torneado, se le añade una asa a cada lado, lo que complete la figura.
Vacíase este mortero estrechando un poco la abertura hacia abajo, a fin de que
la mano de almirez quede en el punto conveniente para no tocar el huevo y
romperlo.
Cuando se da el golpe, la rodela de la cual he hablado se suelta de la mano de
almirez y queda adherida al mortero, del cual sale el ave habiendo recobrado la
libertad.
Este mortero es el mismo que sirve para el reloj rolo y compuesto.
El vaso es de cobre o de hojalata pintado, de la forma de un cubilete que sea
tan ancho por arriba como por abajo. Tiene un borde llano de cuatro a cinco
milímetros de ancho. Se hacen en su fondo algunos agujeros, para dar
respiración al canario que se encierra allí.
En cuanto al tamaño, es proporcionado a la magnitud del ave, que debe estar
allí con libertad.
En este vaso entra un segundo, de un tercio solamente de la altura del primero.
Tiene también un borde llano pero más largo a poco más de un milímetro que
el del vaso grande.
Este segundo vaso debe entrar fácilmente en el primero y salir lo mismo.
En fin otro vaso, al cual se da algunas veces la forma de una campana, a
menudo la de un cono truncado, al final del cual se ajusta un mango, completan
el aparato.
Este vaso está hecho también de cobre o de hojalata; sirve para cubrir los que
acabamos de citar y quitar el que está contenido en el otro. Debe cubrirlos
totalmente, pero de modo que se pueda coger el borde llano del vaso pequeño
que es un poco más largo que el de abajo que pertenece al vaso grande. Por este
medio, cuando se quite la campana, se coge con ella el vaso pequeño y lo que
contiene.
Antes de empezar el juego he aquí las disposiciones que deben hacerse;
enciérrese en la maza de la mano del almirez un jilguero de los más feos, o que
aparezca tal cortándole un ala por la mitad; algunas plumas en diferentes partes
y mojándolo un poco.
En el vaso que contiene el otro, meteréis hojas de rosas, y sobre estas hojas un
bonito canario. En el que entra en el otro, y cuya abertura, que esta descubierta
parece ser la del grande, se colocara mijo, llenándolo unas dos terceras partes
próximamente.
Creo se comprenderá que es necesario que los vasos sean bastante grandes para
que, cuando el más corto esta colocado en el otro, el espacio que hay entre los
dos pueda contener fácilmente las flores y el canario, que no debe estar
oprimido, porque a las aves les place estar con libertad, y no tienen el gusto de
esas señoritas, que quieren llevar el traje ajustado.
Tomadas estas disposiciones, hágase reconocer el mortero y la mano de
almirez maciza. En seguida váyase a buscar un huevo preparado sobre una
mesa de detrás, y al tomarlo, se hace el cambio de la mano de almirez.,
cogiendo la que contiene el gorrión y dejando el macizo en su sitio. La mano
de almirez hueca debe estar oculta detrás de otros objetos. Teniendo esta mano
de almirez con el gorrión y el mortero, dese a reconocer el huevo; después le
hacéis meter en el mortero, y dais encima un golpe con la mano de almirez. El
pájaro recobra su libertad, se enseña, y se finge sorprenderse de su presencia y
humillado de su fealdad.
Dícese: "He aquí un caballero con un traje bastante descuidado para
presentarse en sociedad; felizmente tengo un grano maravilloso que tiene la
propiedad de metamorfosear todo animal que coma solamente dos o tres granos
de él. Me ha venido de un país donde todo es extraordinario; no les digo su
nombre porque yo no puedo pronunciarlo, pues esta palabra esta compuesta de
veinte y siete consonantes.
"En este país son las mujeres las que pegan a los hombres, y los hombres los
que crían a sus hijos es una costumbre que encuentro muy loable, porque de
aquí resulta que no se hallan malas casas."
"Este pueblo no tiene más que una cosa que desagrada, y es que no teniendo
más que un sol de mediana calidad y a medio usar, hace tanto frío en el
invierno que se hiela el fuego, lo que les hace padecer mucho al cocer sus
legumbres."
"Por lo demás, todo es agradable, no se encuentra más que honestidad y
cortesía. A los habitantes del campo se les tomaría por pastores y pastoras del
tiempo de Amadís, y tales como se ven todavía en los pastorales y los idilios de
Gesner, tanta cortesanía y delicadeza tienen estas bravas gentes. Hasta los ecos,
que hay muchísimos allí, parece que hayan recibido la más refinada educación;
porque si se les hace una pregunta, no hacen como los nuestros; repetir palabra
por palabra lo que se les dice, como un niño cuando se le enseña la lección,
contestan siempre cortésmente y a propósito. Por ejemplo, si estáis en medio de
una llanura y os ponéis a gritar: ¿Cómo está Vd.? el eco contesta al momento:
"No va mal, y Vd.? En fin se puede hacer con estos invisibles personajes una
conversación muy sesuda."
Pero me apercibo que la mía no lo es casi nada, y que haré mejor continuando
la explicación de nuestro juego.
Tómase el gorrión y se mete donde está el grano. Si se resistiese algo se le
ataría ligeramente con una cinta para sujetarle las patitas y las alas.
Se le cubre con la campana apoyando un poco, para apretar los bordes del vaso
pequeño. Espéranse cuatro o cinco segundos, como para dar tiempo al pájaro
de comer algunos granos. Retirase la campana la cual se lleva consigo el
gorrión y el grano: entonces el canario sale de su prisión y se escapa.
Tómase el vaso diciendo: "Parece que ha encontrado la comida a su gusto,
porque he aquí todo lo que ha dejado; también Vds. lo ven en un traje más
decente."
Y se echan las hojas de rosa sobre las señoras.
NOTA. Si debéis atar el gorrión con una cinta, será necesario poner una igual a
las patitas del canario. Este juego presenta muchos efectos; el gorrión que creen
salir de un huevo; la aparición del canario en vez del gorrión; el mijo que
desaparece y parece cambiarse en hojas de rosas; todo esto forma un juego muy
agradable.
***
SECCIÓN XI
El azúcar y café en grano.
Efecto. Enséñanse dos cajas, de las cuales la una está llena de azúcar y la otra
de café en grano. Para probar que no hay fraude, vaciase todo el azúcar y café
en vasos separados, y se vuelven a colocar en las cajas que se alejan una de
otra.
Se ruega a los espectadores que noten donde está el azúcar y donde el café.
Enséñaseles de nuevo. En seguida se tocan las cajas con la punta de la varita; la
que contenía el azúcar está entonces llena de café y la que contenía el café está
llena de azúcar. En fin estos dos amigos han cambiado invisiblemente de
domicilio.
Vacíase otra vez uno y otro, para hacer ver que el cambio no es una ilusión.
Un espectador viendo ejecutar este juego decía a los que estaban a su lado con
voz muy baja: En verdad, yo pienso que uno no está seguro en un espectáculo
como este. Estas metamorfosis, estos objetos que cambian de sitio
invisiblemente y sin ruido, a voluntad del mágico, todo esto debe inquietar
muchísimo a los espectadores que lleven consigo alguna cosa de valor. Yo creo
que sería prudente tener siempre las manos en el bolsillo; ¿Y está todavía
seguro uno de que esta precaución no sería inútil? ¡Estos hechiceros son tan
malignos! Me han asegurado que un día un caballero prestó algunas monedas
de oro a un prestidigitador, el cual las devolvió después de haber hecho el
juego. Pero el caballero de vuelta a su casa, no encontró más que moldes de
botones en lugar de sus luises de oro. Ya veis lo que arriesga uno, si el físico no
es rico en propiedad. Así. tengo mucho cuidado de asegurarme a menudo que
mi reloj y portamonedas están en el bolsillo; creo que obraríais sabiamente
haciendo lo mismo que yo.
Va a verse, por la explicación del juego cuan quiméricos y mal fundados son
estos temores, y hasta que punto se calumnia el saber del prestidigitador Esto
nos da la medida de las luces y de la sabiduría de los antiguos tribunales que
condenaban a la hoguera a los pretendidos hechiceros, que lo eran ni más ni
menos que los que hacen el juego que voy a describir.
En este juego, se hace uso de dos cajas de una forma cilíndrica que tienen
próximamente doce centímetros de altura sobre nueve de diámetro; deben ser
perfectamente iguales.
Sobre estas cajas se ajusta una segunda parte que no es casi más alta que el
cuello de la caja.
Esta parte tiene un fondo de hilo de hierro enrejado; está hecho de dos piezas
que entran la una en la otra están reunidas por arriba, y no se tocan por abajo,
dejan un espacio para recibir la moldura de la caja. Cuando esta parte está
colocada sobre la caja, no cambia la forma, porque es esta misma la que sirve
de moldura a la cubierta cuando se cierra la caja. Esta cubierta debe entrar
fácilmente. Al punto de reunión de la caja con su segunda parte, hay un reborde
en cada una de ellas, pero muy poco saliente. El de la caja es de hilo de hierro
recubierto de hojalata. El del falso fondo es llano y un poco saliente sobre el
otro, lo que ayuda a quitar esta pieza con la cubierta cuando hay necesidad.
Cuando se quiere dejar esta segunda parte en la caja, se quita la cubierta
ligeramente; cuando se quiere quitar esta parte, se coge la cubierta por el
reborde llano del cual acabo de hablar, y sobre el cual descansa la cubierta.
Estas cajas son conocidas de los prestidigitadores bajo el nombre de las cajas
del azúcar y el café.
Manera de hacer el juego. Preparación. En la parte de arriba, que se puede
llamar fondo falso, o doble fondo, se coloca en una de las cajas algunos
terrones de azúcar. En esta misma parte de la otra caja se coloca café en grano;
las cajas parecen llenas, aunque contengan muy poco tanto la una como la otra.
Llénese de azúcar la verdadera caja encima de la cual habéis colocado café, y
de café la caja sobre la cual esta el azúcar.
Tomadas estas disposiciones, ábranse las cajas quitando juntamente con las
cubiertas la parte de arriba y dejándolo sobre la mesa. Hágase ver el azúcar y el
café que se vacía enteramente, como ya lo he dicho en otros vasos y vuélvanse
a colocar uno y otro en su caja.
Como los espectadores se fijan naturalmente en donde esta el azúcar y dónde el
café, es necesario encontrar un medio de desviar su atención y hacerles perder
de vista lo que una y otra de estas cajas contiene.
Con este objeto, tómense estas cajas como por distracción; colóquese una
debajo del brazo y guárdese la otra en la mano. Cámbiese muchas veces, como
para tenerlas de un modo menos incómodo.
Hacéis esta maniobra yendo hacia los espectadores, para presentarle a uno de
ellos una pequeña varita que tenéis también en la mano.
Ruéguese a esta persona que toque las cajas con esta varita. Al llegar a vuestra
mesa, dejáis allí las cajas; pero fingiendo no saber lo que cada una contiene.
Los espectadores, que han cesado de seguirlas con la vista lo saben todavía
menos que vos. Levántense las cubiertas solamente, y se ve el azúcar y el café
que están en los dobles fondos de las cajas. Aléjense la una de la otra,
recomendando el no olvidar lo que contiene cada una.
Cúbranse, y se dice a la persona que habéis hecho venir a vuestro lado:
Caballero, esta varita que vos tenéis tiene, como el imán, dos polos cayos
efectos son opuestos. Tóquense las cajas por este extremo..... "Va Vd. a ver que
no hay nada cambiado."
Quítense las cubiertas solamente; y se ve el azúcar y el café siempre en las
mismas cajas. Vuélvanse a cerrar diciendo: "Ahora, caballero, toque Vd. con el
otro extremo..." Quítense esta vez las cajas falsas con las cubiertas, y se ve que,
en la caja donde estaba el azúcar hace un momento, se encuentra el café, y que
en la otra, se halla el azúcar en el lugar del café que se acaba de ver. Yaciese el
contenido en otros vasos, y enséñese el interior de las cajas, haciendo notar que
no hay nada absolutamente.
Los prestidigitadores han hecho siempre y hacen todavía este juego de la
manera que acabo de describir; pero Conus padre ha imaginado ejecutarlo de
otra manera, que, remozando el juego le da una forma más agradable. En lugar
del azúcar y café, se servía de un pañuelo blanco y de uno de color. En las
aberturas falsas de las cajas, hacía coser o pegar, en un, un pedazo de muselina
o batista, y en la otra, un pedazo de tela igual a la del pañuelo de color. Como
estos pañuelos son provistos por el prestidigitador puede escoger los que
quiera.
Por lo demás, es el mismo modo de operar en la ejecución del juego.
***
SECCIÓN XII
Bolas cambiantes.
La analogía que existe entre este juego y el anterior me hace pensar en
colocarlo inmediatamente después. Esta ingeniosa combinación es de la
invención de un aficionado alemán, conocido mío, bastante fuerte en
prestidigitación, y el cual ha querido que lo publicase. Al mismo tiempo que el
juego es bonito, da el medio de sacar partido de esas bolas abandonadas de las
cuales he tratado en la sección IX de este capítulo, y va a verse que se puede
servir de ellas todavía con ventaja.
Estas bolas, descritas al principio de la sección que acabo de citar, deben ser
bastante gordas para producir más efecto. Se toman dos. Las cajas deben ser
iguales bajo todos puntos de vista.
Se pinta una de estas bolas de encarnado y la otra de negro. Se pintan las dos
medias bolas de lo mismo. La media bola negra se coloca sobre la bola
encarnada, y la media bola encarnada sobre la negra.
Es inútil entrar en más amplias explicaciones, porque es la misma marcha la
que se ha de seguir para hacer el juego y el mismo modo de ejecutarlo que el
anterior: toda la diferencia es que en lugar de servirse de pañuelos, se sirve de
bolas.
No puede formarse una justa idea de este juego más que cuando se le ve hacer.
Los mismos que conocen la construcción de estas cajas están desorientados;
porque ven muchas veces las verdaderas bolas, que se enseñan totalmente,
cuando piensan que no va a hacerse aparecer más que las medias bolas, y
dudan de que realmente haya éstas últimas.
***
SECCIÓN XIII
Las pirámides.
No es de las pirámides de Egipto de las que quiero hablar, porque pienso
estarían fuera de su lugar en un gabinete de física y yo nunca trataría de
adquirirlas, en el caso de que se pusieran en venta. Por otra parte yo no creo
que un prestidigitador, por hábil que sea, pueda hallarlas cómodas para hacer el
juego de los cubiletes. Y lo digo sin jactancia, no obstante la gran fama de estas
pirámides, dudo que sean tan maravillosas como las mías. Estas tienen todavía
la ventaja que, cuando yo no me sirvo de ellas para mis experiencias, puedo
adornar mi chimenea, y para este uso no me servirían las pirámides de Egipto
para nada, aunque quisiera.
Las pirámides que voy a describir no deben el nombre más que a su forma.
Hablemos ahora de su efecto.
Colócanse sobre la mesa tres pequeños zócalos que se hacen reconocer. Sobre
cada zócalo de los lados, se coloca un gran vaso vacío.
Sobre el zócalo del centro se coloca una botella llena de agua y devino, mitad
de uno y mitad de otro.
Cúbrense estos tres objetos cada uno con una pirámide, de las cuales se enseña
el interior.
Tómase una cinta larga, que se ata por el centro a la pirámide que cubre la
botella, y se atan las dos extremidades a las dos pirámides de las esquinas.
Entonces el prestidigitador anuncia, que, por esta comunicación que acaba de
establecer, por medio de la cinta entre las pirámides que cubren los vasos, y la
del centro que cubre la botella, y por el concurso de la varita mágica, el agua y
el vino van a salir de la botella, y se pondrán separadamente en los vasos, a
elección de los espectadores, es decir que el vino irá al vaso que se designará y
el agua al otro.
Hecha ya la elección, el prestidigitador hace correr lentamente la varita a lo
largo de la cinta, en seguida retira esta cinta y quita la pirámide del centro. Se
ve la botella vacía. Levanta las otras dos pirámides y el vaso designado para el
vino está; lleno, y el agua se halla en el otro.
Yo he visto sabios, asistiendo a esta experiencia, no poder darse razón de este
fenómeno. Un médico quería explicarlo por el sistema de la transfusión de la
sangre, un químico por la simpatía, de la cual la virtud opera invisiblemente y a
distancia, testigo el famoso polvo del Caballero Digby; un físico por la
atracción eléctrica; un magnetizador, por la fuerza de la voluntad; un
metafísico, por la antipatía que existe entre el vino y el agua, antipatía tan bien
comprendida de los alegres bebedores que llaman inmoral la unión de estos dos
seres. (¿Y no tienen razón? Sí, porque entre el vino y el agua hay
incompatibilidad de humor; y no debe unírseles; porque ¿qué es el agua? ¡una
corriente! que a menudo lleva el luto y desolación por donde pasa.
Mientras que el vino bueno por naturaleza se mantiene, hasta el fin de sus días,
benéfico y pacífico en el palacio de Diógenes.)
En fin un naturalista que desaprobaba todas estas conjeturas después de haber
buscado mucho, y no encontrando nada, dijo, para decidir la cuestión, que era
necesario que el diablo se mezclase. Si persiste en su opinión, se le puede
desengañar fácilmente, dándole la explicación tan natural que sigue.
Las pirámides son de hojalata pintadas, truncadas en su cumbre y rematadas
por una pequeña bola que les sirve también para atar las cintas.
A estas pirámides se les dan ordinariamente treinta centímetros de altura.
En la parte superior de las esquinas, por dentro, existe un receptáculo, que debe
poder contener dos grandes vasos de licor. Para construir este receptáculo, se
fija un fondo a la distancia conveniente de la cumbre para tener la capacidad de
la cual acabo de hablar.
Este receptáculo está dividido en dos partes iguales, por una división que va del
fondo a la cumbre y que está soldada por todo, de modo que este receptáculo
forma dos.
Sobre cada uno de estos dos receptáculos se ajusta un pequeño tubo de cinco o
seis centímetros de largo, y arriba, al exterior, sobre los dos lados de la cumbre,
se hace un pequeño agujero para dejar circular el aire e introducir el licor en los
receptáculos.
La botella está agujereada en el fondo, y debe poder contener tanto licor como
los dos vasos contienen juntos, y cada vaso debe ser de la capacidad de cada
receptáculo. El zócalo sobre la cual se coloca la botella debe poder contener
libremente en su interior, todo el licor que contiene esta botella.
Para que el licor pueda entrar, el zócalo esta lleno de pequeños agujeros que no
se ven porque la hojalata de la cual están hechos los zócalos está pintada de un
color oscuro.
Los dos zócalos de las esquinas están hechos como el del centro en forma de
caja llena; toda la diferencia es que en estos no hay agujeros. La pirámide del
centro es sencilla; no tiene bien entendido, receptáculo, ni nada de particular.
Preparación de esta pieza en el momento de hacer juego.
Tápase el agujero del fondo de la botella con una bola de cera. Para llenar los
receptáculos de las pirámides con las cuales deben cubrirse los vasos, se
empieza por tapar los pequeños tubos que hay en el interior; en seguida con un
embudo cuyo tubo es muy delgado, se introduce, por el agujero que hay arriba
de cada receptáculo, en uno un vaso de agua, y en el otro vaso uno de vino, y se
tapan también estos agujeros con una bola de cera; pero para no equivocarse, se
tape el agujero del receptáculo del agua con cera blanca, y el del vino con cera
encarnada.
Cuando están colocadas estas bolas de cera en los agujeros, se destapan los
tubos del interior de las pirámides. No haya miedo que salga el licor, porque
esta disposición hace el efecto de una bomba de vino que estuviese llena, y de
la cual se hubiese tapado una de sus aberturas.
Llénese la botella en presencia de la reunión, metiendo un vaso de agua pura y
uno de vino, y colocadla sobre el zócalo cubriéndola con su pirámide, al mismo
tiempo que quitáis con el dedo la bola de cera que tapa el agujero hecho en el
fondo de la citada botella.
Pregúntese entonces en cual de los dos vasos, en el de la derecha o el de la
izquierda, quieren que pase el vino. Si por ejemplo, indican el vaso de la
izquierda, se toma una pirámide; y cubriendo este vaso, se retira la bola blanca,
se quita la bola roja con el dedo y cubriendo el otro vaso se retira la bola
blanca.
Atese la cinta, durante este tiempo y el empleado por la pantomima de la varita
sobre la cinta, los licores se derraman y cuando levantáis las pirámides, se ve la
botella vacía y los vasos llenos del licor pedido.
Para desorientar de antemano al público, se puede, al empezar el juego,
asegurar que las pirámides son sencillas, sin ninguna preparación; y hablando,
se enseña de lejos el interior de las esquinas, y como este interior esta pintado
de negro; no puede apercibirse el fondo ni el pequeño tubo; se dejan y se tome
la del centro. Se adelanta hacia los espectadores dando golpes con los dedos
sobre esta pirámide, y se entrega a alguno de los concurrentes. Los
concurrentes, viendo que no hay nada en esta, piensan naturalmente que las
otras son lo mismo.
Igual se puede hacer con los zócalos, tomando los de los extremos sin
afectación y como los primeros que están a mano; pero es necesario emplear
esta astucia con maña y naturalidad.
***
SECCIÓN XIV
Juego del plumero.
Efecto. Pídase una moneda de veinte reales, que se hace marcar. Pídase
también un gran chal; en el cual se encierra la moneda. Dase el todo a tener;
rogando a la persona a la cual se dirige uno de coger con la punta de los dedos,
la moneda así encerrada, de modo que el chal este colgando.
Tómase una caja y se deja sobre la mesa. En seguida se toma un tubo largo en
el cual se introduce un plumero; ciérrese este tubo, y se da a tener a alguno
después de haber hecho notar, volviendo a abrir el tubo que el plumero está allí
realmente.
Tómase la caja que esta sobre la mesa, y se da también a tener. Tómase la
moneda y el chal de las manos de la persona que los tenía, y a través del chal,
se retira la moneda y se manda a la caja que tiene otra persona; después se
manda el plumero que está en el tubo que pase al chal a ocupar el sitio de la
moneda. Se desdobla el chal y se enseña el plumero. Se hace abrir la caja; se
encuentra la moneda marcada.
Se abre también el tubo para hacer ver que no hay nada.
Explicación. Son necesarios dos plumeros iguales: a uno de ellos se fija al
extremo una moneda de veinte reales, o, para no echar a perder una moneda de
este valor, se buscara una falsa o una medalla de poca importancia, que sea del
mismo diámetro
Es preciso todavía un tubo o estuche de latón u hojalata que pueda contener el
plumero en toda su longitud. El fondo de este tubo se quita a voluntad; entra
como la tapadera de una caja redonda, es decir, que entra a moldura en el tubo,
dejando una ligera salida hacia afuera, formada de su propio fondo.
Por la parte de arriba de este tubo, hay una abertura falsa, hecha poco más o
menos como las que hay en las cajas del azúcar y el café, pero un poco más
profunda; la cubierta se coloca lo mismo por debajo, y puede también quitarse,
sola, o con la falsa abertura cogiéndola con los dedos.
Esta abertura falsa sirve para contener un pedazo de plumero que da la
apariencia del verdadero.
Este juego se hace al principio de una sesión o de una parte de la misma,
porque es necesario colocar el plumero de la moneda en el interior de la manga
de la levita, todo a lo largo de modo que la moneda toque la palma de la mano.
Pídese una moneda de veinte reales que se hace marcar. Pídese también un
chal, en el centro del cual se finge colocar la moneda por debajo; y como para
hacer este fingimiento, es necesario, colocar el chal a lo largo del brazo, en
lugar de meter la moneda marcada, se guarda esta en la mano y se coloca la que
tiene el plumero, cuyo plumero sale con ella y se encuentra totalmente cubierto
por el chal.
Ruégase a una persona que tenga con las puntas de los dedos esta moneda así
encerrada, y el chal se encuentra naturalmente colgando. Entonces se tome una
caja y al ir a colocarla sobre la mesa se introduce diestramente la moneda de
veinte reales que se tiene en la mano.
Se toma el tubo del cual se ha quitado el fondo que se ha colocado sobre la
tabla, y a la vista de los espectadores se mete en el tubo el plumero que esta
sobre la mesa.
Como el tubo esta abierto por abajo, y vos estáis detrás de la mesa, el plumero
cae en la tabla sin que nadie pueda apercibirlo. Se coloca diestramente el fondo
que se vuelve a tomar de la tabla, ciérrase el tubo, y se da a entender a alguno,
después de haberlo abierto para enseñar que el plumero esta allí; pero no se
enseña más que la punta del plumero, porque se ha tenido cuidado de no retirar
más que la cubierta.
Tomadas estas disposiciones, se va a buscar la caja que esta sobre la mesa, y se
ruega a uno de los espectadores que la meta en su bolsillo. Vuélvese a tomar el
chal de las manos de la persona que lo tiene, y siempre por la moneda adherida
al plumero. Entonces se finge tomar la moneda a través del chal y mandarla a
la caja; después se manda al plumero, que esta en el tubo, que pase al chal en
lugar de la moneda.
Descúbrese el plumero teniendo cuidado de ocultar la moneda en el hueco de la
mano. Se hace abrir la caja en el cual se halla la moneda marcada que se hace
reconocer; y abriendo el tubo, quitando el doble fondo con la tapadera, se hace
ver que no hay nada.
Se puede simplificar el juego suprimiendo la moneda del plumero, y el uso de
la caja que no es más que un accesorio al juego. Entonces se sirve de un
lapicero, que se finge colocar en el chal, pero que se retiene en la mano dando a
tener en su lugar la ballena del plumero. Fíngese retirar el lapicero al través del
chal, como se hace con la moneda. Se manda al plumero encerrado en el tubo
que pase al chal, desdóblase este y se enseña el plumero. Se enseña el interior
del tubo para hacer ver que esta vacío.
Puede todavía hacerse este juego sencillamente y sin servirse de tubo. Entonces
se tienen varios plumeros ocultos en las mangas, y se hacen aparecer en el chal
uno después de otro.
Habiendo pedido un chal, se dice, extendiéndolo sobre su brazo: "Como Vds.
ven, no hay nada en este chal." Sacase un plumero, tomando el chal por el
centro; se continúa diciendo: "Pero si yo creo tocar algo." Se descubre un
plumero. "¡He aquí uno! ¡Todavía otro!"
Compréndase que cada vez que se quiere sacar un plumero, es necesario
colocar el chal sobre el brazo, bajo pretexto de hacer ver que no hay nada
dentro. Pueden colocarse dos plumeros en cada manga, con tal que sean un
poco largos. Entonces es necesario maniobrar el chal con movimientos
naturales y ligeros.
NOTA. Yo creo que se podrían hacer hallar en el chal otros objetos que
plumeros, tales como flores, banderas, etc., todo cosas que se pueden colocar
fácilmente en las mangas.
Esto me hace pensar en un lindo juego que no es conocido más que por muy
pocos profesores. Este juego fue imaginado en mi presencia por un hábil
prestidigitador que lo ejecutó en una sesión dada ante una numerosa reunión, y
que fue muy bien acogido. Voy a describirlo.
***
SECCIÓN XV
Multiplicación de las banderas.
Se harán una cierta cantidad de banderas pequeñas de diversos colores. El
modo de confeccionarlas es muy sencillo; cógense pedazos de una tela muy
delgada, y se cortan largos y estrechos. Se les dan diez o doce centímetros de
largo, sobre tres o cuatro de ancho. Se atan o pegan por un extremo a pedazos
de madera muy delgados, tales como pequeñas ramas de abedul o mimbre. Se
unen una docena, y se rollan fuertemente juntas; no se deja más que una
extendida. Teniendo este paquete, el dorso de la mano se encuentra
naturalmente de cara a los espectadores, y no pueden verse los mangos de las
banderas. Y como no hay más que una bandera extendida, que oculta ella
misma a los ojos de las personas presentes el pequeño rollo que se encuentra a
vuestro lado, parece realmente, que no tenéis más que una sola.
Se prepararan tres o cuatro paquetes iguales, se coloca uno o varios en las
mangas y también debajo del chaleco.
Hechas estas disposiciones, se busca una ocasión para ejecutar el juego; lo que
es muy fácil. Por ejemplo, os dirigís a un niño que os haga algún servicio,
como sosteneros alguna caja, tomar alguna carta, etc. Entonces le decís:
"Amigo mío, para recompensaros de vuestro servicio, voy a daros una cosa
para que os acordéis de mi."
Vais a buscar un paquete y decís al niño: "¿Quiere Vd. aceptar esta bandera?
ella os hará crecer, si la lleváis siempre encima." El niño acepta con mucho
gusto; pero veis otros niños, y como si notaseis que quieren también una
bandera, decís: "Señores, ya veo que Vds. desean que les haga el mismo regalo;
voy a satisfacerles." Entonces se frotan vivamente los mangos entre las manos,
y se ven desenvolver las banderas, multiplicarse y presentar un volumen
considerable; distribúyense, pero cuando se ha llegado a la última, se
aprovecha de una media vuelta del cuerpo para sacar hábilmente un paquete de
la manga, y unirlo rápidamente a la bandera que os queda, y, sin interrupción,
frotáis lo mismo entre vuestras manos este nuevo paquete, y hacéis todavía una
distribución. Procédase siempre así hasta que no os queden más paquetes.
La descripción de este juego no puede dar una idea de su efecto, sobre todo
cuando se conoce el medio de hacerlo antes de haberlo visto. Pero reflexiónese
que si esta hecho con ligereza, los espectadores no ven más que una sola
bandera y están muy persuadidos que no hay más que una, figúrese su
admiración cuando ven aparecer una porción de ellas que parece que salgan de
una sola que no se aparta de la vista. Este juego es tan brillante en el teatro
como en el salón.
***
SECCIÓN XVI
Transposición singular.
Este juego es muy agradable y fácil de ejecutar. Puede, al verse, tomarlo por
escamoteo; más nada tiene de esto: su efecto es debido a la construcción de
maquinas que hoy se hace uso, como va a verse; y se sabe que el escamoteo
solo se opera por medio de la destreza y ligereza de las manos, sin el recurso de
ningún objeto mecanizado. Así por ejemplo, cuando, en un sitio donde se
hallasen reunidas una porción de personas, hay una que, queriendo sonarse para
saborear mejor un polvo de tabaco, no encuentra en su bolsillo, ni pañuelo ni
petaca, se puede estar seguro, que, entre estas personas hay un escamoteador
que, por ociosidad, acaba de hacer un juego de su repertorio, operando la
transposición de los citados objetos del bolsillo de otro al suyo.
Para nuestro juego, es necesario desde luego un vaso de madera de la forma
llamada Médicis. Desde el centro de este vaso hasta el fondo de su abertura,
pasa un hilo de hierro a las dos extremidades del cual se fija un botón llano que
se mantiene en su posición; y en pie, hay colocado un pequeño resorte en
espiral a través del cual pasa el hilo de hierro. Por medio de este resorte,
cuando se aprieta con el dedo el botón de debajo, el de arriba, que esta en el
interior del vaso, se levanta y deja abierto el agujero circular donde se coloca el
botón.
La parte inferior del vaso, que tiene la forma de una semi-esfera, está hueca y
vaciada lo más posible. Esta parte, que está destinada a recibir el grano que se
coloca en el vaso, tiene una rosca en la parte superior. Este aparato se llama
vaso del mijo.
He aquí su efecto: colócase mijo en el vaso; si se aprieta el botón de abajo,
entonces, el de arriba, levantándose, permite al grano caer en la parte inferior.
Se deja volver a bajar el botón soltando el dedo, y el vaso aparece vacío.
Ahora, nos falta todavía otro aparato. Es un cubilete de escamotear, en el
interior del cual hay colocado, casi en el centro, una división con resorte, que
está sostenida dentro por un corchete que corresponde a fuera por un pequeño
hilo de hierro que sale por un agujero hecho al costado, a poca distancia de la
cabeza del cubilete, de modo, que si se toca este punto con el pulgar. al tomar
el cubilete, el corchete deja escapar la división que se abre bruscamente
Al extremo de esta división hay ajustada una especie de cuchara que hace el
corchete; es también de hojalata y sirve para coger los objetos que se colocan
sobre la mesa y que se cubren con el cubilete. Esta pieza se llama cubilete para
recoger.
Manera de hacer el juego. Llénase de antemano de mijo la parte del cubilete
que está entre la cabeza y la división. Ciérrase esta división y el mijo se
mantiene allí.
Os presentáis con el vaso en la mano izquierda y un huevo oculto en la mano
derecha. Enséñese el interior para hacer ver que no hay nada, y bajo pretexto de
hacer notar que este vaso no esta agujereado, lo transportáis vivamente de la
mano izquierda a la derecha introduciendo el huevo que los dedos mantienen
en el interior al mismo tiempo que el pulgar sostiene el vaso por fuera; y
enseñáis la parte de debajo de la copa.
Vuélvase a tomar el vaso de la mano izquierda, y, en presencia de la reunión,
llénese de mijo, y, como este mijo oculta enteramente el huevo, podéis exponer
el vaso a la vista de los espectadores.
Tomáis un huevo que hacéis reconocer, lo colocáis sobre la mesa y lo cubrís
con un cubilete.
Anunciáis que vais a hacer pasar el mijo debajo del cubilete; y que el huevo
que está debajo de este cubilete, va a ocupar el sitio del mijo que esta en el
vaso. Enséñese otra vez el vaso lleno de mijo; cúbrase con su cubierta, y al
mismo tiempo apriétese el botón de debajo, y el mijo cae en la parte inferior
del vaso dejando solo el huevo. Levántese el cubilete, para hacer ver que el
huevo esta allí, y, al volverlo a cubrir cogéis con el pulgar a punta que hace
abrir la división. El mijo cae al mismo tiempo que la cuchara de la división
recoge el huevo y lo retiene en el interior del cubilete.
Haced el toque de rigor con la varita, sobre el vaso y el cubilete, levántese el
uno y descúbrase el otro, y los espectadores ven el huevo en el vaso y el mijo
debajo del cubilete en lugar del huevo que allí había.
***
SECCIÓN XVII
Juego del gran dado.
En 1831, un dado, de un volumen gigantesco, teniendo un metro cúbico, fue
hallado en un desierto de Africa por una caravana árabe. Este dado llévase al
Cairo, y como tenía algo de particular y de extraordinario, se reunieron los
sabios del país para examinarlo.
En efecto, se hallaron muchos jeroglíficos trazados en bajo relieve sobre las
seis superficies de este gran dado, y nuestros sabios los explicaron, no sin
dificultades ni debates. Los unos creían que provenía de la estrella Syrius; otros
no iban tan lejos y pretendían que salía del planeta Saturno, de donde nos había
llegado juntamente en compañía de muchos aerolitos.
Después de muchas contestaciones, esta última aserción prevaleció; pero se
rechazó el sentimiento de los que presumían que era uno de los adornos del
anillo del planeta que se había desprendido.
En fin, se vino de acuerdo también sobre esta opinión, que este dado servía a
los Saturnianos para jugar como nosotros nos servíamos de los nuestros, y se
convino que era probable que su volumen fuese apropiado a la talla de los
habitantes del globo en cuestión.
Este juicio me pareció muy juicioso; porque si Saturno es mil cien veces mayor
que la tierra, si creemos a nuestros astrónomos, todo debe estar en las mismas
proporciones, porque la naturaleza es siempre consecuente en sus obras.
Así pues, los hombres de aquel mundo deben ser mil cien veces mayores que
nosotros, y, ciertamente, que harían muy buenos tambores mayores en nuestros
regimientos.
Como estamos en un siglo que no se encuentra nada imposible, digo que si se
tratase de inventar el medio de ir a visitar estas gentes, sería imprudente hacer
este viaje; porque los gatos de allí podrían comérsenos como ratones, y las aves
de un trascorral nos tomarían sin duda por abejorros. Por otra parte, que otros
accidentes no tendríamos que temer? Si, por ejemplo, nuestras pasiones nos
obligasen estar cerca de uno de estos señores en el momento que su pecho le
obligase proceder a una expectoración.... seríamos inundados como una ola....
Pero creo que divago.
Perdón, lector, voy a entrar al momento en materia, lo cual debería haber hecho
antes, diciendoos sin preámbulo ni digresión, que el dado del cual acabo de
hablar ha dado a los prestidigitadores que lo han visto la idea del juego que
vamos a describir. y que, si ellos no han conservado de todo la dimensión del
prototipo, es a causa de la incomodidad de colocarle sobre las rodillas de una
señorita sin incomodarla.
Este juego no es muy antiguo pero se ha propagado con bastante rapidez. En
menos de un año se han posesionado de el todos los prestidigitadores, que lo
conservan siempre en su repertorio, porque se ve constantemente con placer,
aunque se haya visto muchas veces.
Hay diferentes maneras de ejecutarlo; describiré tres. En estas tres, hay una que
se ve raramente y que mantiene este juego en el número de los más curiosos; y
otro, más raro todavía, porque no conozco ningún prestidigitador que se sirva
de él. Este último está enriquecido con una circunstancia que hace este juego
verdaderamente admirable.
Voy a empezar por explicar cómo se hace ordinariamente.
Este dado es un cubo de madera al cual se le dan próximamente nueve o diez
centímetros de superficie. Esta muy lejos de ser como el dado de Saturno, pero
nosotros, lo encontramos así bien. Se le hace juntar como un dado;
adoptándose el uso de pintar los puntos blancos sobre un fondo negro.
Este dado entra fácilmente en una especie de caja de hojalata que se hace pintar
como el dado, y que parece serlo estando colocado sobre su abertura, porque no
hay una superficie abierta sobre las seis.
Este dado falso, entra a su vez, también fácilmente, en otra caja que se pinta
como se quiere. Se le da si se quiere, por el color, la apariencia de nácar o palo
santo.
El color del cual se sirve para pintar los aparatos de hojalata es siempre al
barniz. Píntase de negro el interior de estas dos cajas.
Métense estas piezas una dentro de otra, y todas ellas deben ser iguales.
Estando colocadas sobre la mesa, con la abertura hacia abajo, si se quiere quitar
la caja de encima solamente, se la toma floja. Si se quiere quitar el dado falso
con ella, se aprieta un poco con los dedos La flexibilidad natural de la hojalata
produce, sobre este dado falso, una presión que permite quitarlo con la caja.
Nótese bien que el dado falso debe pasar siempre por el verdadero. Nótese
también, que cuando esta en la caja puede enseñarse sin temor el interior,
porque este dado falso no puede verse, tanto más cuanto que el interior es
negro.
Modo de hacer el juego. Presentase teniendo estas tres piezas una dentro de
otra en la mano. Sacase el verdadero dado para hacerlo reconocer, y después se
mele en la caja. Pídese un sombrero. Aquí, es necesario hallar el medio de
meter el verdadero dado en el sombrero, sin hacer sospechar. Una sola palabra
os da la ocasión.
Preguntáis si quieren que hagáis pasar el dado al sombrero, visible o
invisiblemente.
Si contestan visiblemente, entonces colóquese el todo en el sombrero, y retírese
la caja. Enséñese el interior del sombrero, se ve el dado falso, que se toma por
el verdadero, que está debajo y se dice: "Ya ven Vds. que esto no es difícil y si
lo he colocado visiblemente es porque Vds. Lo han querido. Si Vds. hubiesen
querido que lo hubiera hecho pasar invisiblemente, he aquí lo que hubiera
hecho."
Vais a vuestra mesa y colocáis el sombrero. Sacáis el dado falso solamente y lo
colocáis sobre la mesa, teniendo cuidado de no dejar ver la abertura. Tened
también cuidado de que los espectadores tomen este dado falso por el
verdadero, y que estén muy lejos de pensar que este último está en el sombrero.
Tómese un plato o bandeja que colocáis sobre el sombrero. Pídase un segundo
sombrero que colocáis sobre el plato, el fondo hacia arriba. Sobre este
sombrero de encima colócase el dado falso que cubrís con su caja y decís:
"Señores, ahora voy a hacer pasar invisiblemente este dado al sombrero de
debajo," y hablando hágase ver todavía el dado falso levantando la caja hasta la
mitad. Con la punta de la varita, tocáis esta caja, y la levantáis apretando un
poco para llevaros con ella el dado falso. Enseñáis el interior y retirando el
sombrero y el plato, hacéis ver en el sombrero de abajo, el dado que dejáis caer
ruidosamente sobre la mesa.
NOTA. Si al principiar os pidiesen hacer pasar el dado invisiblemente, sería lo
mismo; solamente diríais colocando lo mismo el todo en el sombrero y
volviendo a tomar la caja: "Tienen Vds. razón, porque, para hacerlo pasar
visiblemente, no habría que hacer más que esto, y el juego no sería nada
sorprendente." Continúese entonces como acaba de explicarse.
***
Segunda manera de hacer el juego del gran
dado.
Para ésta necesitamos una segunda pieza, de la cual he aquí la descripción. Se
tendrá una caja sencilla hecha de madera muy delgada. Esta caja es cuadrada y
destinada a contener un dado falso parecido al de que he hablado
anteriormente.
Se tendrá también una otra caja propiamente hecha, cuyo largo, tomado en el
inferior será un poco más que dos veces el largo total de la primera caja y su
ancho, tomado también en el interior es el mismo que el de la caja pequeña.
Métese la caja pequeña en la grande, de la cual viene casi a los bordes, y debe
correr con facilidad en toda su longitud. Estando esto así dispuesto sobre la
abertura de la caja grande y junto al medio se fijará una traviesa que hace
aparecer la caja dividida en dos partes, y de cada lado de la traviesa a cada caja
hay una cubierta batiente, con charnelas del mismo espesor que la traviesa. Es
indispensable que el dado falso, que esta en la pequeña caja inferior pueda salir
de las cajas fácilmente. En cuanto a esta caja pequeña que esta en la grande, no
puede salir. porque sobre el espesor de los bordes de la grande, hay un reborde
llano y delgado de madera, negro, que sobresale de tres a cuatro milímetros
sobre la abertura.
En cada cubierta, por dentro, se escribirá un número: sobre la una el número 2;
sobre la otra el número 1.
Píntase también de negro todo el interior de la caja.
Ejecución del juego. Como en el anterior, se hace reconocer el verdadero dado.
En seguida se hace ver la caja de las dos divisiones, en una de las cuales se
habrá colocado un dado falso, colocado en la pequeña caja interior, que debe
siempre recibirle. Este dado falso, esta colocado de manera a dejar aparecer
una superficie con puntos; para que no se aperciban de la presencia de este
dado falso, se enseñan los compartimientos uno después de otro.
Levantando la cubierta, se hace ver la parte vacía; se cierra, e inclinando la caja
se hace correr el dado a la que se acaba de enseñar. Se hace ver en seguida la
otra caja que se encuentra vacía a su vez. De este modo parece que no haya
nada en la caja.
Colócase esta caja sobre una mesa o cualquier otro objeto pero a la vista de los
espectadores.
Se ruega a una persona que retenga uno de los números. Vuelto a su mesa
sobre la cual esta. el verdadero dado, se dice: "Voy a procurar hacer entrar
invisiblemente este dado en la caja ésta. (La caja que contiene el dado falso
esta también sobre la mesa mientras que se enseña la caja de las divisiones.) Ya
ven Vds. que es de la misma dimensión, y que llena toda la capacidad.
Dando esta explicación, se introduce diestramente una bola o una manzana
preparada a este efecto, en el dado falso encerrado en la caja, y se tome un
plato que se coloca sobre la abertura de esta caja, bajo pretexto de interceptar
toda la comunicación. Teniendo una mano sobre el plato y la otra sobre la caja,
se hace hacer de abajo a arriba, una media vuelta a estos dos objetos, a fin que
la caja esté debajo y el plato arriba. Se coloca sobre la mesa.
El plato que se coloca sobre la caja y la vuelta de la cual acabo de hablar son
necesarias para mantener y ocultar la bola que se ha introducido en el dado
falso.
Continúase diciendo: "Si no tuviese que escamotear más que una bola como
esta (se tome una igual a la que esta en la caja) no me vería turbado porque,
para el que sabe hacer el juego de los cubiletes, esto no es difícil, como Vds.
ven (se escamotea dejándola caer sobre la tabla y se levanta la caja llevándose
el dado falso para enseñar la bola que esta debajo. Retirase esta bola, y se
vuelve a dejar la caja conteniendo el dado falso); pero para este dado, es
diferente; sin embargo voy a ensayar hacerlo."
Tómase el dado y se coloca debajo de la mesa, y diciendo que se va a hacer
pasar a través se deja sobre la tabla y se levanta la caja que cubre el dado falso,
que los espectadores toman por el verdadero. Vuélvese a cubrir y se manda al
dado que viaje a la caja del número retenido. Se hace nombrar este número: y
abriendo la cubierta de la caja, se enseña el dado, como para enseñarlo mejor,
se saca dando vuelta a la caja, pero siempre procurando no dejar ver la
abertura.
Se vuelve a meter el dado en su caja, pero esta vez colocase la abertura hacia
arriba y se cierra.
Se va a levantar la caja llevándose el dado falso, se hace ver que no hay nada.
Se manda de nuevo al dado el salir de la caja donde está y volver a colocarse en
la caja que está sobre la mesa. Se hace ver que el dado ha vuelto, y tomando la
caja de las divisiones, se abren las dos, y los espectadores ven que no hay nada.
Esta última particularidad produce un efecto admirable, porque los
espectadores han visto colocar el dado en la caja la cual no se ha tocado; y
como el dado falso, visto en su interior, representa muy bien el fondo de la
caja, parece realmente que la caja esté absolutamente vacía, y no se concibe
esta desaparición.
En fin, termínase el juego fingiendo volver a tomar el dado por debajo de la
mesa sobre la cual se echa, y se levanta la caja con el dado falso, para hacer ver
que no hay allí nada.
***
Tercera manera de hacer el juego del gran
dado.
Princípiase el juego poco más o menos como en la primera manera: se hace
reconocer el dado y se mete en el falso encerrado en la caja.
Pídese un sombrero, y se dice: "Mi intención es hacer pasar este dado al
sombrero; no metiéndole así (métese con el falso retirando la caja) sino
invisiblemente.
Retírase el dado falso solamente, y se coloca sobre una caja cualquiera, pero un
poco alta que se habrá colocado con este objeto sobre la mesa.
Pídese un pañuelo, cúbrese el sombrero que contiene el verdadero dado, y se
ruega a una señora de sostener el sombrero sin tocar nada.
Como en este momento es necesario entretener un poco los espectadores, se les
da a reconocer la caja, recomendándoles que la examinen bien, para procurar
descubrir el mecanismo que contiene. Continúase hablando, afirmando que esta
caja, que parece tan sencilla, es sin embargo muy complicada en su conjunto.
Mediante esta charla, que se hace estando detrás de la mesa, se tiene como por
distracción el dado falso en el cual se introduce un vaso lleno de vino, que
estaba preparado sobre la tabla, y se deposita así sobre la caja donde estaba.
Vuélvese a tomar la caja que se había dado a reconocer, y se va a cubrir el dado
falso en el cual hay un vaso de vino. Previénese que se va a escamotear este
dado, que está sobre la mesa.
Tómase un vaso igual al que esta en el dado falso y se llena de vino. Mientras
que se llena se toma con la mano derecha un puñado de papeles de diversos
colores colocados sobre la tabla.
Tómase el vaso y se dice: Señores, voy a fingir el beberme este vino; Vds. van
a creer que yo bebo efectivamente, sin embargo no será así porque el y a no va
a hallarse al momento. Pero es necesario que yo tome el vaso en la mano
izquierda; se sabe que esta mano está consagrada a todas las operaciones
mágicas.
Bébese y se transporta al momento el vaso a la mano derecha donde están los
pedazos de papel, y fingiendo echar el vaso en el aire, se le deja caer en la tabla
en el mismo momento que se echan al aire los pedazos de papel, y se dice: "Ya
no hay ni vino ni vaso pero no se han perdido." Descúbrese la caja llevándose
el dado falso con ella, y aparece solo el vaso de vino. Continúase diciendo que
el dado acaba de pasar al sombrero que tiene la señora.
Descúbrese el pañuelo y se enseña el dado.
NOTA. No se crea que sea difícil y embarazoso colocar el vaso lleno de vino
dentro del dado falso; nada más fácil. La caja que se ha puesto sobre la mesa
para colocar este dado falso, oculta desde luego el vaso que se tome de la tabla
y hablando se introduce pausadamente en el dado falso que no tenéis más que
correr lentamente y sin afectación sobre las paredes interiores de la caja; no hay
más que simplemente sostener el vaso por el fondo, para que se mantenga en el
dado falso. Por otra parte, los espectadores atentos a lo que decís; no se fijan en
los movimientos de la mano, que no tienen nada de sospechoso.
Como la descripción de todos estos juegos del dado han debido parecer algo
pesadas al lector, voy a dejarle descansar un poco, entreteniéndole con un
juego de una naturaleza muy particular y que espero que no fatigara su
atención; pero confieso que me encuentro muy turbado para entrar en materia;
materia, ¡ay de mí! que no emprendo sino con temor y circunspección.
***
SECCIÓN XVIII
Bonito juego de reloj.
Efecto. Pídese una media docena de relojes, que se esparcen sobre la mesa. Se
hace escoger uno, y se dejan aparte los otros que no se necesitan. Se toma el
reloj escogido, y se hace notar la hora que marca en aquel momento. Se da este
reloj a una persona, rogándole que lo meta en el bolsillo.
Se hace tomar al azar una cantidad de monedas en un puñado de ellas que se
presentan.
Se anuncia que el reloj va a marcar tantas horas como monedas hay en las
manos de la persona que acaba de tomarlas a discreción. Cuéntanse, haciendo
ver que el reloj marca la cantidad de monedas que se han tomado.
Se coloca el reloj sobre la mesa, el cuadrante hacia abajo; se hacen echar dos
dados y el reloj marca el número de puntos de los dados.
Este reloj puede también decir de antemano el número de cartas que hay en un
paquete escogido entre muchos desiguales en cantidad. Puede también marcar
el número de puntos que hay en una carta tomada libremente.
Terminase el juego haciendo cambiar la hora muchas veces seguidas,
presentando el reloj a diferentes personas. Devuélvense los relojes a las
personas a que pertenecen, a menos que no se olviden de pedirlos, en cuyo
caso, es un beneficio casual para el prestidigitador.
Explicación. Para este juego es necesario tener un reloj mecanizado. Es
suficiente conocer el uso de estos relojes, y saber que para hacerlos funcionar,
no hay más que apretar el mango, como cuando se quiere hacer sonar un reloj
de repetición, y que a cada golpecito que se da con el pulgar se adelanta una
hora. La saeta grande marcha siempre como en un reloj ordinario.
Hay de estos relojes de un mecanismo más sencillo; pero están muy lejos de
ofrecer la misma solidez y las mismas ventajas.
Por lo demás, estos relojes no son caros, porque son de cobre amarillo, lo que
les da la apariencia del oro, y pasan por tales como se usan.
Al empezar el juego, se tiene este reloj mecanizado oculto en la mano. Pídese
un sombrero, y al tomarlo se coloca diestramente este reloj, para que no lo
aperciban, lo que no es difícil. Téngase el sombrero de modo que no se vea el
fondo. Pídanse relojes hasta la concurrencia de cinco y el vuestro hace seis.
Espárzanse de frente sobre la mesa, colocando el vuestro el segundo, a derecha
o izquierda, a fin de que se encuentre siempre en el centro, cuando se hayan
retirado tres.
Compréndase bien que los espectadores, viendo seis relojes, creen habéis
pedido seis, porque nadie piensa jamás en contarlos a medida que los recogéis.
Ahora se trata de hacer recaer la elección en vuestro reloj.
Invítese a una persona a designar tres. Si vuestro reloj se encuentra entre los
tres indicados colóquense los otros tres aparte.
Invítese de nuevo a la misma persona que designe uno de los tres que quedan.
Si indica el del centro, como casi siempre sucede, entonces la elección está
hecha porque es el vuestro. Tómese para servirse de él y colóquense los dos
que quedan con los otros tres. Si indica uno de las esquinas, reúnase con los
que se han puesto aparte. No quedan más que dos.
En este último caso, cámbiese una palabra de la proposición: En lugar de decir:
designad, decid: escoged de los dos el que gustéis. Si indican el vuestro, esta
palabra escoged hace pensar que es este último indicado con el que debe
hacerse el juego. Si indican el otro, lo separáis, y decís, hablando del vuestro,
que queda solo sobre la mesa: "Ya ven Vds. que es el que no me han hecho
retirar el que tomo para hacer el juego."
Por otra parte, se encuentra, muy natural que retiréis como los otros el último
designado, y la palabra escoged, de la cual os habéis servido, la toman los
espectadores como sinónimo de designad.
Si al empezar, vuestro reloj no está entre los tres primeros designados,
procederéis lo mismo retirándolos como siendo los que rechazan. Acordaos que
en prestidigitación, se saca a menudo partido de las palabras ambiguas.
Habiendo hecho recaer así la elección sobre vuestro reloj, lo tomáis y hacéis
ver la hora que marca en aquel momento. Dense tantos golpecitos con el pulgar
como sean necesarios para que marque la hora igual al número de monedas que
queréis hacer tomar. Estas monedas, que presentáis en vuestra mano, son en
gran cantidad, pero dispuestas de modo que no pueden tomar más que las que
queréis. Se hallará esta manera explicada en la primera sección de la segunda
parte de esta obra.
Supongamos que el reloj marque las ocho en aquel momento, y se quieran
hacer tomar diez monedas.
Dense dos golpecitos con el pulgar al botón del reloj y marcará las diez.
Entréguese a una persona rogándole que lo meta en su bolsillo.
Como presentáis el reloj de modo que no puede ver la hora, esta persona lo
mete en su bolsillo como le mandáis, sin fijar la atención, y cuando le rogáis
enseñar la hora, ve que esta es la misma que la de las monedas que tomaron.
En seguida se coloca el reloj sobre la mesa, con la esfera hacia abajo, después
de haberlo puesto a la hora igual al número de puntos dispuestos sobre los
dados de la caja que sirve para recibirles.
Pero conviene que describa la construcción de esta caja.
Hay de muchos modos: la más sencilla es de madera torneada de la forma de
una copa. Su cubierta está abierta para dar paso a los dados que se echan.
Esta copa contiene dos fondos que forman dos capacidades. La primera desde
la cubierta al primer fondo; la segunda, desde el primer fondo al segundo. Cada
una de estas capacidades, ofrece bastante espacio para contener dos dados y
cada una tiene también su abertura.
En el compartimiento de debajo, colóquense dos dados de los cuales sabéis los
puntos.
Se hacen echar los dados por la abertura de la cubierta y caen en la primera
caja.
Abrese por la segunda caja y los espectadores toman estos nuevos dados por
los que acaban de echar por el orificio de la cubierta. Así pues en este juego del
reloj, si los dados de la segunda caja, llevan por ejemplo, once puntos, póngase
el reloj a las once.
Esta caja de dados sirve en muchas circunstancias.
En fin, se puede hacer durar mucho tiempo este juego, por diferentes juegos
que pueden aplicarse a él, tales como el paquete de cartas que se hace tomar
forzadamente, la carta forzada, etc.
Para terminar, se enseña a una persona el reloj que marca una hora cualquiera,
diciéndole: "Caballero, que hora es? "Esta persona contestara por ejemplo: "las
tres." Vais a una otra, que dice; "las siete;" otra todavía que dirá; "las doce;" y
así sucesivamente siempre haciendo jugar el pulgar. Para finalizar haced de
modo que marque la hora que es en aquel momento.
Este juego produce mucha animación en la reunión, sin perjuicio de la
admiración causada por esta versatilidad del reloj, que creen pertenecer a
alguno de los concurrentes.
Habiendo ya finalizado el juego, métense todos los relojes en un sombrero,
para devolverlos a las personas que los han prestado. Téngase cuidado de
guardar el reloj mecanizado en la mano que tiene el sombrero, y, cuando se han
devuelto los cinco relojes, se da vuelta al sombrero para hacer ver que no hay
nada, pero sin afectar quererlo hacer notar.
***
SECCIÓN XIX
La pluma saltadora.
La simplicidad de un medio que conozco para hacer este juego me da la idea
de comunicarlo a los aficionados de física recreativa.
Decremps ha escogido esta recreación para probar que se puede hacer un juego
por muchos procedimientos diferentes. Pero todos los que ha dado para este
son más o menos complicados y necesitan instrumentos costosos o preparativos
enojosos.
El se servía de cuchillos muy ligeros, que yo reemplazo por tres plumas de
diferentes colores.
He aquí mi medio: Tómese un pedazo de hoja de cobre del grueso de una carta:
pero que este cobre este bien trabajado, a fin de que sea muy elástico y haga
bien de resorte.
Désele a esta hoja próximamente siete centímetros de largo sobre tres de ancho.
Córtese a losange, y dóblese por el medio, dejando los dos ángulos bastante
alejados uno de otro, para dar elasticidad a esa especie de resorte, cuando se
aproximen sus ángulos. He aquí todo el aparato, y he aquí como se ejecuta el
juego.
Se procurarán tres plumas de diferentes colores y muy distintas entre sí, y se
prepara de antemano el resorte como sigue:
Se acercan los dos ángulos, que se sujetan con una ligera tira de papel que se
rolla con dos o tres vueltas y de la cual se pega el extremo con una oblea; pero
como el resorte se soltaría hasta tanto que la oblea no estaría muy seca, se
sujeta con hilo, el cual se quite cuando no es necesario.
Este resorte así preparado, se tiene oculto en la mano. Pídese una moneda de
veinte reales, y se echa con el resorte en un vaso de metal, o mejor aun, en un
vaso de porcelana, que se habrá hecho reconocer.
Hágase observar que no hay ninguna preparación ni en la moneda ni en el vaso.
Háganse también reconocer las tres plumas, diciendo que no se encontrará
tampoco nada; pero que el móvil de la experiencia esta en un licor químico,
preparado para este efecto.
Métanse las tres plumas en el vaso, e invítese a cualquiera de la reunión que
designe cual de las tres quiere ver saltar fuera. Entonces bajo pretexto de
arreglar las plumas de tal o cual manera, colóquese la que se ha escogido sobre
el extremo del resorte.
Tómese un frasco lleno de agua, que se habrá coloreado para más misterio, y
échese sobre el resorte. Esta agua descompone muy pronto la oblea, y
deshaciéndose el resorte hace saltar la pluma.
Tómase el vaso, y échese en la mano la moneda y el resorte. Devuélvase
aquella y guárdese este con la precaución de no dejarlo apercibir.
***
SECCIÓN XX
Modo ingenioso de escamotear un anillo en
un huevo.
He aquí todavía un juego de mucho efecto y de un medio muy sencillo, que
puede ejecutar sin grandes gastos de aparato, y en el cual se hallarán dos
procedimientos que creo poco menos que desconocidos de los mismos
profesores. El primero, es introducir el anillo en el huevo; el segundo hacer el
cambio del anillo. Voy desde luego a exponer el efecto del juego.
Pídese una sortija, que se coloca sobre la mesa, haciendo notar que no se
escamotea. Se presenta una huevera; quiero hablar de las que sirven para comer
los huevos pasados por agua, y no de las vendedoras de pluma que se llaman
también así.
Nuestra huevera es de madera; colocase también sobre la mesa.
Se da a reconocer un huevo, enseguida se coloca en la huevera, en presencia de
la asamblea.
Tómase el anillo que se coloca en la mano; se le manda pasar al huevo, como
se manda a una bola pasar debajo de un cubilete. Se hace ver que el anillo no
esta en la mano, rómpese el huevo sin tocarlo con la mano, se introduce una
largo horquilla de hilo de hierro, y se retire lentamente el anillo, que se lleva así
a la persona que lo ha prestado. Se deposita este anillo sobre una servilleta
colocada entre las manos de. La misma persona, que la reconoce después de
haberla secado.
Explicación. En el fondo de la huevera hay practicada una muesca, en la cual
se puede introducir el anillo a un tercio de su diámetro.
Para cambiar el anillo en presencia de los espectadores, sin que se aperciban,
he aquí el medio:
Como para este juego, no debe pedirse sino un anillo sin piedra, o una alianza,
se tiene una de este género falsa. Tómase un plato, y teniéndolo se coloca el
anillo falso sobre el pulgar.
Se hace observar que si se toma un plato para recibir el anillo, es para que no se
suponga que puede escamotearse. Al llevarlo sobre la mesa, se hace correr el
anillo contra el pulgar, que se coloca rápidamente encima para ocuparlo, al
mismo tiempo que se descubre el falso. Se hace caer este anillo falso sobre la
mesa y queda a la vista de los espectadores En cuanto al verdadero anillo, se
retiene secretamente en la mano.
Tómase la huevera, que se puede enseñar atrevidamente; sin darla a tener, y por
poco oscura que sea la madera, no puede apercibirse la pequeña hendidura.
Bajo pretexto de limpiar la huevera por dentro y fuera se introduce
diestramente el anillo que se tiene en la mano, y se encaja fácilmente en la
pequeña muesca. Colócase la huevera sobre la mesa, y se toma un huevo que se
ha tenido cuidado de romper muy ligeramente por un extremo se da a
reconocer, y volviéndolo a tomar muy delicadamente con dos dedos, para
quitar toda sospecha de escamoteo, se mete en la huevera apoyando
lentamente. Por poco que el huevo este magullado, el anillo entra fácilmente.
Entonces vuelve a tomarse el anillo falso que está sobre la mesa, y que los
espectadores toman siempre por el verdadero; colócase en el hueco de la mano,
diciendo que se va a hacer pasar dentro del huevo, y se escamotea como he
explicado al principio de la segunda parte, en el último párrafo de los
principios preliminares. Se deja caer este anillo sobre la tabla, colocando la
mano sobre el borde de la mesa.
Rómpese el huevo con un cuchillo o una varita, se saca el anillo con la
horquilla del cual he hablado, evitando acercar los dedos al huevo, por temor
de que sospechen que se puede introducir el anillo diestramente. Se devuelve a
la persona que lo ha prestado, tomando todas las precauciones que he
recomendado más arriba.
***
SECCIÓN XXI
Descripción de algunos instrumentos de
física recreativa.
Esta sección está consagrada a dar idea de algunas piezas de las cuales
necesitaremos bien pronto. Las he numerado para más precisión en las citas.
He pensado que dando estas descripciones aparte de los juegos que van a seguir
sería menos fatigosa y más alerta la lectura de esta explicación, no teniendo
que ocuparse más de ella.
Mandaré a esta sección, cuando sea necesario recurrir a alguna de las piezas
que voy a describir. Estas descripciones tendrán por utilidad principal cuando
un aficionado quiera formarse un pequeño gabinete de física recreativa, hacerle
conocer suficientemente la composición de estos instrumentos, para que no se
engañe, o no lo engañen, cuando haga la elección de algunos que quiera
adquirir para la ejecución de un juego que desee; porque, aunque estos
instrumentos tienen cada uno su nombre particular, el obrero los confunde
algunas veces y no está siempre de acuerdo con los profesores.
***

La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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NÚMERO PRIMERO
La copa llamada de las cajas.
La pieza a la cual se da este nombre es una de las que ofrecen más recursos en
los juegos. Sirve en un gran número de ellos y es uno de los instrumentos más
nuevos en la magia blanca.
Esta copa es de cobre o de hojalata pintada por fuera. Su volumen no está
determinado; se le hace bastante grande para el teatro. Para salón, he aquí poco
más o menos la dimensión que se le da:
Once a doce centímetros de altura, sobre nueve a diez de diámetro; su forma es
cilíndrica, salvo algunos filetes en relieve, u otras molduras que se hacen al
exterior, para adornarlo, y que rompen el paralelismo de los lados.
A esta copa se añade otra de seis a siete centímetros de altura.
Esta última copa es doble: está formada de dos cilindros de igual altura, de los
cuales entra uno en el otro.
El cilindro interior es más estrecho que el exterior de cerca de cinco
milímetros, a fin de que haya en la parte baja, y todo al rededor, un espacio que
forma naturalmente los cinco milímetros de menos que faltan al diámetro de la
parte que entra en la otra. Pero, en la parte de arriba, las dos partes se
aproximan, se juntan, y se sueldan, adelgázase el borde de modo que no
parezca más que del espesor de una sola hoja de hojalata o poco más. En esta
parte del interior es donde se coloca el doble fondo.
Métese esta última copa sobre la primera de la cual he hablado. Esta primera
copa entra por un espesor en la que está doble, introduciéndose en el espacio
que existe entre estas dos últimas; entra hasta el fondo, es decir en toda a altura
del doble vaso, que, estando colocado, no cambia nada la forma del primero, y
los dos, estando reunidos, parecen uno solo. Esta copa está fijada sobre un
pedestal.
Sería muy ventajoso comprender bien esta construcción, porque es un sistema
que se aplica a muchas piezas de física recreativa.
Se ha visto por la diferencia de altura que hay entre estos dos vasos, que se
incorporan juntos, que debe haber entre sus dos fondos bastante espacio para
poder contener un pájaro, un reloj o una cajita, todo objetos que sirven en
ciertos juegos. La copa está agujereada en toda su altura, para el caso en que se
meta un pájaro. Este agujero de algunos milímetros de diámetro, está colocado
en el centro.
Para completar este aparato tenemos todavía que describir una pieza; es su
cubierta, cuya profundidades igual a la parte que es doble sin contar el remate
de esta cubierta, que es en forma de cúpula, rematando con una bola también
agujereada como el resto de la copa.
Esta cubierta debe entrar fácilmente; cuando se quiere quitar solo, no se aprieta
con los dedos; cuando se quiere quitar con la parte doble, se aprieta.
Se notará que la construcción de esta copa no difiere casi nada de la de las
cajas del azúcar y el café‚ más que en la diferencia de altura y de profundidad
de cada una de las partes que la componen, lo que viene en apoyo de lo que
digo más arriba sobre este sistema de construcción.
Olvidaba decir que la parte superior del pedestal que forma el fondo de la copa,
esta también encorvada hacia afuera, para dar más extensión al espacio que hay
entre él y el fondo de la parte doble; lo que permite colocar mayor cantidad de
objetos.
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NÚMERO DOS
Descripción de una cubierta que forma
parte del aparato de un juego de monedas.
Es un círculo de hojalata, de ocho centímetros de diámetro sobre un poco
menos de tres de ancho. Suéldase un fondo a ocho milímetros de uno de sus
bordes por dentro; lo que forma una especie de moldura para recibir un cubilete
que debe cubrirlo.
Se practica en el centro de este fondo una abertura bastante larga y ancha para
dejar pasar libremente dos monedas de veinte reales juntas.
Del otro lado del fondo, que presenta una especie de caja redonda, hay soldada
una especie de caja llana cerrada por todos los lados a excepción de su abertura
que corresponde exactamente con la hendidura.
Esta caja debe contener, sin apretar, las dos monedas que pasan por la muesca,
y debe estar redondeada por abajo, para acomodarse mejor a la forma de las
monedas.
Al lado de la caja esta soldado perpendicularmente, al fondo, un pequeño tallo
de hierro de la altura de los bordes de la caja. Este tallo pasa a través de un
resorte en espiral, del cual uno de sus extremos se avanza en la caja de tres a
cuatro centímetros.
De los dos lados y sobre el fondo, hay soldadas luego dos pequeñas bandas de
hojalata que sirven para guiar una placa destinada a cubrir la muesca, cuando
no hay necesidad de abrirla. Sobre esta placa hay soldado un extremo de un
grueso alambre, cuya extremidad que está sobre el borde de la placa está
doblado, y la otra extremidad pasa fuera, por un agujero hecho en el círculo de
la caja. Esta extremidad del hilo de alambre está doblada en eslabón, a través
del cual pasa un anillo bastante grande para que se pueda meter el dedo.
El extremo largo del resorte que toca la horquilla fijada sobre la placa, sirve a
contener esta placa para cubrir la muesca. Si se quiere abrir ésta, se tira el
anillo de fuera, el resorte cede y la hendidura se des cubre; y cuando se suelta
el anillo, la placa vuelve a su primera posición, por el efecto del resorte y la
hendidura queda cerrada. Se comprende que, para que la placa cobra la muesca,
es necesario que pueda pasar sobre la caja; así es necesario que haya sobre esta
parte, del lado de la placa, un espacio suficiente para dejar entrar esta última.
Colócase también un anillo del lado opuesto al que hace mover la placa; pero
este, que es igual al otro, no es movible; no está puesto más que para que forme
simetría.
En fin, complétase esta pieza cubriéndola con otra que no es otra cosa que una
cubierta, a la cual se da la forma que se quiere, se suelda, y el todo junta forma
la cubierta mecánica. El fondo está pintado de negro.
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NÚMERO TRES
La caja llamada de los bombones, de doble
cajón.
Esta caja, muy sencilla en su composición, es sin contradicción, una de las
más ingeniosas piezas que se han imaginado para el uso de la física recreativa.
Hay de todos tamaños, pero he aquí la dimensión más usada: veinte y seis
centímetros de longitud, catorce de latitud y nueve de altura.
El cuerpo de la caja está hecho ordinariamente de tablas de madera banca de
diez milímetros de espesor. Colócase al rededor de la abertura una moldura,
para adornarla, que se pega sobre el espesor de la madera.
No hay otro mecanismo en esta caja que un extremo de resorte de reloj,
doblado en gancho por un extremo. Este resorte está clavado, por la otra
extremidad, en una muesca hecha en pendiente sobre la madera, a algunos
milímetros de su extremidad de detrás.
Apretando este resorte por debajo con el dedo, el ganchito formado en el
extremo entra en una pequeña hendidura hecha transversalmente en la plancha.
Este ganchito sirve para sostener una de las partes del doble cajón del cual
vamos a hablar.
Cuando está hecha la caja, se pega debajo un pedazo de tela, que parece estar
puesto para que tenga mejor vista, pero en realidades para ocultar el resorte.
En el cajón es donde está todo el misterio. Llena toda la capacidad de la caja, y
como lo decimos es doble.
Debe hacerse en planchas de madera muy delgadas, de encina, porque esta
madera está menos sujeta a doblarse que las otras.
La primera parte, en la cual debe entrar la otra, esta hecha como los cajones
ordinarios, con la excepción que no hay plancha detrás. Este vacío está
reservado para dar entrada a la segunda parte de cajón.
Los dos lados de esta primera parte están unidos con hierro o puntas en una
especie de canal hecha a cada extremo de la plancha que forma la parte de
delante, cuya plancha tiene aproximadamente de quince a diez y seis
milímetros de espesor. Se coloca un botón en el centro del de delante, que sirve
para abrir el cajón. El fondo de esta caja entra en unas muescas hechas de la
mitad de la madera en los lados; y sobre el espesor de estos lados, como sobre
el de delante, se fijan pequeñas varillas llanas, que son salientes por dentro, del
espesor de las planchas que componen el segundo cajón. La extremidad de
detrás de estas varillas está cortada en virgulilla, para unirse a las extremidades
de la varilla de la tablita de detrás del cajón interior, cuyas extremidades están
también cortadas a virgulilla.
El lado del cajón interior esta clavado con puntas sobre el fondo, delante y
detrás. Sobre el fondo de este mismo cajón, de cada lado, a un centímetro de
los bordes, hay hecha todo a lo largo una hendidura a media madera de
profundidad en la cual entran dos pequeños cabos de clavijas redondas que
pasan a través del fondo de la primera caja, todo a lo largo sobre la última.
Estos dos pequeños muñones sirven para dirigir el movimiento del cajón
interior, y sobre todo, para contener este cajón, a fin que no se separe del otro.
Como todos los lados son salientes de algunos milímetros sobre el fondo de
este doble cajón, el resorte o gancho de la caja sirve para contener el cajón
interior, por la salida de la plancha de detrás de este mismo cajón, cuando no se
quiere abrir más que el cajón exterior.
Después, se ha añadido un adelanto que consiste en poder colocar este cajón
entre las manos de todas las personas sin que puedan separar el segundo cajón
del primero. He aquí el medio:
Se hace una muesca en la parte de delante del cajón, en la cual se ajusta una
planchita, al extremo de la cual se fija una hoja delgada de hierro doblada a su
extremidad. El botón del cajón entra a tornillo en la plancha y puede moverse
un poco de arriba a abajo, porque se hace para esto una abertura en los
embutidos, bastante grande, y como la parte de detrás del botón es bastante
larga, no deja aparecer nada de esta abertura en su ligero movimiento. La hoja
de hierro que está al extremo de la planchita colocada en la muesca, y que pasa
dentro, está doblada de modo que su gancho pueda entrar en una pequeña
hendidura hecha sobre el espesor de la madera de la tabla de delante del cajón
interior. Por este medio, este cajón está retenido, suponiendo que se haya
apoyado sobre el botón para hacer bajar el ganchito.
Cuando se quiere separar el cajón de detrás, se levanta el botón.
Para que el gancho que sostiene el cajón pueda levantarse suficientemente, es
necesario hacer una muesca en la varilla colocada delante del cajón.
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NÚMERO CUATRO
La copa del pañuelo quemado.
Como las anteriores, esta pieza es todavía de las más útiles y de las más
ingeniosamente imaginadas. Su uso es también muy extenso; puede servir en
muchas juegos.
Tiene además la ventaja de ser de una construcción difícil de examinar, porque
no se abre y su mecanismo no es fácil de adivinar, aunque muy sencillo. Este
mérito sostendrá largo tiempo la existencia de esta pieza.
Esta copa es de hojalata o zinc, de una forma redonda, pero que esta rematada
por una abertura elevada y ensanchada, poco más o menos como la abertura de
un jarro de flores. Esta abertura es bastante ancha para dejar pasar sin esfuerzo
un pañuelo de bolsillo.
La capacidad de esta copa esférica debe poder contener con facilidad una bola
hueca de hojalata de hace centímetros de diámetro.
En fin, esta copa está colocada sobre un pedestal sobre el cual puede moverse y
dar una media vuelta.
Este pedestal, esta colocado sobre un pequeño zócalo cuadrado, sobre el cual
está fija.
La bola que esta en el vaso, está dividida en dos compartimientos de su
interior, por una división que esta soldada. De cada lado de esta separación hay
practicada una abertura circular, las cuales deben corresponder exactamente
con la abertura de la copa. En estos huecos de la bola donde se colocan los
pañuelos que se meten en la copa.
Lo que obliga a la bola a hacer el movimiento necesario para traer cada
división a la abertura de la copa, es un hilo de alambre grueso, soldado en el
pie, y del cual uno de los extremos, doblado, viene a colocarse en una muesca
hecha en la bola, al sitio conveniente que se ha buscado en relación a las
aberturas de la misma bola.
Esta bola esta suspendida en la copa por dos pequeñas raíces que entran en
agujeros practicados en la superficie interior de la misma. Si teniendo la copa
con una mano, se le hace hacer, con la otra una media vuelta a pie, el gancho,
que entonces se coloca en la ranura, habiendo recorrido toda la extensión, ha
hecho dar vuelta a la bola de modo a presentar una de sus divisiones a la
abertura de la copa, y se para allí; y si se da vuelta al pie, en sentido contrario,
es la otra división la que se presenta.
Como ya lo he dicho, estas direcciones están calculadas por la colocación de la
ranura, relativamente a las dos aberturas de la bola, lo que es difícil para los
obreros que no tienen la costumbre de hacer esta clase de trabajos. El interior
de esta copa se pinta siempre de negro. Ciérrase su abertura con una tapadera
rematada con una bola de cobre.
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NÚMERO CINCO
La caja de la carta y el pájaro.
Esta caja ofrece las mismas ventajas que la anterior bajo el punto de vista,
para los profanos, de conocer su mecanismo, de la extensión de sus servicios, y
de su ingeniosa invención.
Se puede hacer de hojalata o madera, pero esta última es infinitamente
preferible. La forma de esta caja se parece mucho a la del cofre; he aquí sus
dimensiones ordinarias, pero se puede hacer mayor, sobre todo para el teatro.
De altura, en todo, comprendida la cubierta, doce centímetros; doce de largo y
ocho de ancha.
Y un poco más de la cuarta parte de la altura de la caja, tomando en su interior
y a partir del fondo hay colocada una planchita muy delgada, que, estando
inclinada contra la pared interior de la caja, debe venir casi a flor de la dicha
caja. Estando extendida esta planchita paralelamente en el fondo, su superficie
debe llenar toda la extensión de la caja, pero sin tocar ninguna de las paredes;
de este modo forma un doble fondo.
Esta planchita está mantenida en su posición, de una parte por un pequeño
quicio colocado sobre su parte de abajo, el cual entra en un agujero del mismo
diámetro que el quicio; este agujero está hecho también sobre el lado de la caja,
por dentro; del otro lado, por una punta en gancho que comunica a un resorte
en espiral colocado sobre el lado de la caja. Este resorte está encajado en una
muesca circular, hecha al exterior de la caja, si es de madera, y está
naturalmente oculta por los embutidos.
Si la caja es de hojalata, como esta hojalata es toda doble, el resorte se coloca
entre las dos hojas que, bien entendido, están separadas una de otra cerca de un
centímetro, lo que les da la apariencia de un espesor de plancha de madera.
Este resorte está unido al ancho de la tablita de manera a obligar a ésta a
tenerse pegada contra el lado de la caja; pero se dobla fácilmente, atrayéndola
con el dedo por arriba. Se mantiene en una posición horizontal, por medio de
una pequeña punta que está movida por un tallo colocado en una ranura hecha
a media madera, en el centro de la plancha que forma la parte de delante de la
caja. Esta pequeña punta está remachada al tallo, cerca de la extremidad. El
todo está oculto por el embutido, si la caja es de madera y el tallo entre las dos
hojas, si la caja es de hojalata.
Se comprende sin embargo que esta punta tiene la facultad de entrar en el
espesor de la madera y salir, estando dirigida por el tallo.
El estado permanente de la punta, es el estar saliente en el interior de la caja. Si
se aprieta sobre la madera por arriba de el tallo, la punta entrará.
Resta decir al presente que el extremo superior del tallo, está limado de un
modo que se llama en pico de flauta.
Un pedazo de metal igual al tallo, fijado al borde de la cubierta, está limado lo
mismo en pico de flauta, y debe corresponder al tallo, de modo que cerrando la
caja estas dos extremidades se encuentran, hacen hacer un movimiento al tallo
el cual hace entrar la punta que sostiene el doble fondo, la que se vuelve a
levantar bruscamente por la acción del resorte colocado al lado de la caja. Este
doble fondo levantándose, se lleva con él la carta colocada encima, y la oculta
contra la pared.
La cubierta de esta caja se abre a charnela.
Como el doble fondo; estando levantado, deja un vacío desde él hasta el fondo
de la caja, es necesario llenarlo colocando una planchita del mismo espesor que
el doble fondo. Es necesario también hacer algunos agujeros en el fondo de la
caja, para dar aire al pájaro, en el caso que se metiese alguno.
Me contentaré, por ahora, con estas descripciones de piezas de las cuales se
puede servir para los juegos de salón. Hay otras que describiré a medida que se
necesiten, en los juegos que me faltan explicar. En cuanto a los instrumentos
que no son propios más que al teatro, no es todavía aquí el momento de
ocuparse.
Haré notar, que con estas pocas piezas que acabo de describir. se pueden hacer
una cantidad indefinida de los juegos, componiéndolos uno mismo según su
gusto e imaginación; se varían juntando diversamente las piezas, y sirviéndose
indistintamente tan pronto de la una, como de la otra.
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SECCIÓN XXII
Hacer pasar a una copa vacía un pañuelo metido en una caja, y hacer volver
a la caja este mismo pañuelo, la copa y la caja están separadas una de otra o
cada una en poder de una persona.
Puede verse, por este juego, cuan fácil es hacerlos muy sorprendentes con
instrumentos mecanizados. Tómase la caja de los bombones núm. 3, sección
XXI. Dese a reconocer, después de haber quitado el cajón que nadie sospecha,
viéndole vacío y sin apariencia de preparación. Vuélvase a meter y colóquese
sobre la mesa.
En la copa número l, colóquese de antemano un pañuelo blanco en una de sus
divisiones, y colóquese a la abertura la otra división que queda vacía.
Hácese notar que no hay nada en esta copa, enseñando su interior, y haciendo
sonar dentro el extremo de una varita, para probar mejor que está vacía.
Pídase un pañuelo: si os presentan uno de color, lo rehusáis, bajo pretexto, de
que es demasiado grande, demasiado espeso, o bajo cualquier otro pretexto;
pero dirigiéndoos a las Señoras, que todas llevan pañuelos blancos, no hay que
temer este contratiempo. En todos casos, guardaos afectar no querer más que
uno blanco; esto sería de muy mal efecto.
Métase este pañuelo en la caja delante de toda la reunión. Entonces, tocando
los dos objetos con el extremo de la varita mágica, ordénese al pañuelo que
acabáis de meter en la caja que pase a la copa que se acaba de enseñar vacía.
Abrase esta copa y sáquese el pañuelo para enseñarlo mejor. Vuélvase a meter
y para probar que no lo escamoteáis os adelantáis un poco hacia los
espectadores, haciéndoles ver el interior de la copa en la cual aperciben el
pañuelo. Este modo de obrar tiene por objeto el proporcionarnos tiempo para
hacer dar la media vuelta al pie, para poner la caja vacía al ir a dejar la copa
sobre la mesa. Tómese la caja apretando el resorte de debajo, para sostener la
parte interior del cajón donde está el pañuelo, y no abrir más que la parte
exterior que está vacía, y el pañuelo parece haber salido de la caja. Vuélvese a
cerrar y dejar sobre la mesa. En este momento se vuelve a tocar de nuevo la
caja y copa con la varita y se ordena al pañuelo salir de la copa y de volver
invisiblemente a la caja.
Hágase ver que la copa está vacía, y abriendo el cajón de la caja, vuélvese a ver
el pañuelo que llena toda la capacidad, y se devuelve a la persona que lo ha
prestado y que lo reconoce.
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SECCIÓN XXIII
Hacer que dos monedas de veinte reales, encerradas en una caja redonda, la
cual está encerrada en una copa, pasen a través de una cinta a una copa de
cristal alejada de la copa.
Efecto. Pídense dos monedas de veinte reales que se meten en una cajita
redonda; colocada esta caja redonda en una copa que se cierra. Tómase una
copa de cristal sobre la cual se coloca una cubierta, y esta copa de cristal se
coloca sobre la mesa a una cierta distancia la una de la otra.
Una cinta comunica a estos dos objetos a los cuales está atada a cada uno de
ellos por sus extremos.
Al mandato de una de las personas presentes, las monedas encerradas en la caja
y copa salen y pasan a la copa de cristal con ruido.
Retírase la caja redonda de la copa, se abre, y no contiene nada.
Vuélvese a colocar esta caja vacía en la copa, la cual se cierra.
Tómanse las monedas del vaso de cristal, colócanse en la mano, y se les manda
entrar mágicamente en la cajita. Hácese ver que no hay nada en la mano; ábrese
la copa para volver a tomar la cajita, en la cual se empieza por hacer sonar las
monedas que se enseñan al momento abriendo la caja.
Explicación. Para este juego se sirve del vaso núm. 1, y de la cubierta
mecanizada núm. 2, sección XXI.
Creo se tendrá presente que la copa tiene dos compartimientos y que cada uno
puede fácilmente contener una cajita; tiénense dos iguales en un todo. Colócase
una en cada compartimiento. Colócanse de antemano, dos monedas de veinte
reales en la cubierta y se prepara una copa de cristal sobre la cual debe ajustar
la cubierta. No olvidarse de la cinta, y se hallarán tomadas todas las
disposiciones.
Empiézase el juego por retirar de la copa la cajita que está en el primer
compartimiento; enséñase el interior de este compartimiento para probar que
no hay nada más.
Pídense dos monedas de veinte reales y se meten en la cajita sacudiéndola al
meterla en la copa para hacer sonar las monedas. Cúbrese la copa y déjase
sobre la mesa.
Colócase a alguna distancia de esta copa la copa de cristal sobre la cual se
coloca la cubierta. Atase al anillo móvil de esta cubierta una cinta. Atase el otro
extremo de esta misma cinta por debajo de la bola que hay en la cúspide de la
copa. Sepárase el vaso y la copa para tener la cinta tirante; y colocando. Las
manos sobre los pies de estos dos objetos, invitáis a una persona que mande a
las monedas salir de la cajita. Al momento del mandato apoyáis sobre los pies
colocados sobre vuestras manos.
Esta presión hace estirar fuertemente la cinta que tirando el anillo hace abrir la
ranura de la cubierta y las monedas caen en el vaso.
Como hay poco espacio entre el fondo de la cubierta y el del vaso podría
decirse que las monedas tocan este último fondo al mismo tiempo que salen del
primero; también es una cosa muy ventajosa para el juego que por atentos que
están los espectadores no pueden distinguir de dónde salen las monedas al
verlas aparecer.
Abrese la copa apretando un poco para quitar la segunda parte con la que la
cubre. Entonces es la caja del segundo compartimiento la que se saca y que los
espectadores toman siempre por la primera.
Hácese ver que no hay nada dentro. Vuélvese a meter en la copa la cual se
cierra; en seguida se toman, una después de otra las monedas que están en el
vaso y se escamotean dejándolas caer sobre la tabla como se ha explicado en la
página de la segunda parte de esta obra.
Abrese la copa al primer compartimiento no quitando más que la cubierta, y se
hace ver que las monedas han vuelto a la caja.
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SECCIÓN XXIV
Hacer salir invisiblemente un pájaro metido en una copa, para hallarlo en
una caja tenida por una señorita, en lugar de una carta que había en la
citada caja, cuya carta se halla en una caja donde no había nada.
Este juego produce mucho efecto y es tan fácil de ejecutar en el salón como
en el teatro. Gástase tres aparatos en su ejecución; la copa de las cajas núm. 1,
la caja del pájaro núm. 5 y la pequeña caja cuadrada que he hecho conocer en
la sección VIII del presente capítulo.
Se procurarán dos pájaros bastante iguales para que pueda tomarse el uno por
el otro cosa fácil sobre todo entre los canarios.
Se llevará uno en una pequeña jaula que se colocara sobre la mesa.
Se colocará el otro de antemano en el fondo de la caja número cinco y el doble
fondo por encima.
En la pequeña caja cuadrada se colocará debajo del doble fondo una carta igual
a la que debe hacerse tomar forzadamente.
Tomadas estas disposiciones se abre la copa de las cajas por el segundo
compartimiento para hacer ver que no hay nada. Se abre también la cajita
donde hay oculta una carta, para enseñar que esta vacía; vuélvese a cerrar.
Se hace tomar la carta por una señorita, se le ruega enseguida que coloque esta
carta en la caja número 5 que se le deja en su poder después de haberla hecho
cerrar.
Se vuelve a tomar la copa núm. 1, y se abre al primer compartimiento, en el
cual se mete el pájaro, que se saca de la jaula; vuélvese a cerrar la copa. Tócase
el extremo de la varita mágica sobre cada una de las tres cajas, diciendo que
este contacto va a operar un cambio notable de sus interiores.
Abrese la copa al segundo compartimiento, y se hace observar que ya no está el
pájaro. Se abre la pequeña caja cuadrada y se ve la carta tomada por la señora
que tiene la caja en la cual estaba la carta. Esta señora abre la caja que tiene en
su poder, y con gran sorpresa, ve el canario en lugar de su carta.
Lo que hay de más admirable en este juego, es que los espectadores están
siempre tentados de examinar la caja de donde acaba de salir el pájaro, y, en
este momento, esta caja aparece en toda su profundidad y sin la menor
apariencia de mecanismo, porque el doble fondo está levantado, y que, en este
estado, dificulta las más minuciosas pesquisas. Cuando este doble fondo está
inclinado, no se fija la atención, porque todo el interior está pintado de negro, y
por otra parte no hay ninguna razón entonces para desear reconocerla.
Se comprende que, por el mecanismo de esta caja, el doble fondo que se
levanta, levanta con él la carta, al mismo tiempo que descubre el pájaro; y esta
carta se encuentra naturalmente oculta entre él y la pared de la caja.
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SECCIÓN XXV
Otro uso de la caja del pájaro.
Si, no teniendo pájaro, se quiere hacer uso de esta caja en una reunión, he aquí
un juego muy agradable que se puede hacer con ella. Se tendrán una y veintena
de tarjetas en blanco, sobre cada una de las cuales se escribir el nombre de un
objeto cualquiera, como, por ejemplo: mijo, judías, café, bombones, flores,
almendras, pasas, etc.
Se hace sacar forzadamente la tarjeta que lleva el nombre del objeto que se ha
preparado en el fondo de la caja.
Supongo que se hayan colocado flores; se hace sacar forzadamente la carta que
lleva el nombre de flores. Entonces se dice: "Señora, meta Vd. en esta caja la
carta que Vd. ha tomado al azar entre todas las cartas que llevan nombres
diferentes. Esta carta va a metamorfosearse en la sustancia de la cual lleva el
nombre. Abra Vd. la caja, señorita. Ya ve Vd. que la carta no existe, y que se
ha cambiado en flores, puesto que llevaba ese nombre."
Distribúyense estas flores a las señoras. Se pueden colocar bastantes,
apretándolas un poco, y aumentan de volumen removiéndolas.
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SECCIÓN XXVI
Nacimiento espontáneo de una flor.
Hay muchos medios de hacer este juego pero muy conocidos para recordarlos
aquí. Sin embargo, he aquí uno del cual respondo de la novedad, porque lo he
hecho ejecutar de mi propia idea; pero se va a ver que no me ha sido necesario
hacer grandes gastos de imaginación para esto.
Es un vaso de hojalata, que se hará pintar lo más propiamente posible. Se le
dará la forma de un vaso de flores, poco ancho y bastante elevado.
Este vaso es doble y construido de modo que entre los dos dobles pueda
contener poco más o menos las tres cuartas partes de lo que pueda contener
toda la capacidad del vaso.
Tendrá un agujero practicado al fondo en el interior de este vaso, y uno arriba
sobre el borde.
Para llenar este intervalo que existe entre estos dos cuerpos de hojalata, se
tapará el agujero del fondo con una clavija y con un embudo cuyo extremo del
tubo es muy delgado, se hará pasar el agua tanta como pueda entrar; y antes de
retirar la clavija que tapa el agujero del fondo se tapará el de arriba con una
bolita de cera, y el agua no caerá cuando se quite la clavija. Pero si se quita la
bola de cera, el agua se escapa por el agujero del fondo y sube al interior del
vaso, hasta que toda el agua se ha escapado del espacio donde estaba.
Manera de hacer el juego. Se tendrá un círculo de corcho, de un centímetro al
menos de espesor, y de un diámetro un poco menor que el fondo del vaso. Se
fijará en el centro de esta rueda un pequeño cañoncito de hojalata. Se la hará
pintar de verde
En la abertura que esta al extremo de este cañoncito se plantará una flor por su
cola, que será corta para que la flor no se eleve mucho. Terminados estos
preparativos, se mete en el vaso.
En razón de la forma elevada de este vaso, la flor que estará en el fondo, no
puede apercibirse.
Entretiénese a la reunión con un medio químico el cual se posee para hacer
nacer flores al instante.
Se finge meter algún grano en el vaso; viértense dos o tres gotas de un licor
cualquiera, y al mismo tiempo se quita la bolita que tapa la pequeña abertura de
arriba. Un momento después, se ve la flor empezar a aparecer y elevarse poco a
poco hasta que está enteramente descubierta; se coge para ofrecerla a una
señora.
Será bueno colocar el vaso sobre un plato, para prevenir toda sospecha de
comunicación entre él y la mesa.
No creo que sea necesario hacer observar que el corcho, sobrenadando siempre
sobre el agua, sube, así como la flor, a medida que el agua se eleva.
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SECCIÓN XXVII
Viajes de un pañuelo en diferentes puntos.
Efecto del juego. Pídese un pañuelo que se va a colocar sobre la mesa. En
presencia de la reunión, se llenan dos cajas de mijo o de arroz, y se cierran. Se
da una caja vacía a una persona rogándole colocarla a sus pies. Métese el
pañuelo prestado en otra caja, la cual se cierra. Este pañuelo sale de la caja
invisiblemente para hallarse en una de las cajas donde se ha colocado el arroz,
el cual no se halla ya. De esta caja. pasa el pañuelo a la otra, de la cual
desaparece también el mijo. Y en fin, este pañuelo sale lo mismo de esta última
caja, para hallarse en la que la persona tiene a sus pies, y en la cual no había
nada antes.
Se hace notar que cuando el pañuelo desaparece de las cajas del arroz, el arroz
vuelve a aparecer.
Explicación. Se acaba de ver que son necesarias cuatro piezas mecánicas para
la ejecución de este juego: las dos cajas del azúcar y el café, la caja de doble
cajón y una cuarta caja que voy a describir.
Esta caja es muy sencilla en su construcción; está hecha como las que gastan
las señoras para colocar sus trabajos de aguja, y que por esto se llaman cajas de
labor.
He aquí las menores proporciones que se le podrán dar: 20 centímetros de
longitud, 17 de latitud y 10 de altura al todo, es decir comprendiendo la
cubierta.
No hay más diferencia entre esta caja y las cajas ordinarias que en la
construcción de la cubierta.
Se hará esta cubierta bastante alta, la que no tendrá nada de chocante a la vista,
porque en esta clase de cajas, se las hacen tales, un poco más o un poco menos,
es indiferente. En el interior de esta cubierta, se fijará a cada esquina un
listoncito para sostener un doble fondo muy delgado, que debe dejar, entre él y
el fondo propio de la cubierta bastante espacio para poder contener un pañuelo.
En las cajas ordinarias, se pone a menudo de cada lado una pequeña
empuñadura de acero o de cobre, para adornarlas. Será preciso colocarlas
también en nuestra caja: pero en lugar de colocarlas sobre la cubierta, se
colocarán sobre los lados de la cubierta, al nivel del sitio donde viene a parar el
doble fondo.
La parte opuesta de estas empuñaduras pasa a través de la madera, será
necesario disponer las de nuestra caja de modo que puedan cogerse y sacarse
sin que puedan salirse de la cubierta.
Compréndese ya que son estas partes opuestas de las empuñaduras las que
deben sostener el doble fondo por dentro, y que su pequeño movimiento de
vaivén es necesario para hacer salir los extremos fuera del espesor de la madera
o hacerlos entrar.
Cuando se quiera que el doble fondo quede en su sitio, contra las cuatro
pequeñas traviesas, se aprietan las empuñaduras; sus partes opuestas salen por
la parte anterior y sostienen el doble fondo. Si se quiere hacer caer este doble
fondo sobre el de la caja, se sacan un poco las empuñaduras, y los extremos,
entrando en la madera del doble fondo cae, no teniendo sostén. Todo el interior
de la caja se pintará de negro.
He aquí todo el mecanismo de la caja y lo que constituye el misterio.
Manera de hacer el juego. En los compartimientos de arriba de las cajas del
azúcar y el café, se simularán pañuelos con pedazos de muselina, como se ha
explicado al fin de la sección XI, de este capítulo. Colocaréis estas cajas sobre
vuestra mesa.
Ocultaréis en vuestro traje un pañuelo blanco que os pertenezca, y pediréis uno.
Al volver a vuestra mesa haréis el cambio, lo cual es muy fácil puesto que
estáis de espaldas a los espectadores.
Colocáis vuestro pañuelo sobre la mesa y vais a buscar la caja que acabo de
describir. que debe estar colocada en un sitio fuera de la vista de las personas
que componen la reunión. Colóquese rápidamente el pañuelo que tenéis oculto,
entre los dos fondos de la cubierta y apretáis las empuñaduras para fijar el
doble fondo.
Al volver con la caja se abre y hace ver que no contiene nada. Vuélvese a
cerrar y al colocarla a los pies de la señora que os ha prestado el pañuelo sacáis
las empuñaduras para que el falso fondo caiga al fondo de la caja con el
pañuelo.
Abrense las dos cajas del azúcar y el café, quitando con la cubierta el
compartimiento de arriba. Estas dos cajas parecen. entonces completamente
vacías. Llénense de arroz o de mijo, ante los concurrentes; vuélvese a cubrir y
al dejarlas sobre la mesa, se separan un poco la una de la otra.
Tómese el pañuelo que está sobre la mesa y que los espectadores toman
siempre por el que os han dejado; métese en la caja de doble cajón, después de
haber hecho reconocer esta caja.
Mándese a este pañuelo, que acabáis de encerrar, que pase a una de las cajas
que se acaban de ver llenar de mijo. Abrese la parte del cajón que aparece
vacía, ábrese la caja donde debía haber mijo, y no se ve más que el pañuelo,
porque no se ha quitado más que la cubierta. Vuélvase a cerrar y mándese al
pañuelo, nuevamente, que pase a la otra caja. Abriendo esta última, se hace ver
que el pañuelo ha obedecido. En fin habiendo vuelto a cerrar esta caja, mandáis
al pañuelo que se acaba de enseñar, que pase a la caja que la señora tiene a sus
pies. Esta señora abre, y ve su pañuelo que parece llenar toda la caja, porque al
caer en el fondo se desenvuelve.
Esta última circunstancia del juego es verdaderamente admirable, porque los
espectadores, habiendo visto el interior de la caja en el momento de darla a la
persona que la coloca a sus pies, están bien persuadidos que no había nada. La
señora toma su pañuelo y lo reconoce.
No se olvide, cuando haya salido el pañuelo, hacer ver que el mijo ha vuelto
otra vez a las cajas.
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SECCIÓN XXVIII
Paseo aislado de una moneda de veinte
reales sobre la hoja de un sable.
No obstante mi repugnancia en recordar un juego que ha sido ya publicado,
me veo en la obligación de hacerlo alguna vez para hacer comprender uno
nuevo o inédito; que tenga analogía con el primero.
Es el caso en que me hallo este momento, para satisfacer el deseo que tengo de
participar a los aficionados a la prestidigitación un juego hace poco tiempo
importado a Francia por un extranjero.
Hace ya tiempo que se conoce el baile del huevo sobre un bastón. Decremps,
en su Mágie blanche, ha descrito muy bien el modo de hacer este juego, que,
publicado hace más de medio siglo, todavía se ve con placer.
El medio no es otro que una hebra de hilo negro, de la cual uno de sus
extremos sostiene el huevo por medio de un alfiler o un pedacito de madera
atado al hilo por el medio y que se introduce por un agujerito que se hace al
huevo. Este alfiler o pedacito de madera, estando dentro, se coloca él mismo
longitudinalmente sobre la superficie interior del huevo. El otro extremo del
hilo está sujeto a la cintura del pantalón, o al chaleco. Es inútil tapar como dice
Decremps, el agujero hecho al huevo.
Pero lo más importarte del juego, y que Decremps ha descuidado explicar, es el
hacer creer a los espectadores que el huevo que baila ha sido elegido por ellos
mismos.
Hay para esto, muchos medios, más o menos ingeniosos, empleados por los
prestidigitadores; pero de todos a‚ aquí el que yo prefiero, como más sencillo y
natural.
Tómase con una mano el huevo preparado con otros dos. Con la otra mano se
toma un platillo. Al llegar delante de la reunión, colócanse estos tres huevos en
el platillo, poniendo en el centro el que está preparado. Ruégase a alguno que
designe el que debe mostrar sus habilidades en el vals.
Si, por casualidad (porque sería una casualidad), no designasen el del centro,
tómase el que han indicado, como para separarlo de los otros, y yendo hacia, la
mesa a dejar el plato y los dos huevos, se cambia diestramente el que se tiene
con el que está preparado. Los espectadores, habiendo visto tres huevos en el
plato no tienen motivo para sospechar.
Tómase un bastón en medio del cual se coloca el huevo; se afecta probar un
momento y se ejecuta el juego. Déjase colgar insensiblemente tan pronto la
mano derecha como la izquierda, y el huevo parece recorrer el solo toda la
longitud del bastón; pero es necesario ejercitarse mucho para hacer bien esta
maniobra, porque el hilo que sostiene el huevo debe estar siempre igualmente
tirante.
Se ve que no es necesario servirse del sombrero, que habla Decremps. Si fuese
una necesidad, como es preciso que el sombrero caiga, esto sería sin duda en
interés de los sombrereros, pero no en el del propietario del sombrero.
El huevo habiendo llenado un papel de artista consumado, para recompensarle
de su trabajo, se toma y se le parte por la mitad sobre un plato, bajo pretexto de
hacer ver que es natural.
Algunas veces se hace, inmediatamente después de este juego el de la tortilla
en el sombrero; en este caso, se gasta el huevo roto. No hablaré de este juego,
que es demasiado conocido.
Si me he extendido un poco en la explicación de este juego hace ya bastante
tiempo publicado, es, como ya lo he dicho, porque Decremps, que ha explicado
muy bien el medio por el cual se hace un juego, no ha dado el modo de
ejecutarlo. Conocer el medio no es el todo: lo esencial es saber presentarlo y
hacerlo valer; con este objeto, no deben pasarse por alto las explicaciones y yo
creo que, en la materia que trato contrariamente a toda otra, el laconismo no
siempre tiene un mérito, porque no todos tienen a facultad de adivinar.
Voy al juego que he prometido.
Se puede hacer inmediatamente después del baile del huevo. Habiendo
terminado este último se dice. "Muchas personas se imaginan que el juego que
acabo de hacer se ejecuta por medio de resortes, hilos o cualquier otro
mecanismo. Se engañan, no hay nada de todo esto. Si alguno lleva algún huevo
en el bolsillo, que me lo de‚ y lo haré‚ valsar lo mismo que el que acabo de
servirme. Si no llevan huevos, tendrá algunas monedas, petacas, portamonedas,
es lo mismo. Renuncio también a mi bastón, para probar que cualquiera objeto
me es indiferente. He aquí un sable que había dispuesto para algunos otros
juegos, voy a servirme de él. Se puede reconocer (se entrega.)"
Después de este elocuente exordio se toma el sable. Se pide una moneda de
veinte reales, se coloca en seguida sobre la hoja del sable y se pasea y rueda de
un extremo a otro, como el huevo sobre el bastón.
Entrégase esta moneda a la persona que la ha prestado, pídese otra que hace el
mismo ejercicio. Se pueden hacer valsar también petacas, portamonedas y otros
objetos parecidos; con tal que no sean muy pesados. Se cambian muchas veces
los objetos, que se devuelven para tomar otros.
Explicación del medio. Es sencillamente una especie de botón de cobre, que
tiene alguna semejanza con esos dobles botones de camisa que se pasan por los
dos ojales. Son en fin dos botones gemelos separados por una profunda ranura
y que se mantienen juntos por un pequeño espigón colocado en el centro.
Podrán darse a estos botones 15 ó l6 milímetros de diámetro. De estos dos
botones hay uno que es muy delgado y llano, sobre la superficie del cual se
harán algunas rayas para retener mejor la cera que se debe poner en él. La otra
parte de este botón debe ser bastante gorda y pesada para poder equilibrar una
moneda de veinte reales.
Pónese cera sobre la superficie del botón delgado. Cuando se hace el juego se
tiene este botón oculto en la mano izquierda. Se toma, con la mano derecha la
moneda que os presentan, y transportándola a la otra mano, se le pega el botón.
La superficie de la moneda que está opuesta a la de donde está el botón estando
vuelto del lado de los espectadores, impide a estos el ver el botón que es de un
diámetro menor que la moneda.
Tómase el sable que se tiene en una posición horizontal; introdúcese la ranura
del botón sobre el cortante, que entra fácilmente; y moviendo ligeramente el
sable, como se hace con el bastón, es decir, llevándole e inclinándole un poco
de derecha a izquierda, se ve la moneda, yendo y viniendo, recorriendo, toda la
longitud del arma; se vuelve a tomar, y separándola del botón, que se guarda
siempre en la mano izquierda, se devuelve, para tomar otra, que se hace
maniobrar lo mismo. Lo mismo se puede hacer con una petaca o portamonedas
ligero, que con una moneda de veinte reales.
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SECCIÓN XXIX
El reloj roto y compuesto.
Sin estar dotado de un genio superior, ni de una ligereza prodigiosa, se puede
tener el talento de romper un reloj; pero para componerlo en tan poco tiempo
como ha sido preciso para romperlo lo doy a un buen relojero. Esto es sin
embargo lo que me propongo enseñaros por los medios que da la magia blanca,
pues yo no conozco ni creo que haya otros.
Voy explicar este juego como los profesores de física lo han hecho hasta de
ahora y comparándolo con el que Decremps ha descrito en su Mágie blanche,
se verá fácilmente en qué error estaba en su modo de concebir. Se va a
comprender que no hay necesidad de dos clases de compadres, como el mismo
ha dicho, ni buscar la ocasión de examinar el reloj de una persona para
procurarse uno igual, en la esperanza de que asistirá esta persona a una función
en que se haga este juego.
Lo mismo es en casi todos los juegos que se han descrito con mucho ingenio,
pero sin fundamento. Sin el motivo que he alegado no hubiese hablado de él,
porque es ya muy antiguo, y no se practica casi nada ahora. En la descripción
de los juegos de teatro, tendré ocasión de ocuparme de él otra vez, para apoyar
mis pruebas y hacerlas más evidentes.
Hay muchos modos de hacer este juego, que todos difieren del insertado en la
Mágie blanche de Decremps. He aquí el más sencillo.
Se sirve del mortero y su mano de almirez descritos en la sección X de este
capítulo. En la mano de almirez se colocarán todas las piezas de un reloj con su
caja, la cual será preciso abollar un poco. Se escogerá esta caja de reloj le la
forma que se lleva más comúnmente. Tener miedo de que el propietario del
reloj os pida la caja para examinarla y ver si es la suya, sería cosa de un
prestidigitador novicio. El que tiene experiencia no tiene este temor, que no es
más que quimérico, porque no se pide nunca hacer este examen.
Se hace reconocer el mortero, el cual se deja después sobre la mesa. Pídese un
reloj, y como regularmente ofrecen varios, se tiene cuidado de tomar el que se
parezca más al falso. Se le quita la cadena, y se mete o hace meter en el
mortero. Se le da un golpe con la mano de almirez; se sabe que por la
construcción del mortero, este golpe no puede estropear el reloj.
El ruido ocasionado por las piezas de reloj encerradas en la mano del almirez,
hace creer que el reloj se ha roto efectivamente. Viértese el todo sobre la mesa,
el reloj no corre riesgo de caer, porque estará sostenido dentro del mortero por
la rodela que ha caído de la mano de almirez.
Llévase el mortero a una mesa de detrás, so pretexto de buscar un pedazo de
papel para envolver las piezas que se acaban de poner sobre la mesa. Cuando
estas piezas están ya envueltas en el papel se toma la copa de las cajas que se
tiene ya a punto. Pero antes se toma rápidamente el verdadero reloj que hay en
el mortero; se envuelve en un papel y se mete en el fondo de la copa, la cual se
cierra.
La lentitud inevitable que se gasta en esta operación no es sensible a los
espectadores, los cuales creen que buscáis algún objeto que no tenéis a mano.
Al volver a la mesa, se abre la primera división de la copa, y se meten las
piezas del reloj, y tocando con la varita mágica, se dice que el reloj va a volver
a su primitivo estado. Abrese la segunda división, y se enseña el reloj ya
compuesto.
NOTA. En lugar de la copa de las cajas, puede también servirse de la tumba
del pájaro, de la cual dar‚ la descripción en el último capítulo.
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SECCIÓN XXX
Transposición repentina de varios objetos
en diferentes sitios.
Efecto. Pídese un pañuelo, el cual se mete en una copa que contiene una bola,
que se retire para colocarla en otra copa. Llénase una caja de mijo, y se coloca
un cubilete sobre un plato.
Después de este arreglo resulta, que el pañuelo que se había colocado en la
primera copa, se encuentra en la caja del mijo, que este grano ha pasado debajo
del cubilete donde no había nada, que la bola que se había colocado en la copa
de las cajas ha vuelto a la primera copa, de donde se había sacado para meter el
pañuelo y que esta bola ha sido reemplazada por flores en la copa de las cajas
de donde acaba de desaparecer.
Antes de explicar el juego tenemos que describir un aparato que necesitamos, y
del cual no hemos hablado todavía.
Es una especie de copa de madera, de forma esférica, y que puede contener una
bola hueca de hojalata, de diez centímetros de diámetro. Esta copa y bola se
abren por el centro. Una de las media esferas de la bola, debe tenerse sola,
apoyando un poco en la parte superior de la copa, y la otra media en la parte
inferior.
Para que esta última esfera no vacile, se colocará en el fondo de la copa, una
pequeña punta que entrara en un agujero imperceptible hecho a la bola. Cuando
estas dos partes están colocadas en la caja, parece que no hay nada.
Esta copa remata en un botón de forma redonda u ovalada, que entra en una
abertura circular, y puede introducirse y subir. por medio de un resorte en
espiral colocado en la abertura por donde pasa el extremo de este botón. Si se
cierra la copa teniendo las dos medias bolas, y se aprieta un poco el botón,
estas dos medias bolas se unen y forman una entera.
Además se hará tornear una bola de madera, que deberá entrar en la de hojalata
sin impedir que se cierre esta totalmente.
Esta copa se colocará sobre un pedestal.
Se pintará de un color cualquiera el exterior de la bola de hojalata y de la de
madera; con tal que sean de un mismo color, porque vistas separadamente
deben confundirse la una con la otra.
El interior de la bola de hojalata y copa se pintará de negro.
Esta copa puede servir en muchos juegos.
Disposiciones antes de hacer el juego. Es necesario preparar una caja grande
que se llenará hasta una tercer parte de mijo.
Se colocarán en la copa que acabo de describir las dos medias bolas de hojalata
que no deben unirse más que cuando se aprieta el botón una vez así dispuesta
se cerrará.
Se pondrá en un cubilete bastante grande tanto mijo como puede contener en su
gran capacidad, es decir, el compartimiento de debajo, las cajas del azúcar y el
café. Este mijo estará sostenido dentro del cubilete, por un círculo de cartón u
hojalata que se colocará con este objeto.
Se colocarán flores en el fondo de la copa de las cajas. A propósito de esta
copa, tengo que hacer una observación.
La que yo he descrito bajo el núm. 1, sería muy pequeña para contener la bola;
y como es necesario siempre tener una mayor para cuando se quieren
escamotear animales mayores, tal como conejos, palomos, tórtolas, etc., se
tomará ésta para el juego que explicamos. En fin, para terminar las
disposiciones, será necesario proveerse de una caja, igual exteriormente, a la
caja del café, pero sencilla, es decir, sin divisiones. Esta caja se dejará a la vista
de la reunión. En cuanto a la caja de divisiones, se tendrá al lado de la caja
grande donde se ha puesto el mijo, pero sin que la vea el público.
Ejecución del juego. Se tiene un pañuelo blanco oculto en el traje; se pide uno,
y al ir a dejarlo sobre la mesa, se cambia y se deja el que se tenía oculto.
Se va a buscar la caja grande donde está el mijo, pero antes de tomarla, se
introduce rápidamente el verdadero pañuelo en la caja del café que estaba
preparada, y se le pone el compartimiento, pero sin la tapadera. Se introduce
esta caja, para ocultarla, en la grande que se lleva a la mesa. Se toma la caja
igual a la que se acaba de meter el pañuelo y se da a reconocer; se vuelve a
tomar, dejando en poder de un espectador la cubierta. Se anuncia que se va a
llenar esta caja de mijo y fingiendo llenarla metiéndola en la caja grande, se
cambia con la otra en que está el pañuelo, y continuando removiendo el mijo se
llena el compartimiento de la caja que se tiene y se enseña a los espectadores
que la toman siempre por la misma y la creen totalmente llena. Se pide la
tapadera a la persona que la tiene, se cubre la caja y se deja sobre la mesa.
Como esta caja y la que ha quedado dentro de la grande son de la misma
dimensión, la cubierta de la una viene exacta a la otra.
Tómase de la mesa el pañuelo que el espectador cree que fue el que prestaron,
y se mete en la copa de la bola después de haber sacado la maciza. Métese esta
última en la primera división de la copa de las cajas y se cierra.
Pónese el cubilete sobre un plato dándole un golpe sin afectación, para que se
suelte el círculo y caiga el mijo.
Tócanse todos estos aparatos con la varita mágica; enseguida después de haber
apretado el botón de la copa de la bola, se ab e y se hace ver que el pañuelo ha
sido reemplazado por la bola. Se abre también la copa de las cajas, para hacer
ver que no esta la bola y se echan las flores sobre la reunión. Levántase el
cubilete para enseñar el mijo que se había puesto en la caja del café. Abrese, en
fin, esta última y se saca el pañuelo. el cual se devuelve a la persona que lo
había prestado.
Aquí termino la descripción de los juegos que se pueden hacer en un salón, y
de los cuales la mayor parte pueden hacerse también en el teatro. Voy ahora a
ocuparme de aquellos que únicamente pueden ejecutarse en el teatro.
Se comprenderá fácilmente, que por media de los aparatos mecánicos, puede
triplicarse el número de los juegos que he explicado en este capítulo, y aun
variarlos indefinidamente, con un poco de imaginación y gusto.
Se ha visto que he hecho uso de la copa de las cajas para diferente juego del
que he hablado, verificado con monedas.
Acabo de hablar del mijo en la última sección: se pueden componer muchos
juegos con este grano haciendo uso de los aparatos que conocemos y que sirven
para otro objeto. Que se coloque este mijo en el compartimiento y en el
cubilete donde estará sostenido por el círculo de cartón del cual he hablado en
esta sección, después tómese la copa descrita en la sección XVIII, y en
presencia de los espectadores se llena de mijo; entonces se hace desaparecer
este mijo para hallarlo en la caja del café que se había enseñado vacía y de allí
hacerlo pasar debajo del cubilete‚ donde no había nada; cuyo cubilete se da
luego a examinar para probar que no tiene mecanismo alguno.
A cuántos juegos no puede servir la caja de del doble cajón y que no obstante
no es la más fecunda en utilidad.
Esta facultad de variar los juegos se halla aun en los más pequeños aparatos:
por ejemplo, la caja cilíndrica descrita en la sección V, con la cual yo no he
explicado más que un juego, puede servir para otros muchos. Que se llene de
bombones la parte del centro, y que se abra para dejar ver el interior de la caja
propiamente dicho, lo que la hace aparecer vacía; se hace colocar una moneda
en este sitio diciendo que la caja va a traer bombones por este valor. Se cierra y
se entrega a un niño, que la abre y la ve llena de dulces.
Si se quisiera enriquecer este juego, sería necesario tener muchas de estas cajas
iguales, las que se cambiarían diestramente. Entonces se diría como por
reflexión: "También puedo ofrecer algo a estas señoras." Se enseña la caja
vacía, se cierra y se entrega a una señora, la cual la abre ella misma, y se
admire de verla llena de flores y otros objetos.
En fin, se harían cien juegos diferentes con ocho o diez aparatos, y no acabaría
nunca si quisiera explicarlos todos.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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Capítulo III
Juegos de teatro o magia blanca.
Por las explicaciones anteriores, se ha visto que no hay nada más natural, que
la causa de todos estos efectos que parecen maravillosos. Así como las cosas
frívolas tienen un lado útil, la magia blanca descubierta podrá desengañar a
esas personas crédulas que en el siglo XIX creen todavía en los brujos,
sortilegios y adivinos; lamentable error que les es casi siempre perjudicial y
con frecuencia funesto
El medio de preservarse de estas quimeras, es el penetrarse de esta gran verdad;
de que todo lo que parece contrario a las leyes y reglas que la naturaleza ha
prescrito es ilusorio; y todavía guardarse de los engaños empleados por algunos
prestidigitadores para hacerse creer y crearse una poderosa reputación parecida
a la de los genios de las Mil y una noches.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN I
De las diversas mesas usadas en el teatro.
Mesa a lo Conus. Ya he hablado suficientemente de la mesa a la cual se
adhiere una tablilla en forma de cajón; y que sirve para dejar los objetos. Esta
mesa no se usa entre los prestidigitadores: era particular a Conus padre, que era
de una ligereza e inteligencia extraordinaria para los juegos, los que hacía le
eran propios, y nadie que yo sepa entre sus compañeros, ha osado hacerle la
competencia.
He debido recomendar esta mesa porque he descrito los principales juegos de
Conus, los que han formado su gran reputación y para los cuales la mesa en
cuestión era indispensable.
Mesa de cofre. Mucho tiempo se ha usado y se usa todavía, una mesa provista
de un fondo colocado a una distancia conveniente, para que haya bastante
espacio entre estas dos superficies, para contener fácilmente una persona, con
los objetos que se necesitan para los juegos que se tienen preparados.
Sobre esta mesa, hay ordinariamente dos o tres trampillas que son de un gran
recurso. El tapete baja bastante del lado de los espectadores para ocultar el
fondo. El compadre que debe meterse en esta caja entra antes de levantarse el
telón, para no salir de él hasta bajarlo.
Una cosa me ha admirado siempre, y es que no he visto hacer nada de
admirable a los prestidigitadores que se servían de esta mesa y mi admiración
era tanto mayor, cuanto que veía que en general se sospechaba que había
alguno dentro oculto. Sin embargo, no miraré como una temeridad el uso de
esta mesa en ciertas condiciones.
Mesa sencilla. Apruebo, mucho, en su método, la prudencia de un profesor de
física que he conocido. Su mesa era simplemente de trampillas; el tapete que la
cubría llegaba hasta el suelo, y el prestidigitador levantaba de tiempo en tiempo
el tapete para hacer ver que no había ninguna preparación en la mesa.
Pero en el centro de esta mesa, y en el piso del teatro había una abertura
cubierta con una alfombra que se ponía fácilmente, y por esta abertura salía el
compadre y se colocaba debajo de la mesa para hacer su oficio. Compréndese
que la extensión de la mesa ocultaba a los espectadores esta abertura y no
podían ver entrar ni salir el compadre.
Esta disposición previene todo concepto inoportuno, porque si algún importuno
manifestase en voz alta sus sospechas de que había alguno oculto debajo de la
mesa, entonces éste entraba rápidamente en el sitio de donde había salido, y el
prestidigitador levanta el tapete para dar un mentís al interruptor.
Mesa de trampillas. En el teatro, la mesa con trampillas es de rigor‚
indispensable en la magia blanca. He aquí el modo más sencillo de hacer estas
trampillas. Fórmase una abertura cuadrada, y se le aplica una pieza de la misma
madera que la mesa. Esta pieza se sujeta debajo por medio de dos bisagras. Del
lado opuesto a las bisagras, se coloca sobre esta tablilla, una pequeña
planchuela, con el objeto que no salga del nivel de la mesa, posición que
guarda por medio de un muelle de reloj que se coloca debajo de la mesa.
Estas trampillas se hacen ordinariamente en mesas hechas en forma de tableros
de ajedrez para disimular mejor la unión de las piezas. En este caso, el tapete se
clava a los bordes de la mesa.
Para abrir estas trampillas, se coloca en uno de los extremos una anillita.
Hácense casi siempre muchas trampillas de diferentes tamaños en la mesa.
Mesas de resorte. Hay trampillas que se pueden hacer maniobrar por si
mismas, sin el auxilio de compadre Es por medio de un resorte colocado a uno
de los pies de la mesa. Este resorte comunica con la trampilla por medio de un
hilo bramante que pasa a través de uno de los pies de la mesa. Cuando el
prestidigitador tiene necesidad de abrirla, apoya el pies‚ sobre este resorte.
Ordinariamente, esta mesa tiene en su interior una construcción particular: a
una distancia arbitraria se coloca un fondo, y entre la mesa este fondo se aplica
una tablilla delgada a la cual se le da una inclinación bastante pronunciada.
Esta tablilla está cubierta de una tela lisa y resbaladiza, tal como la seda; de
modo que si se coloca un objeto sobre la trampilla y se pone en movimiento el
resorte, este objeto cae sobre la tablilla inclinada y viene a caer naturalmente a
las manos sin que nadie pueda sospecharlo ni apercibirse de ello. No es
necesario decir que siempre que se coloca un objeto cualquiera sobre la
trampilla se cubre siempre con una gran copa de cobre u hojalata destinada a
este uso y a la cual se le da ordinariamente la forma de un cono truncado.
Concíbese fácilmente que se hace uso de este cono para ocular el medio que se
emplea para hacer desaparecer el objeto.
Trampillas preparadas. Los ingenieros mecánicos que construyen
instrumentos de física recreativa fabrican trampillas redondas que no hay más
que colocarlas con bisagras. Están muy bien hechas; pero me gustan mucho
más las que acabo de describir. La principal ventaja de las primeras es
encontrarlas ya hechas. Son de cobre y si se hacen redondas, es porque se
adaptan con más precisión.
Como no se necesita ayudante para hacer uso de esta última mesa que acabo de
describir se puede servir de ella en las reuniones de salón, lo cual dará medios
para hacer juegos sorprendentes.
Mesa de fuelle. Para el escamoteo de una persona debajo de un gran cubilete
es indispensable una mesa hecha a propósito. Se llaman mesas de fuelle porque
hay un fondo susceptible de subir y bajar por medio de cuatro resortes
colocados a sus esquinas. Cada uno de los resortes está colocado en una
especie de canal hecha en el ángulo interior de los pies de la mesa. Una cuerda
pasa a !o largo de estos resortes para mantenerlos en su movimiento. El fondo
baja unas dos terceras partes próximamente de la altura de la mesa. Las canales
de que acabo de hablar finalizarán en este punto.
En el centro de la mesa hay una grande abertura cuadrada, sobre la cual, se
ajusta una pieza igual al resto de la mesa y que debe entrar en unas especies de
canales hechas a mitad de madera de una parte y de otra. Sobre esta pieza y en
uno de sus lados se coloca un resorte que comunica por medio de un cordón
elástico a un anillo colocado fuera y a un extremo de la mesa. Tírase de este
anillo y el resorte hace levantar un poco esta gran trampa para que la persona
que debe entrar en la mesa pueda cogerla y abrirla al momento. Hay todavía a
los dos extremos de esta trampa un pequeño cerrojo que el que entra cierra por
sí mismo a fin de que no se mueva la trampa por medio de algún movimiento
involuntario.
Mesa de puntas. Solo me falta hablar de la mesa de puntas la cual sirve para
poner en movimiento todas la piezas mecánicas tales como la casita holandesa,
el autómata que contesta a las preguntas, el molino que da vueltas, y otras
muchas que tienen el mismo principio de movimiento, es decir cuyo
mecanismo interior está puesto en acción por medio de resortes colocados en el
fondo de la pieza; o sea la parte que descansa sobre la mesa. Estos resortes
comunican con el mecanismo interior de las piezas por medio de cuerdas de
guitarra que hacen mover resortes de diferentes construcciones apropiados a los
movimientos que se les quiere dar.
Para que estos resortes funcionen y pongan en movimiento el mecanismo de
que acabo de hablar, es necesario que estén impulsados por puntas que los
prestidigitadores llaman impropiamente pédalos. Estos pédalos son dos
pedazos de hilo de hierro bastante fuerte de siete a ocho centímetros de largos
remachados por sus dos extremidades a dos placas de cobre en forma de un
cuadrado largo, de tres a cuatro centímetros, sobre quince a diez y seis
milímetros de dimensión.
Los hilos de hierro están remachados a poca distancia de los extremos de estas
placas.
Entre estos dos tallos hay otro más delgado y más largo que es móvil y que está
remachado por su extremidad debajo, a una tercera placa de la misma
dimensión que las otras, entre las cuales está colocada. Cerca de las dos
extremidades de esta tercera placa hay practicados dos agujeros por los cuales
pasan los dos hilos de alambre de los lados, de modo que esta placa del centro
puede correr a lo largo de ellos.
A la placa superior de este pédalo es decir, el que está destinado a estar arriba
después de colocado, hay practicado un agujero en el centro, para dejar pasar el
alambre móvil que es la punta que hace mover los resortes.
A los dos extremos de esta placa superior, se hacen dos agujeros para colocar
los tornillos con las cuales se ha de fijar a la mesa.
De un lado de la misma placa, se colocan por debajo y remachadas, dos
pequeñas hojas de latón entre las cuales se coloca una pequeña polea.
En fin, un pedazo bastante largo de resorte de reloj esta agujereado a sus dos
extremidades y por los dos agujeros pasa el alambre móvil; lo que obliga a este
resorte a estar doblado entre la placa superior y la del centro, y a estar en un
estado permanente de tensión. Este resorte, bien entendido, se coloca al lado
opuesto de la polea.
Si se ata un hilo al borde de la placa del centro, a la cual se le hace un agujero
con este objeto, y se hace pasar este hilo sobre la polea, si se tira de este hilo
verá levantarse la placa del centro juntamente con un hilo de hierro; si se suelta
el hilo, el resorte la hace bajar.
Si se quiere suprimir el resorte, sería necesario agujerear la placa de abajo para
hacer pasar el alambre móvil que se prolongaría, y al extremo del cual se fijaría
un pequeño disco de plomo, que por su peso haría naturalmente bajar la punta,
al soltar el hilo que la hace subir.
Colócase este aparato en la mesa, de modo que las puntas y los alambres
móviles del centro, correspondan exactamente con los resortes de las piezas
mecánicas que hacen funcionar.
Hay piezas que tienen uno, seis, dos resortes, otras tres o cuatro. Por ejemplo
en el autómata que contesta a las preguntas, se necesitan tres, uno que hace
bajar la cabeza para decir sí, un segundo que la hace volver para decir no, y un
tercero que la hace levantar la mano para tocar la campana.
Los hilos que sirven para hacer mover los resortes pueden ir a manos del
compadre por diferentes direcciones, ya pasando por debajo del teatro, donde
estar el compadre, ya por los bastidores o bien por el foro. No hablo aquí de las
mesas sencillas y sin tapete que no tienen más que las traviesas para ocultar el
mecanismo. Pero si la mesa es de armario o fuelle, como las que hemos
descrito, entonces el compadre está allí para mover los resortes.
En estas mesas no hay trampillas; no hay más que unos agujeros casi
imperceptibles por donde pasan las puntas. Hácense también algunas pequeñas
señales para guiarse al colocar la pieza mecánica.
No hablaré de las mesas cuyos pies están taladrados y por los cuales pasa un
alambre terminado por un círculo de cobre o latón, remachado a este alambre.
Esta rodela entra en el pie, para recibir la punta de un pédalo fijado sobre el
teatro. Al extremo superior del alambre hay atado un cordel que comunica con
uno de los pédalos del interior de la mesa y lo pone en movimiento cuando el
pédalo de debajo toca la rodela que está en el pie. No se gastan estas mesas,
que exigen dobles pédalos, y en la mesa un trabajo complicado que se puede
pasar sin él.
Para estas mesas de pédalos, recomendaré una particularidad de buen efecto.
Sobre un lado de la mesa, al borde, se coloca un pequeño cerrojo que
corresponde a uno de los pédalos por medio de un cordón.
Cuando se ha acabado el ejercicio de las piezas mecánicas, se dice: "Señores,
yo se que muchas personas piensan que hay comunicación entre el teatro y la
mesa, y voy a probarles que están en un error."
Colócanse los pies sobre los pies de la mesa; tírase del cerrojo y la pieza se
pone en movimiento. Estos espectadores os harán observar que los otros dos
pies de la mesa tocan al suelo. Entonces rogáis a una persona que os ayude a
llevar la mesa. La persona que se presenta la toma por un extremo y vos por el
otro donde están los cerrojos (por que se puede, si se quiere, poner varios); os
aproximáis a los espectadores, y hacéis mover la pieza tirando de un cerrojillo.
Si es el autómata, le hacéis saludar: si hay dos cerrojos le hacéis tocar sobre la
campana cambiando.
La pieza que conviene más en esta circunstancia es el molino que da vueltas a
la voz del público.
Llevándole con la mesa sobre la cual está colocado, invitáis a los espectadores
que le manden a dar vueltas o pararse o dar vueltas continuamente.
Ver el movimiento de esta máquina que parece del todo aislada y que obedece
al mandato es cosa verdaderamente sorprendente para las personas que no
conocen los medios puestos en uso en la magia blanca.
Como teniendo la mesa los dedos están naturalmente debajo es imposible
puedan ver el menor movimiento.
Será muy bueno atar un pequeño anillo al hilo que pasa por la polea y que se
tendría bastante corto, es decir casi tan largo como el pédalo; por este anillo se
haría pasar el hilo que va a parar a manos del compadre para hacer mover las
piezas. Este hilo sería doble, y cuando llegase el momento de quitar la mesa el
compadre tiraría de uno de sus extremos y lo recogería todo hacia él.
He aquí, según creo, todas las mesas que se usan en la magia blanca en el
teatro; hablaremos de su empleo a medida que las necesitaremos.
Un carpintero un poco hábil podrá construirlas todas con las pocas
explicaciones que he dado. Al buen entendedor con media palabra basta. He
encontrado algunos que era suficiente decirles el empleo que se quería hacer y
muchos os satisfacen más allá de vuestros deseos. Sin embargo, yo aconsejaré
siempre el llegarse directamente a los obreros aquellos cuya construcción de
estos objetos es una especialidad.
Estas mesas y los compadres son en el teatro el principio fundamental de lo
maravilloso. Pero es necesario saber escoger el compadre. Debe ser inteligente,
tener buen pie, buen ojo y el oído fino. Debe ser hombre de recursos y tener
siempre bastante serenidad para reparar, tanto como le sea posible, las faltas
que pueda hacer el prestidigitador en el ejercicio de sus juegos.
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J.N. Ponsin
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SECCIÓN II.
Preparación de las botellas en las cuales se
hacen aparecer pájaros, conejos u otros
objetos, como pañuelos , relojes, etc.
Como nos veremos obligados en muchos juegos a hacer uso de estas botellas,
voy a explicar la preparación una vez por todas. Con un instrumento de hierro,
tal como un perno, se dará en la parte más profunda de debajo de la botella un
golpe seco y se romperá perfectamente; pero será preciso romper poco a poco,
con el mismo hierro, los ángulos ocasionados al cristal por la fractura. En
seguida, por esta abertura, se hace pasar una rodela de hojalata que se colocará
sobre toda la circunferencia interior de la botella a doce o quince centímetros
de la extremidad de él cuello. Viértase sobre esta rodela resina caliente, en la
cual se habrá mezclado humo de imprenta. Esta materia fija la rodela y tapa los
pequeñas vacíos que pueden haber alrededor y por los cuales caería el vino que
debe ponerse en esta parte de la botella. Viértese también esta resina caliente
en diferentes parles de la misma, que se vuelve en todos sentidos, para que
haya en todas las paredes interiores, a fin de quitarle la trasparencia, y darle la
apariencia de una botella llena de vino y de impedir que se vean los objetos que
hay dentro.
Si la resina no se extiende bien, será necesario hacerla más líquida calentando
la botella un poco.
Para sostener los objetos que el compadre mete en esta botella, es necesario
preparar un fondo un poco cónico, de cartón untado con un betún hecho con
pez negra y resina; y al momento que se colocan los objetos, se calienta
rápidamente este fondo, se aplica en seguida y reemplaza al verdadero que $e
ha quitado de la botella. Este betún se funde a un calor muy lento, y se enfría y
pega al momento.
He aquí otra disposición de botella para un juego muy bonito de que trataré
bien pronto.
Cuando la botella está rota por el fondo y cubierta interiormente de resina para
hacerla opaca, se colocará dentro un tubo en forma de embudo, cuya parte
ancha venga a formar el fondo que falta y el otro extremo suba hasta el cuello
de la botella a cinco o seis milímetros de su embocadura.
En el espacio que queda al lado de esta especie de embudo, se introducirá un
receptáculo capaz de contener un gran vaso de vino. El tubo de este receptáculo
subirá al nivel del otro, en el cuello de la botella.
Hay muchos medios de arreglar y fijar estos dos cuerpos; pero pertenece a la
habilidad y gusto del constructor decidir el más cómodo.
Será necesario pintar de negro la parte ancha del embudo que forma el fondo
de la botella.
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SECCIÓN III
El plato roto y compuesto de un pistoletazo.
Este juego produce mucho efecto en el teatro. Puede hacerse antes de ejecutar
el del reloj mecánico (véase Capítulo II, Sección XVIII). Se piden
primeramente los relojes como para hacer este juego en seguida; pero en lugar
de un sombrero para recibirlos como se recomienda en la explicación del juego,
se tomará un plato. En este caso se tendrá el reloj mecanizado debajo del plato
que se presenta, y cuando se tendrán ya muchos, bajo pretexto de arreglarlos
ser fácil de mezclar con ellos el que se tiene escondido.
Habiendo completado el número de relojes que se necesitan, se dejan sobre la
mesa, y fingiendo un descuido, se deja caer el plato que debe romperse en
muchos pedazos. Se muestra un momento desconcertado, pero se consuela
diciendo que por fortuna, de todos estos pedazos no hay ni uno solo roto. Sin
embargo, se reprocha su aturdimiento, y se dice: "Este plato formaba parte de
una docena que recibí del Japón, y tendría un gran disgusto si no pudiese
restablecerlo, tan perfectamente como puedo componer un reloj roto, como voy
a hacerlo al momento con esta pequeña desgracia, que voy a reparar para daros
una prueba de mi talento como restaurador de vajilla rota. Es una experiencia
que no hubiese pensado haceros sin este accidente." Recógense los pedazos, se
colocan en una especie de pistola llamada trombón, cuya embocadura es
extremadamente ancha. Disparárase sobre un cuadro negro colocado a la
extremidad de un pequeño pedestal y el plato aparece al momento restablecido
sobre el cuadro, excepto un pedazo que falta. Se le busca y se encuentra Se
mete en el trombón, se dispara segunda vez: este pedazo y a unirse al plato, el
cual aparece entonces entero.
Explicación. La carga del trombón se mete en un tubo situado en este
instrumento, y cuando sale el tiro, no puede distinguirse de donde sale, y se
cree naturalmente que proviene del centro del arma.
Sobre el cuadro negro se coloca de antemano un plato igual al que se rompe;
pero se le aplica un trozo de tela negro el cual hace parecer que le falta un
pedazo. Este plato así preparado, esta oculto por una tela igual al fondo del
cuadro, y está dispuesta de modo, que por medio de un hilo que tira el
compadre se corre rápidamente detrás del cuadro en el momento de la
explosión. El plato aparece al momento pero con un pedazo roto. Muéstrase
algo disgustado de no haber recogido todos los pedazos; se busca y se
encuentra el que faltaba, se mete en el trombón; se dispara, y aparece al
momento el pedazo que fallaba Esta pieza se quita vivamente como la primera
por un segundo hilo.
Habiendo terminado este juego, se hace el del reloj.
NOTA. Por el medio que acabo de explicar, es por el cual una o muchas cartas,
metidas en una pistola, parecen salir del arma en el momento de la explosión,
para hallarse aplicadas totalmente en un cuadro. Lo mismo puede hacerse con
relojes y otros objetos.
Se ve que este medio puede dar al prestidigitador inteligente la facultad de
variar el juego.
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SECCIÓN IV
La botella que da todos los licores pedidos.
Este aparato no es más que aparente, es una forma de botella de madera
torneada muy delgada que se pinta de negro. Encierra una cierta cantidad de
receptáculos cuyos tubos muy delgados vienen todos a parar a poca distancia
de la abertura del cuello.
Estos receptáculos contienen cada uno un licor conocido.
A la superficie exterior de esta falsa botella, hay pequeñas botones que
comunican con los receptáculos. Si se aprieta uno de estos botones con el dedo,
se abre el conducto por medio de un resorte que comunica con el receptáculo,
que entonces hace en el interior el efecto de una llave de flauta o de clarinete.
Estando levantada esta llave el licor contenido en el receptáculo se derrama por
el pequeño tubo.
El mecanismo de esta botella se saca como la máquina de un reloj se quita de
su caja; operación que es necesario hacer para llenar los receptáculos.
Es preciso un poco de estudio para acostumbrarse a hallar enseguida el botón
que debe apretarse para dar el licor que se pide.
Estas botellas cuyo trabajo es complicado, se hallan en el punto que ya he
indicado.
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SECCIÓN V
Hacer pasar un anillo, dentro de una nuez
metida en un guante, cuyo guante se halla
dentro de un huevo, el huevo en un limón y
el limón en una naranja.
Efecto. Pídese un anillo y un guante que se colocan en una cajita. Se da a
reconocer una naranja, un limón, un huevo, y una nuez. El guante y la sortija
salen invisiblemente de a caja. El limón, el huevo y la nuez, que se han
colocado sobre la mesa cubiertos con una copa desaparecen y el todo se
encuentra en la naranja que se había conservado en la mano.
Explicación. La caja en la cual se ha metido el guante y el anillo, se coloca
sobre la trampilla y cubre con una copa. El compadre que está en la mesa, la
toma, quita el anillo y el guante y la vuelve a dejar donde estaba. Mete
rápidamente el anillo en una nuez que tiene preparada, introduce esta nuez en
uno de los dedos del guante, y este guante en un huevo, que hay ya introducido
dentro de un limón y una naranja como voy a explicarlo al momento.
Para dar tiempo al compadre de hacer esta operación, se hace reconocer una
naranja. un limón, un huevo y una nuez. Hecho este reconocimiento, se
aproxima a la mesa, descubre la cajita, que creen que contiene el guante y
sortija, sepárese y en su lugar se coloca el limón, el huevo y la nuez;
guardándose la naranja.
Metiendo estos tres objetos sobre la trampilla es cuando el compadre os cambia
la naranja que tenéis con otra preparada que encierra los objetos que acabo de
citar.
Al momento de hacer el cambio, el compadre abre la trampilla, y hace caer el
limón, el huevo y la nuez . Entonces se toma la caja diciendo que se va a hacer
un bonito juego con la sortija y el guante que hay allí; se abre y se finge estar
sorprendido de no hallar nada. Se descubre la copa que está sobre la trapa y se
admira todavía más de no ver nada sobre la mesa. Búscanse estos objetos y se
dice: "Veamos si algún cofrade me ha jugado la partida de hacerlos pasar a esta
naranja."
Se corta, y se enseña el limón el cual se saca de la naranja; se corta este limón y
se descubre el huevo; se rompe y se saca el guante; en fin, se saca la nuez del
guante, se parte y se encuentra el anillo que se hace reconocer por la persona
que lo ha prestado.
Preparativos que se tienen que hacer antes de la ejecución del juego. Dispónese
de antemano las cosas de este modo.
Tómase una naranja. se corta próximamente una quinta parte y por la abertura
se retire toda la carne sirviéndose para esto de una cuchara pequeña; vacíase un
limón que se mete en la naranja. En este limón, se introduce un huevo pequeño,
lleno, para que no se rompa, pero que se vacía después. El compadre tiene esta
naranja así preparada. Cogiendo la caja que contiene el guante y la sortija, mete
esta última en una nuez vacía y junta las dos cáscaras por medio de cera de que
se han impregnado los bordes. Encierra esta nuez, así ajustada en uno de los
dedos del guante, y el guante con la nuez en el huevo. Debe tenerse cuidado,
cuando se hace el cambio de presentar esta naranja de modo que la abertura se
halle en el hueco de la mano del prestidigitador, a fin de que no se aperciba esta
abertura y la naranja parezca intacta.
Será necesario escoger naranjas muy maduras, y sobre todo muy parecidas,
para que la que está preparada, la tomen sin ninguna duda por la que se ha
hecho reconocer. En cuanto al limón, el huevo y la nuez, no es de rigor.
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J.N. Ponsin
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SECCIÓN VI
La carta impresa en un pañuelo de un
pistoletazo.
Pídese Un pañuelo que se coloca sobre la mesa. Se invita a una persona a
tomar una carta de la baraja, rómpese, esta carta, se mete en una pistola, se
arroja el pañuelo al aire, o se hace echar. Dispárase sobre él la pistola, y la carta
que se había metido dentro se halla impresa en el pañuelo.
Sobre un pedazo de boj o peral se hacen grabar en relieve los puntos de una
carta de una baraja francesa. Frótanse los puntos de este patrón con bermellón
en polvo, si la carta es roja; si es negra, en lugar de bermellón, se tomará humo
de imprenta.
Algunos prestidigitadores pintan estos puntos con los mismos colores desleídos
en agua; pero es necesario usar mucha celeridad en la ejecución del juego a
causa del poco tiempo que estos colores están húmedos. Lo más seguro sería
poner el color al aceite sobre estos puntos; los pañuelos no se estropearían. Las
personas a las cuales perteneciesen tendrían que trabajar un poco más en el
enjabonaje.
Este molde así preparado, se coloca detrás de algunos objetos sobre la mesa. Al
ir a colocar sobre esta mesa el pañuelo que os acaban de prestar lo apoyáis sin
afectación sobre el molde. Recójese después de haber cargado la pistola, lo
echáis en el aire y disparáis. Recogéis el pañuelo y lo desdobláis para hacer ver
la carta, haciendo notar que es la misma que han tomado.
Es inútil decir que la carta que se ha hecho tomar es una carta forzada.
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SECCIÓN VII
Las peceras o aparición repentina de varias
peceras llenas de agua y peces.
Se convendrá que hacer alguna cosa de nada es el non plus ultra del poder. Sin
embargo les es muy fácil a los prestidigitadores, que hacen más todavía, pues
que cuando ellos quieren reducen las cosas a nada. Vos lector que estáis ya
iniciado en la ciencia de los mágicos, vais sin dada a decirnos que todos
nuestros milagros no son más que imposturas y decepciones. Escuchad que os
diga dos palabras al oído: entre nosotros convengo; pero ¡callad! no vayáis a
desacreditarnos; dejadnos gozar de la credulidad de las gentes que tienen f‚ en
nosotros. Si se divulgasen nuestros medios, adiós nuestra consideración, y el
molino ya no daría más vueltas.
Pero hablando bien, solo engañamos a medias; por que vos sabéis que en las
imaginaciones humanas las apariencias quiméricas equivalen a la realidad. Que
hagamos ver, por su escamoteo que os fascina, que cambiamos una cebolla en
tórtola o un pepino en conejo, es lo mismo en la imaginación de muchos, que si
la metamorfosis fuese con conciencia operada por la madrina de la Cenicienta.
Voy a confiaros este famoso juego de las peceras con peces, juego, que durante
más de dos años alarmó a todo París; juego que se veía todos los días con
admiración sin comprender nada, juego en fin, más maravilloso que la pesca
milagrosa, en la que.... ¡Ah! ustedes creen que yo me burlo! Veamos, escuchen
y juzguen.
En la pesca milagrosa, los pescadores arrojaban sus redes al mar, donde sin
duda había peces; nosotros mágicos prestidigitadores, no arrojamos más que un
mantón sobre el suelo o sobre un velador, y este mantón se le enseña de
antemano por el derecho y el revés. No se ve nada absolutamente. Los
pescadores no sacan más que peces en sus redes; nosotros debajo del mantón,
sacamos peces, agua y peceras. Podríamos sacar un lago entero, si no
temiésemos las incomodidades de una inundación, y los pescadores se hallarían
muy turbados si les fuese preciso sacar con sus redes el más pequeño brazo de
mar.
Los pescadores arrojan varias veces sus redes y a veces sin éxito. Nosotros
podemos arrojar nuestro mantón muchas veces en tierra, y sacar cada vez
peces, agua y peceras.
Pero dejemos a un lado las bromas y hablemos con seriedad.
Lector, vais a ver por que medios tan sencillos se ha maravillado tanta gente y
por tanto tiempo; epidemia que no ha pasado todavía.
Hay dos modos de presentar este juego, el de hacer aparecer las peceras sobre
el piso, sea sobre el suelo del departamento, sea sobre una especie de estrado
que se levanta algunas veces en el teatro en ciertas circunstancias o hacer;
aparecer estas peceras sobre un velador, segunda manera.
Hay para cada uno de estos medios que tomar algunas disposiciones que les
son particulares.
El primer método puede ser que produzca más efecto; era el que había
adoptado Mr. Phillippe; pero es más penoso que el segundo y necesita un traje
particular. Hay para esto que adoptar el de Mago, que yo encuentro ridículo,
porque el prestidigitador que toma el título de físico debe tener al menos un
porte decente para no caer en la inconsecuencia. Sobre este último traje (traje
negro) se puede hacer el juego según el segundo método. Este tiene todavía una
ventaja sobre el otro, es que no se está obligado a tomar la desagradable actitud
de encogerse.
Para el primer método de hacer el juego se tienen una especie de bolsas como
las que gastan los jugadores de cubiletes al aire libre: supóngase un pedazo de
tela cortado en triángulo equilateral, que se le pone un cordón a cada uno de los
ángulos, y un corchete al otro; que se coloca también, en el centro del
triángulo, la especie de anillo que recibe el corchete, y que doblando el ángulo
donde está el mismo, se le engancha a este anillo, se tendrá poco más o menos
hecha la bolsa; solamente dos pequeñas piezas que los sastres llaman sisas, hay
cosidas a las dos extremidades del pliegue a fin de formar una bolsa para
colocar la pecera.
En cuanto a las peceras, he aquí un gran secreto o el enigma que nadie adivina.
Habiendo llenado la pecera de agua y peces, se aplica encima un pedazo de
vejiga que se habrá metido en el agua para hacerla bien blanda; con hilo fuerte
o bramante muy delgado, se atará fuertemente la vejiga sobre el borde de la
pecera. La humedad que recibirá el hilo bramante aumentará más su tirantez.
Dense vueltas a las peceras en todos sentidos y no caerá nada; pero pellizcando
el borde al coger el chal que se coloca encima, se quita con facilidad la vejiga.
He aquí todo el misterio.
Si se quieren sacar tres peceras se necesitan tres bolsas: se atan todas a la
cintura con sus cordones como se hace con los delantales. El del centro debe
tocar el centro de los dos muslos por detrás, los otros los tocan los muslos hacia
la parte exterior, y en cada uno se coloca de lado una pecera. Puede verse por
esto que es necesario el traje de mago. Una levita ancha sería bastante, pero
este traje no es de bastante conveniencia.
Estas peceras colocadas así, no incomodan los movimientos como pudiera
creerse. Se levantan las piernas con vivacidad, se doblan dando golpes con la
mano encima; en fin se extiende el mantón para enseñar que no hay nada en él,
se esparce sobre las rodillas bajándose, retírase el corchete y la pecera viene a
colocarse naturalmente. Se coge pellizcando el borde, para quitar la vejiga con
el mantón y la pecera aparece a la vista de los espectadores con sus peces
nadando en el agua.
Hácese otro tanto con las otras peceras, cuando se tienen que presentar varias,
pero es necesario cambiar el mantón cada vez. (Sin embargo hay
prestidigitadores que tienen la ligereza de formar una pelota de la vejiga que
cubre la pecera. Deshácense de ella al momento, sea metiéndola en un bolsillo,
sea arrojándola debajo de la mesa o al pie del velador, si se gusta, pero de
modo a no ser apercibidos. Este procedimiento vale más, porque en este caso,
no hay necesidad más que de un mantón para varias peceras.
En el otro método, se puede hacer con un traje ordinario. En lugar de bolsas
como hemos explicado, guarnécese el cuerpo con un cinturón de cuero, al cual
se le ponen detrás dos corchetes destinados a contener dos bolsillos en forma
de cartuchera, en las cuales se meterán las peceras. En este caso se sale del
teatro por el foro. Pero si se estuviese obligado por un obstáculo cualquiera a
salir por los bastidores, será necesario ir lentamente de lado, manifestando
hallarse ocupado con alguna cosa, como preparar o ajustar de cierto modo el
mantón que vais a gastar, y después para hacer creer que vais de frente al
público, como una prueba de respeto. El prestidigitador estaría dispensado de
tomar estas precauciones, si tuviese la dicha de ser jorobado porque colocaría
debajo de este adorno las peceras; pero no le es dado a todo el mundo gozar de
esta ventaja, que sería a menudo muy útil en la magia blanca.
Así que se ha llegado cerca de la mesa, extiéndese el mantón, bajo pretexto de
hacer ver que no hay ninguna preparación, pero en el hecho para ocultar el
brazo que va a buscar por detrás una pecera, que se coloca sobre el velador,
cubierta con el mantón, y que se descubre al momento quitándole la vejiga.
He visto hacer así este juego a un prestidigitador muy afamado y los
espectadores estaban muy lejos de sospechar que había un vivero sobre los
lomos.
En este método, no se pueden presentar más que dos peceras; pero aun cuando
solo hubiese una el juego estaría completo.
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SECCIÓN VIII
Otra manera de hacer el juego de las
peceras.
El inmenso éxito del juego de las peceras, tal como lo hacía Mr. Phillippe,
llamó la atención de todos los prestidigitadores y cada uno trató de imitarle;
pero no hallando el buen medio, imaginaron uno que, a los ojos de los
conocedores, no es más que una grosera parodia del juego. Consiste en colocar
sobre la mesa un enorme vaso, lleno aparentemente de tinta, porque es todo
negro. Para probar que es efectivamente tinta lo que contiene, introdúcese en el
vaso, una gran cuchara como si se tomase el liquido. A la verdad, el físico
retira la cuchara llena de tinta y la enseña a los espectadores . En seguida cubre
el vaso con un pañuelo grande, y al quitarlo, se ve el vaso lleno de agua en la
cual nadan varios peces de diferentes colores.
Lo que hace este juego soportable, es el contraste del feo vaso negro con este
último que presenta a la vista un objeto agradable; pero en el fondo la
invención de este juego es mezquina; al menos así lo creo yo.
Explicación. El vaso, tal como aparece en último lugar, está rodeado de
antemano de una gasa negra un poco espesa cubriéndole enteramente y
haciéndole parecer de un líquido negro. Al borde superior de este oscuro
adorno, se colocan dos corchetes pequeños que se cogen al pañuelo con que se
cubre el vaso y cuando se quita el pañuelo, se quita juntamente con él la gasa.
En cuanto a la tinta que se enseña a la concurrencia, he aquí lo que es: el
mango de la cuchara está hueco y lleno de tinta. Este mango está agujereado a
su extremidad y al punto donde se adhiere a la cuchara. Cuando está lleno, se
tapa la abertura del estrenuo con una bolita del cera. Fingiendo meterla en el
vaso para tomar tinta, se quita la bolita y la tinta pasa a la cuchara, porque este
mango hace el mismo oficio que una pequeña bomba de vino.
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SECCIÓN IX
Transformación y transposición mágica de
varios objetos.
Como ya creo haberlo dicho, es bueno hacer de cuando en cuando en el
transcurso de una función algunos juegos chistosos del género del que sigue
para divertir a la reunión.
Pídese un reloj, una sortija, y un pañuelo. Métese el todo en una copa.
Pregúntase si el reloj va; la persona interpelada contesta afirmativamente.
Anúnciase que está parado y como para convencer a las personas presentes se
descubre la copa, y se saca un enorme reloj de hojalata que se entrega a la
persona que ha prestado el suyo; se da un trapo de cocina a la persona que ha
dejado el pañuelo y se entrega un saco de poner pan a la señora que ha prestado
la escarcela.
Hácese entonces un juego de cartas, como si las cosas debiesen de quedar así
para las personas que han prestado los objetos. Pero, después se les pregunta si
están contentos del cambio. Está claro que contestan que no. Se vuelven a
tomar los objetos que se les habían entregado, y se colocan en una caja que se
deja sobre la mesa.
Se va buscar una botella y dos panes que se colocan también sobre la mesa.
Pídese designar uno de estos panes: córtase el que no han elegido para hacer
ver que no hay ninguna preparación. Llénase un vaso de vino para probar que
la botella está llena. En seguida, tómase la varita mágica, dase un golpecito
sobre la caja que contiene el reloj y trapo de cocina, al mismo tiempo sobre el
pan y la botella. Abrese la caja y no hay nada. Córtase el pan que queda y se
saca el pañuelo. Rómpese la botella y sale el reloj y la escarcela.
Va a creerse que los prestidigitadores de hoy día son lo que eran los
encantadores de antaño; que después de las transformaciones que se acaban de
leer podría creerse con fundamento que las visiones del caballero Don Quijote
no eran tan quiméricas como se creía generalmente; que si se puede cambiar un
bonito reloj de oro por una fea caja de hojalata, un magnífico pañuelo de batista
por un trapo de cocina y una elegante escarcela por un saco de poner pan,
también se ha podido cambiar a los ojos del caballero de la Triste figura, un
molino en gigante, una manada de carneros en ejército Sarraceno y una bacía
en casco.
Lo que debe creerse de todo esto es que los encantadores de aquellos tiempos
eran tan brujos como los de ahora; podrá juzgarse de la extensión de su
omnipotencia, si se toma el trabajo de leer la explicación siguiente, en la cual
voy a descubrir el secreto que estos últimos emplean para operar las
metamorfosis de que se trata en este momento.
Es necesario, para este juego, una gran copa exactamente igual a la pequeña
cuya descripción se halla en la sección X del segundo capítulo. Hácense copas
de estas de diferentes tamaños; son de un uso frecuente en la magia blanca; los
prestidigitadores las llaman cajas de robo, porque, se llevan con la cubierta, el
compartimiento y lo que contiene.
Se conoce la botella preparada y la caja de doble cajón; ya no me falta pues
más que explicar la preparación del pan en el cual se encuentra el pañuelo. Esta
preparación sirve en muchos juegos.
Tómese un pan blanco, largo, de una libra. Se le hace debajo, cortando la
corteza una especie de trapa que se separa del todo. Escójese para hacer esta
abertura, las arrugas que se encuentran ordinariamente en el pan.
Hecha esta abertura, se quita de la miga la cantidad necesaria para poder
colocar lo que se quiere y se cierra esta especie de trapa. He aquí el pan
preparado.
Antes de hacer el juego, métese en el fondo de la copa el reloj de hojalata, el
trapo de cocina y el saco. Habiendo pedido el reloj, escarcela y pañuelo, se
meten en el mismo vaso, es decir en el compartimiento de arriba; cúbrese,
apretando un poco para coger el compartimiento que se debe quitar.
Para tener ocasión de descubrir la copa, es por lo que se pregunta si el reloj
anda. Como, al descubrir la copa, se van con ella los objetos que se prestaron,
se entregan en su lugar los que estaban en el fondo de la copa, y se mete este
vaso y cubierta dentro.
Se vuelve y se hace un juego que no tiene conexión con el de que nos
ocupamos, para dar tiempo al compadre de tomar los objetos que hay en la
copa, o sean el reloj, escarcela y pañuelo. Mete este último ea el pan al cual se
coloca la corteza quitada; después mete el reloj y el saco en la botella, que
cubre por debajo, como se ha explicado ya en otra parte, y coloca esta botella,
el pan preparado y un otro pan sobre una mesa oculta, colocada a un lado del
teatro. El prestidigitador después de haber preguntado si están satisfechos del
cambio, y haber recibido una contestación negativa, vuelve a tomar estos
objetos y los coloca en la caja de doble cajón. Va a buscar en seguida la botella
y los panes y los coloca sobre la mesa. Ruega que designen uno. Si indican el
que esta preparado, se toma puesto que es el pan con el cual se debe hacer el
juego, y que el espectador lo ha escogido con esta intención. Córtase el otro
diciendo: Se tenía libertad para pedir este, lo mismo hubiese sido. Si se designa
el pan no preparado, se da a entender que esta primera elección no está hecha
más que para probar que los panes están perfectamente intactos, y se corta.
Entonces se toma la varita mágica, se tocan el pan, la botella y la caja, diciendo
que se van a hacer desaparecer los objetos que están en la caja para hacerlos
hallar en su primitiva forma. Abrese la caja y ya no hay nada. Córtase el pan y
se saca el pañuelo. En fin rómpase la botella y se ve salir el reloj y escarcela.
NOTA. Si la mesa en que se trabaja está dispuesta como la que he mencionado
en la descripción de las mesas, aquella debajo de la cual el compadre puede
venir a colocarse saliendo del fondo del teatro sin ser visto, se podría, en este
caso, no servirse de la caja de doble cajón. Colocaríase el reloj, trapo, etc.,
sobre una trampilla de la mesa y se cubrirían con la campana destinada a este
uso; el compadre vendría a ampararse de ellos tan luego como se hubiesen
colocado sobre la trampilla y cubierto. Este modo de hacer desaparecer los
objetos sería, según creo, todavía más sorprendente.
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SECCIÓN X
Otra manera de hacer el juego anterior.
Puede darse otra forma al juego que acabo de explicar. Se colocarán en el
fondo de la copa tres legumbres diferentes, por ejemplo: una zanahoria, una
cebolla y una patata; encima de estas legumbres se colocaran flores.
En lugar de objetos diversos, se pedirán tres relojes, que se colocarán en el
compartimiento de arriba.
Para tener ocasión de abrir la copa y de sacar el compartimiento con lo que
contiene, es necesario como en el juego anterior, preguntar a la última persona
que ha prestado su reloj si anda. Dirá que si, y vos expondréis una duda. Para
decidir esta discusión, quítase la cubierta, se acerca a una señorita y se le ruega
que juzgue por si misma de la contienda. La señora no ve más que flores, que
el físico distribuye a la reunión; enseguida se adelanta a las personas que han
prestado los relojes: da a la una la zanahoria y a las otras dos la cebolla y
patata, preguntándoles si reconocen sus relojes, y les deja estas raíces en sus
manos. Se lleva esta copa dentro y vuelve con otra gran copa que deja sobre la
mesa. Toma enseguida dos grandes cubiletes, que coloca también sobre la
mesa. Toma la copa, la descubre y la hace ver toda llena de mijo y la vuelve a
cerrar.
Vuélvense a tomar las tres raíces a las personas que las tienen, mete estas raíces
en la caja de doble cajón, diciendo que van bien pronto a salir para tomar su
forma primitiva.
Pregunta debajo de cuál de los dos cubiletes quieren que pase el mijo que está
en la copa. Levanta el cubilete indicado y se ve el mijo; descubre la copa, y el
mijo no esta allí; es reemplazado por una tórtola, portadora de los tres relojes,
que se encuentran con ella en la copa. Abrese la caja de doble cajón, para
enseñar que las legumbres no están ya allí.
Adoptando este método, se está dispensando de preparar una botella y un pan y
el juego no es por esto menos agradable; además tiene la ventaja de poderse
hacer sin ayuda de compadre.
En cuanto a la copa donde se mete la tórtola y los relojes puede ser como la que
se colocan las flores y legumbres; como las cajas del azúcar y el café, o como
la copa de las cajas. Todas estas cajas son de doble fondo; lo mismo puede
hacerse uso de la una como de la otra, siempre que sean bastante grandes para
contener libremente los objetos que tengan que meterse.
Para los grandes cubiletes debajo de los cuales se hace aparecer el mijo,
téngase presente que es por medio de una rodela colocada dentro como se
mantiene el mijo. Como se da a escoger el cubilete es necesario que estén los
dos preparados. Ya he dicho que se hace caer el mijo al colocar el cubilete
sobre la mesa; pero es necesario hacer este movimiento sin afectación. Como el
mijo la cubre no se ve la rodela.
Compréndese bien que el prestidigitador, habiendo distribuido las flores y
legumbres, se lleva la copa y su cubierta para tomar los relojes que están en el
compartimiento que se queda adherido a la cubierta; mete rápidamente estos
relojes con una tórtola en el fondo de la copa que contiene el mijo en el
compartimiento de abajo; deja esta copa sobre la mesa, y va a buscar los dos
cubiletes preparados.
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SECCIÓN XI
El conejo mágico.
El físico prestidigitador toma un gran vaso de hojalata; lo llena de salvado
ante los espectadores; esparce un puñado de este salvado sobre la mesa,
anunciando que un convidado al cual ha invitado va a venir a recrearse con el
manjar que él prepara.
Saca entonces de una caja un conejo; lo pone a la mesa, o más bien sobre la
mesa invitándole a comer. El comensal no hace nada. El anfitrión incomodado
de esta negativa, se enfada; trabajo perdido: el convidado no abre la boca.
Podría creerse que es por modestia y circunspección por lo que no obedece el
buen animal, y que no se atreve a comer solo ante tan numerosa reunión.
porque no creo que se sea bastante injusto para suponer que es por capricho.
No, esta obstinación no es más que simulada: es un papel que desempeña y
tiene sus razones para ello, y si él se sale un momento de su carácter sumiso
veremos bien pronto por qué.
En fin, la irritación del señor llega al extremo de amenazar a la inocente
criatura de meterla en prisión, si no come lo que se le ofrece. Pero no hace
caso: siempre el mismo desdén.
El prestidigitador lo encierra en una copa durante tres segundos, después le
hace volver a salir esperando que ser más dócil. Esta larga cautividad no
produce su efecto. Llevado de su cólera, el mago cubre de nuevo su prisionero,
y un momento después, descubriéndole por segunda vez, no lo encuentra.
Busca por todas partes, mientras que el detenido, que ha roto su destierro, se
ríe, encogido en el vaso que está sobre la mesa. Se le encuentra en fin sin poder
comprender como está allí. Y lo que admira más, es que ya no hay salvado en
la copa. Sin embargo, podrá creerse que el altivo cuadrúpedo ha hecho de su
propia voluntad lo que ha rehusado hacer con una orden imperativa: quiero
decir comer el salvado.
Explicación. Se necesitan dos copas de una forma cilíndrica, bastante grandes
para contener un conejo.
Estas dos copas deben ser exactamente igual es en cuanto al exterior; una de las
dos es de compartimiento; es un doble fondo como de los que he hablado, y si
es precise citar un modelo, diré que ha de estar hecha poco más o menos como
la que se halla descrita en la sección X del capítulo segundo de la tercera parte.
La otra copa es sencilla, es decir sin compartimiento. No es necesario para
ambas más que una cubierta, que les es común.
Se procurarán dos conejos tan iguales como sea posible, porque cada uno de
ellos debe pasar por el otro.
Se mete uno de estos conejos en el fondo de la caja de compartimiento, y en el
otro compartimiento, salvado. Esta copa así preparada, está oculta en la mesa,
en compañía de un compadre. El prestidigitador da a reconocer la copa
sencilla. En seguida la llena de salvado ante los espectadores. Hecho esto,
anuncia: su convidado como se ha dicho, y haciendo esta advertencia, que
distrae la atención de las personas presentes, cambia la copa que tiene, con la
otra que le entrega el compadre. El mago coloca esta copa sobre la mesa y la
cubre. Téngase presente que los espectadores deben creer que es la misma que
acaban de reconocer y visto llenar de salvado.
El prestidigitador exhibe un conejo con el cual tiene la pequeña contienda de la
que hemos dado cuenta, y es la segunda vez, que se vuelve a cubrir después de
haber sido colocado sobre la trampilla, cuando el desdeñoso convidado
desaparece, merced al compadre que lo coge. Termínase el juego haciendo
notar la desaparición de debajo de la campana, el cambio de domicilio en la
copa que está sobre la mesa y la ausencia del salvado que estaba en la caja.
Este animal que desaparece de la mesa sin causa aparente, que se halla en una
copa que siempre está en evidencia y a la cual no se toca, es un hecho que
admira a todos aquellos que ignoran los recursos de la magia blanca. No se
habrá olvidado que el compartimiento de la copa se quita con la cubierta.
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SECCIÓN XII
Pájaro muerto y resucitado.
Los médicos no han podido jamás lograr el resucitar un muerto, y esto no me
admira del todo. Galvani ha creído, por un momento, haber hallado el secreto;
¡qué presunción! se ha equivocado, y esto debía suceder y los químicos con su
palingenesia, ¿qué resultado han obtenido? ¡pobres gentes!
Que sepan, en fin, que este poder no está reservado más que a nosotros los
prestidigitadores. ¡Hacer resucitar un muerto! pero esto es para nosotros un
juego de niños. Si nosotros no hacemos uso de nuestro saber, es por no
desobligar a los herederos de toda especie, que sin duda, no nos podrían ver, si
tuviéramos la imprudencia de hacerles esta mala partida.
No hemos visto hace algunos años, un prestidigitador alemán, llamado Hell,
que cortaba la cabeza a muchos individuos y que la colocaba sobre las espaldas
no dejando trazas de la operación, cosa que no hacía en otro tiempo el
bisabuelo de Fierabrás alabado tanto por el ilustre caballero de la Mancha?
Este juego de corta-cabezas era una bagatela para Mr. Hell; él no rehusaba
jamás procurar este placer a los aficionados, cuando se presentaba un día todos
los granaderos de muchos regimientos se hicieron decapitar para que les
pusiesen la cara a la espalda; porque cada soldado veía que en esta posición
habría más facilidad para hacerse la colilla.
En fin, para finalizar con Mr. Hell, diré que gracias a su arte en la degollación,
se ha hecho una celebridad en muchas ciudades del Norte, por un género de
industria que él ha creado. En estos países, cuando una mujer no está contenta
con su cara, busca una más linda; y le hace sus proposiciones. Pagada la
indemnización, se hace el cambio de cabeza por el ministerio de Mr. Hell,
llamado para terminar el negocio. Así pues, en todos aquellos contornos, no se
ven en las clases un poco acomodadas ni mujeres feas, ni viejas.
Lector, discípulo, yo debo iniciaros en nuestros misterios, pero tengo que daros
un aviso importante, y como el objeto vale la pena, voy a enunciároslo en estilo
poético: una vez nuestro adepto y poseedor de nuestro secreto, guardaos bien
de dejar tranquilas las tijeras de Atropos, y no penséis nunca arrebatar su presa
a la hija del Sueño y de la Noche. Siento no haberos podido decir esto en verso.
Para menos trabajo; haremos nuestra experiencia en menor escala: será una
muestra de resurrección, o si queréis mejor, una resurrección en miniatura.
Puedo aseguraros que ningún prestidigitador ha tratado de hacer este juego, o
de quererlo hacer como Decremps lo ha descrito en su Mágie blanche, y yo
creo que puedo, sin escrúpulos insertarlo en este capítulo, aunque este autor
haya hablado de él, porque su método no tiene nada que ver con el mío.
Encerrar un canario en dos medias cáscaras de huevo unidas por medio de una
faja de papel pegado alrededor, y, cuando sale de su prisión, ahogar este
canario para ponerlo muerto en manos de una señora, colocarlo debajo de un
vaso sobre la trampilla de la mesa, para que el compadre sustituya un canario
vivo, he aquí el juego de Decremps, y, tal como ha imaginado que se podía
hacer.
Pero estando así encerrado en el huevo, el pájaro no esperaría que estuviese
seco el papel para separar las dos cascaras forcejeando; sería pues preciso tener
el huevo una hora o dos entre las manos o ponerlo en prensa. Ciertamente, que
el pájaro tendría mucha paciencia, si estuviese en esta posición sin moverse, a
menos que no tomase el partido de esperar paseando.
¿Y cómo comprender que el compadre pueda, sin ser visto, tomar de debajo de
un vaso este canario muerto y poner en su lugar uno vivo, cuando este vaso
está colocado sobre la trampilla de una mesa que está a la vista de los
espectadores? Yo no veo la posibilidad, a menos que el vaso no sea de hojalata
y que se apaguen las luces por un momento, con permiso de la reunión. ¿Y
después por qué estrangular este animalito de lo cual no hay necesidad, y
cuando por otra parte, el pobre está inocente de ningún crimen que merezca la
estrangulación?
El juego tal como voy a explicarlo podrá ejecutarse lo mismo en el salón que
en el teatro porque se puede hacer sin compadre. Voy a empezar por dar la idea
de un aparato que en este juego, es el principal instrumento y al cual los
prestidigitadores han dado el nombre de tumba del pájaro.
Es una caja de hojalata o madera. Es necesario siempre preferir esta última
materia, cuando se puede dispensar el recurrir a la hojalata. La suponemos aquí
de madera. Esta caja es de la mayor sencillez y puede servir en muchos juegos.
Es larga y estrecha cerrada por todas sus caras. Solamente sobre uno de los
lados, en el centro, y a un tercio de su largo, hay practicada una abertura
cuadrada que recibe un cajón que entra totalmente en la caja, en la cual debe
correr libremente de un extremo al otro. Como esta caja podrá contener juntos
tres de estos cajones, se meterán dos, que deben ser iguales, sobre todo por
delante. He aquí todo el aparato arreglado.
Se comprende que si teniendo la caja, se inclina un poco, se presentará un
cajón a la abertura. Si se inclina al lado opuesto, se presentará a su vez el otro
cajón. Los espectadores tomándolo siempre por el mismo, no imaginan que
pueda haber dos.
Ordinariamente se adornan con molduras los alrededores de la entrada del
cajón, lo que hace aparecer este mayor de lo que es en realidad.
Para sacar estos cajones, se pondrán delante unos anillos llanos, o cintas, lo
cual será mejor todavía, porque tendrá menos salida. Ahora ocupémonos del
juego.
Efecto. Después de una experiencia mágica hecha con un pájaro, se aprovecha
esta ocasión para hacer este juego. Ruégese a una persona que tenga encerrado
en sus manos el pájaro que acaba de servir. Se pregunta a esta señora sobre
que‚ dedo de la mano quiere que venga a colocarse. Expuesto su deseo,
indicando el dedo y la mano, se le ruega suelte el pájaro, el cual cae en tierra
muerto. Entonces se le hacen algunos cargos a esta persona, diciéndole que ha
ahogado el pájaro por haberle apretado mucho. Téngase este animal muerto, se
mete en el pequeño cajón, que se dice ser su tumba, y el cual se entrega a la
misma persona. Con la varita mágica, se trazan en el aire, encima de la caja
sepulcral, algunos signos cabalísticos; en seguida la señora que tiene la tumba
abre el cajón y ve salir el pájaro vivo
Explicación. Cuando, con un pájaro, se hace un juego al que precede este, se
toma el pájaro como para meterlo en su jaula, pero se mete rápidamente en un
cajón de la tumba; ciérrese este cajón para que el otro que está vacío se
presente a la abertura de la caja. Se toma un canario muerto que se habrá
procurado y se tendrá a punto. Se vuelve como por reflexión, diciendo: "A
propósito: puesto que este pájaro acaba de darnos una muestra de su habilidad,
es preciso que os de una prueba de su inteligencia. Señorita, quiere Vd. tenerle
entre sus manos? ¿Sobre qué dedo de mi mano derecha o izquierda quiere Vd.
que venga a colocarse?.... Bueno, ahora suéltelo Vd. ¡Cómo! ¡está muerto!
Señora Vd. lo ha ahogado por apretarlo demasiado.... Vamos, no se
desconsuele Vd. voy a ensayar el hacer un milagro en favor vuestro. Meta Vd.
ese canario muerto en ese cajón." Aquí se toma la caja diciendo: "Voy a dejarla
sobre mi mesa.... Pero no, os la dejo, para que tengáis el placer de operar vos
misma la resurrección." Se hace encima de la caja, con la varita, la pantomima
de la cual he hablado; y se dice en seguida. "Acabo de invocar al ángel de la
vida; abra Vd. el cajón; ya ve Vd. que ha vuelto a su perfecta salud. Cuando
haya descansado un poco, nos dará sin duda noticias del otro mundo."
NOTA. Si se finge querer llevar la caja a la mesa, es para tener ocasión de
colocar a la abertura, haciendo correr los cajones, aquel en que está el canario
vivo.
Para hacer el cambio del pájaro vivo con el muerto, y colocarlo en el cajón de
la tumba, no es esto más que negocio de un instante. En el teatro es todavía
más fácil, porque se sirve de un compadre que el prestidigitador llama como
para darle la comisión de meter el pájaro en la jaula. Pero al momento lo llama
para volverle a pedir este pájaro con el cual quiere continuar divirtiendo a la
reunión. El compadre le entrega el canario muerto, y va en seguida a colocar el
vivo en uno de los cajones de la tumba, que se encuentra del todo preparada
cuando el prestidigitador va a buscarla.
Podrá creerse que la persona que tiene en sus manos el pájaro muerto, debe
apercibirse de ello; sin embargo no sucede así. ¿Es porque se piensa que es el
asombro de hallarse así encerrado o el temor el que tiene este pequeño animal
en un estado completo de inmovilidad? yo no lo se; pero nadie me ha hecho
nunca esta observación.
Puede que no se esté‚ plenamente satisfecho de este método de resucitar; pero
que se note bien que es una resurrección por procuración; esto agrada lo
mismo.
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J.N. Ponsin
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SECCIÓN XIII
El estuche del anillo encantado por el
poder mágico de un relojero mecánico. —
El pájaro que sale vivo de un huevo, en el
cual se creía hallar una sortija.
Se sabe que contra el orden natural de las cosas, el prestidigitador puede
enseñar el contenido mayor que el continente. Así, cuando yo anuncio un
pájaro saliendo de un huevo, se va a pensar sin duda que se trata, sino de un
avestruz por lo menos de una garza real o de una cigüeña. No, que se
desengañen; y para que no se compare mi juego al parto de los montes diré‚ al
momento que no se trata más que de un canario. Así se sabe ya a qué atenerse.
He recomendado hacer el último juego que acabo de describir inmediatamente
después de un otro en el cual se haya servido de un pájaro, porque esto ala al
precedente un aire de improvisación que no deja de realzarle mucho. Esto me
ha hecho pensar en describir el de que me voy a ocupar, que será muy
conveniente hacer en el objeto que nos proponemos.
Entre todas las piezas mecánicas hechas para el uso de la magia blanca, existe
una muy linda, que se llama guarda-joyas o estuche de sortijas. Su uso es el
hacer desaparecer un anillo que se mete dentro, y hacerle reaparecer lo cual lo
hace su mecanismo.
Hay de dos clases: los unos son de dos divisiones, teniendo un movimiento de
vaivén en su interior. Los otros son de cilindro, achatado sobre dos caras en el
centro de las cuales hay practicada una pequeña muesca para recibir una sortija.
Se mete una sortija en la hendidura de este estuche, se cierra, y la sortija ha
desaparecido cuando se abre. Se cierra de nuevo y al volver a abrir aparece la
sortija. He aquí su efecto.
Los guarda-joyas de cilindro se remontan con las puntas de los dedos. El
movimiento de los guarda-joyas de divisiones es permanente.
Estos últimos, cuyo mecanismo es extremadamente complicado, cuestan
bastante caras: sin embargo se podría apreciar su valor de 230 a 270 rs. Entro
en estos detalles porque se encuentran gentes que no tienen vergüenza para
pedir 1900 rs., y algunas veces 3800, lo que me ha sucedido a mi mismo.
En cuanto a los guarda-joyas de cilindro su precio está fijado de 68 a 76 rs.
La ventaja que ofrecen los primeras es que se puede poner un objeto en cada
compartimiento, tal como por ejemplo, una sortija en uno y una moneda de
veinte reales en el otro, lo que da el medio de hacer algunos lindos jueguecitos
que no se podrían hacer con los otros guarda-joyas.
Todavía otra ventaja de los estuches de compartimientos es que su movimiento
es muy suave; el que la cierra no oye nada; en lugar que los que son de
cilindro, el movimiento se hace sentir más o menos, lo que es de un mal efecto
siempre.
El uso de este pequeño aparato es muy limitado; sin embargo no he visto
todavía a los prestidigitadores sacar todo el partido que sería posible sacar de
él. Se contentan generalmente con pedir una sortija, hacer el cambio, hacer
colocar la sortija falsa en el estuche y fingir sacarla por debajo. Abrese el
estuche, no se ve nada, y se hace reconocer la sortija por la persona que la ha
prestado. Escamoteando esta sortija en la mano, se finge mandarla todavía al
guarda-joyas, se vuelve a tomar como la primera vez, y se devuelve a quien
pertenece, después de haber hecho volver a abrir el estuche y hecho ver que
está vacío.
Otros más atrevidos habiendo hecho meter la sortija falsa en el estuche, piden
una caja, introducen diestramente la verdadera sortija que tienen en la mano, y
hacen sostener esta caja por una persona. Mandan al anillo que está en el
escuche que pase a la caja. Abrese el estuche, no hay nada y el anillo se
encuentra donde se ha mandado que pase.
He bosquejado estos dos pequeños juegos en favor de los aficionados que
tengan este aparato y no sepan que partido sacar de él. Ahora voy a ocuparme
del juego con este estuche y el pájaro.
Se pide una sortija, se hace el cambio, y se da la sortija falsa a otra persona
diferente y distante de la que la ha prestado. En seguida y bajo pretexto de ir a
buscar el estuche se entrega la verdadera sortija al compadre y se vuelve a salir
con el guarda-joyas, que se confía a la persona que tiene la sortija falsa,
rogándole meter esta sortija en el estuche.
Durante esta última operación el compadre ata al cuello de un canario una
pequeña cinta a la cual ata el verdadero anillo. Introduce este canario así
decorado en un huevo vacío, abierto por un extremo, y mantiene el pájaro hasta
que el prestidigitador vaya a tomarlo de sus manos.
Tan pronto como se le ha entregado el guarda-joyas a la persona que ha metido
la falsa sortija, se dice: "Señores, sin tocar nada, pretendo escamotear el anillo
encerrado en el estuche que tiene la Señora, y hacer hallar esta sortija en un
fruto, una legumbre o cualquier otro objeto que va a encontrarse sobre mi
mano; voy a ver."
Se va a buscar el huevo que tiene el compadre, y se toma de modo que la
abertura se encuentre en el interior de la mano. Por este medio, se sostiene el
canario y no se deja ver más que la parte del huevo que está intacto. Vuélvese
diciendo: "Acabo de hallar un huevo: por mi fe, va servirnos en mi operación.
Voy a tocar este huevo con el extremo de mi varita y con el otro extremo tocaré
el estuche.... Ya veis que esto está muy pronto hecho.... Yo creo, señora, que
usted ya no tiene la sortija; abra Vd.... Ya no está. Rompamos el huevo y
veamos si esta aquí la sortija."
Rómpese el huevo por una punta, se ensancha la abertura con los dedos, y sale
el canario llevando la sortija al cuello; se desata, y se devuelve a la persona que
la ha prestado y reconoce ser la misma.
Entonces, con este canario, puede hacerse inmediatamente el juego del pájaro
resucitado.
Observación. Se puede muy bien hacer el juego que acabo de describir sin
servirse del estuche de la sortija: hay diez medios para suplirlo.
Se puede, después de haber hecho el cambio, poner el anillo falso en manos de
una persona, y llevar el verdadero al compadre que lo ata al cuello del canario
y lo introduce en el huevo como se ha dicho; en seguida, meter el falso anillo
en una de las cajas de escamotear las monedas, tal, por ejemplo, como la
descrita en la sección V del capítulo II de esta tercera parte.
Puede también romperse la falsa sortija, que se toma siempre por la verdadera,
y meterla una pistola, que se dispara al aire, como se hace a menudo en el
teatro. En fin, se hallará fácilmente el medio de pasarse sin el estuche. Si he
añadido a este juego el del guarda-joyas, es para dar una idea del uso que se
puede hacer de este pequeño aparato.
NOTA. El cambio de las sortijas se hace como el de la moneda de veinte reales
descrito en la sección V del capítulo II de esta tercera parte.
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SECCIÓN XIV
El suplicio de Tántalo.
Se pregunta a un muchacho que sube al teatro, si le gusta el vino de
Champagne: contesta que es su pasión. Se le sirve un vaso lleno. Quiere
beberlo, pero al acercarlo a la boca, el vaso se vacía: Admirase, se queja.
Mientras que se lamenta, el vaso vuelve a llenarse. Quiere volver a beber; el
vino desaparece todavía. Se incomoda, el vaso se llena otra vez. Ensaya de
nuevo a beber, la misma decepción. En fin, se ve obligado a renunciar.
Explicación. El vaso es de pie y agujereado a la parte baja del cáliz, casi
debajo del pie.
Se ata por arriba a la abertura uno de esos largos tubos flexibles y delgados,
que son de cautchouc, guarnecidos de un tejido de lana.
Sería más claro, si no temiese que se hallase su indicación algo indecente; y
tendrían razón, según creo si fuese a decir crudamente que de lo que yo quiero
hablar es absolutamente ese largo y frágil tubo que sirve para los cliso-bombas.
Convengo que esto tendría algo que arañar un poco la decencia. También me
guardaré bien de pronunciar y escribir esta palabra, dejando la cosa, con el más
profundo respeto, bien tranquila en la oficina del farmacéutico.
Más si se ha logrado comprender la nebulosa definición que acabo de dar, diré
que cuando uno de los extremos del tubo estará bien atado a la abertura, se
añadirá al otro extremo de este tubo flexible un tubo corto de madera, del cual
se introducirá la extremidad en el agujero hecho al vaso. He aquí toda la
máquina montada.
El hombre invitado a beber es un compadre, no porque no le guste el vino, pero
porque es la llave maestro del prestidigitador. Un momento antes de hacer el
juego se pone un poco de vino en la pera. Este vino unido al que se pone en el
vaso, da una cantidad más que suficiente para la ejecución del juego. Coloca
esta pera en uno de sus bolsillos y hace pasar el tubo por el chaleco. Debe tener
el vaso de modo a no dejar ver el extremo del tubo que está adherido.
Cuando se pone vino en el vaso el compadre tiene cuidado de apretar la pera
oculta, con el brazo o la mano.
Cuando finge querer beber, cesa de oprimirla y el vino por medio del largo
tubo se pasa a la pera y el vaso se vacía. Para volver a llenarlo la oprime de
nuevo y el vaso se y‚ llenarse. A cese este juego tantas veces como se juzga a
propósito. Terminase yéndose disgustado con el vaso vacío.
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SECCIÓN XXI
Juegos y medios diversos.
Voy a terminar este suplemento con la explicación de algunos medios y
procedimientos que pertenecen a la prestidigitación y los cuales he olvidado
insertar en la Hechicería explicada. Les doy cabida aquí, porque son muy poco
o nada conocidas y pueden ser agradables a los aficionados a la física
recreativa.
Primeramente hablaré de una caja muy sencilla y que se comprenderá a las
primeras palabras, pero no puede servir más que para los juegos de cartas.
Entre los instrumentos propios a la magia blanca, hay muchos que se llaman de
robo, porque sirven para quitar invisiblemente los objetos que se colocan
dentro; pero no lo quitan sino por medio de la cubierta que se lleva un doble
fondo que no se ve y en el cual se colocan los objetos que se quieren
escamotear.
Si es una carta lo que se quiere hacer desaparecer o quitar siempre es por medio
de un doble fondo o aparato de robo. Además todo esto esta ya explicado en la
Hechicería.
Nuestra caja no tiene ni doble pieza ni doble fondo. Si tiene que quitar una
carta, lo hace por sí misma sin otra ayuda. Ciertamente, he aquí un magnífico
elogio, que sin duda da ganas al lector de conocer más extensamente este
aparato. Voy a satisfacerle.
Es simplemente una especie de caja redonda, de un diámetro bastante grande
para poder contener una baraja. Es necesario que la baraja que se coloca en la
caja esté al nivel del borde de la misma.
Si no tiene nada de particular en la cubeta esta caja, tiene algo de inusitado en
la cubierta. Es una parte circular practicada en el centro del fondo de esta
cubierta que sobresale un poco, y cuyo diámetro que es arbitrario puede
valuarse en la mitad del de la caja. En cuanto a la elevación o grueso de esta
parte saliente debe ser un poco menos que el borde de la cubierta. En fin, para
el gobierno de los que quieran mandar hacer esta caja, es necesario y esto es de
rigor, que cuando haya una baraja dentro y se cierre la caja, la parte saliente de
dentro descanse sobre a citada baraja: esto lo resume todo. Se hará pintar de
negro todo el interior
El uso de esta caja es quitar la primera carta de una baraja. Pónese un poco de
cera en el centro del círculo de que acabamos de hablar; se cierra y al volverla
a abrir se ve la carta de encima pegada a la cubierta. Cuando se hace algún
juego con esta caja, basta al quitar la cubierta que roba la carta, dejarla sobre la
mesa. Yo me he servido muchas veces de esta caja, y nunca he visto que
sospechasen en la cubierta. Con experiencia y un poco de imaginación se verá
para cuantos juegos de cartas puede servir este objeto tan sencillo.
Hace poco tiempo que varias personas examinaban una pequeña colección que
tengo de estos juegos. Una señora, al ver esta caja me preguntó si era la que yo
gastaba para el tabaco. Le dije que no las llevaba tan grandes. ¿Pues para qué
sirve? — Para hacer juegos. —¡Hola! haced uno con ella. No tenía nada
preparado y estaba tan comprometido que no podía rehusar. Improvisé uno.
Yendo a buscar las cartas, tomé una que no era de la baraja sin saber lo que iba
a hacer. Era el caballo de copas, lo guardé en mi mano después de haber
colocado un poco de cera en el dorso. Llegado que hube a mi mesa, lo dejé
debajo de ella, sin que me viesen. Busqué rápidamente en la baraja el caballo
de copas, lo hice tomar forzadamente a esta señora y volver a meter en la
baraja. Hice una mezcla falsa, abrí a baraja en forma de abanico para que viese
su carta en el centro, y haciendo luego el salto lo pasé arriba e hice que
colocase la baraja en la caja. Dije que iba a dar un golpe con la mano sobre la
caja, para hacer caer en. La otra y a través de la mesa la carta que acababan de
ver en la baraja que había colocado esta señora en la caja. Di con una mano un
golpe sobre la caja y con la otra tomé la carta que tenía pegada debajo de la
mesa, la cual enseñé. Abrí la caja dejando la cubierta sobre la mesa. Tomaron
la baraja para asegurarse que el caballo de copas no estaba; no se halló, como
era consiguiente, y todos los que allí había en vano trataban de averiguar cómo
había podido desaparecer.
Este ejemplo de un pequeño juego hecho de improviso puede dar una idea de
los juegos que se pueden hacer con la citada caja.
He aquí todavía un medio bien sencillo para servirse en los juegos en que se
finge hacer renacer un papel de sus cenizas. La principal dificultad en estos
juegos es hacer el cambio del papel. El medio sencillo que propongo es tan
seguro como ingenioso. Se sirve buenamente de un portalápiz de los que se
gastan para dibujar. Tiénese un papel falso que se coloca en un extremo
ocultándolo en la mano. Estando ya escrito el papel se hace doblar y colocar en
el otro extremo. El cambio se hace muy fácilmente yendo hacia la bujía para
quemarlo. Es suficiente con cambiar de mano y de extremo . La vista de un
portalápices no tiene nada que no sea muy natural en el caso presente; porque
se mira como un instrumento para no quemarse los dedos al poner el papel a la
llama de la bujía.
Ahora voy a hablar de un procedimiento, que puedo decir que me es particular.
Se trata de meter ostensiblemente, sin que lo sospechen, en el bolsillo de uno
de los concurrentes una moneda. Para esto busco una ocasión para hablar de la
opinión de ciertas personas que creen que los objetos que se hacen hallar sobre
los espectadores, tal como cartas, monedas, sortijas. etc., son introducidos
diestramente por el físico. Nótese que en este momento tengo una moneda en el
hueco de la mano, y continuando hablando, tomo una moneda igual a la que
tengo en la mano y digo: "¿Como podría, por ejemplo, colocar esta moneda,
fuese aquí o allí, sin que el caballero lo viese y lo sintiese?" Los espectadores
toman estos movimientos como una acción unida a la palabra con objeto de
hacer más clara la demostración; pero haciendo estas indicaciones de meterla
en tal o cual sitio, la deja en cualquier parte mostrando en la punta de los dedos
la moneda que tenía oculta en el hueco de la mano. Esta moneda que se ve la
toman sin ninguna duda por la que yo tenía cuando hacía el ademán de
colocarla sobre la persona a la cual me dirigía y esta persona esta muy lejos de
sospechar que está ya en posesión de la moneda. En esta circunstancia se hace
entonces el juego que uno se ha propuesto ejecutar.
Voy por última explicación a hablar de una mejora introducida en un juego de
cartas descrito en la Hechicería explicada. Se trata de la carta clavada sobre una
puerta a cuyo punto se echa la baraja. La mejora consiste en que se añade a la
carta una sortija que se pide, la cual se ve suspendida a una cinta atada al clavo.
Puede presentarse este juego bajo diferentes formas, esto depende del gusto e
imaginación del que quiera ponerlo en practica. Por ejemplo puede hacerse de
este modo: Se hace sacar una carta a una señora, la cual la vuelve a meter en la
baraja después de haberla visto. Se hace una mezcla falsa dejando esta carta
sobre la baraja. Colócase esta baraja sobre la mesa de delante.
Sobre la mesa de detrás se tendrá preparada una cinta, un clavo y un pedazo de
greda. Vuélvese a la señora que ha tomado la carta, se le pide una sortija, se la
hace colocar en una de esas cajas de las cuales he hablado y que se hallan en
casa todos los torneros que hacen aparatos para el escamoteo. Se tendrá
presente que ya he explicado que están construidas de modo que se pueden
sacar por el fondo los objetos que se meten dentro, tal como sortijas o
monedas. Se tendrá presente también que en todas estas cajas, de cualquier
construcción que sean (porque hay de muchas clases), hay siempre en la
cubierta, oculta entre dos fondos, una moneda que suena cuando se sacude la
caja y que no hace ruido cuando se aprieta el botón de la cubierta. Hácese
meter la sortija en una de estas cajas. Sacúdase para hacer oír que esta allí.
Ruéguese a esta señora que meta la caja en el bolsillo, pero al dársela apoyáis
el dedo sobre el botón para que no hará ruido la pequeña moneda móvil
encerrada en la cubierta y hacéis caer la sortija en vuestras manos. Entonces
bajo pretexto de ir a buscar un pedazo de greda sobre la mesa del fondo y
volviendo a tomar la baraja, atáis la sortija a la cinta y atravesáis el clavo por la
cinta y la carta. Volvéis con la baraja en la mano, de modo que no se vea el
anillo, el clavo y la cinta.
Presentáis a cualquiera la greda que ha sido el pretexto de vuestra ida obligada
hacia la mesa del fondo. Le rogáis a esta persona que haga un círculo sobre la
puerta y en el sitio que quiera. Hecho ya el círculo arrojáis la baraja dentro,
como queda ya dicho en la sección donde descrito este juego y se ve la carta,
clavada con la sortija suspendida a la cinta.
La señora que ha tomado la carta y prestado la sortija abre la caja y no
encuentra nada en ella. Yo he hecho muchas veces el juego de que se trata de
este modo y he notado que causa mucha sorpresa.
FIN.
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SECCIÓN XVI
El baile de las figuras, para teatro.
En el teatro, este juego es de un gran efecto, porque estos pequeños
personajes de cartón aparecen totalmente aislados.
En el que yo he descrito en el capítulo anterior, se podría sospechar más
relación de lo que parece entre las figuritas y el que las hace bailar. Pero en este
juego ejecutado en el teatro, se ve evidentemente que los bailarines están del
todo independientes del prestidigitador, puesto que este va y viene, alejado del
sitio en que se ejecuta el baile.
He aquí como se disponen las cosas, y la diferencia que hay entre estos dos
modos de hacer el juego.
Colócanse a las dos extremidades de la mesa dos candeleros un poco pesados.
Sobre el uno se ata un hilo negro que pasando por un gancho o anillo fijo al
otro candelero viene a parar a manos del compadre, que está oculto entre los
bastidores. Este hilo, que está en una posición horizontal, debe estar alejado de
la mesa a una distancia conveniente para que los pies de las figuras, que están
allí colgadas puedan llegar justas a la superficie de la misma.
El prestidigitador, habiendo colocado estos artistas, se aleja. Les manda
saludar: estos señores hacen una reverencia, dirigida por el compadre que tira y
afloja el hilo. Se les hace bailar, pero, de tiempo en tiempo, el mago interrumpe
a los actores, para que los reconozcan sin inquietarse del pudor de las señoras.
Algunas veces después de haberlos vuelto a colocar en su sitio, se les da orden
de continuar el baile: pero no se mueven. El físico reitera su orden: hácense los
sordos. Pero la una que tiene más juicio que la otra hace observar que la música
hace tacet, y que no se puede bailar sin música. Esta se despierta y los
bailarines se ponen en movimiento.
NOTA. Muchos prestidigitadores colocan no pequeño gancho detrás de las
figuritas para suspenderlas. En este caso, hace muy mal efecto darlas a
reconocer. Este gancho puede hacer descubrir el misterio. Pero no hay que
temer este pequeño inconveniente con los dos cuernos que he recomendado,
porque‚ forman de los adornos de la cabeza.
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SECCIÓN XVII
Escamoteo de una señora.
Es cierto que la mujer que se escamotea consiente en ello. Sube sobre la mesa
de fuelle que ya se conoce. El mago la cubre con un cubilete, no de un cubilete
de escamotear; sino de una vasta máquina teniendo esta forma, hecho de un
ligero esqueleto de madera, cubierto de telar.
La dama estando así cubierta, el prestidigitador tira del pasador colocado al
borde de la mesa, para hacer levantar un poco la gran trapa, la dama acaba de
abrirla; entra, el fondo baja; se encoge en este cofre de nueva especie, vuelve a
cerrar la trapa y pasa los cerrojos del interior.
Dos personas, de las cuales una es el prestidigitador, tienen una tabla, por los
extremos, la aproximan a la mesa. Invitan a la señora a colocarse en esta tabla
en el momento que se corre el cubilete en el cual se la cree siempre. Fíngese
sostenerla así, pero cae el cubilete, y los espectadores, con la boca abierta, el
cuello estirado, sin respirar, están estupefactos, no viendo va la mujer que se ha
desvanecido como una bola de jabón.
Antes que suba la mujer, el prestidigitador tiene cuidado de levantar el tapete
de la mesa, para hacer ver que no hay ninguna disposición para ocultar una
persona.
NOTA. En lugar de terminar este juego como acaba de decirse, será bueno
terminarlo de una manera más agradable. Estando colocada la mujer sobre la
mesa; una pequeña muñeca vestida exactamente, como esta mujer, saldrá de la
parte alta del cubilete y parecer irse por el aire. El físico, haciéndole notar, dirá
que es la mujer que vuela. Se levantará el cubilete en este momento, y se verá
que ha partido efectivamente.
Se establecerá pues un hilo conductor sobre el cual correrá la figurita Este hilo
comunicará de el cubilete a los bastidores. Un segundo hilo para tirar será el
móvil de esta ascensión.
Esta muñeca se colocará en la cúspide cóncava del cubilete.
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SECCIÓN XVIII
En la cual se verá que para componer un
pañuelo hecho pedazos, solo se trata de
quemarlo.
Hay muchos modos de hacer este juego. Uno, entre otros, es el de servirse de
la copa descrita en el número cuatro, sección XXI, capítulo II, tercera parte. Se
hace el cambio del pañuelo sobre el traje, se coloca sobre la mesa el pañuelo
sustituido al que se acaba de prestar. Se mete este en uno de los
compartimientos de la copa que se Ya a buscar, y de la cual se hace dar la
vuelta al pies‚ para presentar la parte vacía. Colócase esta copa sobre la mesa,
después de haber enseñado el interior, para hacer ver que esta vacía. Se hace
cortar el pañuelo sustituido que está sobre la mesa, se meten los pedazos en el
compartimiento vacío de la copa. Se da vuelta a la otra división, y se saca el
verdadero pañuelo prestado, que se devuelve a la persona a quien pertenece
Esta manera de hacer el juego es buena para el salón, donde no puede
cómodamente servirse de un compadre. Voy a decir cómo se puede hacer en el
teatro. De este modo se termina de un modo admirable.
Se pide un pañuelo y se hace el cambio en la mano. Este m‚todo de cambiar el
pañuelo es sutil y atrevido sin ser difícil. Como no he hablado todavía de él voy
a explicarlo.
Se tiene oculto en la mano el pañuelo que se quiera sacrificar. Para que no sea
apercibido, se tiene bien doblado, dejando colgar el brazo contra el muslo. Se
toma el pañuelo pedido, con la mano que está libre y se le transporta
ligeramente a la otra mano, uniéndole al que se tiene. Entonces se está libre
porque estos dos pañuelos parecen no formar más que uno. Se va a la mesa; se
deja caer diestramente en las manos del compadre que está debajo el pañuelo
prestado, dejando siempre el otro a la vista, y que se coloca sobre la mesa.
Cuando este juego de manos está bien hecho es tan natural que no es posible
sospechar que el pañuelo colocado sobre la mesa no es el mismo que acaban de
prestaros.
Habiendo cambiado así el pañuelo, se toma el que hay sobre la mesa. Se coge
por el centro, añadiendo una muñeca de tela igual a la que el compadre acaba
de entregaros. Se ruega a alguno el cortar el pañuelo.
Se presenta la muñeca que se hace cortar varias veces, se acercan a una luz las
dos partes separadas, se queman, se ponen juntas, diciendo que es el mejor
procedimiento para componer los pañuelos rotos. Se dobla sobre el antebrazo
el que se tiene como para apagar el fuego, pero en realidad para cubrir la mano
con la cual se toman los pedazos de la muñeca cortada, para meterlos en la
manga del brazo cubierto por el pañuelo. Enseguida se extiende este pañuelo
que se enseña perfectamente intacto.
Este primer pequeño juego no es bastante fino para que los espectadores no
sospechen que se corta otra cosa que el pañuelo; es también muy regular que
algunas personas manifiesten sus dudas con este objeto. Entonces el
prestidigitador dice: "Señores, he olvidado hacerles ver más evidentemente el
estado en el cual se hallaba el pañuelo que estaba perfectamente cortado;
puesto que Vds. dudan, voy a empezar de nuevo el juego."
Coge el pañuelo por el centro, lo empuña con la otra mano, y forma una
especie de oreja parecida a la muñeca. Hace cortar un largo pedazo a la misma
persona que le ha hecho ya este servicio, y esparce el pañuelo en el cual se y‚
un agujero por donde puede pasar la cabeza. El espectador no tiene duda.
Préndese fuego a ambas partes del pañuelo, dejándolas quemar un poco;
llévanse así encendidas sobre la mesa, y colocándolas sobre una trampilla, y
envolviéndolas con ambas manos, se frotan vivamente como para extinguir el
fuego. Esta maniobra se hace para dar el medio al compadre, que ha abierto la
trampilla, de coger estos despojos y sustituirlos al pañuelo prestado, que el
físico coge continuando el movimiento con sus dedos; estando hecho esto, el
compadre vuelve a cerrar la trampilla, y el prestidigitador extiende el pañuelo
que se ve en el mejor estado de reparación.
Yo he visto casi siempre a los espectadores excesivamente sorprendidos de este
desenlace, cuya notable sencillez no hace sospechar ningún motor oculto.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN XIX
Escamoteo de muchas llaves que salen
invisiblemente de una copa cerrada para
hallarse en el interior de un pan.
Este artículo está hecho en favor de esos amables industriales que no buscan
más que el bien del prójimo y no viven más que de lo que pueden hallar.
Después de haberlo meditado seriamente verán que es más provechoso saber
escamotear llaves que bolsillos. En estos últimos no se encuentran más que
miserables monedas, que las más de las veces no valen la molestia que se da
por tomarlas; en lugar que con llaves se puede uno hacer dueño de todo el
contenido de un cofre. Estoy satisfecho de poderles poner al corriente de una
noble ambición, dándoles los medios de trabajar en grande. Yo quiero mucho a
los artistas de todos géneros, y me considero muy feliz de hallar la ocasión de
serles útil.
Pero no deben lanzarse en la alta esfera que he indicado en esta sección más
que después de haber pasado por todos los grados del arte, es decir cuando se
sepa hacer con propiedad el pañuelo de bolsillo, la petaca, el reloj, etc.
Tomando esta sabia precaución, se tendrá la ventaja de no ser ahorcado más
que un poco más tarde.
Efecto. Pídense cuatro llaves, que se recogen en una copa que se deja sobre la
mesa. Tómanse tres panes largos, que se presentan a la persona que tiene el
cuchillo, invitándole a escoger uno. Estando hecha la elección, córtanse los
otros dos panes para hacer ver que no están preparados. En seguida, se toman
las llaves de la copa donde están, para colocarlas en un pequeño plato que se
cubre con una cubierta que lo tapa enteramente. Se hacen sonar estas llaves
sacudiendo el plato con la cubierta, lo que prueba que están allí siempre. Se
finge tornarlas invisiblemente una después de otra y mandarlas al pan. Se
descubre el pequeño plato: ya no hay llaves; se corta el pan por la mitad y
aparecen todas en el interior de este pan
Explicación. El prestidigitador avanza a hacia la reunión para pedir las llaves.
Tiene una copa en una mano y un pañuelo en la otra. Pero en este pañuelo tiene
ocultas cuatro llaves.
Habiendo recogido las cuatro llaves que había pedido, bajo pretexto de
contarlas en la copa, coloca diestramente las suyas, quitando las otras que tiene
también ocultas en su pañuelo. Entonces es cuando pide un cuchillo para
entregarlo a la persona que le ruega que suba con el al lado de su mesa. En
seguida va a buscar un plato con su cubierta y al tomarlo, deja las llaves
pedidas que tenía siempre ocultas en su pañuelo. Trae el plato que deposita
sobre la mesa, y coloca las llaves que retira de la copa. Durante este tiempo, el
compadre toma las otras llaves que el prestidigitador le ha llevado, las coloca
prontamente en un pan ya preparado para recibirlas y va rápidamente a dejarlo
con los otros dos panes que están al lado opuesto a aquel donde dejaron las
llaves, a fin de desorientar mejor al espectador. Termínase el juego como se ha
dicho en la explicación de su efecto.
NOTA. Ya se sabe cómo se hace recaer a elección sobre un objeto preparado.
Es inútil repetirlo respecto al pan. Hállase el modo de preparar este pan en la
sección IX capítulo III.
Los pequeños platos que sirven en este juego son de hojalata, tienen de catorce
a quince centímetros de diámetro. Digo los pequeños platos, porque hay dos, el
uno sobre el otro, pero tan bien unidos que no forman más que uno. El de
encima debe poder quitarse juntamente con la tapadera hecha en forma de
solideo o media esfera. La concavidad de esta cubierta permite colocar sobre el
plato objetos bastante voluminosos y los quite con el plato de encima que debe
ser un poco mayor de los bordes que el segundo, para que pueda ser cogido por
la cubierta que no debe tocar el de debajo, que se toma siempre por el mismo y
que se cree solo.
Este pequeño aparato, tan sencillo, es uno de los más útiles y puede servir en
muchas ocasiones.
Observación. Cuando, para hacer ver que las llaves han desaparecido, se
levanta la cubierta que s‚ las lleva juntamente con el plato de encima, y se
coloca sobre la mesa, es necesario guardarse muy bien de menear estas llaves,
porque por poco que se oyesen, el juego se descubriría completamente y
quedaría destruido.
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J.N. Ponsin
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SECCIÓN XX
El tiro de alfileres.
A excepción de un solo prestidigitador que ya no existe no creo que este juego
sea conocido de nadie. Lo he visto ejecutar en un colegio, donde ha causado
una gran sorpresa.
Preséntase un número cualquiera de alfileres clavados en un pedazo de papel.
Los espectadores toman el número que quieren. Se hace cargar una pistola con
estos alfileres, en seguida se hace tomar una carta que se mezcla en la baraja.
Se echa en el aire esta baraja, dispárase la pistola y se hallan los alfileres
clavados en la carta que habían elegido.
Explicación. La persona que ha tomado los alfileres devuelve el papel al
prestidigitador, que ve de un golpe de vista, por los que quedan el número que
acaban de tomar. Por una palabra convenida entre ellos, da a conocer este
número al compadre, que tiene cerca de él preparados alfileres y una carta igual
a la que deben tomar forzadamente. Estos alfileres y esta carta son de antemano
quemados a la llama de una bujía, para que parezcan haber sufrido la impresión
de la pólvora quemada. Esta preparación tiene además la ventaja de impedir
que caigan los alfileres de la carta cuando se clavan.
Tan luego como el compadre conoce el número de alfileres tomados, pone
otros tantos en la carta, mientras que el prestidigitador hace tomar una igual y
la hace mezclar en la baraja que toma después.
Habiendo vuelto a tomar las cartas, el mago va a buscar una pistola; pero
haciendo camino retira de la baraja la que tomaron y mezclaron. Lo cual es
muy fácil porque esta carta es más larga que las otras, la cual se llama una
llave. Toma en su lugar la carta con los alfileres que mete en la baraja y deja la
otra. Vuelve con la pistola, la entrega a la persona que ha tomado los alfileres,
y la invita a cargar el arma. Cargada el arma vuelve a tomarla, echa la baraja en
el aire o la hace echar, y dispara.
Habiendo caído la baraja, se busca la carta en cuestión, y se halla un poco
chamuscada y pasada con el mismo número de alfileres que se habían metido
en la pistola.
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SECCIÓN XXI
La columna triunfal.
La columna es una varita, pero una varita un poco elegante. Se la hace de
ébano guarnecida de marfil o de plata, y si se quiere de oro; nada se opone.
Esta varita está hueca de un extremo a otro. A la una de sus extremidades se
hace una pequeña espiga que entra en un agujero hecho en el centro de un plato
torneado a propósito, o sobre un pie al cual se dará una forma agradable. La
extremidad opuesta, que será la parte superior, está guarnecida de una verola la
cual tendrá un pequeño agujero para dejar pasar un hilo. Se hará todavía a la
varita, a uno o dos centímetros encima del espigón, un agujero igual al que hay
sobre la verola. He aquí nuestra columna establecida.
Para servirse, se hará pasar en la varita un hilo que saldrá por los agujeros
hechos a esta varita. A la extremidad del hilo que sale por la verola, se atará
por el centro una carta que supongo ser el rey de oros. Ocúltase esta carta así
preparada debajo del pie de la columna. El otro extremo del hilo que pasa por
el agujero que está debajo, va a parar a manos del compadre. Este hilo es de
seda negro.
Se hará tomar forzadamente el mismo rey de oros, que se hará mezclar en la
baraja, de la cual se quitará el rey de bastos que se enseñará al dejarlo sobre la
mesa.
Se colocará esta baraja derecha contra la columna, retrocediendo el pie, se
tendrá cuidado de meter entre las otras cartas la que está preparada debajo.
En seguida, en presencia de la reunión, se coloca sobre la columna el rey de
bastos que se había separado de la baraja.
Para evitar la fatiga a este, no se coloca sobre sus pies, sino del dorso: estando
acostado se está siempre más descansado..
En fin, el prestidigitador anuncia a la reunión que el rey de oros, que tomaron,
se ha quejado de la preferencia dada al rey de bastos, colocándolo sobre la
columna pretendiendo merecer este honor al menos tanto como su rival. "En
consecuencia", continúa él, "Este rey os pide por mi mediación, el permiso de
disputar esta preeminencia al rey de bastos."
La demanda, bien entendido es acogida. Y al momento por intermediación del
compadre, se ven agitarse todas las cartas, y el rey de oros subir a la columna,
echar el rey de bastos y colocarse en su lugar.
Se puede al enseñar esta carta, desatarla fácilmente porque no está sostenida
más que por un pequeño nudo hecho al extremo del hilo
Lo que hace aparecer las cartas en movimiento es que antes de tirar, para hacer
subir el rey de oros, el compadre da algunas sacudidas secas y rápidas que las
hacen remover. Esta fineza es de un buen efecto, porque la carta parece
resistirse y apresurarse para llegar más pronto.
Como en el teatro el lujo es necesario, se hacen columnas de estas ricamente
adornadas. Hay de ellas que están rematadas de un pequeño Mercurio dorado, y
es a sus manos donde viene a fijarse la carta; pero el medio es el mismo, y el
juego no es por esto más sorprendente.
A todo esto yo preferiría una botella ordinaria que haría pensar menos la
preparación No se trataría más que de hacer un pequeño agujero a la botella, a
alguna distancia a la parte superior del fondo como se hace a la varita.
Se podría también poner vino en la botella y servirlo, pero sería precise tapar
con un poco de cera el agujero por donde pasa el hilo; se quitaría esta cera en el
momento de hacer el juego, y cuando después de haber echado vino, no
quedase más que por debajo del agujero en la botella.
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SECCIÓN XXII
Hacer salir de una botella llena de vino,
cintas de todos colores que se piden.
Se tomará la botella de embudo descrita en la página correspondiente.
Después de haber echado vino para probar que está llena, se pone sobre la
trampilla.
El compadre esta colocado dentro de la mesa ó debajo provisto de largos
pedazos de cinta de todos los colores conocidos y dispuestos de modo a poder
hallar en seguida y sin confusión, el que pidan.
Tiene una varita delgada, a la extremidad de la cual hay clavada una punta que
sirve para coger las cintas, meterlas por el embudo que está sobre la trampilla,
hasta el cuello de la botella. El extremo de la cinta llega allí, el prestidigitador
lo coge, lo saca totalmente y lo entrega a la persona que lo ha pedido.
De tiempo en tiempo, se echa vino para hacer ver que hay siempre; pero el
compadre debe estar atento a cerrar la trampilla tan pronto como conozca que
el físico va a tomar la botella. Este juego es muy agradable y uno de los más
sorprendentes.
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SECCIÓN XXIII
El limonero mágico.
He aquí todavía un juego que no es conocido, y que no se encuentra en
ninguna repertorio de prestidigitador. Un pequeño árbol, donde cuelgan una
media docena de limones atados con cintas de diferentes colores está colocado
sobre la mesa. Se hacen tomar cuatro o cinco cartas a otras tantas personas; en
seguida se presenta el pequeño árbol a estas personas, cortan cada una un
limón, y en este limón se halla la carta que tomaron y mezclaron en la baraja.
Explicación. El prestidigitador ha introducido de antemano en los limones las
cartas que se propone hacer tomar. He aquí el modo de meterlas. Se toma una
pluma fuerte, se corta uno de los extremos redondamente. Introdúcese este tubo
en el limón, se quite lo suficiente para dejar entrar una carta rollada fuerte. Lo
que ha sacado del limón queda en la pluma, se quita y con la corteza que queda
dentro de la pluma se tapa el agujero que se ha hecho después de haber metido
la carta.
Preparados así los limones, se atan con cintas de diferentes colores, y se
cuelgan al árbol con las mismas.
La diversidad de colores de cintas sirve para reconocer las cartas. Se tendrá
presente, por ejemplo que el limón suspendido con la cinta encarnada contiene
el rey de copas; que el limón de la cinta azul contiene la sota de bastos, etc.,
etc. Estando todo así dispuesto, se hará a sacar las cartas iguales a las que están
en los limones, acordándose de la carta que cada persona ha tomado.
Será muy bueno hacer este juego con una baraja cortada a bisel, porque todas
las cartas que vayan tomado, vueltas a colocar eh la baraja, y después de haber
hecho ver que han pasado a los limones, deben quitarse de la baraja, para que al
darla a reconocer después de finalizado el juego no se encuentran. (Ver, para
las cartas cortadas a bisel la Sección XVIII del artículo II, primera parte.)
Se colocarán sobre la baraja, y por orden para acordarse (lo vuelvo a repetir),
todas las cartas iguales a las que se deben hallar en los limones. No se harán
meter en la baraja hasta que las hayan sacado todas y se comprende bien que
deben ser forzadas. El número de cartas que se harán tomar será uno menos que
el número de los limones suspendidos, por una razón que voy a explicar al
momento.
Habiendo hecho colocar de nuevo las cartas en la baraja por las personas que
las tomaron, se mezclarán o se harán mezclar, habiendo tenido la precaución de
haber hecho colocar el extremo ancho de estas cartas al extremo estrecho del
resto de la baraja.
Se escamotearán pues estas cartas, lo que es fácil como se sabe, con un juego
cortado a bisel, y se entregara la baraja a cualquiera de la reunión.
Se tomará el pequeño árbol, y se presentará a cada persona que ha tomado
carta, de modo a que no pueda tomar más que el limón que encierra la carta
igual .a la que tomó, lo cual es más fácil de lo que se piensa; solamente se
tendrá cuidado de no dejar ver afectación.
Estando los limones entre las manos de las personas que sacaron las cartas, se
hace nombrar la suya a cada uno; corta el limón y encuentra su carta. En
seguida hace reconocer la baraja que se había confiado a uno de los
espectadores y ya no se hallan las cartas que había tomado, metido en la baraja
y mezclado.
Como se hace sacar una carta menos que el número de limones que había,
queda uno en el árbol todavía. Uno de los espectadores que está de inteligencia
con el prestidigitador lo hace notar; toma el tono de un trapacero y pregunta si
puede tomar una carta también, puesto que queda todavía un limón. El
prestidigitador contesta que es tan dueño como los otros y se avanza para
hacerlo tomar una. Pero el compadre dice que él quisiera que le entregara la
baraja para escogerla a su gusto. El físico se la entrega y el otro vuelve una
carta que enseña a sus vecinos, y la vuelve a meter en la baraja. El
prestidigitador le dice entonces: "Ya veo caballero que Vd. desea hacerme
quedar mal; ¡pues bien! para hacerle ver que esto no es tan fácil como Vd. lo
cree, voy a hacerle una proposición: ¿quiere Vd. que se halle su carta como las
otras en el limón, o quiere Vd. que no se halle más que el nombre de su carta
escrito en un papel?"
Y se termina como se ha convenido. Pero si ambos han convenido que sería la
misma carta la que se encontraría en el limón. entonces el compadre, fingiendo
meter la carta que ha elegido en la baraja la escamotea y oculta para que no se
halle al terminar el juego, que este último incidente corona de una manera
agradable.
Este juego tiene la doble ventaja que, aunque teatral, no tiene necesidad de
ningún motor mecánico, y que pudiendo pasarse sin un compadre, se le puede
ejecutar en el salón. Tiene además el mérito de no ser conocido. No ha podido
propagarse porque el prestidigitador que lo imaginó, y del cual lo poseo, murió
pocos días después de haberlo inventado; es el mismo que inventó también el
tiro de alfileres. Este prestidigitador muy inteligente y diestro. Le he visto
ejecutar este juego en el teatro; tenía el atrevimiento de hacer pensar las cartas
en lugar de hacerlas tomar, y esto le salía bien siempre, lo que hacia
maravilloso este juego.
NOTA. No es necesario advertir que en defecto de limones puede hacerse este
juego con otros frutos.
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SECCIÓN XXIV
Juego increíble. — Bala complaciente. —
Descarga para reír.
El primero que hace el objeto de esta sección, es llamado por los
prestidigitadores el gran robo de objetos. Es uno de esos juegos que se
anuncian para remover el público, picar su curiosidad y atraerle al teatro. Lo
imaginó un hombre a quien he conocido bastante particularmente; sabía muy
poco de prestidigitación, pero poseía ese género de invención que vale más
todavía que la ligereza. Es el mismo que tuvo la idea de hacer disparar sobre él
un cañón cargado con una bala, que escamoteaba; él todavía, el que imagino
una descarga hecha sobre él por una compañía de soldados. Esto en presencia
de toda la platea, cargando sus armas con balas, que hacían el mismo efecto
que copos de nieve.
Dos palabras bastarán para dar idea de estas dos últimas experiencias, que
ofrecen muy poco interés.
Para el primer juego, un hombre diestro quitaba la bala, atacando el cañón con
el instrumento que sirve para esto, y que estaba hueco al extremo de modo que
cogía la bala. Tomábanse todas las precauciones para distraer la atención de los
espectadores. En el momento de la explosión una bala preparada caía a los pies
del prestidigitador.
En cuanto a la descarga, se hacían reconocer los cartuchos, que estaban bien
condicionados; pero las balas estaban envueltas en papel muy flojo, y metiendo
estos cartuchos en el fusil, por una ligera presión hecha con el dedo del medio,
la bala se quedaba en la mano, sin que nadie lo apercibiese. Escogíanse para
esto, entre los soldados, los hombres más discretos ‚ inteligentes.
Relativamente a este juego, el prestidigitador, que era un hombre determinado,
me ha confesado que experimentaba una viva emoción en el momento de la
descarga que era mandada en toda regla por un jefe. En el hecho, un error al
tomar las disposiciones, la poca destreza o la malevolencia de un soldado,
podían serle funestas.
Volvamos a nuestro juego, que no amenaza estos peligros.
Efecto. Se pide un mantón o un sombrero de señora. Supongamos un sombrero:
se envuelve en una servilleta, colócase este paquete sobre la mesa y se cubre
con una copa.
El prestidigitador anuncia que va a escamotear el sombrero, para hacerle hallar,
sea en el teatro, sea en la ciudad, en el sitio que se quiera, sin excepción alguna,
y que para evitar toda contestación la suerte lo decidirá; que en su consecuencia
todos los espectadores que quieran tomarse este trabajo, pueden escribir cada
uno una indicación a su elección en un pedazo de papel, el cual se rollará
luego.
Hecha esta operación, reúnense estos papeles, se meten en un saco, y un niño
saca uno, el cual se lee en alta voz. A la puerta del teatro hay algunos coches,
para aquellos que quieran ir en busca del sombrero escamoteado.
El prestidigitador vuelve a su mesa, hace ver el objeto prestado
desenvolviéndole, lo envuelve de nuevo, y lo cubre como estaba. Va a buscar
su varita mágica, toca con ella la copa, ordenando al sombrero el transportarse
al sitio designado. Descúbrelo, pero nada, ha partido; los espectadores vuelven
a ver el mismo paquete. Oyese un rumor y como dice Basilio al doctor Bartolo:
"camina y rinforzando va el diablo. El ruido aumenta, avanza, extiende su
vuelo, estalla, y se populariza en un grito general, un crescendo público, un
coro universal de odio y de proscripción." El mago ha faltado a su palabra, es
un farsante un presuntuoso. Le gritan, se le ríen, le silban, le aplauden; es un
alboroto para hacer temblar al diablo, para espantar el brujo.
Pero él no se desconcierta. Impasible en medio de aquel tumulto, avanza,
tranquilo como una buena conciencia; extiende el brazo para calmar la
tormenta y reclama por señas el silencio.
Curiosos por saber lo que quiere decir se callan. El físico pregunta en qué ha
podido disgustarles. Le aconsejan que dirija su pregunta al paquete que ha
quedado sobre la mesa.
-¿Pero por qué?
-Para reprocharle de encontrarse allí.
-Pero, señores, si no incomoda a nadie.
-¿No habéis prometido mandarle al sitio designado por el billete?
-Señores, al anunciar este juego he prometido, que escamotearía el sombrero
que se me prestaría, pero yo no he dicho que escamotearía la servilleta que lo
cubría.
Y desarrollando la servilleta, el prestidigitador la extiende, la sacude, y hace
ver que el sombrero está en camino como se había anunciado.
Entonces los aplausos irónicos se convierten en aplausos de buena ley, y el
público felicita al mago de haberle chasqueado.
Los genios más vivos se ponen en camino para ir a ver si el sombrero ha
llegado a su destino donde el diablo parece haberlo llevado.
Explicación. Para describirlo voy a explicar un juego tal como le he visto hacer
a su inventor. Estaba desde luego de acuerdo con el criado de un negociante de
los más notables de la ciudad, que era viudo y conocido como hombre honrado
y galanteador. Propuso a este criado colocar un sombrero de señora en la cama
de su señor, haciéndole saber que no era más que una burla inocente, que no
podía comprometerle de ningún modo, y de la cual su señor sería el primero
que reiría, si llegase a saberlo. Nuestro hombre no viendo nada, a la punta de
los dedos del demandante, ponía algunas dificultades; pero para salvarlas el
prestidigitador le dio una moneda de veinte reales por su complacencia y otra
por su discreción. El negocio se hizo. Para el teatro una señora elegante estaba
sentada en las primeras lunetas y llevaba puesto un sombrero igual al que había
en la cama caballero.
Al momento de hacer el juego, cuando el prestidigitador hace la demanda de un
sombrero, las señoras no se dan mucha prisa casi generalmente; cada una
cuenta con su vecino para hacer este servicio al que hace el empréstito. En fin,
la comadre, más complaciente, se quita el suyo, y lo da con la más amable
sonrisa de coquetería.
El sombrero es colocado en una servilleta, que se ata un poco fuerte, se coloca
el paquete sobre la trampilla de la mesa, y se le cubre con uno de esos grandes
vasos cónicos de los cuales ya he hablado.
Ahora, es necesario decir que el compadre, que está debajo de la mesa, tiene
una apariencia de paquete que se le parece al que el prestidigitador ha hecho
envolviendo el sombrero. Es una servilleta atada lo mismo, y mantenida en una
forma redonda por medio de dos pedazos de alambre muy delgado, doblados y
cruzados. Entonces es cuando el físico anuncia el uso que va a hacer del
sombrero. Se hacen escribir las indicaciones en pequeños pedazos de papel
cuadrado que se distribuyen.
Estando ya escritas las indicaciones, y los papeles bien rollados, se hacen meter
en uno de los dos bolsillos del pequeño saco descrito en la Sección VIII,
capítulo II de esta tercera parte. El otro bolsillo contendrá una cierta cantidad
de papeles rollados sobre cada uno de los cuales se escribirá la indicación
valedera: En la cama del Señor......
Preparado este bolsillo, se hace sacar un papelito a un niño. Desarróllase el
billete y se lee en voz alta su contenido. En seguida el prestidigitador procede
al escamoteo. Enseña de nuevo el sombrero y lo envuelve. En este momento es
cuando y a buscar su varita mágica, y el compadre abre la trampilla, toma el
paquete con el sombrero y deja en su lugar el que no es más que un simulacro.
Este último que ocasiona la equivocación del público es el más bello incidente
del juego. Se conoce el desenlace y no tengo más que decir.
Para hacer conocer el efecto de este juego a esas buenas gentes que toman las
cosas al pie de la letra, no puedo pasar por alto un acontecimiento del cual
salgo garante de la exactitud.
Para asegurarse de la verdad del hecho muchas personas subieron en un coche
a fin de ir al punto donde debía hallarse el sombrero. Entre estos señores, había
un hombre al cual conocía. La vista de este sombrero, hallado efectivamente en
el punto indicado, produjo tal impresión que cayó al momento sin
conocimiento y tardó mucho tiempo en volver en sí.
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SECCIÓN XXV
Caja inagotable, sombrero cambiado en
cuerno de abundancia.
Se sabe que la mitología no nos dice más que fábulas. Fábula, cuento y
mentira todo es lo mismo. El cuerno de Amaltea no ha existido nunca más que
en la imaginación de los poetas. Pero ¿queréis tener el verdadero cuerno de la
abundancia? dad vuestro sombrero a un prestidigitador; tan pronto como lo
haya tomado ¡crac! he aquí que sale todo lo que se quiere; cigarros para los
hombres, flore para las señoras, juguetes y dulces para los niños.
Un día un avaro había prestado su sombrero; después que se hubieron sacado
una infinidad de cosas, le fue devuelto por el prestidigitador lleno de billetes de
banco. El prestidigitador había adivinado la flaqueza del avaro. El avaro estaba
en el colmo de la dicha. ¡Pero que‚ contratiempo! Llegando a su casa no halló
en sus bolsillos más que epigramas y motes.
La anécdota sería increíble, si no me hubiese sido certificada por una persona
que me merece mucha confianza.
Todo lo que acabo de deciros es sin duda maravilloso; pues bien; es necesario
confesarlo, todo es pura ilusión. Yo quisiera dejaros con esta ilusión, pero estoy
obligado, y es mi deber descender a la triste verdad .
Los prestidigitadores están sin embargo, en el caso de dar con profusión todos
los objetos de que acabo de hablar, a excepción de los billetes de banco cuya
distribución debe hacerse raramente, pues yo no lo he visto nunca.
Cuando el prestidigitador va a pedir un sombrero, tiene en la mano derecha
diferentes objetos que están ordinariamente envueltos en una peluca. Para no
dejar apercibir nada, se tiene el brazo colgando, el puño sobre el muslo y un
poco oculto por el traje, Tomando el sombrero con la mano izquierda, que se
transporta ligeramente a la derecha, es fácil introducir los objetos sin ser visto.
Se saca primero la peluca y se distribuyen los objetos que contenía. Algunas
veces son cubiletes de escamoteo encerrados unos en otros. Como estos
cubiletes no tienen bordes, se pueden reunir más de una veintena que no tienen
más que el volumen de uno solo. Se les saca del sombrero uno a uno, y cuando
están todos separados, parecen una multitud. Teniendo siempre este sombrero,
se pide un segundo, y al volver a la mesa el compadre que está dentro arroja en
el uno un paquete de flores bien apretado. Esta introducción se hace con tal
ligereza que no es apercibida. Colócase este sombrero en la mesa al mismo
tiempo que el compadre mete en el otro un paquete de juguetes de niños.
Parece disponerse a hacer un juego con estos sombreros, como por ejemplo el
del gran dado; pero el prestidigitador mirando en uno de los dos sombreros,
dice que y‚ algo que le incomoda; toma este sombrero y hace una nueva
distribución, y como si hubiese olvidado alguno de la reunión, toma el otro
sombrero y continúa la distribución. Hace en seguida el juego que había
preparado, en el cual se necesitan los sombreros.
Habiendo terminado el juego, el físico pregunta a quién pertenecen estos
sombreros, y haciendo el movimiento de quererlos llevar, el compadre los
vuelve a llenar de nuevo. Fingiendo entregarlos el prestidigitador parece
admirado de ver todavía alguna cosa y hace una nueva distribución.
Se puede aprovechar de esto último para hacer un juego de invención muy
reciente y que es muy bonito; es verdaderamente una sorpresa.
La multiplicación de los cubiletes, de la cual he hablado hace un momento, es
de la antigua prestidigitación; este ingenuo procedimiento, no tiene en realidad,
nada de admirable; el medio no es difícil de adivinar. He aquí el que yo
propongo.
Se hará tomar una bola cuyo diámetro será de dos terceras partes
próximamente de el de un sombrero ordinario. Esta bola estará hueca lo más
posible. Se dejará una abertura circular bastante grande.
Se harán hacer una veintena de resortes en espiral a los cuales se dará una
forma esférica. Su diámetro será próximamente el de una bola de billar. Estos
resortes recubiertos de tela, representarán perfectamente una pelota;
comprimiéndolos, su volumen disminuirá una tercera parte lo menos. Se
meterán todas estas pelotas en la bola, comprimiéndolas.
El compadre mete esta bola en el sombrero, y puede también añadir otros
objetos que se distribuirán primero. En seguida se sacan una a una las pelotas
que hay en la bola. Estas pelotas vuelven a tomar al salir, su esfericidad. Se
acaba por sacar la bola grande, teniendo cuidado de no dejar apercibir la
abertura. Se concibe que los espectadores deben estar sorprendidos de ver esta
cantidad de objetos, que parecen de un volumen más del doble de lo que puede
contener el sombrero.
La caja doble, descrita bajo el núm. 3, Sección XXI, capítulo II, sirve
principalmente para esta clase de distribuciones. Algunas veces se ponen
dulces en el fondo del cajón y flores por encima. Distribúyense las flores a las
señoras. En seguida, como si se quisiera hacer un juego en favor de los niños,
se hace la evocación mágica de los bombones, y se les distribuyen.
Si se tienen dos cajas iguales, se hace este juego más sorprendente. Una, que
esté llena de flores u otros objetos está colocada detrás de cualquier objeto para
que no se vea. Cuando se ha vaciado la primera se lleva esta como si se hubiese
acabado el juego; pero fingiendo oír quejarse algunas personas, de no haber
recibido nada, se cambian diestramente las cajas, y se vuelve con la que está
llena que los espectadores toman siempre por la misma. Se hace ver que no
contiene nada, enseñando el compartimiento vacío. Se cierra y al volverla a
abrir de nuevo se ve el cajón lleno. Si se ha decidido por flores, cuando se
meten en el cajón, es necesario apretarlas, y distribuyéndolas de tiempo en
tiempo se remueven para separarlas un poco. Como por este movimiento se
aflojan y separan parece que se aumentan a medida que se sacan.
Se comprende que es fácil variar la manera de hacer esta distribución.
Los que no tienen compadre para el servicio del sombrero, disponen en
paquetes, sobre la tabla de la mesa, todos los objetos que quieren distribuir; se
introducen en el sombrero al pasar este; pero es necesario para esto mucha
ligereza y destreza.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN XXVI
Cartera muy conveniente a todos.
Si la caja del juego anterior y esta cartera pudiesen ser en realidad lo que
aparecen ser en las manos de un prestidigitador, el que las poseyera no tendría
nada que desear, ni aquel sombrero de Fortunatus. El uno se emplearía para el
mueblaje de una casa y el otro para las provisiones de mesa. Desgraciadamente
todo esto no es más que un artificio: este es el defecto de la magia blanca. ¡Es
una lástima!
He colocado este juego, a continuación del que antecede como pudiendo ser su
segunda parte.
Nuestra cartera no es otra cosa que lo que se llama impropiamente cartera de
dibujo, y la cual se gasta para encerrar y conservar los dibujos.
La propiedad especial de esta es de contener sin que lo manifieste, otros
objetos que no sean papel. Se sacan mesas, butacas, cajas, sillas, pupitres, etc.,
etc., etcétera.; es para hacer morir de desesperación a los tapiceros. Se han
sacado hasta niños vivos; estos no son los muebles más raros.
Para la explicación, tengo muy poco que decir: es negocio de un ebanista
mecánico. Todos los objetos que acabo de nombrar están tan ingeniosamente
hechos, que pueden doblarse, sin ocupar casi sitio y rápidamente establecerlos
a su forma natural al sacarlos del cartón. En este estado parecen exactamente
construidos. Me parece que es imposible y hasta inútil entrar en los detalles de
uniones tan minuciosas. Los aficionados que deseen estas piezas las hallarán en
casa de los constructores de instrumentos para el uso de la prestidigitación.
Al hacer el juego, se coloca esta cartera sobre una especie de caballete. Uno de
sus lados está de cara al público, oculta los objetos que están en el cartón‚
impide ver la maniobra ejecutada para restablecer las piezas a su primitiva
forma.
Para enriquecer el juego se hace uso de una trampa de prestidigitación. Se
añaden a las piezas que están en la cartera diversas cosas que lleva colgadas el
físico detrás u ocultas en su traje. Como todos los objetos y movimientos están
ocultos a los espectadores por el mismo cartón que es bastante grande, se esta
perfectamente libre para operar.
Se termina la exhibición de las piezas por la de un niño, que parece salir de la
cartera, pero que en realidad, sale de un pequeño escotillón hecho en el piso del
teatro: todo dispuesto (como debe ser) para que los espectadores solo vean lo
que deben ver.
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SECCIÓN XXVII
Conversación de una moneda con las
personas que se dignen interrogarla. —
Parodia metafísica. — Disgresión
extravagante que aconsejo pasar por alto.
Se trata de una moneda que debe contestar a las preguntas que se le hagan.
Esta moneda hace el efecto de los autómatas que se encuentran en los gabinetes
de prestidigitadores, de modo que se puede hacer sin ningún gasto lo que
cuesta muy caro, si se hace uso de un autómata. Puede también decirse, que
este último, si es más agradable, es menos sorprendente, porque anuncia el
mismo un mecanismo y todo el mundo conoce los efectos; en lugar que cuesta
trabajo concebir. cómo una moneda puede moverse sola, aislada, dentro de un
vaso.
Se han empleado diversos procedimientos para este juego. En primer lugar era
un hilo que pasaba por un pequeño agujero hecho en una moneda de veinte
reales; este mismo hilo pasaba también por entre dos pequeños anillos fijos en
La mesa. La moneda atada podía colocarse en media de estos anillos, porque
era entre ellos donde se ponía el vaso. Los dos extremos del hilo se
prolongaban baste las manos del compadre, que hacia maniobrar la moneda.
Otros se servían de un vaso agujereado en el fondo, que se colocaba sobre el
agujero por donde pasa la punta de uno de los pédalos de la mesa. Esta punta
de pédalo, dirigida por el compadre, podía entrar en el agujero hecho al vaso y
salir. Se comprende que era muy fácil hacer mover la moneda. Por este último
se hacía uso de la moneda prestada. En el otro, se sustituía a esta moneda por la
que se tenía preparada, y que se había tenido cuidado de ocultar con alguna
cosa, al lado del vaso.
Hay un media más sencillo por el cual no se necesita ni vaso agujereado, ni
pédalo, ni moneda pasada.
Un largo pedazo de hilo de seda negro, una bolita de cera blanca, y un pequeño
gancho doblado en forma de anillo y sujeto a la mesa, he aquí todo el aparato.
Se hace pasar el hilo por el gancho o anillo; a uno de los extremos de este hilo
se fija la bolita de cera que se deja sobre la mesa. El otro extremo del hilo va a
parar manos del compadre. Se hace reconocer el vaso, que se vuelve a dejas
sobre la mesa, contra el anillo.
Se pide una moneda de veinte reales, la cual se toma en la mano izquierda. Se
hace ver que no se escamotea teniéndola siempre en la punta de los dedos.
Hablando se toma con la mano derecha la boa de cera de la mesa, y
transportando la moneda de la mano izquierda a la derecha, se pega la cera a la
moneda, apretándolas fuertemente una contra otra, y se echo la moneda en el
vaso; no haya miedo de que la cera se despegue.
Cuando el compadre tira del hilo, la pieza se levanta; si lo suelta vuelve a caer:
a‚ aquí todo el mecanismo. Y como de la mesa al borde del vaso, el hilo tira
verticalmente, a causa del anillo que lo mantiene, el vaso que esta contra este
hilo no puede menearse.
Cuando se han acabado ya los ejercicios con la moneda, para devolverla, se da
vuelta al vaso a fin de hacerla caer en la mano, se le quita lacera y se entrega a
quien pertenezca
Los juegos que se hacen con esta moneda son los mismos que se hacen con el
autómata. Para decir: Sí, da un golpe; para decir: No, queda inmóvil. Para
contar da tantos golpes como unidades tiene el número que quiere expresar.
Para saludar, da dos o tres golpes, poniendo más intervalo entre sus golpes, y
haciendo oír un ligero temblor, porque es decente y gracioso, al sexo, mostrar
un poco de timidez.
He aquí una serie de preguntas que los prestidigitadores tienen costumbre de
dirigir a sus adivinos.
-¿Es verdad que estáis dotada de perspicacia?
-Sí.
-¿Qué conocéis las cartas que toman o quieren tomar?
-Sí.
-¿Qué decís de antemano el número de puntos que una persona debe sacar con
dos dados?
-Sí.
-¿Qué conocéis la más enamorada de la reunión?
-Sí.
-¿Y el mayor bebedor?
-Sí.
-¿La señora más contrariante?
-¿La señorita que tiene más deseos de casarse?
-Sí.
-¿Sois pues hechicera?
-No.
-¿Hay hechiceros?
-No.
-¿Y hechiceras?
-Sí.
-¿Son las niñas de nueve a diez años?
-No.
-¿Las señoras de sesenta a ochenta?
-No.
-¿Las jóvenes de quince a veinte y cinco.
-Sí.
-¿Es porque tienen el poder de encantar a los hombres?
-Sí.
-¿Quieres hacerme un saludo?
-No.
-¿Y a las personas que os honran con su presencia?
-Sí, sí, sí.
-He aquí tres saludos. ¿Hay uno sin duda para las señoras, uno para las
señoritas y otro para los caballeros?
Podrán imaginarse estas preguntas, según los juegos que se quieran hacer Se
hallarán en esta obra muchos juegos que puedan aplicarse a esta recreación.
En cuanto a las cartas se convendrá con el compadre del número que se hará
tomar sobre el paquete, de la que se hará tomar forzadamente, como también de
los puntos que se preparan en la caja de los dados, del número de monedas que
se harán tomar, etc. etc.
En cuanto la moneda ha dado a conocer al más enamorado, se le pregunta
cuántas novias tiene este caballero. La moneda empieza a sonar lentamente:
1....2....3, enseguida suena precipitadamente, sin pararse. El prestidigitador que
está entre la reunión haciendo sus comentarios, quiere poner término a esta
indiscreción; pone la mano sobre el vaso, y la moneda sigue siempre sonando,
pero en fin, para, y el físico da sus excusas al caballero por la imprudente
moneda que ha dado a conocer públicamente su inconstante amor.
Cuando la moneda es interrogada sobre el más gran bebedor, indica un hombre
de mezquina apariencia, delgado y pálido, si lo hay. Pero acaba por dar a
conocer que no bebe más que jarabe y limonada Estas escenas sirven para
divertir a la reunión.
El prestidigitador hace recaer la elección sobre la persona que él quiere, por
una palabra convenida con el compadre, tal como la pregunta que seguir a las
palabras: es este pues:
-¿Es este caballero?
-No.
-¿Sin duda es éste?
-No.
-¿El señor?
-No.
-¿Es este pues?
-No.
-¿Este?
-Sí.
Se ve pues que el compadre ha sido advertido por estas palabras es este pues, y
que ha debido dar una contestación afirmativa a la pregunta siguiente a estas
tres palabras.
Podrá servirse ventajosamente en este juego de los principios que se conocen
bajo el nombre de Segunda vista. Mi intención al empezar este tratado, era de
extenderme mucho sobre esta ingeniosa invención; pero después he sabido que
existe una obra consagrada a la explicación muy detallada de este
descubrimiento titulada: La Seconde vue de devoilée, por Mr. Gaudon, París,
1849.
Esta circunstancia me ha hecho renunciar al deseo que tenía de ocuparme de
este objeto, después de la terminación que he tomado de no insertar nada en
esta obra de lo que estuviese ya publicado a menos que no pueda presentarlo
bajo un aspecto enteramente nuevo, o introducir mejoras notables.
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SECCIÓN XXVIII
Modo de componer un vestido hecho
pedazos.
Como se ha podido notar la ventaja más preciosa de la magia blanca, es la
prontitud en la ejecución. Llevad a un sastre un traje hecho pedazos dándole
una hora de tiempo para arreglarlo: me parece ya verle sentado delante de la
mesa, las piernas cruzadas, la aguja en la mano, mirándoos azoradamente, con
la boca abierta, deciros que él no tiene hilo para componer aquello, y que aun
cuando el diablo se encargara de esta ocupación no se podría hacer.
Llevad a un prestidigitador estos mismos fragmentos de tela; sóplales encima,
o los toca con su varita, y no tenéis más que tomar en seguida vuestro vestido.
Ya veis cuan cómodo es esto para las personas que tienen prisa.
Pero como no se tiene siempre un mago dentro de la manga, voy a daros el
medio de pasaros sin él, comunicandoos su secreto.
Los prestidigitadores comprenderán bien al anunciar este juego, que se puede
hacer por los procedimientos ordinarios, es decir por las trampillas,
escamoteos, etc. Pero yo voy a proponerlo bajo una forma enteramente nueva y
que podrá desorientar a algunos de los que están versados en la magia blanca.
El prestidigitador pregunta si alguno de la reunión tendría la amabilidad de
prestar un vestido. No se dan prisa casi nunca de contestar a esta pregunta; en
fin se encuentra casi siempre algún hombre de genio alegre, sin cumplimientos,
al cual le es indiferente quedarse en mangas de camisa, el cual acaba por hacer
este servicio al mago, que por reconocimiento, le ayuda a quitárselo en detall,
es decir cortando los faldones, las mangas a medida que se sacan lo que no deja
de admirar al propietario del vestido, que promete al oficioso camarero no
tomarle nunca a su servicio.
Todos los pedazos se colocan en una cestita que se deja al azar sobre el suelo.
El prestidigitador entretiene entonces a la asamblea, haciéndole un discurso en
relación de las circunstancias, según lo que su imaginación le sugiera, y
siempre sacando y metiendo las piezas una después de otra y buscando en su
imaginación el partido más ventajoso que se pueda sacar.
En fin, saca una última pieza; que le parece, dice él, muy a propósito para hacer
un chaleco a su ahijado. La vuelve a meter en el cesto, y al mismo instante
retira todo el vestido perfectamente intacto y lo devuelve a su dueño.
Podrá hacerse proceder esta recomposición al toque de la varita mágica que
pasar por haber operado el milagro.
Explicación. En el fondo de la cestita, se hará colocar una trampilla, a un
cestero hábil. Esta trampilla deberá abrirse y cerrarse fácilmente, las charnelas
serán como todo lo demás de mimbre.
Se hará hacer también un escotillón circular en el piso del teatro, que pueda
estar oculto por el fondo de la cestita, pero la trampilla de este canastillo debe
poder entrar fácilmente, al abrirla, en el escotillón del piso.
La persona que ha prestado su traje esta de inteligencia con el prestidigitador.
Si este hombre hace bien su papel, se sospechar tanto menos, porque no se
ofrecer que después de haber rehusado otras muchas personas, que,
seguramente no consentirán en quitárselo y dar un espectáculo al público.
Habiendo sido ya prestado el vestido, como ya lo he dicho, se corta a pedazos,
que se meten en el canastillo preparado para esto, y que se cambia muchas
veces de sitio hablando a los espectadores a fin de no dejarles sospechar
ninguna disposición hecha en el piso. Continúase este manejo hasta que se ha
llegado al escotillón, que se cubre con el canastillo.
En el momento en que el prestidigitador parecer hacer el inventario de las
partes del traje, es cuando el compadre, que esta debajo del teatro, con traje
igual al que se corto, abre los escotillones, coge las piezas que hay en el
canastillo, y pone en su lugar el traje que tenía preparado; es ayudado en esta
operación por el físico que tiene una mano sobre el canastillo, para prevenir
todo movimiento que pudiera hacer el canastillo, por falta de precaución por
parte del compadre.
Hecha la sustitución y vueltos a cerrar los escotillones, se cambia nuevamente
de sitio, se hace una pequeña pausa, y se saca todavía una pieza. Pero esta se ha
dejado a propósito, para hacer creer que solo hay pedazos. Al volver a meter
esta pieza en la cesta, se mete en uno de los bolsillos del vestido, el cual al
mismo momento se saca todo entero.
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SECCIÓN XXIX
Juego de la "houlette." — Carta bailarina.
Los prestidigitadores llaman así este juego porque el pequeño instrumento en
el cual se meten las cartas se parece a una pala. Conócese el efecto de este
juego. Se hacen tomar tres o cuatro cartas, se hacen mezclar en la baraja; se
mete esta baraja en la "houlette," la cual está colocada sobre una botella que
hay en la mesa: las personas que han sacado las cartas son invitadas a
ordenarlas salir. Se las ve al momento subir y salir de la baraja.
Esta "houlette" es simplemente una caja de hojalata del tamaño de la mano a la
cual se le hacen dos lados doblando los bordes. Pónesele una traviesa arriba
sobre la parte delantera para mantener las cartas y un pequeño fondo debajo
para sostenerlas. Como es necesario que esta "houlette" tenga dos divisiones, se
divide en dos partes por medio de una separación que se coloca paralelamente
al dorso del instrumento. La división de detrás debe ser más estrecha que la de
delante, en la cual se coloca la baraja. En fin, añádese un pequeño mango a esta
especie de paleta, para poderla colocar en una botella. La parte de delante o
primera división estando abierta se ve la baraja cuando está allí colocada.
En rigor, no teniendo este aparato, se puede hacer el juego en un vaso, pero no
es tan cómodo.
Este juego aunque ya antiguo, siempre se ha visto con placer y se verá siempre.
Cuando no se hace en una reunión, parece a los espectadores que alta algo.
De este juego es el que Decremps habla en su Mágie blanche; y en el cual nos
da el mezquino medio de servirse de pequeños corchetes para hacer salir las
cartas. Nos habla también de otro medio más sutil y más ingenioso; pero como
le ha sido confiado bajo secreto, anuncia que no es dueño de publicarlo, y en el
hecho jamás este medio lo ha sido. Por lo demás, el que le hizo esta
confidencia, había hecho muy bien en escoger a Decremps por su depositario,
pues era uno de los más honrados hombres de Francia.
Después he tenido ocasión de conocer este medio que estaba entonces a la
disposición de muchos prestidigitadores y como yo lo he comprado y pagado
muy bien, no tengo el mismo motivo que Decremps para privar a mi lector de
él, al cual, a mi vez voy a hacer la confidencia.
Primeramente, sepárense de una baraja las cartas que se quieran hacer salir.
Pongamos por ejemplo, un rey, una sota y un caballo. Tómense cinco o seis
cartas y un hilo a lo menos de una brazada de largo, a la extremidad del cual se
hará un nudo. Al extremo y centro de este extremo de la primera carta del
paquete que se acaba de tomar, se hace un pequeño corte con un cuchillo o
tijeras y pásase la parte del hilo donde esta el nudo; este nudo tropezará en la
carta.
Esta preparación solo se hace para fijar el hilo; sin embargo se podría pasar sin
esta precaución con tal que no se desarreglasen las cartas preparatorias al
colocarlas en la división. Sobre este hilo colocado a lo largo de la carta,
colócanse un caballo. Súbase el hilo, colóquese encima otra carta cualquiera.
Vuélvase a bajar el hilo, colócase la sota Vuélvese a subir otra vez el hilo y
colóquese otra carta indiferente. Bájase nuevamente y póngase el rey. Súbase el
hilo por la última vez y colóquense tres o cuatro cartas encima, y también por
última vez bajaréis el hilo.
Vuélvase el paquete de cartas tal como está en un vaso de cristal un poco
grande, si no tenéis todavía el aparato. El hilo que sobra, debe estar fuera del
vaso. Si tiráis de este hilo el rey, que se ha colocado el último saldrá el
primero; en seguida la sota y después el caballo.
He aquí como ejecutan el juego los prestidigitadores. Esta manera de
presentarlo es tradicional entre ellos. Se le puede cambiar, variar, modificar.
Pero se me permitirá no separarme por respeto de los antiguos usos, pues la
veneración por las costumbres de nuestros padres es una virtud.
A las tres cartas de las cuales acabo de hablar, se añadirá una segunda sota del
mismo palo que la otra. Esta segunda debe salir después de la primera carta que
es el rey; pero es necesario que esté colocada de modo que salga con los pies
hacia arriba. Introdúcense estas cartas así preparadas en la división de detrás
del aparatito, el cual se coloca ordinariamente en una botella. Estas cartas están
ocultas a los ojos de los espectadores por la separación que forma la segunda
caja. No olvidemos que el hilo corresponde a las manos del compadre que está
oculto.
Tómase una baraja completa, y se hacen tomar forzadamente por diferentes
personas, las tres cartas iguales a las que están preparadas El compadre dirige
lentamente el hilo, y el rey, que se digna prestarse a la invitación, sale con la
gravedad de un potentado, y obedece a la invitación con toda la popularidad de
un buen príncipe.
La segunda ha debido tomarla un caballero; le manda salir pero no obedece. Se
reitera el mandato: la misma negativa. El mago parece turbado. Empieza a
gritar: "¡Sal, sal pues!" nada, no sale. Mírase el juego como fallido. En fin, el
prestidigitador, como para buscar un medio de salir de este compromiso,
pregunta al espectador que carta tomó. Contesta supongamos: la sota de copas.
Entonces el físico dice:
"¡Oh! ya no me admiro. ¿Cómo, es una señorita? ¡y le habláis tan bruscamente!
¿Pero Vd. no sabe, caballero, que las señoras exigen que los hombres sean más
respetuosos y corteses con ellas?"
El caballero, llamado al orden, toma un tono más gracioso y ruega
galantemente a la señorita que tenga la bondad de salir. Esta sale, pero con las
piernas hacia arriba como para justificar su resentimiento del modo con que
acaban de tratarla. El físico la hace volver a entrar rogándole que no guarde
ningún rencor al caballero que se ha permitido con ella tanta familiaridad, pero
que le expone humildemente sus excusas; le ruega por su cuenta de presentarse
en una postura más decente. Entonces la sota sale en una posición natural, y
parece satisfecha de la reparación que acaban de hacerle.
Como ha llegado el momento de hacer salir la tercera carta, que es la última, el
prestidigitador, fingiendo tener un contratiempo igual al anterior, pregunta si
por casualidad, sería esta carta alguna sota. La persona que la ha tomado
contesta que es un caballo. El físico dice entonces: "Si es un caballo, no hay
que tomar ninguna precaución. No tenéis más que decirle: ¡Salta, bribón! y le
veréis obedecer." Tan pronto como se ha pronunciado esta palabra, el
compadre tira bruscamente del hilo, y se ve la carta saltar por el aire.
Observación. En cuanto a la sota que sale con las piernas hacia arriba, una vez
que ha salido del todo se saca del aparato; y se vuelve a colocar en la misma
posición, en la división de delante donde está la baraja entera, rogándole salir
en una posición más conveniente. Este cambio es inapercibido, parece que se
mete en el mismo sitio de donde ha salido y entonces es la segunda solo la que
sale. Retírase como ha debido hacerse con el rey a fin de que no impida la
salida de la otra carta.
Otra manera de hacer este juego. — La carta bailarina.
Esta última manera es la que está más en uso ahora. En esta se hará salir la sota
la última. Se conservará el incidente de la carta que sale con los pies hacia
arriba. El prestidigitador la vuelve a meter en la caja de delante, rogándole
como ya hemos dicho de no guardar ningún rencor. Vuelve a salir como
conviene, según la honestidad y hace tres encantadores saludos a la reunión.
Para estar seguro de que ya no está incomodada, se la invita a bailar, y
consiente, lo que hace ver que tiene mejor corazón que cabeza. La música se
deja oír, y ella sigue el compás como mujer que tiene el oído muy fino. Acaba
por saludar de nuevo y se retira modestamente entre sus compañeras, que sin
dada la colman de cumplimientos y lisonjas, como sucede entre señoras.
Hay muchos procedimientos para preparar una carta que pueda subir y bajar, a
fin de darla un aspecto de baile. El más sencillo y seguro es fijar a la parte de
abajo de la carta y entre las dos hojas que se despegan, una hoja delgada de
plomo, que no se ve, puesto que está cubierta con el papel de la carta, que se
vuelve a pegar sobre el plomo. El hilo esta sujeto debajo donde está el plomo y
en el centro de la carta.
En general los prestidigitadores se sirven de dos hilos, uno, para hacer las
cartas según el método que se ha explicado, y otro para hacer bailar la carta;
ellos no han reflexionado que este doble hilo no solo es inútil sino totalmente
embarazoso para la maniobra de las otras cartas. Esta carta bailarina no
necesita ningún cambio en el arreglo que he descrito. Está sencillamente
considerada y colocada como la última que debe salir; no incomoda a las otras,
ni las otras a ella.
Es necesario sobre todo procurar que esta carta no esté algo oprimida por sus
vecinas, en la sala de baile, porque le quitaría la libertad del movimiento, se
opondría a los graciosos movimientos de los brazos, cuartas y tercias, en el
caso que nuestra Terpsícore quisiera entregarse a estos brillantes ejercicios del
arte. En fin, es necesario preservarla de toda incomodidad que tendiese a
hacerla bailar como una paralítica.
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SECCIÓN XXX
La suspensión.
Es una invención muy ingeniosa, lo cual no admirará, cuando se sepa quien es
su autor (Robert-Houdin). Desgraciadamente el principio se deja adivinar
demasiado. Yo he visto muchos mecánicos que, sin pensar mucho, han
comprendido el mecanismo.
La persona escogida para es la experiencia está vestida, debajo de su traje, con
un corsé arriba del cual hay fijada transversalmente una tira de acero colocada
sobre la región de los omoplatos. Esta tira de acero esta terminada al extremo
exterior por un dentellón llamado roquete. Una segunda tira del mismo metal
hay al otro extremo colocada por medio de unos clavos remachados, en el sitio
donde está el dentellón. Este clavo remachado deja a esta última tira la libertad
de moverse; lo que forma en el punto donde se unen estas dos tiras, una
articulación parecida a la del antebrazo con el brazo. Sobre esta misma segunda
tira hay una estrella móvil, la cual dirige el movimiento por medio de un brazo
sirviendo de mango, y que forma cuerpo con la estrella. Esta estrella se une al
dentellón apretando el mango, cuando se quiere parar la posición de la persona
suspendida; de modo que en este estado, la tira de delante forma un ángulo
recto con la otra parte de esta armadura que esta fijada sobre el corsé. No
olvidemos decir que la de delante está terminada a su extremidad por una
hebilla o anillo en forma de verola.
Sobre un montante elevado es donde se ejecuta esta suspensión. Este montante
entra en el piso del teatro, sobre el cual está sólidamente asegurado. El anillo o
verola del cual acabamos de hablar se mete sobre la parte superior del montante
y constituye todo el punto de apoyo. La persona suspendida extiende su brazo
paralelamente a la tira, cuyo extremo está fijado a la extremidad del montante,
y parece sostenerse solo en la mano.
Los prestidigitadores fingiendo atribuir el efecto de esta experiencia a la
propiedad narcótica del éter, han verdaderamente abusado demasiado de la
credulidad de las gentes, y se han inquietado muy poco de la sagacidad de los
espectadores; porque ¿quién no sabe, que el estado del sueño, de cualquier
causa que provenga no da a los cuerpos animados la ligereza del céfiro, y no
puede perturbar las leyes de la gravitación?
Yo suplico a estos señores se respeten más, renunciando a estas pobres y
mezquinas astucias. Daré el mismo consejo a los que haciendo el juego de la
segunda vista, son bastante sencillos para imaginarse imponer, pasando un
excitador de electricidad sobre el pecho de un individuo, bajo pretexto de
procurarle un sueño magnético y dotarle de la segunda vista. Estos señores
deben siempre pensar, que pueden tener por espectadores verdaderos físicos, y
sabios de toda especie, en el concepto de los cuales se exponen a pasar no
solamente por desvergonzados, sino por saltimbanquis ridículos, lo que es
todavía más humillante
¿No, vale más atenerse en semejante caso, a esta suposición generalmente
adoptada por el público, que todo se hace por el poder de la varita cuya
misteriosa virtud queda desconocida a los profanos que no deben más que
inclinarse, creer y admirar?
Con este chiste oportuno el prestidigitador queda siempre en su papel y no se
compromete en nada. No hay pues otra cosa que hacer que tocar sus agentes
con su varita mágica y todo está en orden.
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SECCIÓN XXXI
La marmita del diablo.
Efecto. Una especie de caballete móvil, compuesto de tres largos montantes
de madera unidos por medio de tornillos en sus extremidades superiores, está
colocado en el centro del teatro.
Entre este asamblaje hay un gancho, al cual se suspende una gran marmita, en
la cual se echan tres o cuatro cubos de agua.
Se despluman muchos pichones, muertos, bien entendido, que se echan en la
marmita, y se cubre con su tapadera. Se colocan dos o tres bujías debajo de esta
cocina ambulante Desde luego se creerá que es con la intención de cocer los
pichones; nada de esto: este calor produce un efecto contrario, porque al quitar
la cubierta, se ven salir los pichones vivos de la marmita, que se descuelga para
enseñar el interior y hacer ver que de los cubos de agua que se habían echado
dentro no queda ni una gota.
Explicación. Uno de los tres montantes del caballete está agujereado
interiormente en toda su longitud y entra por su extremidad inferior en un
agujero hecho en el suelo del teatro: está sostenido por una espiga practicada a
esta misma extremidad del montante hueco. El gancho colocado en la parte
superior esta hueco también.
El cuerpo de la marmita es doble. Entre las dos partes hay un vacío de cuatro a
cinco milímetros. La parte que entra en la otra no tiene fondo y no baja del todo
sobre el fondo exterior, a fin de que el agua que se pone en la marmita pueda
subir en el vacío que existe entre las dos partes que componen esta marmita. El
asa de esta misma marmita está hueca como el gancho, y el vacío comunica al
que reina entre los dos cuerpos, por medio de un pequeño tubo ajustado a una
de las asas de la marmita. Esta asa está agujereada en el centro, por abajo y en
esta abertura es donde se hace entrar el gancho que está en el caballete, cuando
se suspende la citada marmita
La cubierta es bastante profunda para contener por lo menos tres pichones
vivos en su concavidad; estos pichones están sostenidos por un fondo de metal
que está mantenido por dos resortes, adheridos a dos alambres que
corresponden interiormente al botón colocado sobre la cubierta. Dando un poco
de vuelta a este botón, el alambre aparta los pequeños resortes, y el fondo, que
nada lo sostiene entonces, cae en la marmita con los pichones.
El efecto de este aparato es el de un sifón de tonelero cuando traspasa una pipa
de vino. Estando la marmita llena de agua y suspendida al gancho hueco que
corresponde al asa de la marmita y al hueco el montante agujereado del
caballete, si una persona, que estuviese debajo del teatro, aspirase un poco con
la boca la extremidad del montante que pasa a través del piso, se establecería
entonces una corriente que no cesaría hasta no quedar una gota de agua en la
marmita, porque el aire atmosférico, haciendo presión sobre el agua, la fuerza a
subir entre las dos paredes hasta el asa y de allí al gancho que la hace pasar al
hueco del montante, para caer en un depósito colocado expresamente debajo
del teatro, en el punto donde pasa el extremo del montante por el cual se escapa
el agua.
Para dar el tiempo al agua para salir es por lo que los prestidigitadores hacen
una especie de parada, que tiene todavía la ventaja de recrear a la reunión.
Dicen a dos muchachos que suban al escenario. Visten a uno de cocinero y al
otro de cocinera, y este disfraz, que cuesta bastante tiempo, distrae a los
espectadores.
Se comprende que el doble fondo de la tapadera al caer en la marmita, oculta
enteramente los pichones muertos que hay allí.
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SECCIÓN XXXII
Servicio de café al minuto.
Se convendrá que es muy agradable, después de comer, ir a un espectáculo de
prestidigitador, porque independientemente de los milagros con que nos regala
la vista, se puede esperar gozar de algunas sorpresas agradables al paladar.
En el momento que menos se espera, se os ofrece excelente café de un aroma
digno de un príncipe. ¿Queréis otra cosa? el mago toma una botella y hace salir
todos los licores que se desean, según el gusto de cada uno. El sabor y perfume
de estos licores son talmente deliciosos que el néctar no es nada en
comparación de ellos; al menos esta es la opinión de los que han probado este
brebaje de los Dioses.
Nuestro hechicero, que siempre es galante, mete una peluca en una caja, y en
favor de las señoras la metamorfosea en una multitud de lindos ramilletes. No
contento con esto mete pelotas de goma debajo de los cubiletes, y con un golpe
de varita, las cambia en naranjas de Portugal. Habiendo hecho la distribución
pide un sombrero, mete la mano, y he aquí una lluvia de dulces que cae sobre
la reunión.
En fin, el teatro de un prestidigitador es una verdadera Jauja, y los que lo
visiten pueden contar que una magnifica comida les aguarda. Y que no se crea
que el poder del prestidigitador no se extiende más que a los licores, flores y
dulces: he aquí lo que va a probarnos que puede todavía más.
En una soirée de magia blanca, a la distribución de los licores, un caballero
rehusó diciendo, que no bebía sine después de comer, y que no habiendo
comido todavía le daba las gracias. El físico respondió: "Eso no importa,
caballero; usted no ha comido a la hora que es; pues bien, a fin de que su
estómago no padezca voy a ofrecerle algo sustancioso." Tomó un pavo, lo
cubrió un momento, puso en juego su varita y descubrió un soberbio pavo
trufado que daba envidia a todo el mundo. E1 caballero se puso a comer, y la
botella mágica le procuró todos los vinos y licores que él prefería.
Pero puede que digan, después de esto, no es necesario cantar muy alto la
generosidad del prestidigitador y creerle dotado de un humor prodigo: lo que el
ofrece tan graciosamente no le cuesta nada más que un golpe de su varita
mágica. Por otra parte vemos que con guijarros o ladrillo picado prepara un
café que no le cede en calidad al de Moka; con cáscaras de huevo, hace azúcar,
y para procurarse leche, no necesita más que un puñado de salvado. Los
fondistas y dueños de cafés debían comprender que les sería muy útil estudiar
un curso de prestidigitación.
Un momento: antes de dar un juicio definitivo sobre estos efectos milagrosos,
que se escuche la confidencia y explicación de este secreto, ya se pensará en
seguida lo que se quiera.
Explicación. El aparato que sirve para este juego es una copa de una forma
cilíndrica, compuesta de tres piezas, por el sistema de la que está descrita con
el núm. 1, en la sección XXI del capítulo II.
La dimensión que se da a este aparato para el salón, es sin comprender el
pedestal, 22 centímetros próximamente de altura; sobre 9 de diámetro. Para el
teatro se hace mucho mayor.
En cuanto a su construcción, la diferencia que hay con la copa de las cajas, es
que se añade a la de que se trata ahora, una pequeña pieza hecha como una
tapadera de caja redonda.
A esta pieza hay soldado, debajo, un hilo de hierro, que pasa por un resorte en
espiral, y que se prolonga hasta el fondo del pedestal que está agujereado, y al
cual esta sujeto porque la extremidad de este hilo de hierro; está doblado en
forma de gancho que señala el mismo al borde del fondo del citado pedestal.
Este hilo de hierro tiene dos empleos: mantiene la pequeña pieza en el fondo de
la copa por medio del gancho y mantiene también el resorte de espiral en su
movimiento. Si se hace correr el gancho que hay en el fondo de la copa, entra
en el agujero hecho al pie; el resorte se deshace, y esta cubierta cuya abertura
está arriba viene a presentarse al nivel de la embocadura de la copa; y aparece
ser la suya propia.
En el fondo de la tapadera en forma de cúpula que corona la primera pieza que
cubre las otras dos, en este fondo, digo, hay practicado un pequeño mecanismo
que consiste en hacer mover tres corchetes llanos que se separan o se cierran,
dando vuelta al botón en que se remata la tapadera. Cuando estos ganchos se
separan entran en una ranura hecha al borde de la pieza del centro, rebajando
este borde hacia dentro, de modo que cuando los extremos de estos tres
ganchos han entrado en la ranura, se puede cogiendo del botón, quitar junta la
pieza de encima y la de enmedio. Esta pieza del centro es a doble cuerpo, como
en la copa de las cajas y está igualmente entre los dos cuerpos que entra la
tercera parte que es la que soporta el pedestal. No olvidemos decir que el borde
de esta tercera parte está remachado hacia dentro para retener el círculo en
forma de cubierta, cuando sube impelido por el resorte en espiral. Cuando este
círculo o falsa abertura ha subido metiendo la pieza del centro, es apretada por
el fondo de esta pieza hasta debajo y el corchete que debe sujetarla en el fondo
de la copa, como ya lo he dicho, se coloca el mismo y se engancha en el fondo
del pedestal.
Es imposible describir claramente una pieza mecánica compuesta de muchas
partes y de muchos casi nada, que es necesario por tanto conocer. Los grabados
mismos nos serían insuficientes para hacerse comprender bien. Estas
descripciones no pueden ser más que oscuras para las personas que sean
extrañas a las artes mecánicas; los trabajadores inteligentes solo podrán
entenderlas.
Lo que podrá probar cuan fastidiosas son las descripciones de estos
instrumentos de física recreativa es que ninguno de los que han escrito sobre la
prestidigitación han tenido el valor de emprenderlo seriamente. Ozanam, Guyot
y Decremps que son los únicos, al menos en Francia, no dan sobre este objeto
más que muy pocos detalles, y nada que pueda satisfacer al autor, no obstante
las láminas de las cuales se han servido.
Yo no he tenido, pues, otra esperanza entregándome a este ingrato trabajo, que
el de dar una idea de todas estas piezas, y hacer conocer los medios empleados
para provocar la admiración. Cómo ya lo he dicho, estos instrumentos se
encuentran ya hechos; lo esencial es saber usarlos y hacerlos valer; esto es lo
que yo me he propuesto enseñar.
Manera de hacer el juego. Se necesitan tres copas como la que acabo de
describir. La pieza móvil que debe representar la abertura de la copa está en el
fondo sostenida por el pequeño gancho que está en el fondo del pedestal.
A cada uno de estos aparatos, se llenará la pieza del centro, la una de café en
liquido, caliente; otra de leche, también caliente, y la tercera en azúcar. Se dará
un poco la vuelta al botón con que remata la cubierta, a fin que los tres ganchos
que hay sobre esta cubierta se introduzcan en la ranura hecha sobre los bordes
de la pieza del medio de la citada copa.
Se tendrán tres cajas medianas que se llenarán hasta la tercera parte
próximamente, la una de café en grano, si no se quieren poner guijarros, otra de
habichuelas, y la tercera de salvado.
Se quita por medio del botón de cada copa la pieza de arriba y la del centro,
que está llena, que viene con la primera, porque se sostiene por medio de los
tres ganchos de arriba. Enseguida se toma la tercera pieza que representa la
copa propiamente dicha; en fin, la que está sobre el pedestal, y que contiene la
pequeña pieza móvil en forma de tapadera de caja de la cual se ha hecho
mención.
Se oculta el vaso que debe contener el café en la caja donde esta el café en
grano. Se le llena primero totalmente y se vacía de alto en la caja para hacer ver
que está realmente lleno, y dar una idea de la cantidad de café que contenía.
Pero fingiendo llenarla lo mismo la segunda vez se suelta el gancho que hay en
el pedestal. La pequeña pieza sale, se ponen algunos granos de café fingiendo
poner mucho, y se coloca la copa sobre la mesa. Esta copa parece llena
completamente de café cuando no hay más que un poco en la superficie.
Se vuelven a poner sobre este vaso las dos partes que se habían quitado juntas,
se da vuelta al botón a fin que la pieza de encima no tenga más que la del
centro que está llena de café líquido caliente. Se acordará que metiendo estas
dos piezas sobre la tercera, el fondo de la parte del centro vuelve a empujar la
falsa abertura de la copa, cuyo gancho se coloca el mismo sobre el pedestal.
Ahora si se retira por el botón la pieza que cubre las otras dos, la parte del
centro aparecer toda llena de café hecho. Se opera lo mismo con las otras dos
copas. Para el azúcar, se toma la caja de las habichuelas, y para la leche se
toma la que está el salvado. Se comprenderá fácilmente que se puede servir de
otras sustancias que las que acaban de designarse; esta elección es del todo
indiferente. Retírase la primera pieza de cada copa y se hace la distribución del
café, del azúcar y la leche.
Como todas estas cosas se ofrecen a la reunión es necesario que las copas
tengan la mayor propiedad. Si no se procuran todas de plata es necesario al
menos que estén sólidamente plateadas. Las que los constructores de física
recreativa abastecen no dejan nada que desear bajo este punto de vista.
FIN.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SUPLEMENTO
Ofrezco por fin a los aficionados a la prestidigitación el suplemento del cual
he hablado al fin de mi Hechicería antigua y moderna explicada. Como este
suplemento solo esta compuesto de juegos que yo me había reservado, porque
la mayor parte de ellos no eran conocidos de nadie; porque yo mismo he
imaginado muchos y perfeccionado otros, no pensaba publicarlos; de modo que
no pudiendo decidirme, he acabado por no pensar más en ello.
Sin embargo, recibiendo a menudo cartas de todas partes pidiéndome este
suplemento, he tomado por fin la resolución de componerlo y publicarlo,
animado por ese sentimiento que hace experimentar un vivo placer, cuando se
pueden satisfacer los deseos de los que reclaman algún servicio de uno.
En la explicación de estos juegos no hay orden ninguno porque todos son de un
género diferente. Así, pues, los describiré tomándolos como se presenten a mi
vista al echar una mirada sobre la lista que he formado de ellos
Ya lo he dicho en la Introducción a mi Hechicería, la prolijidad que es un
defecto en cualquiera otra parte es a menudo necesaria en la explicación de los
juegos. Siendo lacónico sería necesario pasar por alto muchos pequeños
detalles, minuciosos en apariencia, y cuya omisión de uno solo sin embargo
podría dejar en la oscuridad o dada al lector, al cual no se le debe dejar adivinar
nada; aquí viene bien el caso de decir que es necesario no olvidarse de poner el
punto sobre la i.
De todos estos juegos solo he hallado dos o tres que necesitaran algunos
pequeños aparatos, pero son tan sencillos, que algunas palabras serán
suficientes para hacerlos comprender. Estos aparatos están siempre ocultos a la
vista de los espectadores en los juegos en que son necesarios; así, por es, estos
juegos pueden pasar por ser de pura prestidigitación.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN I
Sacar varias cajas que se dejan sobre la
mesa, pedir en seguida varios anillos y
hacer pasar estos anillos a las cajas estando
muy alejados. Los citados anillos son
reconocidos al momento por las personas
que los han prestado.
Algunos prestidigitadores han ejecutado algunas veces el juego de hacer pasar
una sortija dentro de una caja, se hace de muchos modos, pero este juego es de
muy poco efecto comparativamente con el que voy a describir: lo doy como
una de las mejores composiciones que se pueden hacer, y porque además tiene
el mérito de no ser conocido.
Para ejecutarlo, es necesario proveerse de esas sortijas de cobre o doblé que se
parecen perfectamente a las sortijas sin adornos o alianzas: estas sortijas se
hallaran en todas las quincallerías. De antemano se hace la siguiente
preparación: Unanse dos de estos anillos falsos por medio de una cinta
estrecha. Es necesario tener dos preparaciones así. Para atarlos se hacen dos
nudos y se corta la cinta de modo que solo quede a los extremos formados por
la atadura, aproximadamente un centímetro de longitud.
Ahora ocupémonos del modo de hacer el juego.
Al empezar se tendrá en la mano derecha, un paquete de estos anillos falsos,
pero de modo que no se aperciban de que tenéis algo. El otro paquete lo
tendréis en el bolsillo.
Cójase una caja que se tomará en la mano izquierda cuando se enseñe. Al
volver a la mesa por un movimiento natural se transporta de la mano izquierda
a la derecha como más a propósito para dejarla sobre ella; pero haciendo este
movimiento se entreabre ligeramente la caja, levantando un poco la cubierta
con el pulgar de la mano izquierda, y tomando con la mano derecha la caja se
introducen diestramente los anillos por la abertura que acabáis de hacer y la
colocáis sobre la mesa. Estos movimientos manuales son fáciles de operar y
deben ejecutarse en un momento.
Pero podría, en esta circunstancia, presentarse un contratiempo que es prudente
preveerlo para prevenirlo.
Cuando se pide una caja, podría suceder que fuese bastante fuerte de abrir la
tapadera. Entonces he aquí lo que es necesario hacer para evitar este
inconveniente. En el momento de tomar la caja se pregunta al prestamista si
hay tabaco dentro. Haciendo ésta pregunta y por un movimiento imperceptible
de ambas manos se levanta un poco la tapadera. Si la caja es difícil de abrir la
dejáis un poco entreabierta a fin de que no ponga resistencia a vuestro pulgar;
en el caso contrario no hay nada que temer.
Cuando habréis colocado sobre la mesa la caja que acabáis de pedir y en la cual
habréis introducido los anillos falsos, pediréis una sortija sencilla o alianza,
diciendo que no os atrevéis a hacer esta experiencia con sortijas de piedras
desde que os ha ocurrido romper una a causa de la dificultad que tienen para
entrar invisiblemente en las cajas sin abrirlas.
Esta razón por inverosímil que sea, siempre será aceptada sin titubear, como de
buena ley, por los espectadores; tanta confianza tienen en la veracidad del
escamoteador.
Se comprenderá fácilmente que el juego de que nos ocupamos sería imposible
hacerlo con otros anillos que los que se piden a causa de la infinita variedad de
formas que existen en los otros; por lo demás todas las señoras llevan sortijas
sencillas o alianzas y no es difícil procurarse.
Habiendo recibido la sortija de la cual acabamos de hablar decís: "A propósito,
si se me quisiera confiar todavía una segunda sortija el juego sería mucho más
bonito." Esta segunda sortija se halla bien pronto; la hacéis atar con la primera
presentando un pedazo de cinta igual al que os ha servido para atar las otras,
tendréis cuidado de explicar el modo de atarlas, a fin de que esta atadura sea
igual a la de vuestras sortijas falsas.
Mientras que se ocupan de esta unión, tómense secretamente con la mano
izquierda las dos sortijas falsas, también atadas, que tenéis reservadas en
vuestro bolsillo. Os entregan las dos verdaderas que acaban de atar; las tomáis
con la mano derecha y fingiendo colocarlas en la mano izquierda, dejáis
aparecer las que tenéis en esta mano reteniendo los dos anillos de oro en la
mano derecha.
Preséntense a cualquiera estos anillos falsos que se creen ser los verdaderos,
rogándole a esta persona que los guarde un momento. Téngase cuidado de no
escoger esta persona muy próxima a las que han prestado las sortijas, por no
exponeros a la casualidad de un falso descubrimiento, aunque sin embargo esto
es muy poco de temer.
Continuando el juego decís: "Como tenemos dos sortijas, esto me hace pensar
que podíamos también tener dos cajas y el juego sería todavía más curioso.
Os entregan una segunda, y al irla a dejar sobre la mesa introducís los
verdaderos anillos que tenéis en la mano derecha, del mismo modo que habéis
introducido las falsas en la primera caja. En las dos cajas que hay pues sobre la
mesa, la una contiene las sortijas prestadas y la otra las falsas que representan
las verdaderas.
Ahora, tomáis los anillos que se han dado a guardar a una persona. Estas
sortijas falsas, son bien entendido tomadas por los verdaderos anillos que os
han entregado. Anunciáis que vais a hacer pasar estos anillos que os han
confiado, en una de las dos cajas que designen. Si os indican la caja donde se
encuentran las sortijas de oro, que habéis pedido, entonces fingís colocar en la
mano izquierda los dos anillos que tenéis en la mano derecha, escamoteándolos
en el hueco de esta misma mano, como se ha explicado en la Hechicería, al fin
del artículo titulado: Modo de escamotear la moneda.
Hacéis tomar y abrir la caja por uno de los concurrentes, y se hacen reconocer
las sortijas por las personas que las han prestado.
Pero como es necesario sacar partido de las sortijas que hay en la caja que esta
sobre la mesa, vuélvense a tomar las sortijas de oro que acaban de sacarse de la
primera caja y decís: "Algunas personas pensarán sin duda que ha sido una
casualidad el designar aquella caja y que me hubiese hallado muy turbado si
hubiesen designado la otra. Para probarles que se engañan y que me era tan
fácil hacerlas entrar en una caja como en la otra, voy a mandar estas mismas
sortijas a la caja que no se ha elegido." Escamoteáis estas sortijas como se
acaba de hacer. Se invita todavía a tomar y abrir esta última caja y se
encuentran las sortijas.
El juego parece así terminado, pero os quedan en la mano las verdaderas
sortijas, y no mostrando más preocupación que el cuidado de devolver a las
personas los objetos que os han prestado, tomáis la caja que ha quedado vacía,
y yendo hacia la persona a quien pertenece, introducís las verdaderas sortijas,
Siempre del mismo modo, devolvéis esta caja, y en seguida vais a tomar las
últimas sortijas que acaban de sacarse de la caja, y aproximandoos a la persona
a la cual acabáis de entregarle su caja, le preguntáis si quiere tomarse la
molestia de entregar ella misma las sortijas a las personas que las han prestado.
Esta persona, aunque admirada de la comisión contesta naturalmente que
consiente. Quiere tomar de vuestras manos las sortijas que tenéis, pero le decís:
"Puesto que usted lo quiere, caballero, voy a volver a mandar estas sortijas a
vuestra caja y dejaros el cuidado de devolverlas a sus señoras." Conduciendo
vivamente esta maniobra, no se da tiempo a la persona de abrir su caja caso de
que por casualidad quisiera efectuarlo.
En el segundo caso, es decir si os indican para la introducción de los anillos, la
caja donde están las sortijas falsas, entonces, con estas sortijas falsas que
volvéis a tomar a la persona que las tenía, hacéis el mismo escamoteo que
acaba de explicarse para el caso en que hayan designado la caja que contiene
las verdaderas. Hacéis lo mismo abrir la caja por uno de los espectadores, que
enseña a la reunión las sortijas que siempre creen que son las prestadas.
Vuélvense a tomar estas sortijas falsas de manos de la persona que acaba de
sacarlas de la caja y empleáis la misma estratagema que en el primer caso, para
tener ocasión de hacer tomar las sortijas verdaderas que están en la caja que ha
quedado sobre la mesa, diciendo por ejemplo: "Señores voy a mandar estos
mismos anillos que acaban de salir de esta caja, a la caja que se encuentra sobre
la mesa para dar al poseedor de esta caja el placer de devolverlas a las señoras
que han tenido la amabilidad de prestarlas." Escamoteáis las sortijas como ya
se ha dicho. Abrese la caja para sacar las sortijas y devolverlas a las personas
que las han prestado.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN II
Modo de hacer con toda la baraja, el juego
descrito en la hechicería explicada: sección
III del capítulo II.
Este juego que se halla donde acabo de indicar, es tanto más agradable cuanto
que con la sorpresa que produce, puede divertir largo tiempo a una numerosa
reunión estando de sobremesa.
Se ve que después de haber enseñado un pequeño juego a la reunión y haberlo
dejado hacer muchas veces, se hallan de repente impedidos de lograrlo por la
voluntad del prestidigitador, pero que se puede hacer de nuevo, si este último
os da su permiso.
Los que han leído la explicación de esta recreación saben que el pequeño juego
que se enseña a la reunión no puede hacerse más que cuando se retiran
secretamente cuatro cartas de la baraja, una de cada palo, y que cuando se
quiere que no se haga, es necesario colocar diestramente en la baraja, las cuatro
cartas que se hablan retirado.
Un día me dio el deseo de buscar si había algún medio de hacer este juego con
todas las cartas de la baraja, y he hallado este medio que aturde de una manera
muy cómica a los que sabiendo el juego tal como es, lo ven hacer con toda la
baraja. Su sorpresa es tanto mayor, que los que se sirven del medio del cual se
trata, fingen ignorar del todo el juego, de lo cual he sido testigo por casualidad
como lo contaré al fin de este artículo. He aquí nuestro medio, que no explico
más que para los que saben el juego descrito en la Hechicería explicada, los
demás no pueden comprenderme .
Se sabe que las columnas verticales de las cartas, una vez formadas, es
necesario recogerlas empezando por la derecha. Se toman estas cartas
colocándolas unas sobre otra de arriba abajo. Habiendo recogido la primera
columna, se coloca el paquete sobre la última carta de la columna del lado a la
izquierda y se recogen las cartas de esta segunda columna, siempre de la misma
manera, es decir tomando las cartas por arriba y haciéndolas correr la una sobre
la otra hasta a abajo, y así sucesivamente en las otras dos columnas. He aquí
cómo es necesario operar, para que el pequeño juego demostrado se pueda
hacer con veinte y ocho cartas, pero que no se podrá hacer si la baraja esta
completa. (El juego tal como esta descrito debe hacerse con una baraja francesa
de piquet de 32 cartas. N. del T.)
Para lograr hacerlo con las treinta y dos cartas se sigue la misma marcha; toda
la diferencia que hay es que al recoger las cartas, es necesario lo más
diestramente posible, colocar la primera carta que esta a la cabeza de cada
columna, sobre el montón que se acaba de formar juntando las cartas de la
columna. Colócase siempre lo mismo este primer paquete sobre la última carta
de la segunda columna que se recoge siempre del mismo modo; pero colocando
también siempre la primera carta de la columna que se recoge encima del
montón que se forma por la reunión de los paquetes. Habiendo procedido así
hasta la cuarta columna inclusivamente, se hace cortar la baraja tantas veces
con o se quiere. Descúbrense las cartas formando cuatro paquetes y se ve que
todos los colores se han juntado como cuando se hace el juego con veinte y
ocho cartas solamente.
Con este objeto, contaré que hace poco tiempo me hallaba en compañía de
varios amigos; uno de ellos, hombre alegre y divertido, que sabía hacer con
bastante frecuencia algunos juegos, nos hizo entre otros el que acabo de
describir, pero por el método ordinario, dudando que se pudiese hacer con
todas las cartas.
Demostró como era preciso tomarlas, para reunir los cuatro colores después de
haber hecho cortar varias veces la baraja. Hizo ejecutar el juego por algunas
personas que todas lo lograron fácilmente.
Por desgracia, uno de mis amigos que estaba presente, el cual sabía también
hacer muy bien muchos juegos, y al que había yo enseñado recientemente el
medio de hacer este con toda la baraja fingió ignorar totalmente el juego de que
se ocupaban. Esperó el momento en que pudo asegurarse que la baraja estaba
completa; en seguida dijo, con cierto aire de candidez: estoy muy contento de
saber este juego y por mi parte os doy las gracias. Es tan sencillo, que no se
puede olvidar, es inútil que lo haga, porque apostaría que si lo hiciese veinte
veces no me fallaría una sola vez. La apuesta fue aceptada, era bastante
considerable. El juego se hizo con gran admiración del que había aceptado la
apuesta. Parecía tan consternado, que toda la reunión se puso a reír, excepto el
que acababa de experimentar tal burla. La apuesta sin embargo fue anulada
porque se hizo observar que tanto de una parte como de otra sería malo, puesto
que cada uno se creía cierto de ganar.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN III
Lindo juego con moneda.
Si yo supiese manejar el estilo florido, compararía este modesto juego al
diamante cuya admirable brillantez no es visible más que de cerca. En efecto
este juego no quiere enseñarse en una numerosa reunión, quiere para dejarse
ver un círculo muy estrecho, de otro modo, concentra en si mismo todas las
cualidades y pierde todos sus atractivos. Es necesario pues renunciar a
ejecutarlo no solamente en un teatro, sino en un salón rodeado de mucha gente.
En fin se encuentra a sus anchas y está en su elemento con un pequeño número
de personas reunidas con objeto de pasar juntas un rato.
Si deseáis tener una idea más distinta y un conocimiento más formal de esta
razón, escuchad la explicación que voy a dar.
Tómense monedas de una superficie diferente pero del mismo diámetro, como
por ejemplo una moneda de cuatro reales y una de veinte y cinco céntimos. De
estas últimas es necesario tener dos: pero hay una que no debe verse, esta se
tiene oculta en el hueco de la mano o entre el índice y pulgar. Ya he indicado
este último medio en la Hechicería explicada, segunda parte artículo I donde se
explica el modo de escamotear la moneda. Tómase la peseta en la punta de
estos mismos dedos. Se propone a una persona abrir la mano para recibir esta
moneda de cuatro reales diciéndole que va a contar 1, 2, 3, y que al pronunciar
la palabra tres, se dejará caer la moneda en la mano, la cual cerrará al
momento.
Se hace pues lo que se acaba de convenir, y se deja caer la moneda en la mano
de esta persona; pero al momento se queja uno de que no ha cerrado la mano
con bastante rapidez, y que por falta de esta precaución se corre riesgo de que
no salga bien el juego.
Se vuelve pues a tomar la moneda de cuatro reales y se empieza a contar de
nuevo, pero esta vez a la palabra tres, se deja caer la moneda de dos cuartos
oculta entre el pulgar e índice, reteniendo al mismo tiempo la moneda de plata
entre las falanges de los dedos.
Con la mano que está la moneda de plata se toma entonces la de cobre que se
había dejado sobre la mesa y fingiendo meterla en la otra mano se deja caer la
moneda de cuatro reales.
En este estado las cosas, la persona con la cual se ha hecho el juego, cree muy
bien tener la moneda de cuatro reales: todos los concurrentes creen lo mismo y
piensan igualmente que el físico tiene la de dos cuartos. Aproxímase la mano
cerrada a la mano también cerrada de la persona que cree tener la moneda de
plata, y se dice: "Que en virtud de un poder mágico que posee, manda a las dos
monedas que cambien de mano." Se abre la mano y se hace ver la moneda de
cuatro reales; la persona que creía tenerla ve con sorpresa que tiene la de cobre.
El físico termina diciendo a manera de confidencia intima: "Cuando voy de
viaje y no tengo dinero, me lo procuro de este modo; y decir que, por la
admirable virtud de la cual acabo de darles una muestra, sustraigo del bolsillo
de mis compañeros todo el oro que llevan y lo reemplazo por monedas de
cobre, y francamente les aseguro que esto lo hallo muy cómodo.
NOTA. Sin duda se habrá comprendido que es necesario hacer el ademán de
colocar la moneda en manos de la persona a quien se dirige. dos veces.
Primeramente se coloca realmente esta moneda, a fin de que la persona que la
ve no sospeche de que se la quiere engañar. Enseguida, recomendándole la
segunda vez de cerrar la mano con más rapidez, se le quita por esto todo medio
de ver la moneda de cobre, lo cual podría suceder sin esta precaución.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
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SECCIÓN IV
La carta funámbula.
Hay muchos juegos en los cuales es necesario poner en evidencia sobre la
mesa, una sola carta, a fin de que esté a la vista de los concurrentes: en este
caso se coloca simplemente esta carta sobre la mesa. Pero para hacer esta
circunstancia accidental un verdadero juego que no deja de sorprender, en lugar
de colocar esta carta vos mismo sobre la mesa, invitáis a una persona que os
haga este pequeño servicio. Naturalmente esta persona se presto gustosa, toma
la carta y la deja sobre la mesa; pero le observáis que estando acostada no
pueden verla todos los espectadores y que así le rogáis que coloque esta carta
en una posición conveniente, es decir derecha. Esta persona lo ensaya un
momento, pero renuncia viendo que no podrá lograrlo nunca. Entonces le
decís: "Caballero, os aconsejo hacer un curse de ponderación para
familiarizaros más con el equilibrio de los cuerpos. Tomáis la carta, la colocáis
sobre el canto de abajo y se sostiene derecha sin que haya habido por vuestra
parte el menor inconveniente. La volvéis a tomar para entregarla a la misma
persona rogando que la reconozca, así como la mesa, para que se asegure que
no hay superchería por vuestra parte, ni ninguna disposición secreta. Volvéis a
dejar estacarla, siempre derecha sobre la mesa y la dejáis el tiempo necesario
para el juego que tenéis intención de ejecutar.
Este pequeño intermedio ocasiona mucha diversión a la reunión que ríe al ver
tenerse esta carta derecha sola.
Ahora, he aquí el medio que se emplea para ejecutar esta mágica recreación.
En una hoja de ese latón delgado que se gasta para hacer letras, cifras y
adornos trepados, se corta una tira de cerca de tres centímetros y medio de
largo y un poco más de un centímetro de ancha. Dóblase esta pequeña tira en
forma de cartabón, como se ve en la figura de perfil. Se da un centímetro y
medio solamente a uno de sus lados, este será el lado b. Sobre la superficie a,
se pondrá un poco de cera. En el momento de la acción, se tiene en la mano
izquierda este pequeño aparato, tómase en la mano derecha la carta y
transportándola a la mano izquierda, se le pega detrás la parte a, de modo que
la superficie b, esté al nivel de la parte de abajo de la carta. Este movimiento de
manos se hace en un abrir y cerrar de ojos y como es muy natural, es del todo
inapercibido.
Colócase la carta derecha sobre la mesa. Es fácil comprender que, sostenida
por la parte b que está de llano sobre la mesa y fijada por la cera sobre la
superficie a, esta carta así apuntalada debe tenerse derecha fácilmente. Creo
que es superfluo decir que cuando se toma la carta para entregarla a alguno por
un motivo cualquiera, esta carta se despega fácilmente del pequeño cartabón,
este último os queda siempre en la mano, pronto a llenar, si ha lugar, las
mismas funciones a las cuales esta destinado. La carta no se mancha con la cera
que se mantiene siempre adherente a la superficie del cartabón a la cual la
habéis aplicado.
Yo he pensado que por la desemejanza de las circunstancias, se podría, por
medio de estos pequeños cartabones hacer un juego que tendría alguna analogía
con el baile de las figuritas pero que diferiría de él en el modo de presentarlo, y
que por esta novedad le haría más chocante. Se dispondría un hilo muy fino de
seda negra como se ha explicado en el capítulo 3, Sección XVI.
Este hilo es invisible aun a los ojos de los más perspicaces. Se coloca hacia la
parte de atrás de la mesa a fin que la persona que se acerca a ella para probar a
poner la carta derecha no pueda tocarlo.
Para este juego es necesario que el cartabón esté doblado al extremo superior
del lado a (Véase la figura) y que esta superficie o lado mayor sea más alto que
la de los pequeños cartabones descritos anteriormente a fin de que la carta
suspendida no vacile. Hechas estas disposiciones, después de haber colocado
varias veces la carta derecha sobre el borde de la mesa, y tomando cada vez
para darla a reconocer se anuncia que esta carta (que debe ser una sota) tiene
unas piernas tan sólidas que por poco que la compañía lo desee, podrá bailar
una polka, si una de las señoras tiene la amabilidad de cantar. Fácilmente se
encuentra una persona que acepte; entonces se coloca sobre el hilo el gancho
que esta detrás de la carta y el compadre hace el oficio de maestro de baile
marcando lo mejor posible el compás.
Después de este ejercicio coreográfico que no debe durar más que un momento,
se vuelve a tomar la carta para hacerla reconocer de nuevo reteniendo el
cartabón en la mano.
Sería bueno disponer el hilo de modo que el compadre invisible pudiera
retirarlo tan pronto como terminase el juego: entonces se podría invitar a los
espectadores a que examinasen la mesa para asegurarse quo no había ninguna
preparación.
Hay tantos medios fáciles para hacer este arreglo que sería inútil entrar en
explicaciones con este objeto; por lo demás es necesario también abandonar
algo a la inteligencia del lector.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN V
Adivinar de antemano cuál de dos paquetes
de cartas o de dos cantidades diferentes de
monedas se elegirá.
Me había reservado este juego, no solamente porque es muy poco conocido
porque independientemente de su propio efecto, puede además servir para
hacer valer y embellecer otros muchos juegos.
Algunas veces se han visto personas que queriendo pasar por prestidigitadores
hacen uso de una pequeña juglería que no esta basada más que en un equivoco.
He aquí en qué consiste; se propone colocar dos pequeños paquetes de cartas
sobre la mesa. Se hace observar que son desiguales, que en el uno hay cuatro
cartas y en el otro siete. Se anuncia que va a predecirse cual de los dos paquetes
se escogerá, que se va a escribir en un papel de antemano, y dar este papel
doblado a una persona. Efectúase esta convención, la reunión indica uno de los
paquetes; desdóblese el papel y se lee: Se escogerá el de siete. Si se ha indicado
el paquete donde hay siete cartas, queda hecho el juego y se encuentra
admirable. Si se escoge el paquete donde hay cuatro cartas, el adivino ha
cumplido igualmente su palabra, porque descubriendo las cuatro cartas, hace
ver que son los cuatro sietes de la baraja.
El juego del cual voy a hablar es más serio que este; tiene también por objeto
producir el mismo efecto que el anterior, pero en conciencia sin equivoco; y
puedo deciros que lo doy por verdadera prestidigitación: en cuanto a los
restantes os convenceréis bien pronto, porque voy a explicaroslo:
Después de haber propuesto a la reunión adivinar de antemano cual de los dos
paquetes se va a elegir. se hacen dos pequeños montones que colocáis sobre
una mesa un poco separada de los espectadores. Estos dos paquetes se
colocarán a cierta distancia el uno del otro. Téngase cuidado de igualar bien las
cartas que forman los paquetes. Estos dos montones se harán de siete cartas
cada uno. Estando bien igualadas estas cartas no se puede juzgar del espesor de
los paquetes. Decís a los espectadores que los paquetes son desiguales; que en
el uno hay diez cartas y en el otro siete. Escribiréis de antemano el número que
se va a escoger y entregaréis el papel doblado a cualquiera. Supongamos que
habéis escrito en el papel que designaran el paquete de diez, vais a recoger el
montón indicado teniendo ocultas tres cartas en la mano, y al tomarlo le añadís
estas tres cartas; contáis y se encuentran las diez cartas anunciadas. Si habéis
escrito en el papel que se indicara el paquete donde no hay más que siete
cartas, tomáis uno de los paquetes y añadiendo las tres cartas ocultas contáis
diez cartas en el que no han elegido. Hacéis ver que el paquete designado no
contiene más que siete cartas, tal como lo habíais predicho.
He notado que por si solo, este juego produce mucho efecto, pero se
comprenderá que estando empleado como auxiliar, puede ser de una gran
ventaja para ciertos juegos, tales como el autómata mágico, la moneda que
contesta a las preguntas, el reloj que indica de antemano por la hora, el número
de puntos que tendrá una carta que deben tomar, el número de monedas que se
tiene en la mano, etcétera.
Puede hacerse con monedas lo mismo que se hace con las cartas; solamente
será necesario encerrar estas monedas en unas cajitas sencillas, porque estando
descubiertas los espectadores juzgarían más fácilmente de la cantidad de
monedas que habría sobre la mesa, a causa del espesor que presenta una
diferencia de volumen más sensible.
Si se quiere, pues, hacer uso de monedas en vez de cartas, se tendrán tres
ocultas en el hueco de la mano, y abriendo la caja se vacían en esta misma
mano, la siete monedas que contiene; entonces se pueden contar diez
procediendo como con las cartas.
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SECCIÓN VI
Hacer tomar una carta no forzada, hacerla mezclar en la baraja, tomar esta
baraja, dividirla en pequeños paquetes sobre la mesa, y hacer que la carta
tomada y mezclada sea la primera del montón que se formará en el momento
mismo que se pronunciará la palabra "alto."
He visto hacer este juego por un joven prestidigitador, hace poco tiempo, me
dijo que lo habla inventado él. Como presume que este juego no es conocido,
me apresuro a dar al lector cuenta de él.
He hallado este juego muy sorprendente y el medio muy sencillo. Consiste en
una carta más ancha o más larga que las otras de la baraja. En termino de
prestidigitación, esta carta se llama llave.
Se hace sacar una carta voluntariamente, pártese la baraja por el sitio de la
llave, la cual se conoce fácilmente. Se hace colocar la carta sacada sobre el de
los dos paquetes que no se ha alzado. Reúnense las dos partes separadas, y la
carta tomada se halla en la baraja debajo de la llave.
Se hace mezclar o mezcla uno mismo, y es de notar que esta mezcla no separa
casi nunca la carta tomada de la llave.
Si por el tacto se ve que esta llave esta muy abajo de la baraja, tómanse varias
cartas de arriba que se pasan abajo, a fin de que la llave se halle casi arriba de
la baraja. Sin esta precaución, no se tendrían bastantes cartas para formar
muchos paquetes sin llegar a la llave, la cual es necesario mantener siempre
con el pulgar e índice, teniendo la baraja por ambos lados si la llave es ancha y
por los dos extremos si es largo.
Si no se quiere más que una llave en la baraja, es más cómodo hacerla ancha,
pero a menudo se ponen dos, una ancha y otra larga; con esto se aumenta el
modo de variar los juegos.
Supongamos que es una carta ancha la que usáis:
Después de haber propuesto vuestro juego, y haber anunciado que la carta
tomada y mezclada se hallará in continenti sobre el paquete echado en el
momento que se pronunciara espontáneamente la palabra alto; tomáis la baraja
por ambos lados, cogiendo siempre la llave, pero manteniendo con los dedos
las cartas que están debajo. Dejáis caer estas últimas por pequeñas partes
hacienda con viveza una hilera sobre la mesa. En el instante mismo en que oís
la palabra alto, dejáis todas las cartas que están debajo de la llave. Se descubre
la última carta de este montón y reconocen ser la que se tomó y mezcló. La
invención de este juego, aunque muy sencilla, no deja de ser ingeniosa.
Si no se quiere correr el riesgo de ver la carta tomada separarse de la llave en la
mezcla, lo cual haría salir mal el juego, se podrá hacer tomar forzadamente la
misma llave; entonces se podrá dejar mezclar tanto como se quiera, salvo
aproximarla a la parte de arriba de la baraja, si por casualidad estuviese muy
hacia abajo.
En el caso en que hagáis tomar la llave, sería necesario prevenir que la carta
tomada se hallara debajo del paquete que os quedara en la mano en el momento
mismo en que se pronunciara la palabra alto. Esta diferencia no cambia en nada
el efecto del juego.
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SECCIÓN VII
Modo de hacer el salto de baraja y cambiar
la carta imperceptiblemente.
He prometido en mi Hechicería explicada que si daba un suplemento,
procuraría explicar cómo se puede hacer el salto de baraja y cambiar la carta de
una manera imperceptible. El presente artículo esta hecho con la intención de
satisfacer este compromiso.
Hacer el salto de baraja es un medio en la prestidigitación del cual se habla
mucho, pero que los prestidigitadores por excelencia desdeñan, porque al poner
este principio en practica han vista que para emplearlo no se podía evitar un
movimiento brusco, insólito, sensible a los ojos atentos, que despertaba las
sospechas y neutralizaba la sorpresa, que es el único objeto del prestidigitador.
Este medio por si solo sería excelente y de gran recurso, si se le pudiese purgar
de su defecto; esto es lo que yo trato de hacer.
Con muchísimo placer, pues, voy a dar parte de mis ideas al lector, y me
consideraré muy dichoso si logro satisfacerle.
Prevengo que no podré hacerme comprender más que por aquellas personas
que sepan ya hacer el salto de baraja por el método ordinario; porque este
método, en el fondo no difiere en nada del que voy a hacer conocer, a
excepción de un movimiento particular de manos que disimula medianamente
el sobresalto del cual acabo de hablar; facultad sobre la cual esta fundada
nuestra perfección.
Tomad la baraja y poneos en posición de hacer el salto. Ahora con la mano que
tiene por los extremos la parte inferior de la baraja, désele vuelta sobre esta
misma mano, las figuras entonces están a vuestra vista.
Notad bien que los dedos de ambas manos no deben moverse de su sitio,
excepto el pulgar de la mano que tiene la baraja, cuyo pulgar se separa para
dejar a la baraja la libertad de movimiento. No olvidemos decir que no obstante
que los dedos no cambian de posición, la mano que tiene la baraja se extiende
necesariamente del todo en el momento de que se da vuelta a la baraja;
entonces esta se halla colocada sobre el extremo de esta mano y siempre
sostenida por la otra.
Después de lo que acaba de explicarse, esta posición de las manos y baraja no
parece forzada. Es al contrario muy natural: tiene por pretexto enseñar la carta
de debajo que se ve totalmente, y después de haberla enseñado es cuando se da
vuelta a la baraja para colocarla en su posición ordinaria, pero al momento que
se le da la vuelta es cuando se hace el salto; de modo que estas dos acciones
juntas no forman más que un solo tiempo, y este movimiento parece que sea el
movimiento natural para la media vuelta que se acaba de dar a la baraja; de este
modo el salto de baraja es del todo inapercibido, haciéndolo al ponerla en su
posición natural.
Guardaos muy bien de precipitaros en vuestros movimientos manuales, en los
juegos de destreza valen más los movimientos naturales que la precipitación.
No describiré todos los juegos en los cuales puede aplicarse ventajosamente
este modo de hacer el salto: la practica y el discernimiento indicaran bastante
los casos oportunos. Lo esencial es preparar diestramente un pretexto para dar
vuelta a la baraja.
Voy a dar un ejemplo para hacerme comprender mejor y terminar este artículo.
Hago tomar una carta: la hago colocar en el centro de la baraja y me pongo en
posición de hacer el salto por este punto. Con motivo de hacer ver que la carta
esta en medio y no arriba ni abajo, tomo la que está sobre la baraja y la enseño;
la vuelvo a dejar en su sitio y enseño la de debajo por medio de la vuelta de
baraja como ya lo he dicho. Doy vuelta a la misma haciendo el salto.
Los espectadores que han tenido siempre la vista fija en mis manos, se
encuentran admirados de ver entonces que la carta que vuelvo a tomar sobre la
baraja es la misma que sacaron y colocaron en el centro; su admiración es tanto
mayor cuanto que no sospechan que haya hecho el salto.
Volved a leer el juego que he descrito en la Hechicería explicada, cap. 2,
artículo 2, sección 12; entonces comprenderéis cuan ventajoso será para el
juego el enseñar las cartas que hay arriba y debajo de la baraja.
Ahora voy a decir dos palabras sobre la carta cambiada.
Para que la ejecución de este principio sea inapercibido sin hacer un gran gasto
de ligereza, es necesario tomar el segundo medio descrito en la obra que acabo
de citar, sección 6, capítulo 1; de la demostración de los principios sobre las
cartas.
Para cambiar la carta que se tiene en la mano, es necesario buscar un pretexto
para colocar esta sobre la baraja sin inspirar sospechas. Se dirá por ejemplo,
colocando la carta sobre la baraja: "No es tomando las cartas de aquí arriba
como yo opero mis metamorfosis, sino simplemente colocando la carta sobre
mi mesa y tocándola con los dedos." Hablando así, recoge un poco con el
pulgar la primera carta de la baraja, se cubre con la que se quiere cambiar y se
cogen las dos con el pulgar e índice y retirando ligeramente del lado de la
baraja, con el pulgar de esta mano se retiene la carta que se quiere cambiar y la
otra mano coge la que estaba la segunda y que pasa siempre por la que se tenía
antes y que ha quedado sobre la baraja.
Si este movimiento se hace ligeramente y con vivacidad, es imposible que aún
el ojo más atento se aperciba del cambio. Era, como ya lo he dicho, una cosa
admirable, ver a Conus padre hacer uso de este medio de cambiar la carta,
cuando hacia el juego que he descrito en la Hechicería explicada, artículo 2 de
la prestidigitación sobre las cartas, sección 6. Algunas veces, más de veinte
personas le rodeaban con las miradas fijas en sus manos cuando hacía este
juego y ninguno de ellos sospechaba en el cambio. Este juego de manos es
sencillo, o más difícil es el ser natural y ligero en sus movimientos.
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SECCIÓN VIII
Lindo juego del dado.
Este juego es uno de los que yo me había reservado, aunque es conocido de
algunos prestidigitadores, pero estoy persuadido de que nunca se ha publicado
y muy pocas personas saben hacerlo; en consideración pues a esta circunstancia
voy a describirlo.
Este juego es uno de los más lindos que se pueden hacer; pero no fiarse en su
gentileza, porque es indiscreto, peligroso y pérfido. Por medio de él pueden
sondearse los secretos caseros y conocer el carácter intimo de los esposos. Bien
pronto lo veremos.
Empecemos por explicar cómo se ejecuta.
Tómense dos dados de un tamaño regular, colóquense de modo que sus dos
caras en forma de cartabón presenten cada una el número tres, es decir que se
halle el punto dos sobre una de las dos superficies y un as sobre la otra.
Dispuestos así veréis, que sobre una de las dos superficies compuestas por los
dos lados, el punto dos se encuentra sobre el dado que esta arriba, el as se
hallará sobre el lado de debajo y lo contrario sobre la superficie del dado.
Tómense estos dos dados juntos a través entre el pulgar y el índice, de modo
que una de las superficies que lleva el número tres esté a la vista de los
espectadores y la otra oculta por vuestro pulgar. Haced hacer un cuarto de
vuelta a los dados; entonces las dos superficies habrán cambiado de posición, la
que estaba oculta por el pulgar, aparece a la vista de los concurrentes y la otra
se halla oculta por el extremo del índice. Un otro cuarto de vuelta hecho en
sentido contrario al primero los coloca en su primitivo estado. Nada más fácil
que este movimiento.
Ahora supongamos que hacéis este juego en una reunión donde haya muchos
maridos con sus mujeres. Anunciad por medio de estos dos dados podéis
conocer si hay unión entre los dos caracteres. Enseñad a un esposo la superficie
de los dados que esta visible y preguntadle dónde esta el as. Si esta arriba os
contestara naturalmente que arriba. Sin tocar los dados de esta posición
enseñáis la misma superficie a su mujer haciéndole la misma pregunta: a lo
cual os contestará también que está arriba. Entonces decís vos: "Ya veo que son
ustedes de la misma opinión, de lo cual deduzco que viven Vds. en buena
armonía, por lo que les felicito."
Vais a otro marido y le enseñáis la misma superficie de los dados haciéndole la
misma pregunta. Al ir a enseñar los dados a su mujer, les dais un cuarto de
vuelta; entonces los puntos han cambiado de posición y la señora dice que esta
abajo. ¡Cómo abajo! ¡Pero si el caballero dice que esta arriba! Diciendo estas
palabras enseñáis los dados al esposo dando el cuarto de vuelta al revés y el
marido insiste en que el as esta arriba y la mujer en decir lo contrario. Pero el
marido para probar que su mujer no tiene razón, se acoge a sus amigos, los
cuales se la dan y entonces le decís al marido que le compadecéis de tener una
mujer tan contrariante.
Finalizado este juego se hace el siguiente con los mismos dados.
Cambias la disposición y situación de los dados. Habréis notado que reunidos
los dos dados, uno sobre el otro formaban un cuadrado largo. En el juego
anterior habéis tomado estos dados por el centro, de modo que el cuadrado
largo, establecido por la unión de los dados, se hallaba en una posición vertical.
Ahora es necesario colocar este cuadro entre vuestros dedos (siempre el índice
y pulgar) en una posición horizontal, es decir que el cuadrado esté en su
longitud, paralela a la longitud de los dedos que le tienen. Es necesario también
cambiar los puntos, formareis el número once con los dos dados en lugar de
tres que habíais tomado la primera vez. Estos puntos se hallaran unidos como
la primera vez, sobre cada uno de sus lados que forma ángulo. Por lo demás, no
hay que buscar mucho, porque estos once puntos se hallan ya preparados
cuando hacéis el primer juego, sobre los lados opuestos al en que están los ases
y doses. No tenéis pues nada más que hacer que poner los dados en una
posición horizontal entre los dedos teniendo el once ante vos, y el tres al lado
opuesto, es decir debajo.
Cambiaréis vuestra manera de conducir el juego. Haréis notar que hay once
arriba y tres abajo. Tan pronto como hayáis enseñado el tres, bajáis
bruscamente la mano dando un cuarto de vuelta a los dados y diciendo al
mismo tiempo: "El tres que acaban ustedes de ver abajo ya no esta, helo aquí
arriba, y el once esta debajo;" lo enseñáis, haciendo el mismo movimiento de
mano de arriba a abajo y volviendo los dados para cambiar la posición de los
puntos. Después de haber hecho varias veces cambiar de sitio estos puntos,
once y tres, preguntáis si en todos quieren que haya once o tres. Enseñáis desde
luego el punto pedido, operando cada vez el cuarto de vuelta al bajar o subir la
mano para hacer la transposición.
Como hay un modo de colocar los dados en que el número once y el número
tres están verdaderamente opuestos, es decir los unos abajo y los otros arriba,
no arriba y al lado y que en esta posición sería inejecutable el juego, si algún
curioso os pidiese indiscretamente vuestro secreto, se colocan los puntos ante
ellos como acabo de decir y se ponen entre los dedos como cuando se hace el
juego. En seguida se les dice que se hace dar vuelta a los dados apretándolos
con el pulgar, y que si este movimiento no se ve es a causa del movimiento que
se ve uno obligado hacer con la mano.
La explicación de este medio imposible les da la más alta idea de vuestra
ligereza.
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SECCIÓN IX
Modo de hacer pasar al momento, sea una
sortija, un papel doblado o cualquier otro
objeto pequeño en la última de muchas
cartas dobladas, lacradas y metidas unas
dentro de otras.
Esta es una de las más ingeniosas invenciones que se han podido concebir.
Pocos prestidigitadores la poseen y los que la conocen la tienen rigurosamente
secreta; así es que es todavía un secreto y en verdad os lo digo, querido lector,
si os lo descubro es por que sois amigo, pero os suplico que no lo digáis a
nadie. Y además creo que sería muy peligroso, porque si el director general de
correos conociese la existencia del medio de que se trata ¿quién sabe si le daría
la gana de hacer prender a todos los que lo supiesen? ¿Por qué no se podría
creer naturalmente, que no había seguridad con nosotros, los cuales pudiendo
sin violencia introducir joyas ú otros objetos en tantas cartas cerradas unas
dentro de otras podríamos sin duda por el mismo medio, sustraer los billetes de
banco, cerrados en las cartas bien lacradas sin estropear el sobre?
Os confieso que solo este pensamiento me hace temblar. Someto mis
reflexiones a vuestra sagacidad y os ruego me hagáis saber si mis temores son
fundados.
Hay un juego antiguo muy lindo, pero muy conocido, que consiste en
escamotear una sortija o una moneda que se pide a la reunión y se hace marcar
para hacerla pasar al momento en la última de siete cajas cerradas la una en la
otra. Pero este juego, causa ahora poca sorpresa, porque se sabe que las siete
cajas juntas se cierran como una sola echando el objeto dentro de la última.
Pero si se sustituyen las cartas que acabo de explicar a las cajas, entonces el
juego toma un nuevo giro y causa una verdadera admiración. En efecto hacer
pasar de repente una sortija que acaban de entregar en la última de veinte cartas
todas ellas cerradas y que se abren en presencia de los espectadores, es
verdaderamente una cosa prodigiosa. Tratemos de explicar este medio.
Tómense tantas hojas de papel como se quieran. Extiéndase una sobre una
mesa y désele la forma de una carta marcando los dobleces por los cuatro
lados. Desdóblese y colóquese una segunda hoja de papel que se doblara como
la primera, haciendo lo mismo hasta la última. Téngase bien entendido, que
cada vez es necesario disminuir de tamaño. Cuando estén todas preparadas,
extendidas la una sobre la otra, sin desarreglarlas, hágase un corte con
cortaplumas sobre el doble de abajo de la última carta colocada, es decir la más
pequeña; en fin, la que debe recibir el objeto, pero de modo que este corte lo
tengan todas las hojas. Estas hendiduras no llaman nunca la atención de los que
abren las cartas.
Estando ya hecho lo que acabo de explicar tómese una tira de papel, un poco
menos ancha que los cortes hechos a las cartas. Dóblese esta tira en dos en toda
su longitud, y por medio del mismo cortaplumas se hace pasar por su extremo
doblado, por todos los cortes. Cuando la tira ha llegado a la última carta que es
la más pequeña, córtese el extremo doblado y no se toque ya. En esta
disposición dóblense todas las cartas una después de otra, cerrándolas al mismo
tiempo hasta la última que es la mayor y la que tiene que abrirse primero.
Téngase mucho cuidado, en que la tira de papel no se salga de su sitio.
Consérvense estas cartas así preparadas para cuando se necesiten.
Cuando os queráis servir de ellas en un juego, que supongo que se hace con
una sortija, para introducir esta sortija en la última carta, es suficiente colocarla
entre las tires de papel, que sirven de conducto, y apretarla para que no se
enganche con una pequeña tira de latón delgado. Estando ya introducida la
sortija en la última carta, lo cual se conoce fácilmente, se retiran las tiras de
papel. Se tendrá presente que se ha cortado el extremo doblado de la tira, que
las dos tiras están separadas y que se sacan fácilmente dejando la sortija.
Cuando se hace el juego, se tiene preparada esta carta múltiple, con la tira de
latón al lado, para impelir la sortija. Esta introducción es negocio de un
segundo.
Debe comprenderse que estas cartas pueden servir en muchos juegos
diferentes, voy solamente a explicar el que reemplaza a las siete cartas.
Se añadirán a estas cartas, como se hace para las siete cajas, otra caja pequeña,
la cual se encuentra en casa todos los constructores de instrumentos para la
física recreativa. He aquí la propiedad de esta caja. Se hace meter una moneda
o una sortija, se cierra la caja, la cual se deja en manos de una persona. Pero
por un secreto conocido del prestidigitador, la caja puede abrirse bastante para
sacar la moneda que se coloca. Ciérrase por el mismo secreto que se abre y no
puede apercibirse la abertura. En la cubierta de esta caja, hay un espacio
interior, en el cual se encierra una moneda cualquiera, que se hace sonar
sacudiendo la caja; pero cuando se quiere que no haga ruido, se aprieta el botón
de la cubierta, este se introduce un poco, oprime la moneda allí encerrada y la
impide moverse.
Hay cajas de estas de diferentes construcciones más o menos ingeniosas, el
gusto debe decidir la elección de ellas.
Teniendo pues una de estas cajas, se hace colocar dentro, supongamos una
sortija, y al entregar esta caja a una persona, se hace caer la sortija a la mano.
Se invita a esta persona que sacuda la caja, para probarle por el ruido que hace,
que esta allí dentro. Se va y se introduce rápidamente la sortija en la carta, que
se deposita en la mesa. Se ruega a la persona que tiene la caja que la mueva;
ósese sonar la moneda, pero bajo pretexto de invitar a esta persona que levante
un poco más el brazo, se le coge la mano, apretando un poco el botón con el
pulgar. Fíngese tomar la sortija por debajo de la caja y mandarla invisiblemente
a la carta, donde se encuentra después ,de haber abierto las cartas una después
de otra. Se me olvidaba decir que la persona que tiene la caja, la sacude
indistintamente y no oyendo nada, la abre y no ve la sortija.
Mi intención no era entrar en explicaciones sobre este juego ya muy conocido.
No he querido más que dar una idea del uso que se puede hacer de la carta que
acabo de describir.
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SECCIÓN X
Juego en estado de proyecto.
Hace mucho tiempo que conozco un efecto físico bastante singular, sin
acordarme de dónde viene esta comunicación; y lo que encuentro más singular
todavía es el no haber oído nunca hablar a nadie de este efecto. He aquí lo que
es:
Todo el mundo lo conoce, hace mucho tiempo, las lágrimas de cristal. Se sabe
que rompiendo con los dedos el extremo de la cola que es muy delgado, la
lagrima se rompe con ruido, por la entrada súbita y enérgica del aire, en el
vacío abierto por la ruptura de la citada cola, y sin embargo el cuerpo de estas
lágrimas es tan duro que resiste mucho tiempo a los golpes de martillo. Pero lo
que yo he descubierto sin saber cómo, es que la repulsión ostensible del aire es
tan fuerte, que si se rompe, como acabo de decir una de estas lágrimas metida
en un vaso lleno de agua, el vaso se rompe. Hay más, pues diré que con una
lagrima bastante gorda he roto también un cántaro lleno de agua.
Yo he pensado algunas veces que podría aplicarse este efecto a la
prestidigitación. Pero ya sabéis lector, que el hombre propone y Dios dispone.
Como sea, yo he descuidado siempre el ocuparme de esto, y si menciono aquí
el hecho de que acabo de hablar, es con la esperanza de que los aficionados a la
magia más activos o más ingeniosos que yo, tengan más suerte y ejecuten lo
que yo no he hecho más que proyectar.
Desde luego se ve que podría hacerse uso de estas lágrimas batábicas (llamadas
así porque fueron inventadas en Holanda) para hacer experimentar alguna
conmoción a la persona que se desease, con objeto de divertir a la reunión. Por
ejemplo, se hace sostener a uno un plato, sobre el cual se haya colocado un
vaso lleno de agua. Se tiene una lagrima entre dos dedos; la mano debe estar
bastante abierta. Bajo pretexto de hacer tener el plato en una posición
horizontal, condición, decís, necesaria para el éxito del juego que vais a
ejecutar, sumergís vuestra lágrima en el agua. Esta lágrima no se ve porque esta
oculta por la mano. En el momento en que os quejáis que el plato no esta
bastante horizontal, colocáis el cuerpo de la lagrima dentro con el pulgar, y la
cola oprimida entre los dedos se rompe, estalla el vaso, espárcese el agua y la
persona que tiene el plato esta muy admirada, no pudiendo darse cuenta del
accidente, sabiendo que no habéis tocado el vaso. Esta persona esta tanto más
sorprendida cuanto que no puede hallar la causa de este efecto, porque la
lágrima reducida a polvo ha desaparecido totalmente. Es bueno hacer en el
transcurso de una función algunas mistificaciones inocentes que ocasionen
algún rato de buen humor. Es pues con esta intención que a veces el
prestidigitador toma una botella de hojalata que parece estar llena de un licor
maravilloso, la pone en manos de uno de los espectadores, rogándole que vierta
algunas gotas de liquido que contiene en un vaso en el cual hay tierra, y que al
momento verá salir una porción de flores. La persona encargada de esta
comisión destapa la botella para obedecer; pero de repente se ve inundada de
una lluvia que le cae sobre las piernas y los pies y no sabiendo a qué atribuir
esto, se cree que ha roto algo.
El fondo de la botella está lleno de agujeros pequeños como un colador, y
haciendo el efecto de una bomba, el agua no se sale, más que cuando se
destapa.
Otras veces, el prestidigitador da una caja de metal a una persona rogándole
que la meta en el bolsillo, y anuncia que va a hacer pasar a esta caja un objeto
que pedirá. fingiendo estar ya hecho el juego, se ruega al depositario de la caja
que vea si contiene ya este objeto. Quiere tomar la caja pero es imposible, pues
quema tanto que no se atreve a cogerla. El mágico habla a su modo sobre este
acontecimiento y dice que es sin dada efecto del calor natural, que es muy
intenso en esta persona.
La caja de metal esta llena de cal viva y con algunos agujeros colocados de
modo que no llamen la atención.
Un momento antes de entregarla se sumerge en agua y se seca bien, para que el
exterior no esté mojado. La cal no tarda en producir su efecto.
Podría explicar muchos de estos engaños pero solo he citado los primeros que
se me han ocurrido.
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SECCIÓN XI
De los ondines o genios de las aguas,
vulgarmente llamados ludiones.
Hace mucho tiempo que se conocen en física estas figuras, libremente
suspendidas en el centro de una redoma de cristal llena de agua. Son
ordinariamente de esmalte, adheridas a una bola de cristal hueca y muy
delgada. Esta bola que sostiene la figura, queda en el centro del agua, porque se
ha calculado por peso especifico, cual debe ser el volumen del agua abajo y
arriba, para que se mantenga en equilibrio. Después se ha imaginado un medio
de hacer estas figuras que puede fabricarlas uno mismo y además son muy
superiores a las conocidas y muy divertidas: pero es necesario conocer el modo
de hacerlas.
Un día, en tiempo de feria, se vio un hombre que excitaba la curiosidad y
admiración de todos cuantos le veían. Tenía una botella llena de agua y tapada.
Arriba de esta botella había dos pequeñas figuritas, a las cuales les mandaba
colocarse en el punto de la botella que él deseaba; las hacía bajar, subir, bailar
y saludar a las personas que lo deseaban, inclinándose hacia ellas. Si estaban
abajo, se les mandaba subir parándose rápidamente si se les daba esta orden.
Estos dos caballeros que habían establecido su domicilio en medio del agua,
probablemente por estar asegurados de incendios, no iban siempre juntos;
tenían cada uno su nombre, el uno se llamaba Jaime y el otro Tomás. Cuando el
patrón mandaba a Jaime que subiese y a Tomás que se quedase abajo, al punto
era obedecido. En fin, después de todo esto terminaban sus ejercicios con un
vais ejecutado de una manera muy graciosa.
Sorprendido como los demás, sobre todo viéndole tener la botella por el cuello,
sin hacerle ningún movimiento, ni tampoco su mano, la cual tenía una
inmovilidad completa, le propuse que me vendiese su secreto. Púsome muchas
dificultades diciéndome que este era su modo de ganarse la vida y estaba en su
interés propio el no descubrirlo a nadie. Le hice algunos ofrecimientos que le
halagaron y por fin nos pusimos de acuerdo.
Como este pequeño fenómeno físico divierte al mismo tiempo que sorprende;
que he visto a menudo personas disgustadas de ver que no lo podían encontrar,
no siendo objeto que se encuentra tan fácilmente porque no se vende, porque
esta en poder de algunos raros individuos que cuando se encuentran por
casualidad, os venden muy caros estos muñequitos, pero forman el mayor
misterio del modo de fabricarlos, y este secreto de fabricarlos es el todo;
porque estas figuras caen al cabo de dos o tres días en el fondo del agua, no
dando señales de vida, y ya no se puede hacer nada con ellas, porque los
señores mercaderes se guardan muy bien de enseñaros el modo de resucitarlas,
lo que se podría hacer al instante si se conociese este medio por el cual se
guardarían estos artistas un tiempo indefinido en un buen estado de salud; yo
me propongo después de todas las consideraciones, porque he hallado la
casualidad de iniciarme en el secreto y porque he prometido en el presente
suplemento no ocultar nada a mis lectores, revelarles este secreto, el cual
espero podrá hacerles pasar agradablemente algunos minutos, lo cual es ya
mucho en esta vida.
Se ha dado a estas pequeñas figuras el nombre de ludiones, por alusión a unos
espíritus fabulosos que los antiguos suponían habitar en las aguas, llamándoles
ondines, nombre que tenían estos pretendidos genios acuáticos. Pero el nombre
no hace al caso, ocupémonos pues de ellos.
Es necesario primeramente tener un molde, sea de hierro, cobre o cualquiera
otro metal, pero convenientemente cerrado. Este molde estará compuesto de
dos piezas. Sobre la una se liara grabar en medio relieve una apariencia de
figura de unos cuatro centímetros y medio próximamente. Estas figuras no
tienen necesidad de estar cuidadosamente dibujadas, indícanse las principales
formas y esto es suficiente. Con pintura se les da aproximadamente el aspecto
de una figura humana, ya hablaré ahora mismo de pintura. La otra pieza será el
hueco del medio relieve: están tomados el uno sobre el otro; porque la
condición indispensable es que estas dos piezas coincidan perfectamente.
Para hacer estas figuras, se toma una de esas hojas de cobre tan delgadas como
un papel. Se hace recocer metiéndola al fuego para que esté más blanda y
pueda estamparse fácilmente. Pónese un pedazo sobre el hueco, se aplica el
relieve encima y se estampa de un martillazo, se retira del molde y se corta lo
que sobra alrededor, excepto unos dos milímetros que se dejan para unir las dos
partes juntas; porque para hacer un ludión se necesita hacer dos partes. Para
unir estas dos partes se gasta un ingrediente del cual daré la composición. Se
enciende una bujía. Se calienta este ingrediente para liquidarlo y se unta todo el
interior de las dos piezas que deben componer el ludión. Esto es preciso
hacerlo con objeto de tapar los agujeros que se hayan podido hacer en la hoja
de cobre. Enseguida se unen las dos piezas del ludión. Caliéntese un poco a la
luz de una bujía para reblandecer el ingrediente, y con los dientes o cualquier
otra cosa se aprietan los bordes de las dos piezas para unirlos bien en todos los
puntos; hecho esto se le pone alrededor este ingrediente para cerrarlas bien
herméticamente; porque es necesario que no tenga la menor abertura esto es
muy importante; es necesario también cuando se unta el interior de las piezas
del ludión mirar bien atentamente a la luz para conocer si hay algún pequeño
agujero en cuyo caso se taparía exactamente.
Al poner este ingrediente es necesario no olvidarse el hacer a ambos lados de la
cabeza dos pequeños cuernos de este mismo ingrediente. Estos cuernos
facilitan mucho los movimientos del ludión. porque cortan el agua. Se pueden
también figurar los pies si no los hay en el molde para esto es suficiente
calentar un poco del ingrediente del cual hablamos y dejar caer una gota en el
punto donde quieren figurarse el pie o cuerpo.
Cuando las dos piezas del ludión están bien unidas con una aguja fuerte se hace
un agujero próximamente a la cintura un poco al lado. Este agujero sirve para
introducir un tubo pequeño que se fija allí por medio de la composición
química. Es necesario que este tubo esté colocado oblicuamente y no recto. Se
hace este tubo con la misma hoja de cobre que sirve para la confección de los
ludiones, se rolla alrededor de una aguja dándole dos o tres vueltas y como
siempre hay uno de los extremos más ancho que el otro se hará pasar al más
gordo por el agujero hecho al ludión. Este pequeño tubo sale fuera unos cuatro
o cinco milímetros y se coloca detrás de la figura. Por medio de él adquieren
los ludiones la facultad de variar sus movimientos lo que les hace superiores y
más maravillosos que los antiguos.
Cuando los ludiones están enteramente confeccionados se pintan con colores al
barniz copal pero antes de juntarlos con los diferentes colores se les dará una
mano de un color cualquiera. Esta mano de color sirve para tapar los pequeños
agujeros que pudiesen todavía haber en algunos puntos de la figura y que por
casualidad no se hubiesen tapado.
He aquí el ingrediente que sirve para pegar los ludiones.
Resina 2 partes
Cera amarilla 1 parte
Goma laca 1/2 parte
Fúndense juntas estas drogas poniendo primero la resina y después la cera y
goma.
NOTA. Esta composición no es del todo indispensable porque yo he visto
hacer los ludiones al mismo que me lo ha enseñado y cuando no tenía esta
composición tomaba pez negra de zapatos o y esto le producía el mismo efecto
Para disponer la botella, se gasta vejiga poniéndola doble sobre el cuello de la
botella y por encima un pedazo de tela. Esta tela sirve para ocultar los ludiones
que están a la parte alta de la botella, cuando no están en representación. Atase
fuertemente la tela y la vejiga al cuello de la botella. Las figuras deben estar
siempre derechas; pero cuando entra mucha agua en el interior, caen al fondo
inmóviles Entonces para hacerlas volver de este letargo es necesario aspirar el
agua con la boca por el pequeño tubo; bien pronto se vuelven a levantar,
prontas a entrar en sus ejercicios.
Es necesario tener cuidado al aspirar de no quitar mucha agua, porque en tal
caso sería necesario aspirar por el cuello de la botella para introducirles un
poco de agua y esto es bastante largo y fatigoso. Para hacer maniobrar estas
figuras, como ya lo he explicado más arriba, se tiene la botella ¡por el cuello
con el pulgar encima, apoyado sobre la tela que la cubre. Si se apoya fuerte, las
figuras bajan en proporción; si se apoya menos suben. Si se quiere que den
vueltas, se dan algunos golpes precipitados. Nótese que estas presiones del
pulgar son imperceptibles.
Dirigir por este medio los movimientos del ludión es tan fácil que se puede
aprender en menos de diez minutos.
Hacer subir la una cuando baja la otra; proviene de que estas dos figuras no
tienen nunca el mismo peso. La una contiene casi siempre un poco más de agua
que la otra. Si se aprieta lo suficiente el pulgar al cuello de la botella para hacer
subir la más ligera, entonces la más pesada queda debajo. Si se apoya fuerte,
quedarán ambas debajo, y si se dan algunos golpes vivamente reiterados, darán
vueltas y parecerá que valsan.
No olvidemos decir que cuando los ludiones no han servido todavía, se echan
en la botella y se aspira hasta que se ponen derechos por haber recibido
bastante agua en su interior para este efecto. Como estas figuras no tienen
delante ni detrás, porque los dos lados son iguales, es necesario establecer esta
distinción al pintarlos.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN XII
Explicación del famoso pase de las
manzanas en un sombrero, ejecutado por
Conus padre.
Para terminar el juego de cubiletes, Conus ejecutaba este juego, que era la
admiración de los espectadores. Cuando estaba en el pase de las bolas gordas,
el cual se hace al fin del juego, hacia hallar una manzana debajo de cada
cubilete, y tomando un sombrero, simulaba la multiplicación aparente de las
manzanas, lo mismo que se hace con las bolitas según lo he explicado en la
Hechicería explicada. Después de haber hecho el ademán de tomar varias
manzanas de debajo de los cubiletes para meter una cierta cantidad en el
sombrero, daba vuelta al mismo para hacer ver que no había nada, diciendo que
solo había fingido colocarlas, pero que iba a continuar y esta vez llenaría
efectivamente el sombrero de manzanas. En realidad, al cabo de algunos
momentos, echaba sobre el teatro una multitud de ellas que salían del
sombrero, con gran admiración de los concurrentes que no habían quitado la
vista del sombrero. Lo misterioso de este juego es debido a un medio muy
sencillo. Conus imaginó hacer una placa redonda de hojalata que podía estar un
poco fuerte dentro del sombrero; y como era necesario retirar esta placa a
tiempo en la ejecución del juego, sin ser apercibido, cosa que hubiese sido
imposible si se hubiese querido quitar en toda su extensión, cortó esta placa en
cuatro partes, uniólas por medio de goznes que se plegaban las unas sobre las
otras cuando se quería; doblábase por la mitad, lo cual no formaba más que
medio círculo, y este semicírculo sobre la otra mitad. Entonces estas cuatro
partes están una sobre otra y solo forman un cuarto de círculo, lo que se puede
ocultar fácilmente en la mano.
Los aficionados de física recreativa que deseen hacer este juego, no tienen más
que dirigirse a cualquier hojalatero, el cual comprenderá al momento la
construcción de esta placa. Yo me dirijo algunas veces a algunos que me han
hecho de diferentes construcciones y todas ellas muy buenas.
Aconsejo el no descuidar este juego que es muy bonito cuando se hace bien, y
además tiene el mérito de no ser conocido; porque Conus, solo era el que lo
hacía como de su invención y él se guardaba mucho el comunicar sus juegos.
Creo que yo solo puede que sea el único a quien no le ocultaba nada. Hago
muchísimo caso de los juegos que provienen de él, pero sobre todo de su modo
de ejecutarlos, porque puedo decir que en esta parte era el práctico más
inteligente que he conocido.
Veamos como es necesario conducir el juego.
Se tiene un sombrero propio bien entendido, pero que estando colocado con
otros, se tomo como perteneciente a uno de los espectadores. Se han colocado
hasta un poco más de la mitad del sombrero las manzanas y por encima la placa
extendida. Por poco que se apriete se verá que sujeta bastante las manzanas,
además, como se tiene el sombrero con el pulgar fuera y los otros dedos dentro
cuando se vuelve, estos dedos que tocan la placa sostienen algo también.
Nótese bien que Conus fingía primeramente introducir las manzanas, para tener
ocasión de volver el sombrero, a fin de persuadir a los espectadores que no
había nada y esto es muy a importante.
Gesticulando, fingiendo meter en el sombrero las manzanas que retira de los
cubiletes, se para una vez metiendo la mano en el sombrero, como si quisiera
sondear la cantidad de manzanas que hay ya, diciendo: "Ya empieza a llenarse,
veo que pesa bastante."
Pero esta pequeña detención no es más que un pretexto para doblar la placa.
Continúa por un momento metiendo manzanas en el sombrero y acaba por
decir metiendo la mano dentro de él. No se sorprendan Vds. de que encuentre
tantas manzanas, tengo un almacén inagotable aquí. Pronunciando estas últimas
palabras, se saca rápidamente la placa doblada, la cual se oculta en la mano y
deja caer en la tabla. Este ademán no es para los espectadores más que una
indicación del almacén del cual se les acaba de hablar.
Vuelve otra vez a los cubiletes, hace dos o tres pases, y en el último mete
realmente las manzanas en el sombrero juntamente con las otras y las vacía
sobre la mesa, como ya he dicho, en medio de las exclamaciones de la reunión.
Supongo que las personas que lean este suplemento, habrán leído mi curso de
prestidigitación, por lo que no creo necesario decirles que las manzanas se
escamotean en el hueco de la mano fingiendo meterlas en el sombrero, y que al
levantar el cubilete para sacar la manzana se introduce, la que se tiene en la
mano debajo de este cubilete, al dejarlo.
En cuanto a la placa, los espectadores no pudiendo juzgar más que de lejos, la
toman naturalmente por el forro del sombrero.
Aconsejo volver a leer lo que ya he escrito sobre el juego de los cubiletes en el
curse de prestidigitación y se comprenderá más fácilmente lo que acabo de
explicar sobre el juego de las manzanas en un sombrero.
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J.N. Ponsin
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SECCIÓN XIII
Teniendo una caja en cada mano y los
brazos extendidos hacer colocar una
moneda de veinte reales, marcada, en una
de las dos cajas y hacerla pasar
alternativamente de la una a la otra sin
acercar las manos.
Antes de dejar a Conus, quiero todavía comunicar al lector uno de los juegos
que eran particulares a este hábil prestidigitador. Sin embargo el medio que
empleaba no era nuevo; data al contrario de tiempo muy remoto; y sin embargo
su modo de ejecutarlo hará siempre de este juego uno de los más curiosos y
recreativos que se puedan hacer. Digo curioso porque ahora es generalmente
desconocido, solo lo hacía Conus, y después de él, estoy persuadido que nadie
lo ha ejecutado, al menos del modo que él hacia el citado juego y que formaba
todo su mérito. Este modo de ejecutarlo es el que pretendo explicar.
Es necesario tener dos cajas redondas y negras.
La parte de abajo de las cajas, se hará a cada una un carta por el que pueda
pasar fácilmente una moneda de veinte reales.
Para entender bien lo que acabo de explicar, es necesario saber que cuando se
quiere que una moneda encerrada en una de estas cajas que se tiene en la mano,
no haga ruido sacudiendo la caja, es suficiente, inclinándola ligeramente, hacer
salir la moneda por el carta próximamente una cuarta parte y cogerla un poco
con uno de los dedos sobre esta parte excedente. Esta presión impide a la
moneda moverse.
Cuando se quiere hacer oír la moneda se suelta el dedo. Así es como se hace
creer a los espectadores que la moneda esta o no esta en una caja.
Pídese a la reunión una moneda de veinte reales que se hace marcar por los
lados y se tiene otra moneda igual oculta en el hueco de la mano. Se invita a
uno de los espectadores que se aproxime a la mesa. Se abre una de las dos cajas
de las cuales acabo de hablar y se le ruega a esta persona que meta dentro la
moneda marcada; luego se le toma de las manos esta moneda y haciendo con el
brazo varios movimientos de arriba abajo, se dicen algunas palabras
insignificantes tales como por ejemplo estas; "Usted dirá si la quiere o no la
quiere," y al mismo tiempo se deja caer en la caja la moneda que se tenía oculta
en el hueco de la mano y que se ha reemplazado al mismo tiempo por la
moneda marcada que se tenía en el hueco de la mano y que se ha reemplazado
al mismo tiempo por la moneda marcada que se tenía en la punta de los dedos
los movimientos del brazo y las palabras que se pronuncian no son hechos ni
dichas más que con objeto de distraer la atención de vuestro vecino, a fin de
que no se aperciba del cambio de moneda que queréis hacer.
Se cierra o hace cerrar la caja. Tómase entonces la segunda caja que esta
dispuesta sobre la mesa, introduciendo por el corte la moneda marcada que ha
quedado en vuestra mano: esta introducción es muy fácil, solamente es
necesario no olvidar colocar la caja de modo que se sepa dónde está la abertura.
Hácese sonar sacudiendo la caja donde se cree que está la moneda marcada.
Pregúntase a la persona que esta a vuestro lado, dónde cree que esta la moneda.
Esta persona indica naturalmente la caja donde oye el ruido: pero haciendo
sonar la otra caja donde está la moneda marcada, se dice: "Os engañáis porque
está aquí." Sacúdese la primera caja y ya no se oye nada. Para probar que es la
misma moneda se hace abrir la caja y reconocerla. Se hace volver a meter esta
moneda en la caja y se hace oír tan pronto en la una como en la otra. En fin,
para terminar, se coloca sobre la mesa la caja donde está la moneda marcada,
dejando caer esta moneda en la mano y diciendo: "Para hacerles ver que puedo
hacer pasar esta moneda donde quiero voy a tomarla sin tocar la caja que tengo
en la otra mano." Fíngese entonces sacarla a lo largo del brazo y se enseña. En
el tiempo que se examina, se hace correr la otra moneda que hay en la caja que
se tiene en la mano. Se abre la caja y se hace ver que no hay nada.
Para estar seguro que nadie se apercibía del paso de la moneda y operar con
toda seguridad, Conus pasaba la mano por detrás del espectador que tenía a su
lado, bajo pretexto de que se asegurase bien que las marcas eran las mismas
que habían hecho los concurrentes.
NOTA. Es necesario tener cuidado en que los dedos cubran el carta de la caja
cuando se abre a fin de que no se vea la luz a través de él.
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SECCIÓN XIV
Juego del paraguas.
Este juego es uno de los de teatro, de bastante buen efecto; y no obstante
haber sido explotado por muchos prestidigitadores, se ve todavía con placer.
Muchos aficionados de física recreativa me han manifestado el disgusto que
tenían de no haberlo hallado en mi Hechicería explicada; para reparar esta
omisión, voy a dar a este juego un lugar en mi suplemento.
Efecto del juego. Pídanse varios pañuelos de los cuales se hace un paquete que
se coloca sobre una mesa. Cúbrese este paquete con una gran copa.
Tómase una caja en la cual se hace ver que no hay nada y se coloca a la vista
de los espectadores.
Preséntase un paraguas que se mete en un tubo bastante grande para contenerlo.
Dispuestas así las cosas, tócanse con la vara mágica el tubo y la caja. Con la
misma varita se hacen algunos signos cabalísticos encima de la copa que cubre
los pañuelos. Descúbrese y el paquete ha desaparecido. Sácase el paraguas del
tubo y se abre; se le ve despojado de su tela, y atados a las varillas los pañuelos
que prestaron.
Abrese la caja que se había enseñado vacía y que está a la vista siempre de los
espectadores y se saca de esta caja la tela del paraguas.
Explicación. Habiendo pedido una media docena de pañuelos, se toma uno para
envolver los otros. Colócase este paquete sobre la trampilla de la mesa y se
cubre con el aparato cónico del cual he hablado muchas veces en mi Hechicería
explicada.
Se enseña el doble cajón o cajón vacío de la caja llamada de los bombones, que
ya he descrito en la Hechicería explicada y que se halla en el número 3, de la
sección 23 del capítulo 2.
Se coloca esta caja sobre una mesa de modo que la vean todos los espectadores.
Tómase un paraguas, el cual se enseña de todos modos para probar que no tiene
ninguna preparación.
Mientras que el prestidigitador hace examinar su paraguas y enseña que su caja
no contiene nada, el compadre que se introduce debajo de la mesa, coge los
pañuelos y los ata rápidamente a las varillas de un paraguas sin tela. La tela
igual a la del paraguas que el prestidigitador acaba de enseñar, esta encerrada
en la parte superior del cajón del cual acabamos de hablar. Estando atados los
pañuelos, el compadre mete este paraguas así adornado en un gran tubo que
tiene dos compartimientos.
Habiendo divertido el físico a la reunión con su paraguas el tiempo necesario
para las operaciones de su compadre, va a buscar el tubo y mete su paraguas en
el compartimiento vacío. Después, toma el mago su varita y se sirve de ella
para conjurar los pañuelos que se cree que están debajo del aparato cónico.
Toca también con la misma la caja y el tubo. Levanta el aparato cónico que
cabria los pañuelos; ya no hay nada. Saca del tubo el paraguas preparado, lo
abre y se ven los pañuelos colgando alrededor. Abrese la caja llevándose el
cajón entero, y se encuentra en ella la tela del paraguas la cual se enseña a los
espectadores.
En casa los constructores de objetos de física recreativa se encontrara todo el
aparato necesario para este juego: tales como los paraguas, el tubo de dos
divisiones, la caja de los bombones y el gran aparato cónico que es
indispensable para cubrir todos los objetos que se colocan sobre la trampa con
el fin de hacerlos desaparecer.
En cuanto a la mesa con trampillas, como ordinariamente, se coloca alrededor
un tapete que cae hasta el suelo. En el caso en que se quiera hacer este juego en
un salón sería necesario colocar la mesa de modo que el compadre pudiera
introducirse debajo de ella y salir sin ser visto.
Uno mismo puede arreglarse una mesa de estas, porque es muy sencilla su
construcción.
Véase para esto la descripción que he dado en mi Hechicería explicada,
capítulo tres, sección primera.
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SECCIÓN XV
Juego de cartas olvidado en la Hechicería
explicada.
El efecto de este juego tiene mucha analogía con el de la moneda de veinte
reales que pasa de una caja a otra teniendo los brazos extendidos, juego del
cual nos hemos ocupado anteriormente.
Para este juego, se toma una baraja que se divide en dos partes, se coloca una
de estas partes, en cada mano y se extienden los brazos. Enséñase la primera
carta que se encuentra sobre una de las partes, corriéndola con el pulgar sobre
el borde del paquete, y levantando la mano para que esté bien a la vista de los
espectadores se vuelve a dejar la carta sobre el paquete, y por un movimiento
sensible hecho al mismo tiempo con ambas manos, la carta pasa (a los ojos del
indocto vulgar) sobre la otra parte que se tiene en a mano opuesta; de esta a la
otra y así alternativamente de la una a la otra tantas veces como se quiera.
Para hacer este juego, es necesario tener preparada una baraja de antemano, tal
como voy a explicar.
Primeramente es necesario que haya una llave. Se sabe que es una carta más
larga o más ancha que las demás y que se conoce fácilmente por el tacto.
Se hacen de la baraja dos partes. Divídense también en dos, cada una de estas
dos partes, para colocarlas cara con cara, lo que se llama besar las cartas.
De este modo las cartas presentan el dorso por ambos dos.
Colócase la llave sobre una de las partes, y sobre la otra una carta igual a la
llave; porque son necesarias dos cartas iguales pero una sola llave. En fin,
reúnense estas dos partes de modo que la llave se encuentre en el centro de la
baraja y colocada sobre la carta igual.
Déjase sobre una mesa esta baraja así preparada. Cuando se quiere hacer el
juego, se toma como la que esté más a mano. Cortan la baraja por la llave, pero
como si se cortase al azar. De modo que la mano que ha cortado, tendrá la llave
debajo del paquete que tiene y la caria igual a esta llave se hallara sobre el
paquete que se tiene en la otra mano. Enséñase, como ya he dicho, esta última
carta a los espectadores como tomada indiferentemente. Enséñase igualmente
la primera carta que se encuentra sobre el paquete de la otra mano para que
vean que es diferente de la otra.
Supongamos que la carta doble sea la sota de copas y que la que no es la llave
esté sobre el paquete que se tiene en la mano derecha, la otra sola de oros estará
pues debajo del paquete que se tiene en la otra mano. Habiendo, como ya lo he
dicho, enseñado las dos cartas que están sobre los paquetes, se anuncia que la
sota de oros que se acaba de enseñar, va a pasar del paquete de la derecha al de
la izquierda. Entonces para operar esta transposición, no hay más que cerrar las
dos manos para dar vuelta a los paquetes; pero al hacer este movimiento, es
preciso al mismo tiempo hacer el de las manos de que he hablado
anteriormente para que no se vea la vuelta que se dan a las cartas. Este
movimiento se hace bruscamente como si se describiese un círculo.
Se comprenderá fácilmente que habiendo dado vuelta a los paquetes, la sota de
oros que estará sobre el paquete de la derecha se hallara debajo de este paquete,
y que la de la izquierda que estaba debajo se hallará entonces arriba.
Vuélvense a enseñar las cartas que están sobre los paquetes y la sota de oros
que estaba en el paquete de la derecha se ve en la izquierda y parece que ha
pasado invisiblemente de un paquete a otro. Si se quiere se puede producir este
efecto muchas veces seguidas.
Para hacer una llave en una baraja, esta uno obligado de cortar todas las cartas
excepto la que se reserva para llave. Si se quiere que la llave sea larga, se
cortaran por un lado solamente las demás cartas, próximamente un milímetro,
se cortan al contrario, bien entendido, si se quiere que la llave sea ancha.
Los prestidigitadores colocan algunas veces dos llaves en la baraja, una larga y
otra ancha.
Para evitar cortar las cartas con objeto de procurarme una llave, he empleado
algunas veces un medio que me ha dado muy buen resultado. Compraba dos
barajas de diferentes fabricantes, y hallaba a menudo alguna diferencia en sus
tamaños. Entonces tomaba una de la baraja mayor y la cambiaba con la misma
carta de la más pequeña, y de este modo no me era necesario cortarlas.
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SECCIÓN XVI
Multiplicación de monedas, juego
nuevamente perfeccionado.
Este juego tan agradable se hace de muchas maneras; el más generalmente
adoptado por los prestidigitadores es el que he descrito en la Hechicería antigua
y moderna explicada. Pero puedo asegurar que el método que voy a dar para
hacer este juego, lo coloca entre los más admirables. Yo no dejo nunca de
hacerlo en mis reuniones familiares, es necesario verlo para creer el efecto que
produce, no obstante la sencillez de su composición; así pues era uno de los
que yo me había reservado, tanto más cuanto estoy persuadido de que nadie lo
conoce tal como voy a explicarlo, sin embargo se procede como en el juego ya
conocido.
Efecto del juego. Entréganse 25 monedas a una persona de la reunión, se le
ruega cuente estas monedas en un plato que se hace examinar por todos lados
para ver que no tiene preparación ninguna. Enséñase también el interior de la
mano para que vean que no se tiene nada oculto.
Estando ya contadas las monedas se vierten en manos de la persona que acaba
de tomarse esta molestia. Se le toman cinco y se le encarga que tenga
encerradas en sus manos las restantes. Búscase un pedazo de papel y ante todos
los concurrentes, se envuelven en este papel las cinco monedas que se tomaron.
Es necesario tener siempre el papel y las cinco monedas en las puntas de los
dedos para que no se sospeche que se escamotean.
Estando ya envueltas las monedas, se finge tomarlas invisiblemente una
después de otra con el índice y pulgar, y mandarlas con las otras a la mano de
la persona que las tiene. Cuando ya se han mandado las cinco a su destino,
rásgase el papel con gran sorpresa de la reunión que no puede comprender
como han desaparecido. El depositario de las monedas las vuelve a contar
persuadido de que no tenía más que veinte, pero encuentra veinte y cinco.
Explicación. Para hacer este juego según mi método es necesario procurarse
dos objetos que podrán también servir para otros juegos.
Primeramente, se hará colocar por un relojero, un barrilete o tambor de reloj
entre dos placas muy delgadas de cobre, que estarán sostenidas por cuatro
columnas. Este barrilete tendrá por objeto rollar sobre si mismo y dejar
desarrollar una cuerda muy fina de guitarra; más fina que la prima de un violín.
El extremo de esta cuerda que no está sujeta al barrilete, pasará por un agujero
hecho en el centro de las columnas que sostienen las places, de modo que
tirando de este extremo, el barrilete pueda dejar a la cuerda la libertad de
alargarse unos 25 ó 30 centímetros y de encogerse si se suelta, rollándose
alrededor del barrilete por el efecto del resorte que se afloja. Es necesario hacer
un nudo a la cuerda donde se quiere que se pare, sin lo cual se introduciría
dentro y costaría luego mucho trabajo volverla a arreglar. En fin, esta cuerda
hace el mismo efecto que la cadena del reloj, excepto que no esta sujeta por los
dos lados. Además, no hay ningún relojero que no comprenda al momento este
pequeño aparato, solo con la explicación que acabo de dar. A la parte opuesta
del agujero hecho a la columna para dejar pasar la cuerda, se hará soldar sobre
la placa un gancho pequeño, porque este aparato esta destinado para colocarse
en la manga de la levita cuando se quiere hacer uso de él, y se sujeta con este
gancho.
Todavía tenemos que dar la explicación de una segunda máquina, que no es por
cierto complicada. Es un plato pequeño de hojalata, sencillo, el cual no se
pintará para quitar toda sospecha de mecanismo; pero se hará alisar para más
propiedad.
Solamente sobre el borde de este plato, se hará soldar una pequeña pieza de la
misma hojalata que dejará una abertura entre ella y este borde, capaz de
contener cinco monedas pequeñas. Es necesario, bien entendido, que esta pieza
de hojalata no esté visible, y que no sea de mucha extensión a fin de que se
pueda ocultar fácilmente con la mano al tomar el plato. He aquí todo el aparato
que necesitamos para el juego.
En lugar del plato del cual acabo de hablar hubiera podido muy bien proponer
otro que conozco. Es una especie de bandeja, compuesta de dos fondos. En el
interior entre estos dos fondos, hay practicado un conducto para colocar en
hilera estas cinco monedas. Es necesario que las monedas puedan correr
libremente por este conducto, pero no dejarles mucho espacio, porque podrían
engancharse unas con otras al caer. En fin, es necesario que este conducto esté
hecho para las monedas que se quieren colocar. Esta invención no es mala, y la
describo con objeto que la conozcan las personas que la ignoren. Para servirse
de ella, se hace, como para la mía contar las monedas con las cuales se hace el
juego. Al depositar las monedas en manos de la persona, las que están
encerradas caen con las otras por la abertura que se deja al conducto, cuya
abertura no se apercibe porque la bandeja está pintada de negro por debajo.
Pero lo que no me gusta de este aparato, es que tiene un aspecto que inspira
sospechas de que hay algún mecanismo. Se ve que este utensilio no está hecho
para ningún uso ordinario. Al ver su forma larga se piensa que ha sido hecho
adrede con alguna superchería. Su espesura que no puede disimularse hace
juzgar que no es tan inocente como quiere hacerse creer. En fin, yo no quiero
que los instrumentos que me sirven en los juegos de que nos ocupamos den
sospechas de la menor preparación. Volvamos al juego.
Es inútil repetir lo que ya he dicho en la explicación del mismo juego que he
descrito, donde he indicado al principio del presente artículo. Voy solamente a
hablar de la diferencia que hay entre el método que doy ahora y el conocido
anteriormente. Para introducir las cinco monedas sin que se aperciban, en las
manos de la persona a la cual se le han entregado las 25, se usa ordinariamente
un medio muy sencillo, pero ingenioso, que es el que he indicado en el primer
juego al cual remito al lector. Este medio es el de ocultar cinco monedas entre
los dedos debajo del plato. Al entregar las monedas que están en el plato se
dejan caer las que se tienen con los dedos. Pero desgraciadamente este medio
es ya muy conocido de los prestidigitadores. Además no se pueden enseñar las
manos, y si algún enfadoso os pidiese que se las enseñéis os veríais muy
turbado. Con el plato del cual he dado la descripción, no se tiene que temer este
riesgo. Se da vuelta al plato; dándose golpes encima para hacer ver que no
suena, y está fuera de todas sospechas.
La pieza de hojalata colocada debajo del plato estando siempre oculta por la
mano no puede verse, y esta misma mano sostiene las monedas, que de todos
modos no pueden caer, porque la pequeña caja donde están está colocada un
poco oblicuamente de arriba abajo para impedir que no caigan hasta que se da
vuelta al plato para dejar caer las monedas en las manos de la persona que tiene
que recibirlas.
En cuanto al modo de escamotear las cinco monedas para hacerlas volver a las
manos de la persona que acaba de entregároslas, es uno de los más ingeniosos y
sorprendentes que se puedan imaginar. Atanse al extremo de la cuerda del
barrilete, cinco monedas iguales a las que se gasten en el juego; átanse digo,
cinco monedas. El medio de atarlas es hacer un agujero al borde de cada
moneda. Pasase el extremo de la cuerda por estos agujeros y se hacen dos
nudos Cuélgase en la mano el barrilete así dispuesto, de modo que las monedas
estén un poco adentro de la manga. Haré notar que estas cinco monedas tocan
en el barrilete cuando se sueltan. Cuando os han entregado las cinco monedas
que habéis vuelto a pedir. vais, con pretexto de buscar un pedazo de papel que
necesitáis, a dejar estas cinco monedas sobre una mesa que se debe tener
siempre en el centro del salón; pero al llevarlas se sacan las que están atadas al
barrilete, y se tienen cogidas con las puntas de los dedos. La cuerda no puede
verse, aunque estén muy cerca los espectadores, porque está oculta en el
interior de la mano. Estas cinco monedas que os ven, creen los espectadores
que son las que acabáis de colocar secretamente en la mesa, no les cabe duda
que son las mismas porque las ven. Envolvéis estas monedas en el papel,
imprimiendo bien la forma de ellas y haciendo todo esto a la vista de los
espectadores; teniendo siempre las monedas y el papel con la punta de los
dedos hacéis una abertura al papel por una disposición que se hace en sus
pliegues. Las monedas pasan por esta abertura para entrar en la manga cuando
las soltáis, es imposible ver el movimiento de estas monedas, pues está
enteramente oculto por la mano.
Habiendo acabado este simulacro fingís tomar las monedas una después de otra
y mandarlas a poder de la persona que tiene las demás, como ya hemos dicho
anteriormente. Habiendo fingido ya mandar la quinta rásgase el papel. Debe de
presumirse cual no será la admiración de los espectadores que creen que las
monedas están en el papel y no ven nada; y lo que aumenta la sorpresa es el no
haber visto hacer ningún movimiento de manos que pueda hacerles concebir la
menor sospecha de escamoteo.
Para este escamoteo de monedas, puedo dar todavía otro medio que pueden
emplear los prestidigitadores que quieran hacer este juego y no tengan el
barrilete del cual acabo de hablar. Este medio es muy sencillo y pertenece a la
prestidigitación.
Tómanse dos vasos de igual materia, como por ejemplo dos cubiletes. Colócase
uno sobre la tabla de la mesa, (ya hemos hablado de esta tabla en la descripción
de las mesas,) y el otro se coloca en sitio donde se pueda tomar cuando se
necesite.
Habiendo vuelto a pedir cinco monedas de las veinte y cinco que se entregaron,
se vuelve a la mesa y se coloca el cubilete. Enséñanse las cinco monedas que se
tienen en la mano derecha. Se dice que se van a meter estas monedas dentro del
cubilete que se ve y que sin tocar el cubilete, se mandará a las monedas que se
van a colocar dentro, que vuelvan invisiblemente a manos de la persona que
acaba de entregarlas. Fíngese meter estas monedas en la mano izquierda, pero
se escamotean en el hueco de la mano.
Colócase sin afectación esta mano derecha sobre el borde de la mesa, encima
del cubilete que hay sobre la tabla. Entonces fingiendo dejar caer en el cubilete
que está sobre la mesa las monedas que creen que hay en la mano izquierda,
déjanse caer en el cubilete de la tabla las monedas que se han retenido en la
derecha. El ruido que hacen al caer engaña a los espectadores; porque creen
que este ruido sale del cubilete que está sobre la mesa y no dudan que las
monedas están allí. Cúbrese este cubilete con un objeto cualquiera. Entonces
con la varita mágica, se toca el cubilete mandando a las monedas que están
dentro que salgan y vayan a reunirse inmediatamente con las otras. Descúbrese
el cubilete y se hace ver que no hay nada. Cuéntanse las monedas y se
encuentran las veinte y cinco.
NOTA. Si no se pueden escamotear muchas monedas en el hueco de la mano,
se escamotearán entre el índice y pulgar.
Para engañar a los espectadores con más eficacia, es necesario procurar que el
ruido que producen las monedas que caen en el cubilete que está sobre la tabla
tenga el mismo sonido que si cayesen en el que esté sobre la mesa, lo que no
sucedería así, si por ejemplo, el cubilete de la tabla estuviese sobre un tapete y
el de la mesa sobre la madera. Creo que se comprenderá lo que quiero decir.
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La Hechicería Antigua y Moderna Explicada
J.N. Ponsin
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SECCIÓN XVII
Modo particular de hacer el juego de la
sortija que pasa dentro de un bastón cogido
por los dos extremos.
Hace mucho tiempo que se hizo este juego por vez primera. Era uno de los
juegos favoritos de Olivier, del cual los prestidigitadores guardan su nombre en
la memoria.
Se hacía de varios modos, como casi todos los juegos; pero algunos de ellos
muy sencillos, tal por ejemplo como el de coser una sortija en una de las puntas
del pañuelo. Pasaremos por alto todos estos diferentes medios demasiado
vulgares para que los recordemos ahora: vamos a ocuparnos de un
procedimiento más ingenioso para hacer este juego y en el cual se hace uso del
barrilete o tambor que nos sirve en el juego con las monedas descrito
anteriormente .
En lugar de las cinco monedas que se atan a la cuerda del barrilete, se colocara
una sortija sencilla o una alianza. Se colocara este aparato en la manga
izquierda, como ya se ha dicho en la multiplicación de monedas. Pídese una
alianza o sortija sencilla, es decir sin piedras ni adornos, a fin de que se parezca
a la que se tiene atada al barrilete. Mientras que os entregan la sortija pedida se
toma de la manga la que esta en el barrilete; se la sostiene con la punta de los
dedos a fin de que no se escape impulsada por el resorte. Cuando os entregan la
sortija, la tomáis con la mano derecha; fingiendo transportarla a la izquierda, la
retenéis entre dos falanges y dejáis aparecer la sortija del barrilete en la punta
de los dedos. Por este movimiento, parece muy bien que es la sortija que os
prestaron la que tenéis en la mano izquierda.
Pedís un bastón delgado o una varita: cuando os lo ofrecen, lo tomáis con los
dedos que os quedan libres de la mano izquierda en que tenéis la sortija atada.
Lo transportáis a la mano derecha donde está la sortija prestada,
introduciéndola al mismo tiempo en la vara; esta introducción es tan fácil y el
movimiento tan natural que no es posible verlo. Estando ya metida la sortija, se
oculta entre los dos dedos en que se coge la vara. Se hace correr hasta el centro
de la varita ayudandoos de la otra mano para sostener la vara cuando la hacéis
correr en la mano derecha. Presentase esta varita o bastón a una persona
rogándole que lo coja por los extremos y para tener ocasión de no quitar la
mano de la varita y al mismo tiempo para evitar las sospechas, decís que es
necesario que esté en una posición muy horizontal, y bajo pretexto de que esta
muy inclinada a derecha o izquierda, hacéis correr la mano abierta a lo largo de
ella: la sortija sostenida entre dos dedos y que corre con la mano no hace
ningún ruido, ni inspira sospechas. Entonces mostrándose satisfecho de la
posición del bastón, soltáis la sortija del barrilete fingiendo que la echáis sobre
la vara. Retiráis bruscamente la mano derecha haciendo dar vueltas a la sortija.
Créese normalmente que habéis echado la sortija, puesto que no la ven en
vuestras manos, a causa de haberse introducido en la manga. La persona que la
ha prestado la saca de la vara y la reconoce. Yo pienso que cuesta mucho
trabajo el comprender cómo una sortija sin estar abierta ha podido meterse en
una vara y que se cree que lo imposible es posible para los prestidigitadores.
Se ve que el barrilete o tambor de reloj, puede servir como ya hemos dicho,
para otros juegos diferentes que el de la multiplicación de monedas. Este
pequeño instrumento no es nuevo, porque el famoso Conus, físico de mérito,
sobre todo para la física curiosa, y que vivía en el siglo diez y ocho, hacía uso
de él en algunas recreaciones, que serían de muy poca importancia ahora. Es
necesario decir que Conus que daba reuniones de física experimental muy
interesantes, tenía la costumbre en el transcurso de una función de hacer
algunos juegos de destreza para divertir a los espectadores, pues las
experiencias serias no hacen siempre reír. Voy a mencionar uno de estos
juegos, no porque figure en mi suplemento como formando parte de él, sino
solamente con el objeto de dar una idea más extensa del empleo que se puede
dar al tambor del reloj o barrilete.
Este juego, es pues muy antiguo, he oído decir que Pinetti, escamoteador, que
vivía en el reinado de Luis XVI también lo hacía. Sin embargo observaré que
su misma antigüedad le haría pasar por nuevo si se ejecutase ahora, porque
debe ser desconocido de la generación actual. De todos modos he aquí el juego:
Se tiene una sortija atada a la cuerda del tambor colocado en la manga, se pide
una igual a la que se tiene preparada, y como en el juego que acabo de describir
se finge transportarla de la mano derecha a la izquierda, pero se retiene en la
mano derecha enseñando en la otra mano la sortija que comunica con el
barrilete. De antemano se colocará un gancho pequeño en el panlatón sobre el
lado exterior del muslo derecho. Se extiende el brazo izquierdo en toda su
longitud dejando caer naturalmente el brazo derecho. Aprovéchase esta
posición del brazo derecho para colgar en el gancho la sortija que se tiene en
esta mano. Preguntáis en qué dedo de la mano derecha quieren que se haga
pasar la sortija que tenéis en la izquierda.
Enséñase la mano derecha al hacer esta pregunta para que vean que no hay
nada en ella, y se vuelve a dejar caer. Tan pronto como han indicado el dedo, lo
pasáis por el anillo que lleváis colgado y extendéis este brazo lo mismo que el
otro. Hacéis ver que siempre tenéis la sortija en la mano izquierda; cerráis esta
mano soltando la sortija que se introduce en la manga. Mandáis a la sortija que
pase al dedo que se ha designado de la otra mano. Abrense las dos manos, no
hay nada en la izquierda a y se ve la sortija en el dedo designado de la derecha.
Como ya lo he dicho, este barrilete se conoce ya mucho tiempo pero se
ignoraban los juegos para los cuales podían servir. Se hacía uso de él solamente
para puerilidades, tal como por ejemplo, encerrar una moneda en la mano y
hacerla desaparecer. He aquí por qué está casi olvidado ahora. Yo he tenido el
valor de darle vida sabiendo de qué utilidad puede ser en la prestidigitación.
***
SECCIÓN XVIII
Modo ingenioso de hacer el juego de la liga
cortada.
Se ve a menudo ejecutar este juego; conozco muchos modos de hacerlo, pero
el que voy a describir es a mi parecer el más bien imaginado. Como no se hace
según el método que voy a dar, creo que será bien acogido de los aficionados a
la prestidigitación.
Este juego, muy modesto por naturaleza, es no obstante muy agradable; y se
juzgará por su distinguida fisonomía que en una reunión de salón ocupará
honrosamente un lugar.
Escamotead la liga de una señora; no, más vale que tengáis una. Extendedla
sobre una mesa. Tomad un extremo en cada mano con el pulgar e índice;
dejaréis pasar estos extremos fuera de los dedos unos cinco centímetros
próximamente. Ahora con el dedo del medio de cada mano y el índice que está
ya ocupado en tener la liga por un extremo, tómese de modo que se deje entre
vuestras manos un espacio poco más o menos de diez centímetros.
Dispuesta así la liga presentadla a una persona que se haya provisto de un par
de tijeras Rogadle que corte esta liga por el centro del espacio que se halla
entre vuestras manos. Es evidente para todos los que están presentes, que si se
corta por este sitio la liga se dividirá en dos partes. Habiéndose aproximado
esta persona y estando a punto de cortar retirad ambas manos, diciéndole; Pero
no me corte usted los dedos. Este movimiento que parece que se hace como por
chiste tiene por objeto cambiar la disposición de la liga, porque al hacerlo
soltáis el dedo gordo de una de las manos que suelta la liga, para cogerla de la
parte más próxima de la liga sostenida por la otra mano y colocar esta parte en
la posición que tenía la que se soltó, que forma el espacio de que he hablado.
En este estado las cosas, el aspecto de esta última disposición de la liga es tan
parecido al primero, que no pueden fijarse en la pequeña diferencia que puede
haber. Este cambio de disposición debe hacerse en un momento.
La persona corta esta vez en el centro que se le presenta. Soltáis al momento la
parte de la liga que sostenía el dedo del medio; caen dos pedazos largos y con
estas dos partes, la mano todavía ocupada no tiene más que un extremo corto
del cual se restablecen al momento las dos extremidades. Entonces parece
realmente que se tiene una liga cortada porque la desunión de la liga y del
extremo cortado está oculto por los dedos.
Decís que vais a componer la liga según un método que conocéis. Rollais el
extremo cortado entre vuestros dedos haciendo una bolita y lo escamoteáis
entre el anular y el dedo del medio: pero haciendo esta especie de pelota rollais
igualmente una parte de la liga que tiráis poco a poco y tenéis esta pequeña
pelota oculta en vuestra mano. Háganse tomar por dos personas los dos
extremos que cuelgan de la liga. Cada una tira de su lado. Viendo que la liga se
alarga sin esfuerzo, se cree que estas dos partes están separadas, que la liga está
cortada efectivamente y que no ha salido bien el juego; pero cuando se halla
resistencia y soltáis la mano se quedan admirados de ver que está entera;
búscase la unión y no se ve nada.
Pero esto no es más que la mitad del juego. Es necesario sacar partido del
pedazo que tenéis en la mano. Decís: "Pero a propósito, he olvidado una cosa
importante. Yo sé que muchos buscan el modo de imitar el juego que acabo de
hacer, pero lo hacen cortando un pedazo de liga. De este pedazo se hace un
nudo alrededor de la liga qué parece que esta atada groseramente. Córrese la
mano a lo largo llevándose este falso nudo, que desaparece dejándola ver
perfectamente compuesta."
"Pero para probar que yo no quito nada, les suplico que la midan antes de hacer
el juego nuevamente, con objeto de que luego puedan ver su exactitud. "
Mientras que la miden, preparáis el pedazo que tenéis en la mano doblándolo
en dos, y volviendo a tomar la liga igualmente doblada añadís diestramente
estas dos partes, de modo que las dos extremidades del pedazo estén sobre el
doble de la liga. Este doble se tiene oculto con el pulgar e índice. Por esta
disposición la extremidad doblada del pedazo que aparece arriba, representa
perfectamente la liga doblada. Hacéis cortar por este sitio y entonces aparece
bien visiblemente esta división porque se ven las dos extremidades arriba y
abajo. Hacéis lo mismo que la primera vez, rollais con los dedos los dos
pedazos cortados y los escamoteáis. Como se ha rollado también un pedazo de
liga, hacéis siempre con la primera vez tirar de los dos extremos que cuelgan y
que la midan para que vean que está exacta.
Este juego hecho de este modo y bien ejecutado es realmente agradable. Esto
me recuerda otro jueguecito bastante bonito que se hace con hilo de coser, pero
no se puede hacer más que entre amigos. Sin embargo, como no es muy
conocido, bastante bonito y fácil de ejecutar, creo deberlo comunicar al lector,
en la esperanza de que le ha de gustar. Helo aquí.
***
SECCIÓN XIX
Lindo juego hecho con hilo de coser.
Ténganse dos hebras de hilo iguales tanto de color como largas. Habréis
notado que cuando se aproxima el dedo indicador al pulgar, como si se quisiera
pellizcar algo, el extremo del índice sobresale un poco.
Róllese sobre el extremo saliente del índice una de las hebras; hacéis una
pequeña pelota, la cual guardáis entre los dedos domo si se tomase un polvo de
tabaco. Tómese con estos mismos dedos la segunda hebra por uno de sus
extremos. Con la otra mano tómese el otro extremo. Haced cortar este hilo por
el centro; reunid la parte que acaban de cortar, a la otra parte siempre sostenida
por los dos dedos entre los cuales esta la pequeña pelota hecha con la primera
hebra. Tómense con la mano libre los extremos de las dos partes cortadas,
hacéis siempre cortar por el centro y volvéis a llevar los extremos que acaban
de cortar entre los dedos que tienen los otros. Hacéis constantemente lo mismo
hasta que las tijeras no tengan sitio para cortar sin comprometer los dedos que
sostienen el hilo.
Haré observar que los dedos entre los cuales se halla el pelotón de hilo entero,
estando siempre ocupados en recibir los extremos del hilo para sostenerlos, no
se fijan en que están siempre juntos.
Mezcláis estos pedazos pequeños de hilo formando una bolita, pero al hacerla
cambiáis de sitio las dos bolitas de hilo, llevando hacia adelante la que esta
entera y colocando la otra detrás. Entonces cogéis uno de los extremos del hilo
entero, tiráis de él sin soltar la bolita y se ve el hilo en toda su longitud. Lo
rollais nuevamente alrededor del dedo índice, hacéis los mismos movimientos
de dedos y enseñáis los pedazos cortados. Ahora para terminar, volvéis a coger
siempre con las puntas de los dedos los hilos cortados; y como para dar más
facilidad a esta especia de unión que operáis con este hilo, lleváis los dedos de
la mano libre a la boca como para humedecerlos un poco. Hacéis esto dos o
tres veces; en fin, a la última, quitáis el pequeño pelotón de hilo cortado y lo
ocultáis en la boca fingiendo que humedecéis los dedos como antes.
Quitando el hilo roto, tened cuidado de hacer aparecer el otro. Volvéis a coger
este hilo, y lo enseñáis en toda su extensión dejando ver las manos sin
afectación con objeto de que se cercioren de que no hay nada oculto.
Estas pequeñas recreaciones que no necesitan ningún aparato son más
preciosas de lo que se creerá a primera vista, porque dan ocasión de pasar
agradablemente el tiempo y es un verdadero antídoto contra el mal humor. A
menudo estos juegos no son nada, pero esta nada, divierte, lo que es muy
suficiente. Algunos de estos pasatiempos pueden en algunas ocasiones ser
útiles.
Hay muchos de ellos más o menos conocidos, y para dar una idea, voy a dar
como muestra tres o cuatro que he sacado a la casualidad de una colección que
tengo en un rincón de mi memoria, y como es necesario dar un nombre a todo,
voy a titular estos según las propiedades y el efecto que producen.
***
SECCIÓN XX
Fuerza ficticia, destreza falsa, Juego
marrullero, brújula improvisada.
Después del ingenio del cual se hace gran caso, le gusta mucho al hombre
hacer valer su fuerza muscular de la cual es muy vano. Si se halla en una
reunión, y recae la conversación sobre el elogio de esta cualidad física, se
presenta al que parece tener más pretensiones una cuerda medianamente gruesa
preguntándole si tiene bastante fuerza para romperla. Ensaya, pero la cuerda no
cede. Entonces la tomáis y la rompéis sin ningún esfuerzo. Tomase igualmente
una baraja; se coge entre las manos y se rasga como si fuera una hoja de papel.
Los concurrentes al ver esto admiran vuestro poder hercúleo.
Para romper la cuerda, se coloca sobre la mano derecha haciendo que la parte
que cuelga del lado del pulgar sea más corta que la otra que hay en el dedo
pequeño. Tómase por debajo de la mano esta parte más corta, la lleváis arriba
al interior de la mano derecha y haciéndola pasar sobre la otra liarte la arrolláis
al dedo pequeño de esta misma mano derecha. Tomáis con la mano izquierda la
parte que esta colgando todavía y la ponéis horizontalmente en toda su
longitud. al mismo tiempo que volvéis y cerráis la mano derecha. Notaréis que
en la parte interior de esta mano, las dos partes están entrelazadas. La mano
izquierda se cierra también dando una vuelta sobre ella a la cuerda. Se da una
sacudida seca y fuerte con ambas manos y la cuerda se rompe. Concíbese que
se rompe por el cruce formado con las dos partes.
La disposición que acabo de explicar debe hacerse en un momento, dando a
entender que únicamente se asegura la cuerda con objeto de que no se suelte al
dar la sacudida.
No es necesario ceñirse estrictamente a las indicaciones que doy de las manos;
si se encuentra más cómodo hacer con la izquierda lo que digo en la derecha,
no es necesario formar un escrúpulo en ceder a esta propensión instintiva. Esta
misma observación la hice ya en mi Hechicería explicada.
Ahora veamos si este modo de romper una cuerda puede ser útil.
Supongamos que no teniendo ningún instrumento cortante a mano, sea urgente
el romper alguna cuerda bastante gorda para resistir los vigorosos esfuerzos de
un hombre robusto. Se ve pues que el procedimiento que doy podrá ser útil.
En cuanto al modo de romper una baraja no veo medio de que sea de ninguna
utilidad; me parece al contrario que no tendría nada de ventajoso el repetir
muchas veces este juego de fuerza. Sin embargo voy a enseñar este medio.
Es muy sencillo, basta hacer una pequeña rotura al centro del lado más ancho
de una o dos de las primeras cartas de la baraja. El esfuerzo que hacen las
manos para operar esta rotura recae primero sobre este pequeño corte que
facilita increíblemente el despedazamiento de las demás cartas.
He aquí un jueguecito que puede hacer suponer mucha habilidad por parte del
que lo hace. Es clavar una aguja de coser en una puerta sobre la cual se echa de
lejos. Tómase por el centro una aguja enhebrada, échase sobre la puerta y se
clava como si fuera una flecha. Este efecto es debido al hilo que hace el mismo
oficio que las plumas o cartón que se coloca a la extremidad opuesta de la
punta de la flecha para dirigirla.
Si el juego de romper una baraja puede ser oneroso para los que les guste
hacerlo a menudo, el que voy a dar a conocer puede al contrario producir el
efecto contrario y ser una industria muy lucrativa.
Se han visto muchas veces, principalmente en las ferias, hombres de industria
que sacaban un buen partido, pero felizmente, gracias a la policía, este género
de estafa es ya muy raro.
Tómase una liga, dóblase por la mitad y se coloca sobre un lado de la mesa,
sosteniéndola siempre a fin de que no se desdoble. Tómase el extremo doblado,
y haciéndole recorrer una vuelta, se coloca entre los dos dobles de la liga. De
este modo, se han formado dos bucles que aparecen en el bucles de la
separación le la misma.
Si se coloca la punta de un cuchillo en el bucle que acabáis de colocar entre los
dos dobles y se tira la liga por las dos extremidades separadas, el cuchillo
quedará atado. Si se coloca el cuchillo en el bucle del lado, la liga quedará
suelta.
Propónese una apuesta, diciendo que si se tiene la suerte de poner la pauta del
cuchillo en el bucle en el cual queda atado, se ganará y que por el contrario se
perderá si se coloca en el bucle que queda suelto.
Con un poco de atención se distingue fácilmente el bucle en que debe quedar
atado y se acepta con mucho gusto la proposición. La persona gana
primeramente y la apuesta aumenta; pero cuando el banquero, ve esta apuesta a
su gusto y convenientemente doblada, pierde el jugador, muy disgustado y
admirado de este jaque. Para ganar, el banquero, al coger el extremo doblado
de la liga para volverlo a poner entre los dos dobles, a fin de volver a formar
los bucles, en lugar de colocarlo sencillamente como la primera vez le da
vuelta, es decir lo de arriba abajo. Este cambio es completamente desapercibido
y el bucle parece el mismo. Entonces el jugador debe inevitablemente perder,
porque los dos bucles quedan sueltos.
Si se sabe conducir bien este juego, y si se sabe tentar a propósito al jugador, es
cierto que se le roba, Esta última consideración es el principal motivo que me
ha obligado a divulgar un juego tan fraudulento.
He aquí una pequeña experiencia más seria que la anterior. Pertenece a la física
experimental y sin embargo no es conocida de los físicos en la extensión
completa de sus propiedades.
Tómese una pala de fuego y unas tenazas: si han servido mucho, vale más.
Póngase la pala sobre una mesa. Cójese un cuchillo y déjese con la hoja sobre
la pala. Tomanse las tenazas, pónense debajo del sobaco para sostenerlas bien y
cójanse un poco a la extremidad inferior. Entonces con este extremo inferior,
frótese vigorosamente y siempre de arriba abajo sin cambiar la dirección de
este movimiento. Es necesario dar varias vueltas a la hoja a fin de frotarla por
ambos lados. Al cabo de menos de un minuto de este trabajo, la hoja de este
cuchillo estará perfectamente imantada. Si frotáis una aguja de coser con esta
hoja la aguja se imantará a su vez.
Ahora tómese un vaso de agua; cójase la aguja por el centro y póngase en una
posición horizontal sobre la superficie del agua. Si todos los puntos esta aguja
caen a un mismo tiempo en el agua, quedara sobre la superficie; pero si la
cabeza y la punta caen una después de otra, ira al fondo. Además esta
operación no es difícil y no es necesario tampoco ser muy diestro .
Estando la aguja ya en la superficie del agua, examinadla, veréis que una de sus
extremidades se vuelve hacia el norte; esto dependerá de la dirección que
hayáis tomado para imantarla, a saber, si habéis frotado de la cabeza a la punta
o viceversa; porque es necesario notar que debéis siempre frotarla en la misma
dirección, porque si se cambiase, esta dirección contraria destruiría lo que la
otra había hecho, es decir Le quitaría el imán.
He aquí pues una brújula improvisada. Creo pues que podría hacerse uso de
este medio, careciendo de aquella, para orientarse en caso necesario.
***
SECCIÓN XXI
Juegos y medios diversos.
Voy a terminar este suplemento con la explicación de algunos medios y
procedimientos que pertenecen a la prestidigitación y los cuales he olvidado
insertar en la Hechicería explicada. Les doy cabida aquí, porque son muy poco
o nada conocidas y pueden ser agradables a los aficionados a la física
recreativa.
Primeramente hablaré de una caja muy sencilla y que se comprenderá a las
primeras palabras, pero no puede servir más que para los juegos de cartas.
Entre los instrumentos propios a la magia blanca, hay muchos que se llaman de
robo, porque sirven para quitar invisiblemente los objetos que se colocan
dentro; pero no lo quitan sino por medio de la cubierta que se lleva un doble
fondo que no se ve y en el cual se colocan los objetos que se quieren
escamotear.
Si es una carta lo que se quiere hacer desaparecer o quitar siempre es por medio
de un doble fondo o aparato de robo. Además todo esto esta ya explicado en la
Hechicería.
Nuestra caja no tiene ni doble pieza ni doble fondo. Si tiene que quitar una
carta, lo hace por sí misma sin otra ayuda. Ciertamente, he aquí un magnífico
elogio, que sin duda da ganas al lector de conocer más extensamente este
aparato. Voy a satisfacerle.
Es simplemente una especie de caja redonda, de un diámetro bastante grande
para poder contener una baraja. Es necesario que la baraja que se coloca en la
caja esté al nivel del borde de la misma.
Si no tiene nada de particular en la cubeta esta caja, tiene algo de inusitado en
la cubierta. Es una parte circular practicada en el centro del fondo de esta
cubierta que sobresale un poco, y cuyo diámetro que es arbitrario puede
valuarse en la mitad del de la caja. En cuanto a la elevación o grueso de esta
parte saliente debe ser un poco menos que el borde de la cubierta. En fin, para
el gobierno de los que quieran mandar hacer esta caja, es necesario y esto es de
rigor, que cuando haya una baraja dentro y se cierre la caja, la parte saliente de
dentro descanse sobre a citada baraja: esto lo resume todo. Se hará pintar de
negro todo el interior
El uso de esta caja es quitar la primera carta de una baraja. Pónese un poco de
cera en el centro del círculo de que acabamos de hablar; se cierra y al volverla
a abrir se ve la carta de encima pegada a la cubierta. Cuando se hace algún
juego con esta caja, basta al quitar la cubierta que roba la carta, dejarla sobre la
mesa. Yo me he servido muchas veces de esta caja, y nunca he visto que
sospechasen en la cubierta. Con experiencia y un poco de imaginación se verá
para cuantos juegos de cartas puede servir este objeto tan sencillo.
Hace poco tiempo que varias personas examinaban una pequeña colección que
tengo de estos juegos. Una señora, al ver esta caja me preguntó si era la que yo
gastaba para el tabaco. Le dije que no las llevaba tan grandes. ¿Pues para qué
sirve? — Para hacer juegos. —¡Hola! haced uno con ella. No tenía nada
preparado y estaba tan comprometido que no podía rehusar. Improvisé uno.
Yendo a buscar las cartas, tomé una que no era de la baraja sin saber lo que iba
a hacer. Era el caballo de copas, lo guardé en mi mano después de haber
colocado un poco de cera en el dorso. Llegado que hube a mi mesa, lo dejé
debajo de ella, sin que me viesen. Busqué rápidamente en la baraja el caballo
de copas, lo hice tomar forzadamente a esta señora y volver a meter en la
baraja. Hice una mezcla falsa, abrí a baraja en forma de abanico para que viese
su carta en el centro, y haciendo luego el salto lo pasé arriba e hice que
colocase la baraja en la caja. Dije que iba a dar un golpe con la mano sobre la
caja, para hacer caer en. La otra y a través de la mesa la carta que acababan de
ver en la baraja que había colocado esta señora en la caja. Di con una mano un
golpe sobre la caja y con la otra tomé la carta que tenía pegada debajo de la
mesa, la cual enseñé. Abrí la caja dejando la cubierta sobre la mesa. Tomaron
la baraja para asegurarse que el caballo de copas no estaba; no se halló, como
era consiguiente, y todos los que allí había en vano trataban de averiguar cómo
había podido desaparecer.
Este ejemplo de un pequeño juego hecho de improviso puede dar una idea de
los juegos que se pueden hacer con la citada caja.
He aquí todavía un medio bien sencillo para servirse en los juegos en que se
finge hacer renacer un papel de sus cenizas. La principal dificultad en estos
juegos es hacer el cambio del papel. El medio sencillo que propongo es tan
seguro como ingenioso. Se sirve buenamente de un portalápiz de los que se
gastan para dibujar. Tiénese un papel falso que se coloca en un extremo
ocultándolo en la mano. Estando ya escrito el papel se hace doblar y colocar en
el otro extremo. El cambio se hace muy fácilmente yendo hacia la bujía para
quemarlo. Es suficiente con cambiar de mano y de extremo . La vista de un
portalápices no tiene nada que no sea muy natural en el caso presente; porque
se mira como un instrumento para no quemarse los dedos al poner el papel a la
llama de la bujía.
Ahora voy a hablar de un procedimiento, que puedo decir que me es particular.
Se trata de meter ostensiblemente, sin que lo sospechen, en el bolsillo de uno
de los concurrentes una moneda. Para esto busco una ocasión para hablar de la
opinión de ciertas personas que creen que los objetos que se hacen hallar sobre
los espectadores, tal como cartas, monedas, sortijas. etc., son introducidos
diestramente por el físico. Nótese que en este momento tengo una moneda en el
hueco de la mano, y continuando hablando, tomo una moneda igual a la que
tengo en la mano y digo: "¿Como podría, por ejemplo, colocar esta moneda,
fuese aquí o allí, sin que el caballero lo viese y lo sintiese?" Los espectadores
toman estos movimientos como una acción unida a la palabra con objeto de
hacer más clara la demostración; pero haciendo estas indicaciones de meterla
en tal o cual sitio, la deja en cualquier parte mostrando en la punta de los dedos
la moneda que tenía oculta en el hueco de la mano. Esta moneda que se ve la
toman sin ninguna duda por la que yo tenía cuando hacía el ademán de
colocarla sobre la persona a la cual me dirigía y esta persona esta muy lejos de
sospechar que está ya en posesión de la moneda. En esta circunstancia se hace
entonces el juego que uno se ha propuesto ejecutar.
Voy por última explicación a hablar de una mejora introducida en un juego de
cartas descrito en la Hechicería explicada. Se trata de la carta clavada sobre una
puerta a cuyo punto se echa la baraja. La mejora consiste en que se añade a la
carta una sortija que se pide, la cual se ve suspendida a una cinta atada al clavo.
Puede presentarse este juego bajo diferentes formas, esto depende del gusto e
imaginación del que quiera ponerlo en practica. Por ejemplo puede hacerse de
este modo: Se hace sacar una carta a una señora, la cual la vuelve a meter en la
baraja después de haberla visto. Se hace una mezcla falsa dejando esta carta
sobre la baraja. Colócase esta baraja sobre la mesa de delante.
Sobre la mesa de detrás se tendrá preparada una cinta, un clavo y un pedazo de
greda. Vuélvese a la señora que ha tomado la carta, se le pide una sortija, se la
hace colocar en una de esas cajas de las cuales he hablado y que se hallan en
casa todos los torneros que hacen aparatos para el escamoteo. Se tendrá
presente que ya he explicado que están construidas de modo que se pueden
sacar por el fondo los objetos que se meten dentro, tal como sortijas o
monedas. Se tendrá presente también que en todas estas cajas, de cualquier
construcción que sean (porque hay de muchas clases), hay siempre en la
cubierta, oculta entre dos fondos, una moneda que suena cuando se sacude la
caja y que no hace ruido cuando se aprieta el botón de la cubierta. Hácese
meter la sortija en una de estas cajas. Sacúdase para hacer oír que esta allí.
Ruéguese a esta señora que meta la caja en el bolsillo, pero al dársela apoyáis
el dedo sobre el botón para que no hará ruido la pequeña moneda móvil
encerrada en la cubierta y hacéis caer la sortija en vuestras manos. Entonces
bajo pretexto de ir a buscar un pedazo de greda sobre la mesa del fondo y
volviendo a tomar la baraja, atáis la sortija a la cinta y atravesáis el clavo por la
cinta y la carta. Volvéis con la baraja en la mano, de modo que no se vea el
anillo, el clavo y la cinta.
Presentáis a cualquiera la greda que ha sido el pretexto de vuestra ida obligada
hacia la mesa del fondo. Le rogáis a esta persona que haga un círculo sobre la
puerta y en el sitio que quiera. Hecho ya el círculo arrojáis la baraja dentro,
como queda ya dicho en la sección donde descrito este juego y se ve la carta,
clavada con la sortija suspendida a la cinta.
La señora que ha tomado la carta y prestado la sortija abre la caja y no
encuentra nada en ella. Yo he hecho muchas veces el juego de que se trata de
este modo y he notado que causa mucha sorpresa.
FIN.

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